El legado de las armas químicas de Irak es una mezcla de las mentiras y fracasos de la invasión estadounidense
Jon Queally
Common Dreams
18 de octubre de 2014
Traducido del inglés para Rebelión
por Germán Leyens
Nuevas informaciones del New York Times, publicadas en línea el martes, revelan que aunque el gobierno
de George W. Bush empleó afirmaciones falsas sobre un programa de armas
químicas activo para justificar su invasión del Irak de Sadam Hussein en el año
2003 (ningún programa semejante existía) – la realidad es que algunas reservas
de armas existían dentro del país.*
Sin embargo, según el Times, porque esas armas “abandonadas” provenían de la década de los 80 –cuando EE.UU.
y otras naciones occidentales actuaban como aliados de Irak y suministraban
armas y agentes químicos a Hussein durante su guerra contra Irán– soldados
estadounidenses que finalmente encontraron esas armas, recibieron la orden de
destruirlas y se les dijo que mantuvieran silencio sobre lo que habían
encontrado, incluso cuando su propia salud y la de otros fue puesta en grave peligro.
Como informa el periódico, antiguos soldados estadounidenses que participaron en la
eliminación de semejantes armas durante la larga ocupación de Irak, dijeron que
el gobierno de Bush, incluyendo el Pentágono, ocultó su existencia por varias
razones, “incluyendo que el gobierno se inquietaba por más reconocimiento de su error”.
“Necesitaban algo para decir que después del 11 de septiembre Sadam utilizó munición
química”, declaró al Times Jarrod Lampier, un mayor del ejército recientemente
retirado quien estuvo presente en el mayor descubrimiento de armas químicas de
la guerra. Su unidad, dice, encontró más de 2.400 cohetes con gases nerviosos desenterrados
en 2006 en un antiguo complejo de la Guardia Republicana, pero agregó, “todo
esto provenía de la era pre 1991.”
Según el Times:
Los descubrimientos de esas armas químicas no confirmaban la justificación del
gobierno para la invasión.
Después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, Mr. Bush insistió en que Mr.
Hussein estaba ocultando un programa activo de armas de destrucción masiva,
desafiando la voluntad internacional y poniendo en peligro el mundo.
Inspectores de las Naciones Unidas dijeron que no pudieron encontrar evidencia
para esas afirmaciones.
Luego, durante la larga ocupación, tropas estadounidenses comenzaron a encontrar viejas
municiones químicas en escondites ocultos y bombas al borde de la ruta. Eran
típicamente obuses de artillería de 155 milímetros o cohetes de 122 milímetros,
residuos de un programa de armas que Irak se había apresurado a producir en la
década de los 80 durante la guerra Irán-Irak.
Todo había sido manufacturado antes de 1991, dijeron los participantes. Sucia, oxidada o
corroída, una gran parte no pudo ser rápidamente identificada como armas
químicas. Algunas estaban vacías, aunque muchas todavía contenían potente gas
mostaza o residuos de sarín. La mayoría no podría haber sido utilizadas según su
diseño, y cuando se rompían dispersaban los agentes químicos sobre un área
limitada, según los que recolectaron la mayor parte.
Caso tras caso, dijeron los participantes, los análisis de esas ojivas y obuses reafirmaron las
fallas de la inteligencia. Primero, el gobierno de EE.UU. no encontró lo que
había estado buscando desde el comienzo de la guerra, luego no preparó sus
tropas y cuerpo médico para las armas envejecidas que encontró.
Como resultado, Murtaza Hussain, periodista de The Intercept,
respondió a la historia tuiteando, “Lo nuevo en la historia es que el gobierno
de Bush fue tan desdeñoso respecto a vidas estadounidenses como si fueran iraquíes”.
Lo que es más, según la investigación “En cinco de seis incidentes en las que soldados fueron heridos por agentes
químicos, las municiones parecieron diseñadas en EE.UU., fabricadas en Europa y
llenadas en líneas de producción de agentes químicos construidas en Irak por
compañías occidentales”.
Para los que interpretaron las revelaciones del New York Times como una especie de
vindicación de la justificación que condujo a la invasión estadounidense de
2003, Jessica Shulberg de The New Republic fue uno de los que contradijeron rápidamente la narrativa emergente.
“El debate sobre la legitimidad de la Guerra de Irak nunca tuvo que ver con si o no Sadam Hussein poseyó armas de
destrucción masiva en algún momento en la historia”, escribe Shulberg. “Es bien
sabido que Sadam Hussein utilizó una variedad de armas químicas contra Irán
durante la guerra Irán-Iraq de la década de los 80 – y que EE.UU., ansioso de
lograr la destrucción de la naciente República de Irán, le ayudó en la creación
del programa”.
Sigue diciendo:
Aunque el llamado de Bush a la comunidad internacional no consiguió la aprobación del Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas, utilizó esta retórica como justificación para
invadir Irak y derrocar a Sadam Hussein. No estaba declarando la guerra sobre
la base de un programa de armas químicas de decenios de antigüedad, sino por un
supuesto programa nuevo y operativo que podría ser utilizado para destruir
masivamente poblaciones civiles.
Si el descubrimiento posterior de 2003 de un programa de armas químicas descompuestas
podía ser utilizado como prueba de que la invasión estaba justificada, la Casa
Blanca de Bush habría aprovechado la oportunidad para proclamarlo. En 2005,
inspectores de armas de la CIA concluyeron en un informe de 92 páginas que la
investigación de armas de destrucción masiva había “llegado hasta donde era
posible” sin encontrar evidencia de un programa activo de armas. El informe de
la CIA incluía un apéndice: “Fuerzas militares en Irak pueden continuar
encontrando pequeñas cantidades de armas químicas degradadas – probablemente
extraviadas o destruidas inadecuadamente antes de la Guerra del Golfo de 1991”.
Las tasas de aprobación de Bush, que llegaron a su punto máximo de 70% durante la invasión
de marzo de 2003, habían caído a 48% para cuando intervino la CIA. El gobierno
podría haber utilizado un ejemplo de “¡Miren, teníamos razón!” Pero en lugar de
alardear del descubrimiento de los restos de armas químicas de la década de los
80, el Pentágono hizo todo lo posible por encubrirlo. No se contaba con el daño
que esas armas podían causar a soldados de EE.UU. y las heridas que sufrieron como
resultado eran embarazosas. […]
La existencia de armas químicas envejecidas en Irak nunca constituyó la justificación para la
invasión de Bush, ni fue un secreto. El secreto fue el daño que estaban
causando a tropas estadounidenses y el hecho de que posteriormente no hayan
sido atendidas.
Fuente: http://www.commondreams.org/news/2014/10/15/legacy-chemical-weapons-iraq-compounds-lies-and-failures-us-invasion
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