Estuve 14 años en Gitmo. Recordemos a las víctimas
de la “guerra contra el terror” de EE.UU.
Los llamados de los políticos estadounidenses para recordar la tragedia jamás se extienden a las víctimas de su violencia sistémica
y desenfrenada.
Por Mansoor Adayfi TRUTHOUT
12 de septiembre de 2023
Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar 20 de septiembre de 2023
Un grupo de organizaciones de derechos humanos realizaron protestas conjuntas en varios
estados alrededor de los Estados Unidos pidiendo la liberación de detenidos en
la prisión estadounidense de la bahía de Guantánamo, en Cuba, que son elegibles para
transferencia. En Washington D.C., abril 5, 2023 CELAL GUNES / ANADOLU AGENCY
VIA GETTY IMAGES
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Cada año, el 11 de septiembre, los estadounidenses y la comunidad global recuerdan los ataques
contra el WTC y aquellos que murieron en la ciudad de Nueva York, Pensilvana y
Washington, D. C. Las 2,977 vidas de varias religiones, nacionalidades y étnicas
a las cuales les legítimamente les asignaron un valor. Nos piden que les
recordemos y lamentemos su pérdida, una diferencia cruda con las vidas de las
personas como yo — víctimas de la “guerra contra el terror”, cuyas historias
han sido intencionalmente trabajadas para ser borradas por los Estados Unidos.
Mientras que me uno al dolor de las vidas perdidas el 11/9, también marco el día posterior —
12/9, cuando el gobierno estadounidense comenzó sus planes para lanzar una
aparente guerra sin fin con un costo de más de ocho trillones y más de 900,000
muertes directas en 85 países, desapareciendo y encarcelando a decenas de miles
de hombres, incluyéndome.
En una aldea silenciosa y rural, anidada entre los picos robustos del recorrido montañoso del
oeste de Yemen, el mundo que conocí antes del 11/9 fue confinado a las
fronteras de mis humildes alrededores. El conocimiento que tenía acerca de un
mundo grande más allá era solo teórico, cosechado de las páginas de geografía y
libros de historia.
Las consecuencias del 11/9 cambiaron mi vida en maneras en las que jamás podría a
ver imaginado. Después de esos eventos, fui arrastrado a la bahía de Guantánamo,
en Cuba, en donde fui marcado como terrorista y extremista, deshumanizado y
reducido al número serial “441”. La pesadilla que siguió incluyó ser sujeto con
cadenas, encapuchado y torturado. Basta decir que Guantánamo me enseñó cómo se
ve y se siente el abuso de un gobierno islamófobo.
Mientras que jamás he sido ingenuo con las perspectivas negativas de algunas personas
contra los musulmanes, la absoluta falta de humanidad y dignidad de EE.UU. me
enseñó que las cosas buenas que pensé que eran posibles de los Estados Unidos
podían ser igualmente igualadas con las cosas malas. Los EE.UU. utilizaron mi caso
y los de otros detenidos para mostrarle al mundo que podían castigar a los musulmanes
sin ningún tipo de rendición de cuentas — tanto que el estado de seguridad
nacional lo consideró necesario para la “protección” de su público. Los
oficiales del gobierno estadounidense seguido hablan acerca de todos los
sacrificios que su país ha hecho en servicio de otros países, incluyendo países
con mayoría musulmana, sin decirte cuántas de nuestras vidas han sacrificado
para mantener esta fachada.
Guantánamo fue uno de los lugares principales en donde el abuso de musulmanes fue
perfeccionado — un lugar que ejemplifica lo que significa excusar los abusos de
derechos humanos en contra de “otros” satanizados. Hoy, 16
detenidos que han sido aprobados para ser transferidos pero que
continúan a languidecer detrás de las rejas bajo una detención de ley de guerra
debido a un sistema que fue diseñado para denigrar y tratar a los musulmanes
como culpables inherentes.
Tras de haber sido, finalmente, trasferido fuera del hoyo negro de Guantánamo después
de 14 años, ya no tengo pretensiones de cómo debo ser tratado como musulmán —
especialmente cuando fui estigmatizado como “terrorista”. Pero permanecí
esperanzado de que los líderes que una vez justificaron mi encarcelamiento y
abuso con la retórica política y el miedo serían evidenciados y hechos
responsables y que no sería abandonado tras mi liberación. Estaba equivocado.
A pesar del reporte dañino del Comité de Inteligencia del Senado sobre los programas de detención de la Agencia Central
de Inteligencia y la extendida documentación de tortura y abuso, poco se ha
hecho para reconciliar o rectificar el daño hecho a los prisioneros como yo y
otras víctimas del terror. En lugar de eso, hemos sido abandonados, olvidados y
borrados. He aprendido que los llamados de políticos estadounidenses a recordar
la tragedia están confinados a su gente y nunca se extienden a las víctimas de
la violencia sistémica y desenfrenada.
Varios años después de mi transferencia, he continuado a entender lo que significa ser
un sobreviviente de la violencia de EE.UU. Esto incluye el conocimiento de que
tendré que persistir en hacer un llamamiento de los abusos de este país hasta
que, los sobrevivientes como yo y yo, tengamos la justicia esperada hace mucho tiempo.
¿Cómo se vería la justicia? Justicia, en parte, significaría que cualquiera que condonó,
justificó o participó en abusos de derechos humanos sería hecho responsable. Significaría
que a los sobrevivientes se les daría compensación para restaurar sus vidas a
algo parecido a la normalidad, reparaciones para compensar la violencia que
sufrieron. Significa que finalmente habría un reconocimiento de maldad para que
nuestras historias de daño y violencia se convirtieran en parte de nuestro
entendimiento de este sórdido capítulo en la historia de Estados Unidos.
Finalmente, justicia significaría que, cuando los EE.UU. llame a “nunca olvidar” a las víctimas
de los ataques del 11/9, también
nos recordaran — a las víctimas que continúan enfrentando la violencia
y a los sobrevivientes atrapados en las consecuencias violentas de la guerra
contra el terror.
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