Las listas de
asesinato: el punto ciego de Barack Obama
Se opone a la pena de muerte en Estados Unidos, después de largos juicios, pero emitió listas de asesinatos contra musulmanes
en el extranjero sin juicio alguno.
Clive Stafford Smith
Clive Stafford Smith es un abogado de derechos humanos
ALJAZEERA
22 Noviembre 2020
En mayo del 2013, manifestantes estuvieron cerca de un
dron réplica en las puertas de Fort McNair en donde el ex presidente Barack
Obama iba a dar un discurso en la Universidad de la Defensa Nacional en
Washington. [Archivo: Kevin Lamarque/Reuters]
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Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar 21 de diciembre de 2020
El primer volumen de las memorias del ex presidente Barack Obama, A Promised Land (“Una
tierra prometida”), ha sido recientemente publicado. La mayoría de los
comentarios acerca de estas memorias han contrastado las del ex profesor de derecho
constitucional, de un acercamiento educado y consensual a gobernar a
comparación con el caos de su sucesor, el presidente Donald J. Trump.
Las reseñas del libro han traído poca crítica, excepto por algún
comentario fatuo en la prensa británica acerca de Michelle Obama cuando rompió
el protocolo real al poner su brazo alrededor de la Reina Elizabeth II en la
primera visita de Estado de la pareja a Londres.
Se ha dicho muy poco acerca del acercamiento inmoral y contra productivo de Obama a la llamada “guerra contra
el terror”, que ha puesto en retroceso por mucho a los derechos humanos y solo
propició que su sucesor se comportara de manera todavía más reprobable.
Debería darle introducción a cualquier discusión al decir que voté por Obama dos veces y no me arrepiento dadas las
alternativas, solo imagínate que John McCain se hubiera muerto y hubiera dejado
a Sarah Palin en la Casa Blanca. También, debe decirse que, en otras
circunstancias en las que de alguna manera yo quedara como presidente, estaría
encantado de dirigir a la nación más poderosa de la Tierra, pero también
tomaría muchas malas decisiones.
Sin embargo, sería importante reconocer mis errores y tratar de corregirlos. Obama pasa una gran cantidad de páginas en
retos y logros, pero pocas en aceptar sus errores.
En su primer día en el poder, como orgullosamente escribe Obama, hizo dos compromisos: “Uno…cerrar Gitmo, la
prisión militar en la bahía de Guantánamo, de este modo haciendo más lento el
continuo flujo de prisioneros puestos en detención indefinida ahí. Otra fue la
orden ejecutiva que di de detener la tortura”. Ambos fueron, de hecho, anuncios
importantes, aunque, en lugar de cerrar Guantánamo en doce meses, permanece
abierta doce años después y mis clientes continúan siendo maltratados ahí.
Obama escribe que su “más grande prioridad era crear fuertes sistemas de transparencia, responsabilidad y supervisión,
unos que incluyan al Congreso y al sistema judicial y que dieran un marco legal
creíble”. Lo más triste, entonces, es que Obama de alió con los republicanos
para eliminar el reporte de tortura de la senadora Dianne Feinstein, tanto que
la verdad permaneció detrás de las puertas selladas de la CIA. La luz del sol es el mejor desinfectante.
Tal vez más importante, en una pequeño pero extraordinario desarrollo notado, Obama embistió el uso de las “listas de
asesinato”, actuando como juez y jurado en la Casa Blanca e impuso una
sentencia de muerte secreta sobre gente que había esta ahora sido llevada a
prisión, no obstante Guantánamo. Esta política fue orgullosamente filtrada a
los medios y fue apodada como “Terror Tuesday” (“martes de terror”): el mismo Obama vería la presentación de
musulmanes con barba y luego, como un emperador en el Coliseo, indicaría con el
dedo hacia abajo para autorizar su asesinato por medio de misil Hellfire.
Uno de los problemas que enfrentan todos los presidentes es que deben tomar decisiones en temas sobre los cuales no
tienen experiencia, muchas veces en base a consejos de gente cuya parcialidad
no es cuestionada. Terror Tuesday llevó a alguien con poco entendimiento de “extremismo” que, rechazando
continuar con la tortura y la detención indefinida, sintió que tenía que hacer
algo para permanecer “rudo sobre el terrorismo”. Acudió a sus consejeros y,
entre ellos, hicieron todo exponencialmente peor. Obama provocó que muchos más
se unieran a las filas enemigas, inflamado con evidencia de que este hombre,
que supuestamente promovió derechos humanos era un hipócrita, ignorando 200
años de historia, el asesinato fue declarado ilegal por Emer de Vattel en 1797.
Su libro tristemente confirma esto en términos crudos y sin arrepentimiento. “Cada mes, dirigí una junta en el Salón
de Estrategia”, escribe. “La administración de Bush había desarrollado un
ranking de objetivos terroristas, un tipo de ‘Top 20’ con fotos, información de
alias, estadísticas vitales parecidas a las de las tarjetas coleccionables de
baseball; en general, cuando alguien en la lista era asesinado, se añadía un
nuevo objetivo, llevando Rahm [Emanuel] a observar que “el departamento de RH
de al-Qaeda debe de haber tenido problemas en llenar el espacio del número 21”.
De hecho, mi jefe de staff, hiperactivo, que pasó suficiente tiempo en
Washington para saber que su nuevo presidente liberal no podía darse el lujo de parecer blando con respecto
al terrorismo, estaba obsesionado con la lista, esquinando a los responsables
por nuestras operaciones para saber por qué estaba tomando tanto tiempo en
localizar al número 10 ó 14”.
En otras palabras, el profesor de derecho que se opuso la imposición racial de la pena de muerte por parte de las cortes
estatales abandonó todos sus principios en el interés de los números estadísticos
domésticos y aplicó la pena de muerte sin juicio exclusivamente para los musulmanes.
Obama estaba, tal vez, cegado por la tecnología que ese estaba usando. “la Agencia de Seguridad Nacional o NSA (por
sus siglas en inglés), la organización de recolecta de información electrónica
más sofisticada del mundo”, se enorgullece, “contrató a nuevas super
computadoras y tecnología que valía billones de dólares para peinar el
ciberespacio en búsqueda de comunicaciones terroristas y amenazas potenciales”.
Bajo su vigilancia, Estados Unidos estaba haciendo objetivos de la gente usando los metadatos en sus teléfonos celulares,
así que si hacías una llamada que parecía sospechosa, podrías terminar del otro
lado de un misil. Así es como el jefe de estación de Al Jazeera Paquistán, Ahmed
Zaidan terminó siendo
parte de una presentación de diapositivas de la CIA, etiquetado como
miembro de al-Qaeda porque había entrevistad a todo tipo de gente, desde Osama
bin Laden hacia abajo.
No aprendimos de esta difamación peligrosa de la transparencia de la que se jactaba Obama, sino de las filtraciones del
informante Edward Snowden. En lugar de aplaudirle, o por lo menos reconocer que
expuso una conspiración criminal para asesinar a Zaidan, el fiscal general de
Obama se concentró en traer de vuelta a Snowden a Estados Unidos, negociando
con Rusia acerca de si lo forzaban a “regresar a casa” no sería torturado o ejecutado.
Las mismas agencias que dirigieron ataques a muerte musulmanes bajo Obama, fueron responsables por la información que se
recopiló de los detenidos que fueron llevados a Guantánamo. Esto debería de
haber sido un plato de Petri en el que se estudiara la confiabilidad de la
información que forma parte de esas presentaciones de diapositivas en la Casa Blanca.
Sobre todo, ha habido 780 prisioneros en Guantánamo, llamados “los peores de los peores terroristas” en el mundo. Hoy
solo 40 hombres quedan, 740 han sido liberados después de descubrimientos en
retrospectiva, por seis agencias de inteligencia estadounidense, en la mayoría
de los casos, de que “no representan una amenaza para los Estados Unidos ni su
coalición de aliados”.
En otras palabras, en más del 90% de los casos, las agencias silenciosamente aceptaron que estaban equivocadas, sin
embargo, estos son el tipo de personas que Obama hubiera ejecutado con sus
drones. Esa es una cifra de error extraordinario.
¿Qué evidencia hay de que la inteligencia “sofisticada” detrás de un “kill list” o “lista de asesinato” es
algo mejor? Muy poca. De hecho, una de mis pasiones alrededor de los años ha
sido reunir evidencia…hechos, no palabras inconsistentes, evaluar cómo la era
de los drones ha impactado la región de la frontera entre Afganistán y Pakistán.
Obama autorizó cientos de ataques, supuestamente para eliminar a nuestros
enemigos. En atacar a Ayman al-Zawahiri, por ejemplo, la CIA, de este modo, ha matado hasta ahora 76 niños y 29 adultos inocentes,
sin embargo, el líder de al-Qaeda sigue, supuestamente, vivo.
Setenta y seis niños, cada uno un niño muy amado en su familia y en la comunidad local,
todos a los cuales convertimos en enemigos. En otras palabras, igual que en
Guantánamo, pero más aún, la Doctrina Obama creó exponencialmente más enemigos
para Estado Unidos.
En su libro, Obama insiste sobre algunos de los discursos que dio. Uno, escribe,
“fue sobre todo para uso doméstico, insistía que la seguridad nacional de Estados
Unidos a largo plazo, dependía de nuestra fidelidad a la Constitución y el
estado de derecho, reconociendo que las consecuencias inmediatas del 11/9 cuyos
estándares en los que caímos nos hicieron quedarnos cortos y cómo mi
administración se acercaría a seguir adelante para contrarrestar el
terrorismo”. Lindas palabras, solo no es lo que hizo.
Existen consecuencias para la democracia estadounidense cuando un presidente cruza una
línea. En el 2012, John Whitehead, el fundador del Instituto Rutherford escribió que la “revelación del presidente Obama, operando
bajo un “kill list” gubernamental ha estado personalmente dirigiendo quién debería de ser asesinado
por drones militares…meramente nos empuja cerca a la precipitación del
autoritarismo”.
Cuatro años después, elegimos a Donald Trump.
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