La redada de los SEALs de la marina de Estados Unidos en Yemen:
“Asegurar a nuestra nación” masacrando a los niños
28 de marzo de 2017 | Periódico Revolución| revcom.us
Los residentes inspeccionan una casa dañada durante una redada de los SEALs de
la marina de Estados Unidos el 29 de enero en la aldea de al Ghayil en el
centro de Yemen. Los helicópteros estadounidenses bombardearon
indiscriminadamente toda la aldea, destruyendo chozas de piedra mientras las
familias dormían, abatiendo a tiros a las personas mientras huían, incluso
destruyendo el ganado. Asesinaron a alrededor de 23 civiles sin armas, entre
ellos nueve niños menores de 13 años de edad. (Foto: AP)
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En el polvoriento altiplano de Yemen se encuentra la aldea de al Ghayil. El 29 de enero,
con una flota de aviones no tripulados y helicópteros en el cielo, unos 30
SEALs (fuerzas especiales de la marina estadounidense) descendieron del cielo
para atacar dos casas en al Ghayil. La gente estaba acostumbrada al sonido de
los aviones no tripulados estadounidenses que circulaban por encima, una
amenaza constante en Yemen. Pero los helicópteros activaron la alarma. La gente agarró
sus armas y se apresuró a defender la aldea de atacantes desconocidos.
Los militares estadounidenses respondieron bombardeando indiscriminadamente toda la aldea, destruyendo
chozas de piedra mientras las familias dormían, y abatiendo a tiros a las
personas mientras huían, hasta matando el ganado. Asesinaron a unos 23 civiles
que no tenían armas, entre ellos al menos nueve niños menores de 13 años, uno
de ellos de tres meses de edad. Asesinaron a entre seis y nueve mujeres,
incluida una que estaba embarazada, y a una le tiraron en la parte de atrás de
la cabeza mientras huía llevando su bebé herido en los brazos. Mataron a
hombres que no llevaban armas, inclusive ancianos.
Ahmed Abdelilah al Dahab, de once años de edad, fue el primero en morir. Al salir de
su casa preguntó a los estadounidenses: “¿Quiénes son ustedes?”, y lo abatieron
a tiros.
Nawar al-Awlaki, de ocho años de edad, murió sangrando después de recibir un disparo
en el cuello.
Los tres hijos de Mohammed al-Ameri, de 4, 5 y 7 años, todos murieron cuando un
ataque aéreo destruyó su casa.
Abatieron a tiros a Abdallah al-Ameri, sin arma, un agricultor de subsistencia de 65 años
de edad, fuera de su casa en al Ghayil.
Un aldeano le dijo al sitio web de noticias Middle East Eye: “Todos pensamos que moriríamos esa
noche. Tengo tanta suerte de que nadie de mi familia haya muerto, pero es muy
triste ver a mis vecinos muertos sin pecado”. Otros agregaron: “No se puede
imaginar las fuerzas que cayeron de los helicópteros, y no se puede imaginar la
destrucción de la aldea”.
La mayoría de los residentes de al Ghayil huyeron después del primer ataque,
habiendo perdido su ganado y sintiéndose inseguros, pero algunos se quedaron.
El 2 de marzo, aviones no tripulados y helicópteros estadounidenses regresaron
y lanzaron lo que un residente describió como “bombardeos indiscriminados” del
pueblo en ruinas. Más tarde ese día Estados Unidos lanzó ataques aéreos en 20
localidades en Yemen. El 3 de marzo, un ataque aéreo a la casa de Abdulelah, el
hermano sobreviviente del objeto del asalto del 29 de enero, mató a tres
miembros de su familia. A última hora de la noche, un ataque de avión no
tripulado a un auto en el que estaba mató a cuatro pasajeros y posiblemente a
Abdulelah. El 5 de marzo, Estados Unidos volvió a atacar al Ghayil. Luego una
de las últimas familias huyó y ahora vive bajo los árboles a pocos kilómetros
de distancia.
La beatificación de un criminal de guerra
Resultó muerto uno de los SEALs (el suboficial William “Ryan” Owens) durante este
episodio de asesinato en masa, que duró una hora el 29 de enero. (Además, al
menos otros tres resultaron heridos, y se destruyó al menos uno de los
helicópteros Osprey de 72 millones de dólares). En los medios de comunicación y
círculos políticos de la clase gobernante estadounidenses, esa fue
la “tragedia” de la redada de al Ghayil. Trump elevó a Owens virtualmente a la
santidad en su discurso ante la sesión conjunta del Congreso a finales de
febrero, declarando que “murió de la manera en que vivió: un guerrero y un
héroe — luchando contra el terrorismo y asegurando a nuestra nación.... El
legado de Ryan está grabado en la eternidad”. Los demócratas y los republicanos
se pusieron de pie unidos para una ovación de 90 segundos. Las docenas de
civiles yemenitas muertos fueron sólo los “daños colaterales”, ni siquiera
dignos de mención.
Las justificaciones mentirosas
Al Ghayil es tan pequeño y remoto que no hay cifras de población ni ninguna otra
estadística disponible, ni siquiera en los sitios web de inteligencia de
Estados Unidos, lo que no impidió que los militares estadounidenses hicieran
afirmaciones escandalosas de que Al Ghayil era una base militar terrorista
fuertemente fortificada y “defendida por emplazamientos preparados y nidos de
metralleta y rodeada de campos de minas” (Middle East Eye). Los militares afirmaron que uno de
sus objetivos en la redada era el líder de una celda de al-Qaeda de la
Península Arábiga (AQPA) y que su casa era un “recinto fortificado”. Afirmaron
que las mujeres que mataron eran combatientes armadas. Afirmaron haber
descubierto un tesoro de “inteligencia” que se utilizará para “salvar a vidas
estadounidenses”.
Pero toda su versión está llena de mentiras descaradas. Periodistas han visitado al
Ghayil desde la redada e informan que no hay recintos fortificados, ni campos
de minas ni nidos de ametralladora. Han grabado descripciones detalladas por
los aldeanos que describen a mujeres y niños sin armas abatidos a tiros en sus
casas o mientras huían.
Y dado que al Ghayil no tenía ni electricidad ni servicio de teléfono celular, la idea
de que era algún tipo de centro neurálgico del terrorismo internacional es una
tontería. En las seis semanas transcurridas desde la redada, la única
“inteligencia” que Estados Unidos ha podido señalar es un video de instrucción
de al-Qaeda ¡que ha estado disponible en Internet por años!
Yemen y su pueblo se han sumido en un infierno complejo de guerra civil e invasión
extranjera, varias fuerzas reaccionarias luchando por el control, algunos
respaldados con armas y tropas por Estados Unidos y su estrecho aliado Arabia
Saudita. En esta situación compleja, las armas y el conflicto omnipresente
entre grupos reaccionarios armados es parte del terreno intolerable que Estados
Unidos ha ayudado a crear. Y ha creado condiciones para que los grupos
yihadistas islámicos fundamentalistas reaccionarios adquieran simpatizantes.
Pero bajo ninguna circunstancia sea moral la idea de que no importa cuántos niños yemeníes
sean masacrados siempre que uno pueda afirmar que en el futuro salvará a vidas estadounidenses, y
tal idea abre la puerta para los crímenes más depravados contra la humanidad.
El puente entre un pasado asesino y un futuro genocida
En un nivel, la redada de los SEALs no fue una “aberración”; fue una continuación de la
violencia que Estados Unidos ha impuesto sobre Yemen por muchos años.
En 2013, un ataque de aviones no tripulados a un convoy de bodas en al Ghayil mató
a 11 o 12 civiles. El novio en esa boda sobrevivió pero fue asesinado en la
redada del 29 de enero.
Nawar Anwar al-Awlaki, la niña de ocho años de edad que murió en al Ghayil, era hija
de un ciudadano estadounidense propagandista de AQPA asesinado en septiembre de
2011 en un ataque de aviones no tripulados. Pocas semanas después, su hijo de
16 años, el hermano mayor de Nawar, que no tenía relación con AQPA, también
cayó asesinado en un ataque de aviones no tripulados. Ahora también han matado a Nawar.
A escala nacional, la guerra civil alimentada por Estados Unidos ha matado a más
de 10.000 civiles, principalmente en ataques masivos de bombardeos saudíes que
han devastado mercados abarrotados, hospitales, mezquitas y funerales. Y el
bloqueo de Yemen por parte de Arabia Saudita de combustible y otros materiales
esenciales ha causado la hambruna —casi las tres cuartas partes de
los 24 millones de personas en Yemen están ahora “inseguras” en cuanto a la
alimentación o enfrentan la hambruna absoluta.
Pero aunque ha estado tan criminal la violencia estadounidense en Yemen en el
pasado, la redada de al Ghayil parece marcar un cambio a otro nivel de
carnicería, predicho por la promesa de Trump de “exterminar” a los enemigos
estadounidenses en el Medio Oriente, y alimentado por la abierta hostilidad de
su régimen hacia el mundo musulmán.
Bajo Obama, Estados Unidos pretendía complementar el dominio militar con
ganarse a algunos sectores del pueblo a apoyar políticamente a
Estados Unidos, y por esa razón, al menos formalmente, los militares debían
tomar medidas para asegurar con “casi certeza” que no habría bajas civiles en
las redadas y los ataques de aviones no tripulados. Sin embargo, Estados Unidos
definió automáticamente como “terroristas” (y por lo tanto “no civiles”) a
todos los hombres de edad de luchar asesinados por Estados Unidos. Y mientras
estas “precauciones” estaban en vigor sucedieron numerosas atrocidades, como el
ataque al convoy de boda mencionado arriba.
Pero el régimen fascista de Trump y Pence tiene un enfoque diferente para asegurar
el dominio de Estados Unidos sobre el Medio Oriente, basado en gran medida en
el terror abierto y la fuerza abrumadora, un enfoque de “matar a todos y dejar
que Dios decida quiénes son”, como Trump lo expresa con sus promesas abiertas
de torturar a sus oponentes, matar a sus familias, tomar su petróleo, etc.
Y desde la redada de al Ghayil, han otorgado a los militares estadounidenses la autoridad
para declarar más partes de Yemen “zonas de hostilidad activa”, donde
oficialmente ni siquiera hay una pretensión de tratar de evitar las bajas
civiles. El nuevo “estándar” es simplemente que el número de víctimas civiles
debe ser “proporcionado”, una frase imprecisa que podría justificar cualquier
cantidad de carnicería.
Así que parece que lo que presenciamos es Estados Unidos tomando el camino de la
guerra abierta contra el pueblo de Yemen, al mismo tiempo que intensifica las
acciones militares y comete nuevas atrocidades en otras partes de la región, particularmente
en Siria. Este es un acontecimiento ominoso que clama por la condena y la
oposición por parte de la gente en Estados Unidos y debe alimentar nuestra determinación
e intensificar la lucha para expulsar a este régimen tan pronto como sea posible,
antes de que empiecen a derramar ríos de sangre.
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