Un momento, Holder
26 de agosto de 2009 Dennis Loo
Si Holder y Obama logran limitar la investigación y el enjuiciamiento a sólo
aquellos que "fueron más allá" de las políticas establecidas para la tortura por
el gobierno de Bush, entonces bajo la bandera de oposición a la tortura
habrán legitimado e institucionalizado aún más los crímenes de
lesa humanidad articulados en los memorandos de Bybee e Yoo, las directivas
presidenciales y todo el podrido edificio de la política de tortura por el que
Bush y Cheney se han ganado mala fama.
Al afirmar que no perseguirán a aquellos que cumplieron con las instrucciones
"legales" de los abogados de la Casa Blanca, Holder y Obama están viciando el
veredicto de Nuremberg. A los nazis que trataron de montar una defensa en los
juicios de Nuremberg, diciendo que "sólo estaban cumpliendo con órdenes", se los
encontró culpables de crímenes de lesa humanidad.
Como debió ser.
Como también se debe hallar culpables a los arquitectos de la tortura
estadounidenses y los que llevaron a cabo la tortura con sus propias manos.
No existe ninguna excepción que permita la tortura. Ninguna en
absoluto. Así como debería ser y así solamente es aceptable.
Dentro del servicio de inteligencia hay un fenómeno bien conocido que se
llama "force drift" [desviarse hacia la fuerza]. Cuando las medidas brutales no
parecen dar resultados con respecto al interrogado, es inevitable la utilización
de métodos cada vez más brutal. Aquellos que analizaron con minuciosidad las
palabras, los libros de actas y la frecuencia con que se utilizaron los métodos
alternativos "aprobados"—como John Yoo y Jay Bybee, entre otros—estaban bien
enterados de ese fenómeno.
En otras palabras, esta "distinción" que Holder y Obama están tratando de
establecer entre aquellos que "iban más allá" de la política de la Casa Blanca y
la política en sí mismo es tan falsa como pasar el jarabe de maíz alto en
fructosa por elixir para la salud. Es tan falsa como Exxon, cuando dice que es
amigo del medio ambiente. Es tan falsa como el charlatán que vende remedios
milagrosos en botella.
Las políticas en sí eran recetas para la tortura, incluso si se las
hubieran seguido al pie de la letra. Quienes los escribieron sabían
también que las personas que llevaban a cabo la tortura no se
limitarían a detalladas instrucciones debido al "force drift" [desvío hacia
la fuerza].
La pregunta que queda por determinar es la siguiente: ¿qué sabe el pueblo
estadounidense? ¿Qué permitirá el pueblo estadounidense y qué tolerará?
¿Distinguiremos entre lo verdadero y lo falso? ¿O permitiremos que los
charlatanes vendedores de remedios milagrosos que se hacen pasar por nuestros
salvadores salgan de la ciudad enriquecidos y riéndose?
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