Los camisas negras de Guantánamo
Jeremy Scahill Sin
Permiso 01/06/09
Bajo la administración Obama, un poco conocido escuadrón de matones
continúa tratando brutalmente a los prisioneros
Mientras la administración Obama continua batallando para evitar la
publicación de alrededor de 2000 fotografías que constituyen pruebas graficas
del abuso militar estadounidense sobre prisioneros en Irak y Afganistán, una
investigación española en curso está agregando desgarradores detalles al
panorama de torturas dentro y fuera de Guantánamo. Entre ellos: “golpes a los
testículos”, “detenciones en celdas subterráneas en total oscuridad durante tres
semanas con privación de alimentos y sueño”, “inyecciones con una ‘enfermedad
quística de perros’”, embadurnamiento con heces a los prisioneros, y la práctica
del submarino. La tortura, de acuerdo con la investigación española, ocurrió en
su totalidad “bajo la autoridad del personal militar estadounidense” y a veces
ocurrió en presencia de médicos.
Más importante aún, la investigación podría, por primera vez, centrarse con
profundidad en el tristemente célebre -pero pocas veces comentado- escuadrón de
matones, desplegado por el ejército estadounidense para tomar represalias
excesivamente violentas contra la menor resistencia opuesta por los prisioneros
de Guantánamo.
Esta fuerza es oficialmente conocida como la Fuerza de Reacción Inmediata o
Fuerza de Reacción de Emergencia [IRF y ERF, respectivamente, por sus siglas en
inglés], pero dentro de los muros de Guantánamo, es conocida por los prisioneros
como la Fuerza de Represión Extrema. A pesar de la publicitada promesa del
presidente Barack Obama de cerrar el campo de prisioneros y poner fin a la
tortura –y de las conclusiones de abogados de Derechos humanos que consideraron
ilegal el accionar de estas fuerzas- las Fuerzas de Reacción Inmediata (IRF)
permanecen todavía muy activas en Guantánamo.
Las IRF: Un escuadrón del terror extrajudicial
La existencia de esta fuerza ha sido documentada desde los primeros días de
existencia de Guantánamo, pero raramente se ha mencionado en los medios de
comunicación estadounidenses o en las investigaciones realizadas por el Congreso
sobre las torturas. Sobre el papel, los grupos de IRF están compuestos por cinco
oficiales de la policía militar, los cuales están constantemente preparados para
responder ante alguna emergencia. “Se previó que el grupo IRF se usaría,
fundamentalmente, como un equipo de extracción, especializado en la extracción
forzada de la celda de un detenido que es combativo, insumiso, o si existe la
posibilidad de que haya un arma en la celda al momento de la extracción”, según
consta en un documento desclasificado de los Procedimientos Operativos Estándar
para Camp Delta en Guantánamo [SOP, por sus siglas en inglés]. El documento fue
firmado el 27 de marzo de 2003 por el Comandante General Geoffrey Miller, el
hombre al que se le atribuye la “guantanamización” de Abu Grahib y otras
cárceles controladas por Estados Unidos y quien, según se ha informado, ordenó
tratar a los prisioneros “como a perros”. El General Miller dirigió Guantánamo
entre noviembre de 2002 y agosto de 2003, antes de irse a Irak en 2004.
Cuando un grupo IRF es requerido, sus miembros deben estar vestidos con un
equipo especial para motines, que algunos prisioneros y sus abogados han
comparado con los de “Darth Vader”. A cada oficial se le asigna para controlar
una parte del cuerpo del prisionero: la cabeza, el brazo derecho, el brazo
izquierdo, la pierna derecha, la pierna izquierda. De acuerdo con el memorando
de los Procedimientos Operativos Estándar (SOP), los grupos han de advertir a
los prisioneros antes de irrumpir en las celdas. “Previo al uso del grupo IRF,
es necesario un intérprete que comunique al detenido las medidas disciplinarias
que se tomarán en su contra y preguntarle si pretende oponer resistencia.
Independientemente de la respuesta, la conducta reciente del detenido debería
ser tenida en cuenta para determinar la validez de su respuesta. El grupo IRF
está autorizado a rociar el rostro del detenido con gas pimienta dos veces antes
de entrar a la celda.
De acuerdo con el memorando del General Miller, “la seguridad física de las
fuerzas estadounidenses y los presos a cargo de nuestra nación son de suma
importancia. Usar la minima fuerza necesaria para el cumplimiento de la misión y
protección de la fuerza…. El uso de los grupos IRF y los distintos niveles de
fuerza no deben ser aplicados como método de castigo”.
Pero los abogados de Derechos humanos, ex prisioneros y ex miembros de grupos
IRF con larga experiencia en Guantánamo pintan un panorama muy diferente sobre
el papel que jugaron esos grupos. “Son los camisas negras de Guantánamo”, dice
Michael Ratner, presidente del Centro para los Derechos Constitucionales [CCR,
en sus siglas en inglés], y quien ha representado a la mayoría de los
prisioneros de Guantánamo. “Las IRF no pueden ser entendidas aparte de la
tortura. Forman parte de la brutalización de seres humanos, a quienes tratan
como infrahumanos”.
Clive Stafford Smith, quien representó a 50 prisioneros de Guantánamo,
incluyendo 31 que siguen encarcelados allí, ha visto de cerca a los grupos IRF.
“Son matones”, dice. “Han tenido un importante papel”.
Mientras gran parte del “debate de la tortura” ha destacado las llamadas
“técnicas de interrogación mejoradas”, definidas por el retorcido marco legal de
los memorándum de la Oficina de Asesoramiento Legal, los grupos IRF operan
efectivamente en Guantánamo como un escuadrón extrajudicial del terror que
regularmente tortura prisioneros fuera de la sala de interrogaciones, los
golpea, mete sus cabezas en el váter, quiebra sus huesos, abre por horas sus
párpados, aprieta sus testículos, orina en sus caras, golpea sus cabezas contra
el suelo y los ata de pies y manos –a veces dejando a los presos atados en
posiciones atroces durante horas interminables-.
Los grupos IRF “fueron avalados por los más altos niveles [de la
administración Bush], incluyendo al Secretario de Defensa y por el Departamento
de Justicia, el cual fue consultado”, dice Scott Horton, un destacado experto en
Derecho Constitucional y Militar estadounidense. Esta fuerza “fue designada para
desalentar en los prisioneros cualquier idea de que ellos estarían libres del
abuso físico mientras estén bajo custodia norteamericana”, dice. “Ellos fueron
entrenados para castigar brutalmente a los prisioneros en un corto periodo de
tiempo, y se alegaron pretextos ridículos para justificar” el abuso.
Es más, tan conocidos son estos equipos que un nuevo léxico fue creado y
usado tanto por los prisioneros como por los guardias para describir las
palizas: IRFar prisioneros o ser IRFado.
James Yee, ex Capellán de la Armada en Guantánamo, quien presenció
IRFamientos, describió “el aparentemente inofensivo comportamiento que
provocaban [como] no respondiendo cuando los guardias hablaban. Yee dijo que
creía que durante la limpieza diaria de las celdas, los guardias realizaban
búsquedas invasivas de las ‘áreas privadas’ y Coranes de los prisioneros
musulmanes para irritarlos, señalando que parecía ser el acoso por el mismo
placer de acosar, y los prisioneros se defendían. Aquellos que lo hicieron
siempre fueron IRFados.
“Lo diré del siguiente modo”, dice Stafford Smith. “Mis clientes les
temen”.
Más de 15 personas intentaron suicidarse en Camp Delta debido a los abusos de
los oficiales de las IRF”, según lo que ha arrojado la investigación española.
Junto con otra documentación, que incluye testimonios de prisioneros y
memorándums legales, los grupos IRF parecen ser una de las fuerzas más
significativas en el abuso de prisioneros en Guantánamo, que bien valen una
investigación de los fiscales estadounidenses.
IRFando a Omar Deghayes
Tal vez los peores abusos en el caso español involucran a Omar Deghayes, cuya
tortura comenzó mucho antes de que llegara a Guantánamo, y se intensificó apenas
arribar.
Ciudadano libio que vivió en Gran Bretaña desde 1986, a fines de los 90s,
Deghayes era estudiante de leyes cuando viajó a Afganistán, “por la simple razón
de que es musulmán y quería ver cómo era el país”, según dijo su abogado,
Stafford Smith. Mientras estuvo allí, conoció y luego desposó a una mujer afgana
con quien tuvo un hijo.
Después del 11S, Deghayes fue detenido en Lahore, Pakistán, durante un mes,
donde según él fue sometido a “golpizas sistemáticas” y “descargas eléctricas
con una herramienta que parecía una pequeña pistola”.
Luego fue trasladado a Islamabad, Pakistán, donde afirmó haber sido
interrogado por personal británico y estadounidense. Allí la tortura continuó;
en un memorándum de marzo de 2005 escrito por un abogado que visitó más tarde a
Deghayes en Guantánamo, él describe un incidente particularmente macabro:
“Un día me llevaron a una habitación que tenía enormes serpientes en cajas de
vidrio. La habitación estaba pintada completamente de blanco y negro, y tenía
luces tenues. Me amenazaron con dejarme allí y soltar las serpientes. Esto
realmente me paralizó: que hubiera gente tan enferma como para tener una
habitación de este tipo, especialmente construida para tal fin”.
Deghayes finalmente fue trasladado a la base aérea de Bagram, en Afganistán,
donde fue golpeado y “mantenido desnudo como parte del proceso de humillación
debido a su religión”. El personal estadounidense colocó a Deghayes “dentro de
una caja cerrada con llave y escasa ventilación”. También dijo haber visto a
guardias americanos sodomizando a un prisionero africano, y alegó que éstos
solían colocar gasolina en el ano de los prisioneros”.
“El campo me recordaba a los campos Nazis que había visto en las películas”,
dijo Dehayes.
Cuando Deghayes finalmente llegó a Guantánamo en septiembre de 2002, se
encontró a sí mismo como el objetivo de los temibles grupos IRF.
“Los del grupo IRF rociaron al señor Deghayes con gas pimienta; lo lanzaron
al aire y lo dejaron caer sobre su cara…” según señala la investigación
española. Deghayes dice que también fue víctima de un “ataque sexual”. Dice
Deghayes que en marzo de 2004, después de haber sido rociado con gas
lacrimógeno, las autoridades se negaron a proveerle atención médica, causándole
la pérdida permanente de la vista en su ojo derecho. Stafford Smith describió el
incidente:
“Ellos trajeron el gas pimienta y lo inmovilizaron. Le abrieron los ojos y se
los rociaron por dentro, y más tarde le colocaron sobre sus ojos una toalla
empapada del mismo líquido irritante. “Omar no pudo ver con ninguno de sus ojos
durante un par de semanas, pero gradualmente fue recuperando la vista en uno de
sus ellos. “Está completamente ciego de su ojo derecho. Yo soy testigo de que su
ojo derecho está completamente blanco y lechoso –no puede ver nada porque ha
sido cegado por los Estados Unidos en Guantánamo-”. De hecho, Stafford Smith
dice que su ceguera fue causada por una combinación de gas pimienta y el hecho
de que un miembro del equipo IRF hundió su dedo dentro del ojo de Deghayes.
La investigación española sobre la tortura hacia Deghayes extrae muchos datos
del memorándum de marzo de 2005, en el cual se describieron varios actos de
abuso hacia Deghayes por parte de los grupos IRF (el memorándum se refiere a los
IRF con su acrónimo alternativo, ERF):
ERFando a Omar. El Incidente de las Heces.
En uno de los incidentes de ERFamiento en los que Omar fue abusado, el
oficial responsable en persona ingresó en la celda llevando heces de otros
prisioneros [sic] y las desparramó sobre la cara de Omar. Mientras que algunos
prisioneros habían arrojado sus heces hacia guardias abusadores, Omar siempre se
había resistido firmemente a rebajarse a ese nivel. Esa experiencia fue una de
las más desagradables en la vida de Omar.
ERFando a Omar. El incidente del lavabo.
En abril o mayo de 2004, cuando la administración de Guantánamo insistía en
apoderarse del Corán en inglés de Omar, él protestó. El grupo ERF irrumpió en su
celda y lo engrilletó. Él no se resistió. Luego metieron su cabeza en el váter,
presionando su cara en el agua. Lo hicieron repetidamente.
ERFando a Omar. La Paliza.
En uno de los incidentes de ERFamiento, Omar fue engrilletado por tres
soldados americanos enfundados en sus uniformes de Darth Vader. El primero iba a
pegar a Omar, pero antes que lo hiciese, el segundo lo golpeó con su rodilla en
la nariz, tratando de quebrársela. El tercero indagó sobre el incidente, y el
segundo dijo “está bien si esta nariz se rompe. Queremos quebrar su maldita
nariz”. El tercer soldado lo llevó luego al hospital.
ERFando a Omar. El ahogo
El equipo ERF entró en la celda con una manguera de alta presión. Él estaba
completamente engrilletado, y ni siquiera podía sostener centrada su cabeza. Le
arrojaron agua por sus orificios nasales hasta que se ahogó y pidió a gritos que
se detuvieran. Esto se realizó con el personal médico presente, y ellos se
unirían. Omar está particularmente afectado por el hecho de que había una
enfermera que “había sido muy amable” con él que [sic] tomó parte en el proceso.
Esto sucedió tres veces.
ERFando a Omar. El edificio Tango
Omar estaba afuera en el edificio Tango cuando 15 soldados ERF entraron en
las torres, con otros dos soldados armados. Lo zamarrearon (a él y a otros) y
los rociaron con gas pimienta. Luego lo arrojaron al aire dejándolo caer con su
cara, del lado izquierdo, en el cemento. Entre ellos había alguien del personal
médico, y ella sólo miraba. Al rato se le acercó y le preguntó si se encontraba
bien. Después de eso, él fue llevado a una celda de aislamiento.
Un examen medico citado en la investigación española confirmó que Deghayes
sufrió ceguera del ojo derecho, fractura del tabique y fractura del dedo índice
derecho, así como estrés postraumático y una “profunda” depresión.
¿Pruebas destruidas?
En el Pentágono, debe existir alguna prueba documental que dé cuenta del
IRFamiento de Deghayes. Aún más, de acuerdo con el memorándum del SOP del
General Miller, todas las acciones emprendidas por los grupos IRF fueron
grabadas en cintas de vídeo. Después de que un prisionero era IRFado, “el
personal médico examinaba al detenido para certificar la existencia o no de
cualquier tipo de lesión provocada durante el IRFamiento” y, “todos los miembros
de los equipos IRF son requeridos para que den juramento de sus versiones sobre
los hechos”. Estas versiones juradas, informes y videos eran “para ser tomadas
como pruebas”.
Ya en 2005 se informó que había 500 horas de vídeo; la Unión Americana por
las Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés) intentó que salieran a
la luz, pero eso nunca sucedió.
“¿Dónde están esas cintas?, se pregunta el presidente de CCR Michael Ratner.
En algunos casos, la respuesta podría ser que nunca existieron o que su
existencia fue breve. “Cuando se produce un IRFamiento, se supone que la cámara
se coloca para capturar esa acción”, dijo el cadete Brandon Neely, quien estuvo
en uno de los primeros grupos IRF en Guantánamo. “Cada vez que presenciaba un
IRFamiento, había una cámara presente, pero una de estas dos cosas podía
suceder: (1) que la cámara nunca hubiera sido encendida o, (2) que la cámara
encendida estuviera enfocando el suelo”.
Neely recientemente dio su testimonio en la Universidad de California, en el
marco del Proyecto Testimonios de Guantánamo de Davis. El también describió un
IRFamiento donde el video del incidente fue destruido.
En lo que respecta a los videos, Stafford Smith dice que “hay algunas
cuestiones de las que no puedo hablar, pero que confirmaré con pruebas
fotográficas. Estoy absolutamente seguro de que si todas las fotografías fuesen
reveladas al mundo, ofrecerían una evidencia física irrefutable de que los
prisioneros fueron abusados por los IRF”.
En cuanto a las versiones juradas hechas por los miembros de los equipos IRF,
una revisión de los cientos de páginas de los informes desclasificados de los
incidentes da cuenta de una casi robótica uniformidad en los informes redactados
a mano, abrumadoramente compuestos por relatos breves de operaciones que
sucedieron sin ningún inconveniente. Casi todos ellos contienen las frases:
“mínimo uso de la fuerza necesaria” y que el prisionero “recibió atención y
evaluación médica” antes de ser devuelto a su celda.
“Todas las investigaciones internas de Guantánamo han blanqueado por completo
los procesos IRF”, dice Horton. “Y lo hacen por obvias razones”.
“El programa IRF fue apoyado por consejo del Departamento de Justicia, al
sugerir que el comportamiento de insubordinación podría ser alegado para
justificar una relajación de los límites contra la fuerza física. Esto tiene un
olor conspirativo, dice Horton. “De hecho, el uso de los IRF fue ilegal, una
violación al artículo homogéneo 3 [de la Convención de Ginebra] y una violación
al Código Uniforme de Justicia Militar, que prohíbe el uso innecesario de la
fuerza contra los prisioneros”.
Mientras el Reino de España probablemente persiga el papel jugado por los
equipos IRF en la tortura de sus ciudadanos o residentes, su alcance irá
bastante más allá de esos incidentes específicos.
“He visto detenidos ser IRFados mientras estaban rezando, o por rehusar la
toma de alguna medicación”
El trato que se le dio a Deghayes por parte de los temidos equipos IRF es
idéntico al de otros prisioneros de Guantánamo liberados.
David Hicks, un ciudadano australiano detenido en Guantánamo, dijo en una
declaración jurada que él “había sido testigo de las actividades [del IRF], que
consistían en un escuadrón de soldados que entraban en las celdas de los
detenidos y los agredían con la ayuda de perros violentos… He visto a detenidos
sufrir serias lesiones tras haber sido IRFados. He visto detenidos ser IRFados
mientras estaban rezando o por rehusarse a tomar un medicamento.
Binyam Mohamed, liberado en febrero, también ha descrito un ataque de las
IRF: “Ellos casi quiebran mi espalda. El que estaba sobre mi cabeza me giraba
hacia un lado y los que estaban a la altura de mis piernas lo hacían para el
otro lado. Me llevaron desde mi celda a la sala de huellas digitales,
abofeteándome. Apreté mis puños y no pudieron tomarme las huellas [digitales],
por lo que trataron de hacerlo a la fuerza. El soldado que estaba en mi cabeza
me metió sus dedos en la nariz y me tiró la cabeza hacia atrás, sacudiéndola de
un lado a otro cogido de mi nariz. Luego colocó sus dedos en mis ojos. Sentí que
estaba tratando de arrancármelos. Otro soldado me pegaba en las costillas, y
otro me apretaba los testículos. Finalmente, no puede resistirme más y me
tomaron las huellas.
Un informe elaborado por un abogado de Derechos humanos británico, Gareth
Peirce, documenta el presunto abuso de un ciudadano de Bahrein, Jumah al-Dousari
por parte de un equipo IRF. Antes de ser llevado a Guantánamo, al-Dousari era
ampliamente conocido por estar “mentalmente enfermo”. En una ocasión, el equipo
IRF fue llamado a su celda después de que al Dousari presuntamente insultara a
una soldado. Otro prisionero que presenció el incidente describió lo
sucedido:
“Normalmente había cinco personas en cada equipo IRF. En esta ocasión eran
ocho. Cuando Jumah los vio acercarse, se dio cuenta de que algo iba mal y se
acostó sobre el suelo con su cabeza entre las manos. Si tú estás en esa
posición, esperarías que entren y te pongan las cadenas. Esto es lo que se
supone que suceda.
“Se entiende que el primer hombre debe entrar con un escudo. En esa ocasión,
el hombre se quitó el escudo y el casco, y cuando la puerta estaba abierta entró
y dejó caer su rodilla en la espalada de Jumah, justo entre los dos omóplatos,
con todo el peso de su cuerpo. Deben haber sido alrededor de 110 kilogramos. Se
llamaba Smith y era un sargento E-5. Una vez hecho eso, entraron los demás y lo
patearon y golpearon. Mientras tanto, una oficial mujer pateó su estómago. Jumah
tuvo que ser intervenido quirúrgicamente.
“El oficial Smith era el sargento la Policía Militar que lo golpeó
incesantemente. Agarró su cabeza con una mano y con la otra mano le pegó
repetidamente en la cara hasta quebrar su nariz. También le aplastó su cara
contra el suelo de cemento. Todo ello debería estar registrado en un video.
Había sangre por todos lados. Cuando lo sacaron de la celda, limpiaron con agua
toda la sangre que había en el suelo. Todos lo vimos”.
Alimentación forzada como forma de tortura
Los equipos IRF también han sido usados para forzar a alimentarse a los
prisioneros que hicieron huelga de hambre en Guantánamo. Deghayes estaba entre
los huelguistas de hambre en agosto de 2005, escribiendo en una carta: “estoy
muriendo lentamente en esta celda solitaria, no tengo derechos, ni esperanza.
Entonces ¿por qué no tomar mi propio destino en mis manos, y morir por un
principio?”.
Mientras el gobierno de los Estados Unidos retrata una situación en la que
los huelguistas de hambre estaban recibiendo atención médica, abogados de
algunos de ellos han denunciado que los tubos usados para forzarlos a
alimentarse tenían “el grosor de un dedo” y que “eran vistos por los detenidos
como objetos de tortura”.
De acuerdo con la abogada Julia Tarver, uno de sus clients, Yousef al-Shehri,
tenía un tubo insertado con “un [miembro de las IRF] sosteniendo su mentón
mientras otro lo sujetaba por el cabello, y un miembro del equipo médico le
insertó forzadamente el tubo en su nariz y lo deslizó por su garganta” hasta su
estómago. “Ninguna clase de anestesia o sedante le fue suministrada para aliviar
el evidente trauma de tal intervención”. Tarver dijo que este método causó a
al-Shehri y otros huelguistas a vomitar “cantidades considerables de
sangre”.
Esto fue suficientemente doloroso, pero al Shehri describió la extracción de
los tubos como “insoportable”, provocándole un desmayo por el dolor. Según el
relato de la misma abogada, “los tubos gástrico-nasales [NG, en sus siglas en
inglés] fueron extraídos colocando un pie en una de las terminaciones del tubo y
tirando hacia abajo la cabeza del detenido sujetada por el cabello, provocando
que el tubo fuera dolorosamente quitado de la nariz del preso. Entonces, frente
a los médicos de Guantánamo, los guardias cogieron los tubos NG de un detenido y
sin ningún tipo de proceso de esterilización mediante los reinsertaron en la
nariz de otro recluso. Cuando esto sucedió, los detenidos pudieron ver en los
tubos restos de sangre y bilis de otros presos”. El equipo médico, según Tarver,
no hizo esfuerzo alguno para intervenir. Este fue uno de los muchos incidentes
en los que los equipos IRF facilitaron la alimentación forzada-.
Aparte de las huelgas de hambre, otras formas de resistencia fueron
enfrentadas con brutales represiones. Tarek Dergoul, un prisionero entrevistado
por Human Rights Watch, describió cómo los grupos IRF lo golpearon porque él “a
menudo se rehusaba a cooperar con los vigilantes de la celda durante el tiempo
de oración. Una razón fue que ellos abusarían del Corán. Otra fue que los
guardias deliberadamente manosearon mis partes privadas con la excusa de
revisarme.
Dergoul dijo, “si yo me rehusaba a que revisaran la celda, la Policía Militar
llamaría a las ERF, quienes acudirían enfundadas en sus trajes antidisturbios
con los escudos plásticos y el gas pimienta. Las ERF entraron en la celda, me
inmovilizaron después de rociarme con el gas y atacarme. La pimienta me hizo
vomitar en varias ocasiones. Ellos metieron sus dedos en mis ojos, golpearon mi
cabeza contra el suelo, me patearon y me inmovilizaron como a un animal. A veces
también metían mi cabeza en el váter”.
Jamal al-Harith afirma que fue golpeado por los cinco integrantes de un
equipo IRF por resistirse a una inyección: “Estaba con mucho miedo de lo que
ellos pudieran hacer. He visto víctimas de las IRF formando frente a mi celda.
Fueron maltratados y heridos hasta la sumisión. Era una postal horrible, y
demasiado frecuente. Ellos eran realmente violentos, nerviosos y agresivos. Uno
de ellos me atacó realmente con dureza y me dejó con una profunda marca roja
desde la columna hasta la rodilla. Pensé que estaba sangrando, pero sólo era un
horrible moretón.
IRFando al Sargento de primera clase Sean Baker
Irónicamente, tal vez el caso de abuso mejor publicitado perpetrado por esta
fuerza no tuvo como víctima a un prisionero de Guantánamo, sino a un soldado
norteamericano en funciones y veterano de la Guerra del Golfo.
En enero de 2003, al sargento Sean Baker se le ordenó participar en un
entrenamiento IRF en Guantánamo, en el que haría el papel de un prisionero poco
colaborador. El sargento Baker dice que su superior le ordenó quitarse su
uniforme militar y ponerse un mono naranja como los que usan los prisioneros. Se
le dijo que gritara la contraseña ‘rojo’ si la situación se tornaba
insoportable, o si quería que sus colegas se detuviesen.
Según su declaración jurada, hasta que entraron en su celda, los miembros IRF
pensaron que ellos estaban frente a un prisionero real. Como describió después
el sargento Baker:
“Ellos me sujetaron los brazos, las piernas, me retorcieron y,
desafortunadamente, uno de los individuos presionó con su cuerpo mi espalda
mientras yo estaba cabeza abajo. Luego él –el mismo individuo- me rodeó y
comenzó a ahogarme y presionar mi cabeza contra el suelo de acero. Después de
varios segundos, 20 o 30 segundos, el momento parecía no tener fin, porque no
podía respirar. Cuando no pude inhalar más oxígeno, entré en pánico y dije la
palabra de la contraseña, ‘rojo’, que se suponía era la debía dar para detener
el ejercicio. El individuo estampó nuevamente mi cabeza contra el suelo y
continuó ahogándome. De alguna manera pude tomar aire y pude murmurar: ‘soy un
soldado americano’”. El sargento Baker dijo que su cabeza fue golpeada una vez
más, y después de balbucear nuevamente que era un soldado americano los oí
reírse.
Según la CBS:
Desorientado y sangrante, Baker de alguna manera logró regresar a su unidad,
y su primera idea fue conseguir la cinta de video. “Dije, ve y busca la cinta”,
recuerda Baker, “ellos tienen una cinta. Mi jefe de escuadrón fue a buscar la
cinta”.
Cada operación en Guantánamo era grabada rutinariamente, y la cinta de esa
operación mostraría lo que sucedió. Pero Baker dice que su jefe de escuadrón
regresó con la noticia de que “no había ninguna cinta”.
Más tarde el New York Times informó que el ejército “dice que no puede
encontrar la cinta que se creía haber sido grabada durante el incidente”. A
Baker pronto se le diagnosticó daño cerebral traumático. Comenzó a sufrir
ataques, a veces de 10 a 12 diarios.
“Este fue un incidente típico, y Baker era reconocible como americano”, dice
Horton. “Pero da una idea de lo que viven los detenidos en Guantánamo, lo que
generalmente es aun peor”.
Los IRFamientoscontinúan bajo el gobierno de Obama
El 7 de enero de 2009, un prisionero llamado Yasin Ismael arrojó un zapato
como signo de frustración al interior de una jaula en la cual había sido
confinado. Los guardias acusaron a Ismael de atacarlos y llamaron a un equipo
IRF. Según sus abogados, “Los miembros del grupo lo engrillaron sin que él
opusiera resistencia. Luego lo golpearon. Le taparon la boca y la nariz hasta
que se desplomó por falta de aire, y lo golpearon repetidamente en las costillas
y la cabeza. Luego lo devolvieron a su celda. Una vez allí, un guardia orinó
sobre su cara. Ismael fue gravemente herido, y su oído comenzó a sangrar,
dejando una enorme mancha en su almohada”.
Menos de dos semanas más tarde, el 22 de enero, el recientemente elegido
presidente Obama hizo pública una orden ejecutiva requiriendo el cierre de
Guantánamo dentro de un año y también ordenó una revisión de la situación legal
de los prisioneros, exigiendo “niveles humanos de reclusión” en concordancia con
la Convención de Ginebra.
Pero un mes después, el Centro para los Derechos Constitucionales hizo
público un informe titulado “Condiciones de confinamiento en Guantánamo: siguen
las violaciones a la ley”, en el cual se afirma la continuidad de los abusos. De
hecho, un abogado de Guantánamo, Ahmed Ghappour, dijo que sus clientes habían
denunciado “un aumento en los abusos” desde que Obama fue elegido, incluyendo
“golpes, dislocación de partes del cuerpo, utilización del gas pimienta en
celdas cerradas, rociamiento del papel higiénico con gas pimienta y el uso de
métodos violentos para obligar a comer a los huelguistas de hambre”, según
Reuters.
“Ciertamente en mi experiencia han habido muchos, muchos incidentes de abuso
denunciados desde la asunción del presidente”, dijo Ghappour.
Mientras la cobertura del aparato de tortura norteamericano que han hecho los
principales medios ha retratado estas tácticas como parte del sistema de la “era
Bush” que Obama venía a liquidar, en lo que se refiere a los grupos IRF esto es
simplemente falso. “Los detenidos viven en constante miedo de la violencia
física. Los ataques frecuentes por parte de los equipos IRF aumentan su ansiedad
y refuerzan el hecho de que la violencia puede ser infligida por los guardias en
cualquier momento por cualquier infracción percibida, o a veces sin ninguna
clase de provocación o causa”, según ha señalado la CCR.
A comienzos de febrero de 2009, al menos 16 hombres estaban en huelga de
hambre en el Campo 6 de Guantánamo y se rehusaban a abandonar sus celdas para la
“alimentación forzosa”. Los grupos IRF los sacaron violentamente de sus cuartos,
con los “hombres arrastrados, golpeados y pisoteados, y sus brazos y dedos
dolorosamente retorcidos”. Se les colocaron forzadamente tubos en sus narices,
acto que un prisionero describió como “tortura, tortura, tortura”.
En abril, Mohammad al-Qurani, un prisionero de Guantánamo de 21 años, oriundo
de Chad, se las arregló para llamar a Al_Jazeera y describió una golpiza
reciente: “Este tratamiento comenzó alrededor de 20 días antes de que Obama
asumiera el poder, y desde entonces he sido sometido a tormentos de algún tipo
casi a diario”, dijo. “Desde que Obama asumió su cargo, no nos ha demostrado que
la situación cambiará en algo”.
Al-Jazeera informó:
Al describir un incidente específico, que tuvo lugar después del cambio en el
gobierno norteamericano, al-Qurani dijo que se rehusó a dejar su celda porque
ellos “no me garantizan mis derechos”, tales como los paseos en el patio,
interactuar con otros reclusos y comer “comida normal”. Un grupo de seis
soldados usando escudos protectores y cascos entraron en su celda, acompañados
de un soldado que llevaba una cámara y otro con gas lacrimógeno. “Ellos tenían
una goma gruesa o bastón de plástico con el que me pegaban. Me vaciaron dos
tubos de gas lacrimógeno”, dijo a Al-Jazeera. “Después de que dejé de hablar, y
las lágrimas brotaban de mis ojos, difícilmente podía ver o respirar”.
“Luego me empujaron nuevamente, uno de ellos sostuvo mi cabeza y la golpeó
contra el suelo. Comencé a gritar a su superior ‘¡mire lo que está haciendo,
mire lo que está haciendo!’, pero el superior comenzó a reírse y dijo ‘él está
haciendo su trabajo’”
En otro incidente posterior a la inauguración de Obama, el prisionero Khan
Tumani comenzó a embadurnar con excremento las paredes de su celda protestando
por el trato recibido. Según su abogado, “cuando se negó a limpiar las heces, un
gran equipo IRF de 10 guardias fue enviado a su celda y lo golpearon duramente”.
Los guardias lo rociaron con gas lacrimógeno u otra sustancia nociva después de
golpearlo con tal brutalidad que hizo vomitar a al menos un guardia. Días
después la piel de Khan Tumani continuaba enrojecida e irritada”.
El CCR ha solicitado a la administración Obama que cese inmediatamente el uso
de los equipos IRF en Guantánamo. Horton, mientras tanto, dice “los detenidos
deberían ser compensados por las lesiones sufridas”
Mientras continúen los abusos en Guantánamo, y los poderosos del Congreso y
de la Casa Blanca resistan tenazmente el nombramiento de un fiscal especial
independiente, la lamentable realidad es que la mejor alternativa para la
justicia de las víctimas de la tortura estadounidense se encuentra tras un
océano, en Madrid.
“La administración Obama no debería necesitar presión externa para hacer
valer nuestras propias leyes e iniciar una investigación penal en los Estados
Unidos”, dice Vince Warren, el director ejecutivo de CCR. “Espero que los casos
españoles muestren al presidente y abogado principal Eric Holder cuán seriamente
el resto del mundo toma estos crímenes y mostrarles que el tema no se
acabará”.
Jeremy Scahill, un periodista independiente que informa frecuentemente
para el programa de radio Democracia Ahora, ha pasado un largo tiempo informando
desde Irak y Yugoslavia. Actualmente escribe en el Instituto Nation.
Scahill es, asimismo, autor de
Blackwater: The Rise of the World’s Most Powerful Mercenary Army.
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