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Ex guardia de Guantánamo reflexiona sobre 10 años de ilegalidad

“Fue un día de sol"


El soldado Brandon Neely trabajaba como guardia militar en Guantánamo en momentos en que el campamento de detención se abrió hace diez años hoy (foto cortesía de Brandon Neely)

Jason Leopold
Truthout
17 de enero de 2012

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Un ex guardia de Guantánamo, quien estuvo en la prisión cuando fue abierta hace diez años, reflexiona sobre 10 años de ilegalidad.

El soldado Brandon Neely estaba en posición de firme dentro del Campo X-Ray junto a unas tres docenas de soldados en servicio activo adosados a la 401 Compañía de Policía Militar de Fort Hood, Texas, durante la tarde del 11 de enero de 2002.

Pronto llegaría al campo de prisioneros de construcción rudimentaria en la Bahía de Guantánamo un autobús con 20 “combatientes enemigos” capturados en Afganistán y Pakistán, y Neely, de 21 años, estaba a la espera de su tarea.

El sargento de su pelotón lo llamó por su nombre.

“¡Soldado Neely! ¡Block Bravo, escolte!” dijo, con lo que quería decir que Neely escoltara a detenidos mientras eran ingresados a la prisión y luego a sus celdas.

Fuera de la ley

Un par de semanas antes, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld explicó por qué el gobierno de Bush se había decidido por Guantánamo como instalación de detención de detenidos de la “guerra contra el terror”.

“Yo diría que la Bahía de Guantánamo, en Cuba, es el menos peor lugar que podríamos haber seleccionado”, dijo Rumsfeld durante una conferencia de prensa del 27 de diciembre de 2001. “Tiene desventajas, como sugerís. Sus desventajas, sin embargo, parecen ser modestas en comparación con las alternativas.”

Rumsfeld no reveló a los periodistas que un joven abogado del Departamento de Justicia llamado John Yoo acababa de escribir un memorando legal que envió al abogado general del Pentágono William "Jim" Haynes un día después, en el que decía que Guantánamo era la ubicación ideal porque estaba fuera de la ley y era improbable que tribunales estadounidenses otorgaran derechos de habeas corpus a los detenidos. Casi una década después se demostró que el análisis de Yoo había sido erróneo, cuando la Corte Suprema de EE.UU. emitió un dictamen histórico en Boumediene contra Bush otorgando derechos de habeas corpus a los detenidos de Guantánamo.

En cierto momento, funcionarios del gobierno de Bush habían considerado la detención de prisioneros en Guam, pero abogados del Departamento de Justicia determinaron que los detenidos podrían cuestionar su detención en tribunales estadounidenses porque, como Joseph Hansen escribió en su fascinante libro sobre la historia de Guantánamo, Guam no sería inmune a la supervisión de tribunales federales y podría ser visitado por abogados y periodistas.

El otro secreto vergonzoso que no fue revelado por Rumsfeld era que Guantánamo era la instalación de interrogación ideal que EE.UU. podría utilizar para torturar detenidos.

Por cierto, aproximadamente al mismo tiempo que Rumsfeld describía Guantánamo como centro de detención, Haynes y otros funcionarios contactaron a la Agencia Conjunta de Recuperación de Personal (JPRA) que dirige escuelas de Supervivencia Evasión Resistencia Escape (SERE) para enseñar a soldados estadounidenses cómo resistir interrogatorios y tortura si fueran capturados por un régimen ilegal. Los funcionarios querían una lista de técnicas de interrogatorio que podrían ser utilizadas para “explotación” de detenidos, según un informe publicado por el Comité de Servicios Armados del Senado.

Tres ex funcionarios militares se han referido a Guantánamo como “laboratorio de batalla”, con lo que querían decir que los métodos de interrogatorio de los detenidos eran de naturaleza experimental.

“Lo peor de lo peor”

Neely sufrió un golpe de adrenalina. El coronel del ejército, Terry Carrico, comandante de la prisión, y el general de la marina, Michael R. Lehnert, comandante de la Fuerza Conjunta de Tareas 160, cuya misión era construir y operar los campos de detención en Guantánamo, acababan de decir a Neely y a los otros policías militares (MP) que todos los detenidos, a quienes funcionarios del gobierno de Bush habían caracterizado como lo “peor de lo peor”, estuvieron involucrados en los ataques del 11-S y eran tan peligrosos y psicóticos que uno de ellos había intentado roer una tubería hidráulica en el C-141 en camino a Guantánamo.

Neely dice que no tenía la menor idea de lo que lo esperaba. Nunca antes había visto terroristas. Estaba asustado y nervioso.

“En realidad quería combatir en Afganistán”, dijo Neely. “Quería venganza por el 11-S. Cuando descubrí que iba a ir a Guantánamo para ayudar a hacer funcionar una instalación de detención me enfurecí un poco porque quería ir al frente a combatir, no a hacer de niñera para un montón de detenidos.”

Esperó que llegara el autobús cerca de las jaulas al aire libre que parecían perreras, donde los detenidos fueron mantenidos durante unos cuatro meses antes de ser transferidos a Camp Delta, un bloque de celdas recién construido por la subsidiaria de Halliburton Kellogg Brown & Root, una corporación que solía ser dirigida por Dick Cheney.

“Recuerdo que fue un día de sol”, dijo Neely. “Era en enero, pero era muy diferente de Texas”.

El bus llegó cerca de Camp X-Ray y las puertas se abrieron. La unidad canina de la Policía Militar estaba presente y sus perros gruñían. Al primer detenido que salió, un hombre que Neely recuerda tenía unos 30 años y sobrepeso, le faltaba una pierna. Un marine dentro del bus lanzó la prótesis del hombre al suelo. Los policías militares lo apodaron "Stumpy [retacón]."

Fue el primer contacto de Neely con lo “peor de lo peor”.

“Me espantó”, dijo Neely. “Nunca lo olvidaré.

El detenido de una pierna brincó hacia el área de retención flanqueado por un par de policías militares que le gritaban “camina más rápido”, dijo Neely. El detenido llevaba puesto un mono naranja; gafas, hechas para desorientar sus sentidos durante el vuelo a Guantánamo desde Afganistán; una mascarilla quirúrgica; orejeras, y guantes que parecían guantes para el horno. Su pierna, la que le quedaba, estaba aherrojada. Sus manos iban sujetas a una cadena ajustada a su torso.

El segundo detenido en salir del bus era David Hicks, el vagabundo australiano que fue capturado por la Alianza del Norte en Afganistán y vendido a las fuerzas de EE.UU. por unos 1.500 dólares. [Hicks, quien fue liberado en 2007, dio su primera entrevista a Truthout el año pasado.]

Hicks era el prisionero de Neely. Con menos de un metro sesenta, no parecía ser el mercenario que esperaba Neely.

“Le gritamos, le dijimos que se arrodillara y se callara”, después que Hicks salió del autobús, dijo Neely. “Era un tipo pequeño. No se veía como un asesino.”

Neely no lo sabía entonces, ni lo sabía el público, pero la vasta mayoría de los prisioneros que poblaron Guantánamo durante el primer año de operación de la prisión eran inocentes espectadores vendidos a las fuerzas estadounidenses contra elevadas recompensas o eran capturados y enviados a Guantánamo porque llevaban el mismo estilo de reloj Casio que miembros de al Qaida.

Las Convenciones de Ginebra no se aplicaban

Más adelante, en la tarde del 11 de enero de 2002, Neely se vio involucrado en el primer incidente violento que tuvo lugar en Guantánamo. Es un evento que todavía lo persigue, pero palidece en comparación con los brutales métodos de tortura] aprobados por el ex secretario de Defensa Donald Rumsfeld, que se convirtieron en procedimiento operativo estándar en la prisión durante ese año.

Neely y otro policía militar escoltaban a un detenido a su celda. Cuando llegaron, Neely puso de rodillas al detenido, quien todavía llevaba gafas, y el otro policía militar comenzó a abrir sus esposas. El detenido, quien tenía unos cincuenta años, se sobresaltó. Neely reaccionó rápidamente.

“Azoté su cara contra el hormigón”, dijo Neely. Trató de levantarse y volví a derribarlo. No sabía lo que él trataba de hacer.”

Los guardias militares del Equipo de la Fuerza de Reacción Inmediata (IRF), entrenados para usar una fuerza abrumadora a fin de reaccionar ante “infracciones disciplinarias”, fueron llamados y sometieron al detenido. Cuando Neely volvió a ver al prisionero el día siguiente, el lado de su cara estaba desgarrado y tenía una costra.

Semanas después, Neely supo que el detenido se había sobresaltado porque pensó que lo iban a ejecutar cuando le dijeron que se arrodillara.

La violencia aumentó a medida que pasaban las semanas. No existía un procedimiento estándar formal de operación (SOP) que instruyera a los guardias sobre cómo tratar a los detenidos, dijo Neely.

“Nos dijeron que no existía un SOP y que lo irían elaborando a medida que procedíamos”, dijo. “Si los detenidos se negaban a tomar medicamentos, el equipo de IRF entraba y los obligaba a tomarlos. Me sentaba y miraba cómo un paramédico golpeaba una vez en la cara mientras el detenido estaba encadenado y al fondo de su jaula en una pose de Jesucristo porque el detenido no quería beber su Ensure [fórmula nutricional, N. del T.]”

Neely dijo que un día antes de partir a Guantánamo, el “comandante de la compañía, el coronel y el sargento del pelotón” les dijeron que “esa gente no eran Prisioneros de Guerra. Eran detenidos y las Convenciones de Ginebra no se aplicarían.”

George W. Bush anuló formalmente las protecciones de las Convenciones de Ginebra para detenidos de la “guerra contra el terror” el 7 de febrero de 2002. Un informe bipartidista del Congreso publicado hace tres años siguió la pista de la tortura de detenidos en Guantánamo y Abu Ghraib a ese documento.

El Pentágono no respondió a las afirmaciones específicas de Neely. En el pasado, portavoces del Departamento de Defensa dijeron que los detenidos fueron tratados de manera humana y que todos los incidentes de abuso fueron investigados.

Neely abandonó Guantánamo en junio de 2002, con una medalla por “servicio excepcionalmente meritorio” y volvió a Fort Hood. Para entonces, las conversaciones que sostuvo con algunos de los detenidos británicos sobre la cultura pop, como ser la música hip-hop, lo llevaron a dudar de las afirmaciones del gobierno de que todos los detenidos encarcelados en Guantánamo eran terroristas.

“Tenía un sentimiento de que me estaban mintiendo”, dijo Neely. “Algunos de esos tipos crecieron de la misma manera que yo. Escuchaban la misma música. Es cuando comencé a cuestionarlo. Años después me di cuenta de que muchos de ellos no eran culpables de absolutamente nada.”

El gobierno mintió a Neely y volvió a hacerlo en 2003 cuando fue enviado a Irak a combatir en una guerra basada en librar al país de sus inexistentes armas de destrucción masiva. Volvió a EE.UU. un año después y cayó en una profunda depresión, con su mente destrozada por el trastorno por estrés postraumático (TEPT).

“Volví a mi esposa y a tres hermosos niños que ni siquiera conocía y quienes ni siquiera conocían al hombre que volvía a su casa”, dijo Neely, quien tenía solo 23 años cuando terminó su período en Irak.

Obama bajo presión

Neely dejó a los militares en 2005. Rechazó un llamado a volver al servicio activo en 2007 y fue dado de baja con honores. Participó activamente en el movimiento contra la guerra. Parte de su proceso curativo incluyó una disculpa personal a dos de los detenidos británicos a los que había custodiado durante los seis meses que pasó en Guantánamo. Los encontró a través de Facebook. Aunque Neely está mejor mentalmente, dijo que todavía no está bien.

“No pasa un solo día en el que no haya revivido lo que hice o vi en Guantánamo”, dijo. “Es hora de que el gobierno cierre Guantánamo y admita lo que tuvo lugar tras las alambradas, y solo entonces el país podrá comenzar a volver hacia los principios morales, los valores que otrora defendía y por los que combatía”.

Carrico, el ex comandante de la prisión de Guantánamo, está de acuerdo. También dos docenas de generales y almirantes en retiro, que el lunes enviaron una carta al presidente Obama instándolo a cumplir una promesa que hizo antes de asumir el cargo y cierre Guantánamo.

“Comprendemos la oposición política que ha enfrentado por el cierre de Guantánamo, pero usted también es responsable por no hacerlo”, escribieron los generales y almirantes en retiro. “Su política de retener indefinidamente a los detenidos, tal vez para siempre, sin acusación o proceso, no solo bloquea el camino para cerrar Guantánamo, también es insoportable en una nación de derecho… Los terroristas quieren sembrar el miedo, y al hacerlo llevarnos a cambiar lo que somos… En la guerra de ideales, solo podemos perder si sacrificamos los nuestros… Sabemos que usted ha tratado durante los últimos tres años de cumplir las importantes promesas que hizo al pueblo estadounidense en sus primeros días en el cargo, pero ésta es una lucha cuya pérdida no se puede permitir, ni usted ni nuestra nación”

En una conferencia de prensa el lunes, el secretario de Prensa de la Casa Blanca Jay Carney dijo a periodistas que el compromiso de Obama de cerrar el campo de detención “es tan firme hoy como lo fue durante la campaña [de Obama]”.

“Seguiremos cumpliendo ese compromiso y trabajando hacia su cumplimiento”, dijo Carney, sin entrar en detalles sobre cómo Obama se propone cumplir su promesa.

La aprobación de la Ley de Autorización de la Defensa Nacional, que Obama promulgó en la víspera de Año Nuevo, ciertamente no ayuda. La ley garantiza que Guantánamo permanecerá abierto indefinidamente ya que restringe la transferencia de detenidos.

Represalia

Neely, quien trabaja en el mantenimiento del orden en Houston, Texas, dijo que hasta que la prisión sea cerrada seguirá hablando críticamente sobre la instalación de detención y sobre los abusos que tuvieron lugar. Es solo uno de un grupo de antiguos guardias que se han pronunciado sobre Guantánamo durante la última década.

Truthout ha entrevistado a más de una docena de antiguos guardias de Guantánamo durante el último año, quienes han relatado historias inquietantes sobre abusos en los que participaron y que presenciaron, pero ninguno hablará oficialmente porque temen que se arruinen sus carreras o que sean procesados por el gobierno por desafiar un acuerdo de reserva que firmaron antes de dejar la instalación de detención, que prohíbe que hablen con los medios sobre Guantánamo. Todos los ex guardias dijeron que su servicio en Guantánamo los traumatizó.

El año pasado, el ejército de EE.UU. dijo a un reservista que pasó la mitad de su vida en las fuerzas armadas que no podía volver a alistarse, afirmando que “filtró” información confidencial a este periodista durante una entrevista y habló francamente sobre sus experiencias cuando trabajó como guardia en la Bahía de Guantánamo hace ocho años.

Neely, quien también firmó un acuerdo de reserva, también ha pagado un precio por su declaración.

Dijo que ha sido regularmente acosado en el trabajo, relegado al turno de noche y que ha sido acusado de ser simpatizante de terroristas.

A pesar de todo, dijo que “decidí que tenía que contar mi historia sobre Guantánamo”.

“¿Cómo puede pedir un padre a sus hijos que digan la verdad y que defiendan lo que creen si no está dispuesto a hacer lo mismo?”

…………

Jason Leopold es periodista de investigación y editor jefe adjunto de Truthout. Es autor del éxito de ventas de Los Angeles Times, News Junkie, una memoria.

Fuente: http://www.truth-out.org/it-was-sunny-day/1326292528


 

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