worldcantwait.org
ESPAÑOL

Español
English-LA
National World Can't Wait

Pancartas, volantes

Temas

Se alzan las voces

Noticias e infamias

De los organizadores

Sobre nosotros

Declaración
de
misión

21 de agosto de 2015

El Mundo no Puede Esperar moviliza a las personas que viven en Estados Unidos a repudiar y parar la guerra contra el mundo y también la represión y la tortura llevadas a cabo por el gobierno estadounidense. Actuamos, sin importar el partido político que esté en el poder, para denunciar los crímenes de nuestro gobierno, sean los crímenes de guerra o la sistemática encarcelación en masas, y para anteponer la humanidad y el planeta.




Del directora nacional de El Mundo No Puede Esperar

Debra Sweet


Invitación a traducir al español
(Nuevo)
03-15-11

"¿Por qué hacer una donación a El Mundo No Puede Esperar?"

"Lo que la gente esta diciendo sobre El Mundo No Puede Esperar


Gira:
¡NO SOMOS TUS SOLDADOS!


Leer más....


La pesadilla del gasto militar en un planeta sobrecalentado

Voces del Mundo 27 de septiembre de 2022

Stan Cox, TomDispatch.com, 22 septiembre 2022

Traducido del inglés por Sinfo Fernández

Stan Cox, colaborador habitual de TomDispatch, es investigador de estudios sobre la ecosfera en el Land Institute. Es autor de “The Path to a Livable Future: A New Politics to Fight Climate Change, Racism, and the Next Pandemic”, “The Green New Deal and Beyond: Ending the Climate Emergency While We Still Can”, y la actual serie climática “In Real Time” de City Lights Books.

El 1 de octubre, el ejército de Estados Unidos comenzará a gastar los más de 800.000 millones de dólares que el Congreso le va a proporcionar en el año fiscal 2023. Y esa enorme suma será solo el principio. Según los cálculos del experto sobre el Pentágono William Hartung, la financiación de varias agencias de inteligencia, el Departamento de Seguridad Nacional y el trabajo en armamento nuclear del Departamento de Energía añadirán otros 600.000 millones de dólares a lo que usted, el contribuyente estadounidense, gastará en seguridad nacional.

Esos 1,4 billones de dólares para un solo año empequeñecen la provisión única del Congreso de aproximadamente 300.000 millones de dólares bajo la recientemente aprobada Ley de Reducción de la Inflación (IRA, por sus siglas en inglés) para lo que se llama «mitigación y adaptación al clima». Y ojo, esa suma se gastará a lo largo de varios años. A diferencia de la IRA, que era en gran medida un proyecto de ley sobre el clima (aunque no sea la mejor versión de uno), los proyectos de ley de gasto militar de este país son claramente antihumanos, anticlimáticos y antiplaneta. Y cuenten con esto: Los créditos militares del Congreso anularán, en demasiados sentidos, los beneficios que se consigan con su nuevo gasto climático.

He aquí las tres formas más evidentes en que nuestro ejército es un enemigo de la mitigación del clima. En primer lugar, produce enormes cantidades de gases de efecto invernadero, al tiempo que causa otros tipos de estragos ecológicos. En segundo lugar, cuando el Pentágono se toma en serio el cambio climático, su atención casi nunca se centra en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, sino en la preparación militar para un mundo que ha cambiado el clima, incluida la próxima crisis migratoria y los futuros conflictos armados inducidos por el clima en todo el mundo. Y, en tercer lugar, nuestra maquinaria bélica malgasta cientos de miles de millones de dólares anuales que deberían destinarse a la mitigación del clima, junto con otras necesidades urgentes relacionadas con la misma.

La huella de carbono del Pentágono

El ejército estadounidense es el mayor consumidor institucional de combustibles petrolíferos del mundo. Como resultado, produce emisiones de gases de efecto invernadero equivalentes a unos 60 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono al año. Si el Pentágono fuera un país, esas cifras lo situarían justo por debajo de Irlanda y Finlandia en una clasificación de emisiones nacionales de carbono. O, dicho de otro modo, nuestro ejército supera el total de las emisiones nacionales de Bulgaria, Croacia y Eslovenia juntas.

Muchos de esos gases de efecto invernadero proceden de la construcción, el mantenimiento y el uso de sus 800 bases militares y otras instalaciones en 110.000 kilómetros cuadrados en todo Estados Unidos y el mundo. La mayor fuente de emisiones de las operaciones militares reales es, sin duda, la quema de combustible para aviones. Un bombardero B-2, por ejemplo, emite casi dos toneladas de dióxido de carbono cuando vuela apenas 80 kilómetros, mientras que el mayor derroche del Pentágono, el astronómicamente costoso avión de combate F-35, emitirá «solo» una tonelada por cada 80 kilómetros que vuele.

Estas cifras proceden de «Military and Conflict-Related Emissions», un informe de junio de 2022 elaborado por el Perspectives Climate Group de Alemania. En él, los autores lamentan el optimismo que mostraron dos décadas antes en lo que respecta a la reducción de las emisiones militares globales de gases de efecto invernadero y al papel de los militares en la experimentación de nuevas formas de energía limpia:

«En el proceso de redacción de este informe y al revisar nuestro artículo escrito hace 20 años, la noción inicial de evaluar las actividades militares… como potenciales ‘motores de progreso’ para las nuevas tecnologías renovables se vio destrozada por la guerra de Iraq, seguida por el horror de otra guerra terrestre a gran escala, esta vez en Europa… Toda nuestra atención debería dirigirse a lograr el objetivo de 1,5° [de aumento de la temperatura global por encima del nivel preindustrial fijado en el Acuerdo Climático de París en 2015]. Si fracasamos en este empeño, las repercusiones serán más mortíferas que todos los conflictos que hemos presenciado en las últimas décadas

En marzo, el Departamento de Defensa anunció que su propuesta de presupuesto para el año fiscal 2023 incluiría unos míseros 3.100 millones de dólares para «abordar la crisis climática». Esto equivale a menos del 0,4% del gasto total del departamento y, casualmente, dos tercios de esa pequeña financiación no se destinarán a la mitigación del clima en sí, sino a la protección de las instalaciones y actividades militares contra el futuro impacto del cambio climático. Y lo que es peor, solo una pequeña parte del resto se destinará a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero u otros daños ambientales que las propias fuerzas armadas producirán.

En un Plan de Adaptación al Clima de 2021, el Pentágono afirmaba, aunque vagamente, que aspiraba a un futuro en el que pudiera «operar en condiciones climáticas cambiantes, preservando la capacidad operativa y mejorando los sistemas naturales y artificiales esenciales para el éxito del Departamento». Proyectaba que «en el peor de los escenarios, los impactos relacionados con el cambio climático podrían estresar las condiciones económicas y sociales que contribuyen a eventos de migración masiva o crisis políticas, disturbios civiles, cambios en el equilibrio regional de poder, o incluso el fracaso del Estado. Esto puede afectar a los intereses nacionales de EE.UU. directa o indirectamente, y los aliados o socios de EE.UU. pueden solicitar la ayuda de EE.UU.».

Sin embargo, por desgracia, en lo que respecta al Pentágono, un mundo recalentado solo abrirá más oportunidades para los militares. En un caso clásico de proyección, sus analistas advierten que «los actores malignos pueden tratar de explotar la inestabilidad regional exacerbada por los impactos del cambio climático para ganar influencia o para obtener ventajas políticas o militares». (Por supuesto, los estadounidenses nunca actuarían de esa manera ya que, por definición, el Pentágono es un actor benigno, pero tendrá que responder en consecuencia).

La CIA y otras agencias de inteligencia parecen compartir la visión del Pentágono de nuestro futuro más caluroso como una oportunidad de crecimiento. Una evaluación de los riesgos climáticos de 2021 realizada por la Oficina del Director de la Inteligencia Nacional (DNI, por sus siglas en inglés) prestó especial atención a la región de más rápido calentamiento del planeta, el Ártico. ¿Atrajo el interés de la comunidad de inteligencia por la necesidad de evitar el derretimiento de los casquetes de hielo del planeta si se quiere que la Tierra siga siendo un lugar habitable para la humanidad? ¿Qué opina usted?

De hecho, sus autores escriben de forma reveladora sobre las oportunidades, desde el punto de vista militar, que abrirá ese escenario a medida que se derrita el Ártico:

«Es casi seguro que los Estados árticos y no árticos aumentarán sus actividades competitivas a medida que la región sea más accesible debido al calentamiento de las temperaturas y a la reducción del hielo. … Es probable que la actividad militar aumente a medida que los Estados árticos y no árticos traten de proteger sus inversiones, explotar nuevas rutas marítimas y obtener ventajas estratégicas sobre sus rivales. Es muy probable que la mayor presencia de China y de otros Estados no árticos amplíe la preocupación de los Estados árticos al percibir un desafío a sus respectivos intereses económicos y de seguridad«.

En otras palabras, en un futuro sobrecalentado, una nueva guerra «fría» ya no se limitará a lo que antes eran las partes más templadas del planeta.

Si, en términos de cambio climático, los militares se preocupan por algo a nivel global, es por el aumento de la migración humana desde zonas devastadas como el actual Pakistán, asolado por las inundaciones, y los conflictos que podrían derivarse de ello. Con frío lenguaje burocrático, ese informe del DNI predijo que, a medida que un número cada vez mayor de nosotros (o más bien, en términos de estado de seguridad nacional, de ellos) comience a huir del calor, las sequías, las inundaciones y los ciclones tropicales, «las poblaciones desplazadas exigirán cada vez más cambios en el derecho internacional de los refugiados para que se consideren sus reclamaciones y se les proporcione protección como migrantes o refugiados climáticos, y las poblaciones afectadas lucharán por el pago legal de las pérdidas y los daños resultantes de los efectos del clima». Traducción: No vamos a pagar reparaciones climáticas y no vamos a pagar para ayudar a mantener habitables los climas de otras personas, pero estamos más que dispuestos a gastar todo lo que sea necesario para impedir que vengan aquí, sin importar las pesadillas humanitarias resultantes.

¿Ha llegado la hora de desinvertir en la guerra?

Además de los daños causados por sus desmesuradas emisiones de gases de efecto invernadero y su explotación del caos climático como excusa para el imperialismo, el Pentágono causa un daño terrible al absorber billones de dólares en fondos gubernamentales que deberían haberse destinado a satisfacer necesidades demasiado humanas, a mitigar el cambio climático y a reparar el daño ecológico que el propio Pentágono ha causado en sus guerras de este siglo.

Meses antes de que Rusia invadiera Ucrania, asegurando que se bombearan aún más gases de efecto invernadero a nuestra atmósfera, un grupo de académicos británicos lamentó el entusiasmo de la administración Biden por la financiación militar. Escribían que, «en lugar de reducir el gasto militar para pagar los gastos urgentes relacionados con el clima, las solicitudes presupuestarias iniciales de créditos militares están en realidad aumentando incluso cuando algunas aventuras extranjeras de Estados Unidos están supuestamente llegando a su fin». Es inútil, sugirieron, «retocar los bordes del impacto medioambiental de la maquinaria bélica estadounidense». Los fondos que se gastan «en la adquisición y distribución de combustible en todo el imperio estadounidense podrían gastarse en cambio como un dividendo de paz [que] incluya una importante transferencia de tecnología y una financiación sin ataduras para la adaptación y la energía limpia en los países más vulnerables al cambio climático».

Washington podría permitirse fácilmente ese «dividendo de la paz», si empezara a recortar su gasto militar. Y no hay que olvidar que, en las pasadas cumbres sobre el clima, las naciones ricas de este planeta se comprometieron a enviar 100.000 millones de dólares anuales a las más pobres para que pudieran desarrollar su capacidad de energías renovables, mientras se preparaban para el cambio climático y se adaptaban a él. Como era de esperar, los países más ricos, incluido Estados Unidos, se han negado a cumplir esta promesa.  Y, por supuesto, como sugiere la reciente inundación monzónica sin precedentes de un tercio de Pakistán -un país responsable de menos del 1% de los gases de efecto invernadero históricos-, ya es notablemente tarde para esa escasa promesa de cien mil millones de dólares; ahora se necesitan cientos de miles de millones al año. Eso sí, el Congreso podría desviar fácilmente lo suficiente del presupuesto anual del Pentágono para cubrir su parte de la cuenta de los preparativos climáticos globales. Y eso debería ser solo el comienzo de un cambio total hacia el gasto en tiempos de paz. Pero no hemos tenido tanta suerte.

Como ha señalado el Proyecto de Prioridades Nacionales (NPP, por sus siglas en inglés), los aumentos en la financiación de la seguridad nacional en 2022 podrían haber contribuido en gran medida a apoyar el amplio proyecto de ley Build Back Better de Joe Biden, que fracasó en el Congreso ese año. Esto ilustra una vez más cómo, como dijo William Hartung, «casi todo lo que el gobierno quiere hacer que no sea preparar o hacer la guerra implica una lucha por la financiación, mientras que el Departamento de Defensa recibe un apoyo financiero prácticamente ilimitado», a menudo, de hecho, más de lo que pide.

El proyecto de ley de los demócratas, que habría proporcionado una sólida financiación para el desarrollo de energías renovables, para el cuidado de los niños, la asistencia sanitaria y la ayuda a las familias con problemas económicos, fue rechazado en el Senado por los 50 republicanos y un demócrata (sí, el tipo ese) que alegó que el país no podía permitirse el precio de la ley, que ascendía a 170.000 millones de dólares al año. Sin embargo, en los seis meses siguientes, como señala el NPP, el Congreso aprobó aumentos de la financiación militar que sumaron 143.000 millones de dólares, ¡casi lo mismo que habría costado Build Back Better al año!

Como comentaron recientemente los expertos en el Pentágono Hartung y Julia Gledhill, el Congreso siempre hace este tipo de trucos, enviando más dinero al Departamento de Defensa de lo que incluso solicitó. Imaginemos cuántas acciones federales cruciales en todo tipo de asuntos podrían financiarse si el Congreso comenzara a recortar profundamente, en lugar de inflar, el dinero que destina a la guerra y al imperialismo.

Se necesita una combinación de movimientos

Varias versiones del movimiento antiguerra de Estados Unidos han tratado de enfrentarse al militarismo de este país desde los días de la guerra de Vietnam con un éxito mínimo.  Después de todo, los presupuestos del Pentágono, ajustados a la inflación, son tan altos como siempre. Y, no por casualidad, las emisiones de gases de efecto invernadero tanto del ejército como de esta sociedad en su conjunto siguen siendo enormes. Todos estos años después, la pregunta sigue siendo: ¿Se puede hacer algo para impedir el monstruo militar devorador de dinero y de emisiones de carbono de este país?

Durante los últimos veinte años, CODEPINK, una organización de base liderada por mujeres, ha sido uno de los pocos grupos nacionales profundamente involucrados en los movimientos antiguerra y climático. Jodie Evans, una de sus cofundadoras, me dijo hace poco que ve la necesidad de «un movimiento completamente nuevo que entrecruce el movimiento antiguerra con el movimiento climático». Para lograr ese objetivo, dijo, CODEPINK ha organizado un proyecto llamado Cut the Pentagon. Así es como ella lo describe: «Es una coalición de grupos al servicio de las necesidades de la gente y del planeta y del movimiento antibélico, porque a todos nos interesa reducir la maquinaria bélica. La lanzamos el 12 de septiembre del año pasado, después de veinte años de una ‘Guerra contra el Terror’ que se llevó 21 billones de dólares del dinero de nuestros impuestos para destruir el planeta, para destruir Oriente Medio, para destruir nuestras comunidades, para convertir a la policía de mantenimiento de la paz en policía belicista». Reducir el Pentágono, dice Evans, «ha estado actuando en Washington D.C. prácticamente sin parar desde que lo lanzamos».

Lamentablemente, en 2022, tanto la lucha climática como la antibélica se enfrentan a las mayores dificultades, al tener que enfrentarse a los más formidables bastiones de riqueza y poder de este país. Pero CODEPINK es legendaria por encontrar formas creativas de enfrentarse a los poderosos intereses a los que se opone y de alterar de forma no violenta lo que es habitual. «Como activista durante los últimos 50 años», dice Evans, «siempre he sentido que mi trabajo era incomodar al poder y perturbarlo». Pero desde el inicio de la pandemia de la covid, añade, «el poder nos incomoda más de lo que nosotros lo hacemos. Es más fuerte y está más armado que nunca antes en mi vida».

Entre los peligros de esta situación, añade, los movimientos sociales que logran crecer y ser efectivos a menudo se encuentran cooptados y, añade, en las últimas dos décadas, «demasiados de nosotros nos volvimos perezosos… Pensamos que el ‘activismo del click’ crea el cambio, pero no es así». En cuanto a un proyecto de ley de educación a principios de la administración Trump, «tuvimos 200 millones de mensajes que llegaron al Congreso desde una vasta coalición, y perdimos. Luego, un mes más tarde, solo teníamos 2.000 personas, pero estuvimos allí mismo en los pasillos del Congreso y salvamos el Obamacare. A los miembros del Congreso no les gusta que les hagan sentirse incómodos».

A medida que el complejo militar-industrial y el capitalismo asesino de la Tierra parecen ser cada vez más poderosos, Evans y CODEPINK siguen presionando para que se actúe en Washington. Y recientemente, cree, se ha abierto una ventana:

«Por primera vez desde los años sesenta y principios de los setenta, parece que mucha gente está viendo a través de la propaganda y está dispuesta a crear nuevas estructuras y nuevas formas. Tenemos que ir allí donde nuestros votos y nuestras voces importan. Crear un cambio local: ese es nuestro trabajo. Nuestras campañas de desinversión en la guerra son todas locales. La gente que se preocupa por el planeta tiene que descubrir cómo hacer que el poder se sienta incómodo… No es una lucha de palabras. Es una lucha por ser«.

Las principales crisis a las que nos enfrentamos están tan profundamente entrelazadas que quizás los esfuerzos de base para afrontarlas puedan, al final, unirse. La pregunta sigue siendo: Desde el barrio hasta la nación, ¿podrían los movimientos por la mitigación y la justicia climática, la soberanía indígena, las vidas de los negros, la democracia económica y, fundamentalmente, el fin de la forma estadounidense de militarismo fusionarse en una sola ola colectiva? Nuestro futuro puede depender de ello.


 

¡Hazte voluntario para traducir al español otros artículos como este! manda un correo electrónico a espagnol@worldcantwait.net y escribe "voluntario para traducción" en la línea de memo.

 

¡El mundo no puede esperar!

E-mail: espagnol@worldcantwait.net