Recordando a mi amigo Emad Hassan, que nunca debió estar en Guantánamo
Mansoor Adayfi, ex detenido de Guantánamo que ahora dirige el Proyecto Guantánamo de
CAGE, elogia al yemení más allá de las sombras de la prisión de tortura. Parte
2 de una serie de 2 partes.
Mansoor Adayfi
FOREVER WARS
13 de agosto de 2024
Emad Hassan. A través de CAGE.
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Editado por Spencer Ackerman
Imagina vivir en un mundo en el que cada movimiento está bajo escrutinio, en el que la búsqueda de la
libertad se topa con un sufrimiento y unos abusos interminables. Esta fue la
dura realidad de Emad Hassan, ex preso de Guantánamo cuya vida se definió por
un profundo dolor y una inquebrantable resistencia. Su historia no es sólo la
de su lucha personal, sino también un espejo de la difícil situación de muchos
ex presos de Guantánamo que, incluso después de su liberación, siguen luchando
contra las sombras persistentes de su pasado.
Nacido en Yemen, Emad Hassan vivió parte de su vida en la ciudad de Al-Qaidah, nombre que
trágicamente daría lugar a un desastroso malentendido. Conocido por su carácter
apacible y amable, Hassan sentía una profunda pasión por aprender y ayudar a
los demás. En el verano de 2001, viajó a Pakistán para cursar estudios
superiores, impulsado por el deseo de saber y de un futuro mejor. Sin embargo,
en la primavera del año siguiente, las autoridades pakistaníes asaltaron la
casa que compartía con otros 14 estudiantes extranjeros y los detuvieron a
todos. Tras soportar dos meses de brutales palizas e interrogatorios, Hassan
fue entregado al ejército estadounidense.
Hassan pronto se encontró frente a un joven e inexperto
interrogador estadounidense en lo que más tarde supo que era una prisión
militar de Estados Unidos en Kandahar. Confuso y aterrorizado, le preguntaron
si formaba parte de "Al Qaeda". El traductor, hablando en un árabe
entrecortado, le preguntó: "¿Eres de Al-Qaeda?". Malinterpretando la
pregunta, Hassan respondió: "Sí", pensando que se referían a su
ciudad natal, Al-Qaidah. Este inocente error dio lugar a un grave malentendido.
Los interrogadores, creyendo que habían obtenido una confesión, lo etiquetaron
erróneamente como miembro de una organización militante. Hassan recordó más
tarde que pensó: "Creía que los estadounidenses lo sabían todo, como crecí
creyendo". Sus compañeros de detención a veces se burlaban de él
llamándole "el hombre de Al Qaeda", un cruel recordatorio del error
que le había atrapado.
Un hermano encadenado
Conocí a Emad en los confines de Guantánamo, un lugar donde la esencia misma de la humanidad se pone
a prueba y se aplasta implacablemente. Su calvario comenzó cuando fue vendido
por el gobierno paquistaní al ejército estadounidense, que lo trasladó en avión
a Guantánamo en 2002 junto con un grupo de estudiantes yemeníes que estudiaban
en Pakistán. Emad se hizo rápidamente conocido por su resistencia, participando
en todas las huelgas de hambre para protestar por la detención indefinida y las
condiciones inhumanas a las que se enfrentaba. A
partir de 2005, sufrió alimentación forzada, un procedimiento brutal al que
fue sometido más de 5.000 veces a lo largo de más de ocho años. Este proceso,
que consistía en sujetarle e introducirle a la fuerza un tubo por las fosas
nasales para bombear alimento líquido a su estómago, no sólo era físicamente
insoportable, sino también una forma de tortura psicológica diseñada para
quebrar su voluntad. Recuerdo que Emad me dijo una vez: "Cada vez que me
metían ese tubo por la nariz, sentía que me moría otra vez. Pero aguanté porque
sabía que si me rendía, habrían ganado'". Expertos
en derechos humanos han comparado el procedimiento con el submarino, y dejó a Emad con graves problemas de salud a largo plazo.
A pesar de estas duras
condiciones, Emad
se convirtió en un símbolo de esperanza y resistencia dentro de Guantánamo.
Transformó su celda en un santuario de aprendizaje y espiritualidad, enseñando
a sus compañeros detenidos y a algún guardia sobre el Islam y el Sagrado Corán.
Sus conocimientos y su compasión le convirtieron en un pilar de fortaleza para
quienes le rodeaban. Sus esfuerzos no eran sólo actos de rebeldía, sino también
actos de dignidad humana, que proporcionaban una apariencia de normalidad en un
entorno que, de otro modo, sería deshumanizado. A veces actuaba como jefe de
bloque, gestionando los problemas de los presos y defendiendo sus derechos.
Este liderazgo le convirtió en objetivo de la administración del campo, pero
persistió en su misión, impulsado por una profunda creencia en el poder del
conocimiento y la fe.
Esperanzas frustradas en Omán
En 2009, surgió un rayo de esperanza cuando el Equipo de Trabajo para la Revisión de
Guantánamo de Alto Nivel del presidente Obama autorizó la puesta en libertad de Emad. Sin
embargo, las complejidades jurídicas y políticas que rodean Guantánamo hicieron
que Emad permaneciera encarcelado varios años más, atrapado por retrasos
burocráticos y políticas cambiantes. Los enredos legales que mantuvieron a Emad
en Guantánamo durante años después de que se autorizara su puesta en libertad
no fueron exclusivos de su caso. Muchos detenidos se encontraban en un limbo
similar, atrapados en una red de políticas cambiantes, desafíos diplomáticos
internacionales y un sistema jurídico que parecía incapaz de abordar las
violaciones de derechos humanos que se estaban produciendo. Finalmente, en
2015, fue reasentado en Omán, lo que supuso tanto un alivio como nuevos retos.
La transición a Omán fue agridulce. Aunque Emad ya no estaba confinado en las duras condiciones de
Guantánamo, la realidad de su nueva vida distaba mucho de ser ideal. Omán le
proporcionó lo necesario y lo trató con respeto, pero se encontró con
importantes obstáculos. Se le negó la oportunidad de completar su educación, un
sueño que había acariciado durante años. La ausencia de un programa de
rehabilitación o integración le impidió adaptarse a una nueva sociedad. Su
situación legal en Omán seguía siendo precaria, lo que le dejaba en un estado
de incertidumbre constante.
A pesar de que las condiciones eran mejores que en Guantánamo, la salud de Emad empezó a
deteriorarse. Los años de tortura y malos tratos le habían dejado secuelas
físicas duraderas, y su bienestar general era frágil. El estrés y la ansiedad
de la incertidumbre sobre su situación legal agravaron sus problemas de salud.
Los funcionarios omaníes llegaron a presionarle para que trabajara en una
fábrica, un empleo que no podía desempeñar debido al deterioro de su salud.
La abogada de Emad, Alka Pradhan, comentó su
muerte afirmando: "Dada su horrible situación, y a pesar de los malos
tratos sufridos, Emad era una luz brillante en Guantánamo. Era gentil, amable,
indefectiblemente educado, incluso cuando todo lo que podías dar eran malas
noticias. La mejor noticia fue cuando nos dijeron que por fin estaba libre en
Omán, donde podría volver a ver a sus seres queridos. La peor noticia fue hoy,
y sobre todo saber que los malos tratos de Estados Unidos desempeñaron sin duda
un papel terrible en su prematura partida". Esto subraya las condiciones
brutales y deshumanizadoras que soportó Emad.
Una vida truncada
La inminente amenaza de deportación a Yemen ensombrecía su recién descubierta libertad. Yemen,
desgarrado por la guerra civil, representaba no sólo una vuelta a la
inestabilidad, sino también un lugar donde no podría acceder a la atención
sanitaria que necesitaba desesperadamente. Emad necesitaba diálisis al menos
cuatro o cinco veces por semana, y la idea de volver a un país asolado por la
guerra sin una atención médica adecuada le llenaba de miedo.
A principios de año, el gobierno de Omán informó a los 28 ex presos yemeníes de Guantánamo de que ya no
podían quedarse, y les dio de plazo hasta mediados de agosto para marcharse
voluntariamente o enfrentarse a una vida de penurias. Sin residencia, se verían
privados de servicios esenciales: sin acceso a atención médica, sin vivienda,
sin permiso de trabajo y sin oportunidades educativas para sus hijos. La
situación se agravó aún más cuando el gobierno omaní empezó a negarse a renovar
los permisos de residencia de los niños, lo que marcó el inicio de graves
restricciones para sus vidas y su futuro.
Esta noticia conmocionó a los ex detenidos, a quienes se había asegurado que Omán sería su nuevo hogar.
Ante la escasez de opciones, 26 de los hombres y sus familias regresaron a
Yemen tras recibir presiones del gobierno omaní, que ofreció a cada uno 70.000
dólares como indemnización.
La noticia de su inminente deportación fue un golpe devastador para Emad. La incertidumbre, unida al
deterioro de su salud, fue demasiado para él.
Un llamamiento a la intervención urgente y las trágicas consecuencias de la negligencia
El equipo de CAGE International se puso en contacto tanto
con el Departamento de Estado de EE.UU. como con el gobierno de Omán en
relación con la difícil situación de los ex detenidos de Guantánamo en Omán,
entre ellos Emad Hassan. CAGE solicitó intervención y apoyo urgentes para
abordar las condiciones y la incertidumbre a las que se enfrentan estas
personas. A pesar de sus persistentes esfuerzos, no recibieron respuesta de
ninguna de las partes. Esta falta de compromiso puso de manifiesto una preocupante
indiferencia hacia la situación de los ex detenidos y subrayó la necesidad de
una mayor rendición de cuentas y apoyo por parte de ambos gobiernos a la hora
de abordar los problemas de derechos humanos y proporcionar la asistencia necesaria.
La muerte de Emad Hassan la semana pasada marcó el trágico final de una vida llena de sufrimiento y lucha.
Su salud, ya frágil debido a años de tortura, alimentación forzada y
negligencia médica en Guantánamo, se había ido deteriorando constantemente. Los
malos tratos a los que fue sometido le causaron graves daños renales, por lo
que tuvo que someterse a diálisis entre cuatro y cinco veces por semana. A
principios de este año, su estado empeoró y entró en coma durante cuatro meses.
Cuando finalmente fue trasladado al hospital para ser operado de urgencia, los
médicos determinaron que su cuerpo estaba demasiado débil para soportar la
intervención. Su función renal se había reducido al 20%, lo que le dejaba en
estado crítico. A pesar de sus esfuerzos, el cuerpo de Emad no pudo soportar el
esfuerzo y falleció trágicamente, siendo su muerte el último capítulo de una
vida marcada por un sufrimiento inimaginable. La historia de Emad es un
poderoso testimonio del impacto duradero de la tortura y del largo camino hacia
la recuperación al que se enfrentan muchos ex detenidos de Guantánamo. Su viaje
desde las sombras de Guantánamo hasta su prematura muerte pone de relieve
cuestiones más amplias de justicia, derechos humanos y la urgente necesidad de
un apoyo integral para quienes han sufrido un trauma tan profundo.
Una familia abandonada
La muerte de Emad Hassan ha dejado un profundo vacío en la vida de su familia. Le sobreviven su esposa y
sus dos hijas pequeñas, que ahora se enfrentan a un futuro sin su presencia ni
su apoyo. Su muerte no sólo les ha privado de un marido y un padre, sino que
también les ha abocado a un futuro incierto y lleno de retos. Tras la muerte de
Emad, su mujer debe enfrentarse sola a las complejidades de la vida y criar a
sus hijas, que se quedan sin la guía y el amor de su padre. Su dolor se ve
agravado por la dura realidad de convertirse en huérfanos, lo que pone de
relieve el coste personal del sufrimiento de Emad y el profundo impacto de su
pérdida en el bienestar de su familia.
Reflexionando sobre la vida de Emad
Reflexionando sobre la vida
de Emad, queda claro que su lucha no fue sólo contra los confines físicos de
Guantánamo, sino también contra un sistema que no reconoció su humanidad. Su
historia nos recuerda con crudeza las consecuencias duraderas de la injusticia
y la profunda necesidad de compasión y apoyo para quienes han soportado
penurias inimaginables. Al recordar a Emad, debemos reconocer también a muchos
otros que siguen viviendo en la sombra, sin que se escuche su voz y sin que se
reconozca su dolor. El legado de Emad debe inspirarnos para defender un mundo
en el que prevalezca la justicia y no se olvide a nadie. La comunidad
internacional, los gobiernos y los ciudadanos de a pie deben trabajar para
garantizar que estas injusticias no se repiten jamás. Debemos abogar por la
rendición de cuentas, la protección de los derechos humanos y el apoyo a
quienes han padecido un sufrimiento inimaginable. Sólo entonces podremos honrar
el legado de Emad y construir un mundo donde prevalezca la justicia.
Guantánamo 2.0
Emad no fue el primer ex preso de Guantánamo que murió como consecuencia de malos tratos y de verse
privado de atención médica adecuada; también ha habido otros casos trágicos.
Los ex presos de Guantánamo siguen enfrentándose a un sinfín de injusticias y
problemas mucho tiempo después de su liberación. A muchos les persigue el
trauma persistente de años de detención y tortura, y su sufrimiento a menudo
persiste en otros países. Los enredos legales que mantuvieron a Emad en
Guantánamo durante años después de que se autorizara su liberación no fueron
exclusivos de su caso. Muchos detenidos se encontraron en un limbo similar,
atrapados en una red de políticas cambiantes, desafíos diplomáticos
internacionales y un sistema jurídico que parecía incapaz de abordar las
violaciones de derechos humanos que se estaban produciendo.En Arabia Saudí, por
ejemplo, algunos ex detenidos siguen en paradero desconocido, mientras que
otros han sido condenados a muerte. Mientras tanto, muchos se enfrentan a la
amenaza de la deportación o viven sin estatus legal, lo que los deja
vulnerables y sin recursos. La privación de la ciudadanía ha convertido a
algunos en apátridas, lo que agrava su precaria situación. Las restricciones de
movimiento y la vigilancia permanente agravan aún más sus dificultades.
Esta difícil situación ha llevado a algunos ex presos a calificar sus circunstancias de "Guantánamo
2.0", lo que refleja una preocupante continuación de los abusos contra
los derechos humanos y la negligencia sistémica que perpetúan su sufrimiento y
les niegan la justicia y la dignidad que necesitan desesperadamente. Al
recordar a Emad, debemos reconocer también a los muchos otros que siguen
viviendo en la sombra, sin que se escuche su voz y sin que se reconozca su
dolor. El legado de Emad debe inspirarnos para defender un mundo en el que
prevalezca la justicia y no se olvide a nadie.
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