Wil. E. Coyote, el pueblo estadounidense y lo que
pasa ahora
Dennis Loo 24 de agosto de 2011
Traducido del inglés por El Mundo No Puede Esperar 29 de septiembre de
2011
Nota: Este artículo representa una versión un poco ampliada de una charla que
Dennis Loo dio en la primera celebración de la publicación de su nuevo libro, Globalization
and the Demolition of Society [La globalización y la demolición de la
sociedad], Larkmead Press, 2011. Presenta una introducción abreviada de
algunos argumentos y evidencias clave del libro. Rob Kall de OpEd News le
entrevistó a Dennis acerca de su nuevo libro la semana pasada en su programa
radial, disponible en OpEd News aquí.
Este libro tuvo una gestación de muchos años. Lo dejé a un lado hace varios
años para trabajar en mi libro Impeach the President: the Case Against Bush
and Cheney [Hacerle un juicio de destitución al presidente: El caso contra
Bush y Cheney] (NY: Seven Stories Press, 2006, en colaboración con Peter
Phillips) porque ese libro se urgía de forma inmediata. Desafortunadamente no
logramos construir un movimiento poderoso del pueblo para sacarles a Bush y
Cheney. Si hubiéramos logrado eso, toda la situación política sería
dramáticamente diferente hoy. ¡Obviamente, no fue suficiente la cantidad de
personas que leyera mi libro! [Risas] Como resultado, la trayectoria que lanzó
el régimen de Bush sigue en marcha bajo este nuevo presidente. Era y es una
trayectoria que traté en forma concentrada en mi otro libro, y en este nuevo
libro me centro específicamente en ella y en detalle. Así que, fíjense, tienen
que leer este libro ¡para que esta vez las cosas no se pongan peor!
Se puede decir que toda persona que esté atenta a lo que pasa en el país y en
el mundo, y que tenga una conciencia y/o se preocupe por la demás gente y por el
medioambiente, se siente atormentada por lo que está pasando. Escribí este libro
para dirigirme directamente a esas personas. Por eso, el libro es un intento de
llegar a un público académico y universitario, y a la vez ser accesible al
público en general. Quiero que sea una denuncia y un llamamiento a la acción por
un lado, y que sea fundacional y riguroso en el sentido teórico por el otro. Los
cambios que hay que hacer son enormes y, para que tengan posibilidades de
plasmarse, habrá que movilizar a personas de todas capas de la sociedad, guiadas
por un profundo conocimiento de lo que tenemos frente, y que lo enfrentemos
directa y personalmente, y no simplemente votando un cierto día de noviembre de
tanto en tanto. Este libro tiene objetivos muy ambiciosos y cubre mucho terreno.
Voy a tratar de darles un sabor, y poner de relieve unos cuantos temas que el
libro discute.
Debra Sweet, la directora de El Mundo no Puede Esperar y que leyó una versión
más temprana del libro, lo describió como muchos libros en uno y dijo que al
final conté una historia muy personal, y después me di cuenta de que ella tenía
razón. No fue mi propósito consciente escribir una historia personal, pero sí
quería contar una historia y creo que hacerlo en forma personal fluía
naturalmente de ese propósito.
He utilizado previas versiones del libro en mis clases de seminario para
estudiantes de último año, con resultados muy gratificantes, y una de mis
estudiantes del trimestre pasado, que se especializa en psicología, dijo algo en
su trabajo final que quiero parafrasear. Para ella le resultó sorprendente que
todos los estudiantes terminaron pensando de la misma manera y con las mismas
conclusiones: que el sistema actual ES un sistema y no es simplemente el
producto de la naturaleza humana y/o de los individuos que dirigen ese sistema
ahora, que cualquier cambio en ese sistema requerirá una transformación de nivel
sistémico y, por último, que tal transformación revolucionaria es necesaria y
posible. Cuando ella dijo que todos llegaron a la misma conclusión, tengo que
añadir, para ser claro, que no todos piensan exactamente como ella, pero ella no
se equivoca por mucho.
Al dorso del libro se puede leer tres citas del libro. Esas tres citas
concentran tres aspectos del libro y los voy a discutir hoy.
"Los problemas del capitalismo que se dan ahora no son el producto
simplemente de unas cuantas (ni siquiera de muchas) figuras del mundo del
negocio que sean avaras, corruptas y de miras cortas, [ni] de una falta de
supervisión de parte del gobierno. No es posible solucionarlos mediante una
serie de ajustes ni eligiendo a este partido en vez del otro. No son
principalmente la culpa de una población con alergia al ahorro. Son problemas
sistémicos... Los sistemas no cambian simplemente porque se colocan a una nueva
cara en la Casa Blanca y nuevas caras en el Congreso" (p. 74, todas las
traducciones del libro son de El Mundo no Puede Esperar).
"Los fracasos de inteligencia no desacreditan las actuales políticas de
vigilancia omnipresente, guerras, ocupaciones, detención indefinida, tortura,
asesinatos y ataques por aviones teledirigidos. Los fracasos de inteligencia
promuevan y justifican tales políticas... Por más tiempo que transcurre sin un
nuevo incidente terrorista en Estados Unidos, exitoso o frustrado, más difícil
es justificar las medidas del estado de seguridad. Por eso le interesa al estado
de seguridad que ocurran al menos unos incidentes terroristas anti estado. Este
es el pequeño secreto sucio del estado de seguridad". (p. 152)
"La teoría de la democracia no le da suficiente peso al poder iniciador y
decisivo del estado y de los medios de comunicación relativos a la población. En
circunstancias normales, los medios y el estado... dominan el proceso... en que
el programa público se establece. Ellos ponen la mesa. El pueblo tiene que
decidir qué comer de los platos que los medios y el estado han puesto delante de
él, y en ese sentido el pueblo selecciona ‘democráticamente’ loque le apetezca,
pero no decide lo que se pondrá en la mesa". (p. 229)
Debo explicar primero que la globalización tiene una manifestación política:
la política, las medidas y la filosofía que benefician los intereses y la
expansión de la globalización. Esa manifestación política y filosófica a veces
se llama el fundamentalismo del mercado libre y en otras ocasiones se llama el
neoliberalismo. El neoliberalismo es la manifestación “neo” o nueva del
significado que Adam Smith, el economista político del siglo 18, le dio al
término liberal: es decir, liberalizar el mercado y dejar que los negocios y los
individuos hagan lo suyo sin que el gobierno se meta en ello.
Al comienzo de mi libro, comparo la actual dominación mundial de la mantra de
"privatizar todo, el mercado debe decidirlo todo" con la historia de H.G. Wells
La guerra de los mundos en que los extraterrestres invaden a Estados
Unidos. Como tal vez saben algunos de ustedes, Wells quería que el libro fuera
una alegoría. Quería comunicar a los estadounidenses cómo es la conquista y la
opresión que hace una potencia imperialista extranjera a los pueblos del Tercer
Mundo.
Al igual que todo ejército invasor y conquistador, los neoliberales quieren
que pensemos que su dominio no tiene alternativa, ni tampoco sus políticas, su
filosofía ni su sistema de valores. El presidente de nuestra universidad, la
Politécnica de California en Pomona, por ejemplo, le dijo a un estudiante hace
dos años cuando este le preguntó qué se podía hacer para evitar los recortes
presupuestarios: "La privatización. Es la única alternativa". La ex primera
ministra de Gran Bretaña Margaret Thatcher decía NHA – No Hay Alternativa –
cuando promovía a fuerzas las políticas neoliberales ahí. De hecho, en una
entrevista de revista tristemente celebre, Thatcher declaró: "No existe tal
cosa, la sociedad; solo existen los individuos y las familias". Entonces, cuando
me refiero en el título de mi libro a "La demolición de la sociedad", se trata
de algo que para los neoliberales es literal. También uso esa frase "la
demolición de la sociedad", la cual tomé de una cita de Karl Polanyi para
describir lo que ocurriría si dejáramos que gobiernan las fuerzas del mercado,
porque connota explosiones, desastres y destrucción, un aspecto muy prominente
de las medidas y la política neoliberales. Más tarde hoy entraré en más detalles
sobre eso.
Los neoliberales quieren que todos pensemos: mejor callarnos que cuestionar
los puntos de vista de ellos, pues toda persona cuerda piensa así y las
consecuencias de no pensar así son desagradables o, en el peor de los casos,
mortal. Ciertas figuras destacadas le han tildado de chiflado al economista
ganador del Premio Nobel Paul Krugman, por ejemplo, porque este da la voz de
alarma acerca de nuestra política económica. Los invasores, cuyos expertos se
empecinan en convencernos cada hora en los medios de comunicación, quieren que
todos nos rindamos ante su dominación y que nos resignemos a seguir su rumbo. Si
te disgustan las obvias consecuencias negativas de las medidas y la política de
ellos, lo mejor que tal vez puedes esperar hacer es modificarlas y demorarlas un
tantito, o hacer las paces en parte o, como algunos esperan, encontrar alguna
manera de ingeniárselas para cambiar el sistema de capitalismo sin necesidad de
derrocarlo totalmente.
Mi libro es una explicación extensa de por qué modificar la conquista de
estos invasores neoliberales no es suficiente, por qué reformar o modificar lo
que están haciendo ni siquiera funcionará, por qué no solo EXISTE una
alternativa, sino el mundo de los neoliberales es un desastre cada vez peor y
casi inimaginable en muchos niveles: para los individuos, para la población en
su conjunto y para el planeta y sus formas de vida.
Naomi Klein en su libro The Shock Doctrine [La doctrina del shock]
arguye famosamente que los neoliberales están provocando las crisis adrede para
justificar, como una supuesta solución, la imposición de sus draconianas
políticas en que manda el mercado. Tiene razón en la medida de que ellos a veces
sí provocan calamidades conscientemente. Pero un punto clave de mi libro es que
el problema es más profundo que sus designios deliberados de provocar desastres.
La mera lógica de sus políticas hace que las catástrofes sean inevitables, aun
cuando no están tratando de provocar una crisis e incluso si jamás trataran de
hacerlo.
Para dar una explicación muy breve de este punto: En mi libro cito a un
analista que trabaja indirectamente para el Departamento de Defensa (DoD), un
tal Nathan Frier. Frier planteó en 2008, en referencia a catástrofes en el
futuro como el ataque terrorista 11-9 o alguna calamidad ambiental:
“En el futuro, los shocks más probables y más peligrosos serán fuera de lo
convencional… Tendrán su origen más probablemente en amenazas de ‘propósito'
(que surgen de un plan hostil) que son irregulares, catastróficas e híbridas, o
en amenazas de ‘contexto' (que surgen sin un propósito o plan hostil). De las
dos, ésta es la menos entendida y las más peligrosa”. (p. 116)
Permítanme repetir la última parte: en el futuro, los shocks más peligrosos y
menos entendidos vendrán de lo que Frier llama amenazas de contexto, o sea, que
surgirán del mero funcionamiento de los sistemas existentes, y no porque alguien
los haya provocado a propósito.
Me fue muy agradable descubrir que un analista del DoD haya confirmado mis
conclusiones, especialmente porque tiene una perspectiva completamente opuesta a
la mía. Pero los medios de comunicación y el gobierno, ¿cuánto tiempo han
dedicado a hablar de esto? ¿Cuántas personas se dan cuenta de que los mayores
problemas, los problemas más peligrosos, no son al-Qaeda y ni siquiera son los
que advierte Naomi Klein?
Consideren el razonamiento, expresado públicamente, de la Guerra Global
Contra el Terrorismo (GGCT): el gobierno tiene que violar derechos civiles que
antes eran sacrosantos, tiene que torturar a las personas, invadir y atacar
países que dan refugio a terroristas, detener indefinidamente a las personas y
suspender el derecho a cuestionar esa detención, intervenir las comunicaciones
electrónicas de toda persona, usar agentes policiales secretos para infiltrar
grupos que disienten con la política oficial e inventar justificaciones para
reprimir tales grupos preventivamente antes de que siquiera salgan a
manifestarse, basando su represión en las acciones agitadores de sus propios
agentes, impedir que las personas vean la evidencia usada en su contra, y cosas
por el estilo: todo esto se ha hecho en nombre de la GGCT, debido al peligro del
terrorismo que nos dicen tiene prioridad sobre cualquier otra consideración.
Déjenme mencionar aquí dos citas que relato en las páginas 57 a 58, sacando a
la luz los argumentos que se dan entre bastidores:
Dennis Milligan, presidente del Partido Republicano de Arkansas, dijo el 3 de
junio de 2007:
" [L]o único que se necesita son ataques en territorio estadounidense como
los del [11-9] y los negativistas muy pronto cambiarán de mente para valorar no
solo la dedicación al presidente Bush, sino también el sacrificio hecho por
hombres y mujeres para proteger este país".
El teniente coronel Doug Delaney, presidente del programa de estudios de
guerra de la Universidad Real Militar de Kingston, Ontario [Canadá], dijo el 8
de julio de 2007 (el reportero del Toronto Star Andrew Chung parafraseó
la primera frase): "[L]o clave para reforzar la resolución del Occidente es otro
ataque terrorista como el del 11-9 o las bombas en el metro de Londres hace dos
años. ‘Si no ocurre nada, será aún más difícil decir que esto es
necesario'."
En otras palabras, para continuar el estado de seguridad, en que todas esas
nuevas medidas ahora son la norma, es necesario que ocurran nuevos incidentes
exitosos y frustrados a cada rato. Si no, la justificación para tales medidas
desvanece. Para que la GGCT siga adelante, entonces, tiene que haber "fracasos".
Si los incidentes terroristas anti estado desaparecen por completo, desaparece
la razón de la GGCT y todas esas medidas ya no gozarán del apoyo o la
conformidad públicos. Así se explica en parte por qué la GGCT usa el terror.
¿Conocen la frase de la película Avatar: Lucharemos contra el terror con
terror? La utilicé como el título de un ensayo que formaba el núcleo de lo que
llegó a ser el capítulo cuatro de mi nuevo libro. No creo que el director de
Avatar, James Cameron, la haya robado de mi ensayo, aunque salió antes de
su película; simplemente creo que ambos llegamos a la misma conclusión de forma
independiente.
Para decirlo de otra manera, la lógica fundamental de la GGCT es que le
conviene que persista el terrorismo anti estado y le conviene seguir utilizando
el terror de estado, que debido a su naturaleza indiscriminada sigue
enardeciendo a la gente contra Estados Unidos y hace que algunos deseen cometer
actos de terrorismo o por lo menos simpaticen con los que cometen tales actos.
El hecho de que nuestro gobierno tortura y asesina a hombres, mujeres y niños
inocentes en esa GGCT no es ningún error ni es un descuido. En realidad tiene su
lógica como política. El terror de estado tiene la intención de hacerle daño de
manera indiscriminada a la gente. Ahí radica su eficacia, en la medida de que
sea eficaz: la intención es infundirle tanto miedo a ser la próxima víctima del
capricho del terror de estado que, para evitarlo, obedecerá sin cuestión. Pero
el terror de estado dirigido contra gente inocente y la indiferencia hacia esos
inocentes tiene otro resultado también: enardecer a la población contra los
responsables. En mi libro comparo esto a echar gasolina a un incendio furioso,
en un supuesto intento de apagarlo.
Si se pone a pensar en la lógica que subyace la GGCT y su naturaleza
auto-reafirmativa, eso significa que cualquier persona sin escrúpulos, en muchos
diferentes niveles posibles de la jerarquía del gobierno y del mundo
corporativo, ahora puede simplemente pasarlo por alto si detecta la fragua de un
incidente terrorista, puede dejar que tal incidente prosiga por lo menos en
parte o, faltando eso, puede ingeniar un incidente con afirmaciones de que un
tal fulano iba a detonar una “bomba sucia”, como se acusó a José Padilla (una
acusación que Paul Wolfowitz, poco después del arresto de Padilla, reconoció que
no se basaba en los hechos) y aprovechar ese arresto para justificar la
necesidad de continuar la GGCT. José Padilla, a propósito, se volvió loco a raíz
del aislamiento total en que lo mantenían. Su abogado lo ha descrito como igual
a una mueble, incluso antes de que el gobierno lo enjuiciara finalmente,
asustando al jurado para que lo condenara.
Nadie, si quiere que se le escuche seriamente en Washington, se atreve a
cuestionar la lógica subyacente de la GGCT. Incluso si algún político quisiera
cuestionarla, por ejemplo el representante Dennis Kucinich, se lo censuraría, y
si de todos modos lo hiciera, efectivamente se lo desterraría, pues se le
negarían puestos de comité de importancia, la dirección del Partido lo
marginaría aún más de lo que es ahora, y le sería aún más difícil de lo que es
ahora recibir atención mediática.
Otra indicación de que la GGCT es a fondo un fraude, está en el hecho de que
el régimen de Bush espiaba todas nuestras comunicaciones electrónicas ya varias
semanas después de tomar posesión, en febrero de 2001, siete meses antes del
11-9. Eso lo hacía porque la verdadera razón para los dramáticos cambios
radicales en la naturaleza de gobernar y para la demolición del dominio de la
ley, no era el terrorismo anti estado ni el 11-9, sino un cambio en la
naturaleza de gobernar bajo regímenes neoliberales.
Las varias definiciones de terrorismo que tiene ahora el gobierno son tan
amplias que se las puede aplicar a cualquier persona por cualquier acto. Ahora
basta que el gobierno le llama terrorista o simpatizante del terrorismo a una
persona para que lo echen de su cargo y lo metan en la cárcel. El simple hecho
de sacar a la luz delitos oficiales, como hizo Julian Assange, puede llevar a
que los politólogos y los funcionarios públicos pidan expresamente su ejecución.
Algunas personas piensan que Obama solo usa esos poderes ejecutivos ampliados –
los cuales él ha extendido más allá de los usados por Bush –contra personas muy
malas. Pero los simpatizantes de poderes ampliados no comprenden que aún en el
caso de que Obama los use solamente contra tipos muy malos, el precedente de que
un presidente tenga la autoridad de hacerlo por decisión propia significaría que
cualquier futuro mandatario podría usar dichos poderes contra sus enemigos
políticos. A Nixon casi lo sometieron a un juicio de destitución y lo sacaron
del cargo en deshonra por mucho menos. Si Nixon estuviera vivo hoy, se le
consideraría un liberal y más izquierdista que Obama.
Ya hemos regresado a la época del gobierno de reyes, antes de la Magna Carta,
cuando la ley era lo que el rey disponía. De hecho, Condi Rice describió así a
Bush: Si el presidente lo hace, no es ilegal. El profesor de derecho (y criminal
de guerra) John Yoo, en un testimonio ante el Congreso hace muchos años, dijo
que si el presidente cree que es necesario, tiene la autoridad de ordenar
aplastarle los testículos a un niño pequeño para hacer que el padre del niño
responda a los interrogadores. Para Yoo, lo importante es por qué el presidente
toma una acción, no la acción por sí misma.
La mayoría de las personas no se dan cuenta de esos cambios de importancia
capital. Hace recordar esas escenas de caricaturas en que Wile E. Coyote
persigue al Correcaminos, sale corriendo del precipicio y sigue corriendo en el
aire por un momento, paralelo a la tierra, y después mira para abajo y se da
cuenta de que ya no está en la tierra y, al final, cae en picada al suelo. La
mayoría de los estadounidenses no se dan cuenta de que ya no pisan terreno firme
y siguen corriendo en el mero aire.
Por 900 años nos ha regido el principio de que quien viole las leyes será
castigado, pero al no ser culpable habrá que ponerlo en libertad, pero el nuevo
principio es que todos somos sospechosos y el gobierno se ha arrogado el derecho
a actuar como en la película de Tom Cruise The Minority Report (basada en
la historia de ciencia-ficción de Philip K. Dick), donde se arresta y se detiene
preventivamente a las personas de quienes se cree que harán algo malo. Una
expresión extrema de eso es la orden pública que dio Obama para asesinar a
ciudadanos estadounidenses que él considera terroristas. Esto sin juicio ni
condena, simplemente por orden del presidente. Algunos dirán que eso no es muy
diferente, o incluso que es igual, a lo que de hecho ha ocurrido por bastante
tiempo, cuando se condenan a personas no culpables y los presidentes ordenan que
la CIA u otros agentes secretos asesinen a líderes nacionales o internacionales.
Tienen la razón en que eso sí pasa, pero lo que no se debe perder aquí es la
trascendencia de los actuales cambios explícitos en las leyes. Cuando esas cosas
se convierten en ley y en norma, para poder hacerlas abiertamente, se trata de
todo un nuevo nivel de peligro para la sociedad. Es la diferencia entre el
dominio de la ley, aunque con desviaciones, y el gobierno basado en principios
fascistas, donde no hay ni el dominio de la ley ni la presunción de inocencia,
solo el gobierno por la fuerza y el temor.
Esto tiene muchas facetas, incluyendo más notablemente problemas relacionados
a la naturaleza fundamental de las burocracias modernas y los desastres en
ciernes que son inevitables bajo principios neoliberales (Katrina, la catástrofe
del derrame de petróleo de Deepwater Horizon en el golfo de México, la extinción
masiva de las especies, la destrucción del océano ya para la próxima generación
y el calentamiento global son solamente unos ejemplos que podemos mencionar)
pero no quiero adentrarme en todo eso ahora y habrá que comprar el libro para
leer el argumento entero.
Lo que sí quiero mencionar en breve es el tema del sistema financiero. Ese
tema ha vuelto a ser noticia, como saben.
En los años que precedieron el reventón de la burbuja de vivienda, los bancos
de inversión y las compañías hipotecarias se embolsaban tanto dinero que no se
preocupaban por lo que podría pasar cuando esos préstamos e inversiones llegaran
a ser insostenibles.
"Los problemas que llevaron a la última crisis no se han tratado, y en
algunos casos se han empeorado, dice Neil Barofsky, el inspector general
especial del Programa de Alivio para Activos en Problemas (TARP, siglas en
inglés). . . .
"'Aunque el TARP habría prevenido que el sistema financiera saliera del
precipicio en 2008, en la ausencia de una reforma significativa, seguimos
manejando en el mismo camino sinuoso de montaña, pero esta vez en un carro más
rápido', escribió Barofsky".
L. Randall Wray, profesor de Economía de la Universidad de Missouri en Kansas
City, ofrece un análisis más amplio de los problemas estructurales subyacentes
que operan aquí:
"'[L]a financialización' de las economías significaba que habría
'globalización' y al mismo tiempo una creciente desigualdad.
"El peso de las finanzas mudó de las instituciones—que se guiaban por una
cultura de establecer relaciones con los clientes—hacia los 'mercados' (el
modelo 'originar para distribuir' en que se convertían grupos de hipotecas en
valores es un buen ejemplo). Eso prácticamente eliminó el aseguramiento (la
evaluación de la capacidad pagadora de los clientes) y también favorecía una
actitud de 'miras cortas’ (las ganancias inmediatas) entre los corredores de
bolsa (solo eres tan bueno como tu última operación bursátil) en lugar de la
vista larga de las instituciones financieras prestamistas... Triunfó una
'mentalidad de corredor' que alentaba prácticas basadas en una orientación de
'suma cero': en cada operación bursátil habrá un ganador y un perdedor. En la
práctica, el banco salía ganador y el cliente salía engañado.
"Esa transformación ayuda a explicar por qué el fraude llegó a ser endémico y
una práctica normal de negocios... Al final, el sistema financiera de Estados
Unidos (y tal vez muchos otros) se convirtió sencillamente en una masiva
conspiración criminal de estafar a los prestatarios”.
Para resumir los comentarios de Wray: Nuestro sistema financiero y muchos
otros se han convertido en una masiva conspiración criminal. No se trata de una
anomalía. Se trata de la nueva norma.
El profesor Wray no explica por qué el peso del capital financiero mudó a los
“mercados". Para darle una respuesta sucinta, la dominación del capital
financiero refleja el flujo natural de capitales a las esferas donde es posible
sacar las mayores ganancias en el tiempo más breve. Para un sistema basado en la
búsqueda de ganancias, ese cambio hacia la financialización y lo que Wray
describe como una "masiva conspiración criminal" son de esperarse. La lógica del
corto plazo tiene la ventaja ante cualquier lógica de largo plazo; las ganancias
sacadas hoy anulan cualquier consideración de las perspectivas en el futuro.
Argumentar, como algunos lo hacen, que el énfasis del capital financiero en
ganancias de corto plazo está perjudicando la estabilidad y viabilidad del
sistema en el largo plazo, es perder el meollo del asunto. El sistema solo puede
gobernarse por la ganancia, en tanto este sigue siendo el sistema en operación y
no se lo reemplaza un sistema distinto. Hacer lo que le conviene más en el largo
plazo no es la manera en que el sistema funciona. (pp. 172-174).
Respondiendo a eso, algunos abogan por regresar al capitalismo antes de los
monopolios y a los "mercados libres". Como demuestro en mi libro, los mercados
libres se convierten inevitablemente en monopolios por una razón: el monopolio
es una extensión de la propia lógica del capital de buscar ganancias y maximizar
la cuota del mercado, y de las economías de escala. Los mercados libres se
convierten en mercados no libres de la misma manera en que las orugas se
convierten en mariposas. Lo hacen por naturaleza y como producto de las fuerzas
que les dan vida y hacen que sean lo que son.
Ahora, para terminar, quiero examinar muy brevemente la tercera cita en el
dorso de mi libro y luego podemos abrir la discusión para preguntas o
comentarios, y al final me complacería firmar cualquier libro que se quiera
comprar.
Existe una tremenda confusión e ignorancia en la sociedad acerca de la
verdadera naturaleza del gobierno político, un punto que trato desde muchos
ángulos a lo largo del libro. En el capítulo cinco, examino específicamente los
principios fundamentales de la teoría democrática. En breve, demuestro que las
premisas de la teoría tienen errores funestos, y es principalmente por eso que
la democracia, como se la entiende, queda siempre como la olla llena de oro al
extremo del arco iris. Se la persigue y persigue, y siempre es escurridiza. El
problema de la teoría democrática no es que requiere ajustes. El problema está
en la teoría misma.
Se han publicado o están por publicarse otros libros sobre la globalización,
pero los que presentan siquiera una solución abogan por alguna versión de "más
democracia". Lo que demuestro en el capítulo cinco es que "más democracia", como
se la entiende comúnmente, no es la solución porque no podemos llegar a un
gobierno auténticamente popular bajo el existente sistema electoral, político y
económico. Permítanme leer la cita del dorso que concentra mi argumento respecto
a la teoría democrática:
"La teoría democrática no le da suficiente peso al poder iniciador y decisivo
del estado y de los medios de comunicación relativos a la población. En
circunstancias normales, los medios y el estado tienen casi todas las ventajas
--y dominan el proceso—en que el programa público se establece. Ellos ponen la
mesa. El público tiene que decidir qué comer de los platos que los medios y el
estado han puesto delante de él, y en ese sentido el pueblo selecciona
‘democráticamente’ lo que le apetezca, pero no decide lo que se pondrá en la
mesa". (p. 229)
Si le ofrezco un helado de sabor vainilla y lo come, ¿eso significa que
quería helado de sabor vainilla desde un principio?
Como los padres que les dicen a sus niños que pueden comer arvejas o
zanahorias, pero tiene que ser una o la otra, los que gobiernan este país nos
dicen que podemos votar por el republicano o por el demócrata, o incluso por el
candidato de un tercer partido "si quieres desperdiciar tu voto". Pero si el
pueblo no determina a quién se va a considerar un candidato serio en primer
lugar, y el pueblo NO determina eso – pues los medios de comunicación y los
importantes líderes de los partidos hacen eso – entonces las elecciones son
simplemente una farsa de selección, y no el verdadero ejercicio de gobierno
democrático. El candidato considerado como el "legítimo" y el favorito no se
decide en encuestas donde la gente dice con qué plataforma está más de acuerdo.
Si fuera así, ¿saben quién habría sido el favorito demócrata en 2008? Dennis
Kucinich.
El problema es aún más profundo que eso, y quisiera tener más tiempo para
adentrarnos más en el argumento y sus diferentes facetas, pero voy a parar aquí
para solicitar preguntas y comentarios.
Se puede pedir Globalization and the Demolition of Society con tapa
dura o como eBook (formato electrónico) en línea en Amazon.com
o Barnes
and Noble, o de otros libreros que tienen tiendas o sitios web. (La versión
eBook para un aparato Kindle cuesta $18, y para el aparato Nook de Barnes and
Noble cuesta menos de $10. Otros formatos de eBook, como el iBook, también se
venden en línea.) Se pueden pedir libros de tapa dura firmados por el autor
directamente del editorial, Larkmead Press por $30 más gastos
de envío. Por cada libro pedido directamente del editorial durante agosto y
septiembre, se donarán $2 a El Mundo no Puede Esperar.
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