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La historia del prisionero No. 760


Susanne Koelbl
Spiegel International
10 de junio de 2020

Traducido del inglés por El Mundo No Puede Esperar 26 de junio de 2020

Erróneamente detenido por 14 años: Mohamedou Slahi fue encerrado en Guantánamo por más de catorce años. Hoy Hollywood quiere hacer una película protagonizada por Benedict Cumberbatch y Jodie Foster acerca del hombre que dice haber perdonado a sus torturadores.

No son ni siquiera las 6am, pero Mohamedou Ould Slahi ya lleva horas en el plato. Está parado en una duna de arena a 30km al sur de Nuakchot, la capital de Mauritania.

El equipo técnico de la película ha colocado cámaras y luz alrededor de la fogata. Están grabando una escena de la infancia de Slahi. Se puede ver a un niño dormido junto al fuego. Su papel es el de Slahi de 10 años. “Mohamedou”, dice el director, “¿qué te dijo tu padre en el desierto?”.

Slahi sonríe. Dice que su padre le cantaba una canción acerca de Dios, la vida y la muerte. Se estira la parte de debajo de su camisa, alisando las arrugas y comienza a rugir una canción profunda. “Te doy las gracias, Allah, por mi ir y venir, por mis hijos y los años, y antes de morir espero que me aceptes en mi esfuerzo”.

El verso beduino se trata de confiar el destino y de cómo las cosas a veces parecen ser una tormenta que amenaza y propicia cambios de dirección. Se tratan de las leyes del desierto, acerca del cual su padre le enseñó en sus caminatas nocturnas con los camellos. Como beduino que es, Slahi aprendió a mantener la compostura incluso en las circunstancias más desafiantes y a aceptar su destino, sea el que sea. Eso podría explicar cómo logró sobrevivir Guantánamo.

Escoger el amor

La prisión le robó a Mohamedou Ould Slahi 5,445 días de su vida. Fue secuestrado en Mauritania por la CIA semanas después de los ataques del 11 de septiembre con la sospecha de los estadounidenses de que ayudó a planearlos (una sospecha totalmente errónea que los Estados Unidos nunca admitieron o disculparon por). Lo que sucedió después fue un calvario, por no decir más. Slahi fue interrogado por primera vez en Jordania y después en Afganistán. Finalmente fue enviado a la base militar estadounidense en la bahía de Guantánamo, en Cuba, en donde se convirtió en el prisionero #760.

Ahora, su historia será una película protagonizada por Jodie Foster y Benedict Cumberbatch. “Prisionero 760” está programado para ser lanzada a principios del 2021. En ella, Cumberbatch personifica al archí conservador fiscal general de los Estados Unidos el general Stuart Couch, quien tenía que acusar a Slahi pero abandonó el caso por falta de evidencia. “El película es un thriller político que muestra cómo nuestras sociedades están cambiando”, dice el director Kevin Macdonald.

Una mañana a mediados de marzo, Slahi está sentado en su departamento de un cuarto y medio en un patio silencioso en el centro de Nuakchot. Tiene algunas horas antes de tener que regresar al plato. Slahi sirve té en vasos de agua.

Habla acerca de cómo sus torturadores estadounidenses lo llevaron al mar del Caribe en una lancha. Amarrado, con los ojos vendados y su cuerpo envuelto con hielo, presumiblemente para esconder los rastros de violencia, le dijeron que a nadie le importaría si simplemente desapareciera en el océano. Se “hundiría como una roca”, dijeron. Después lo golpearon hasta que sus costillas se rompieron.

Al principio Slahi dijo que estaba lleno de rabia. “Podría haber arrojado una bomba a la Casa Blanca”.

El hombre de 49 años se quita las batas ondeantes y el turbante, revelando un hombre delgado con la cabeza rapada y una cara delicada, usando pantalones y una playera. Debajo de su agbada damasco, su playera dice “Choose Love” (escoge el amor).

'Mi puerta está abierta'

A diferencia de otros, Slahi no se volvió loco en Guantánamo. El prisionero 535, por ejemplo, un egipciano, creía que se había ido al infierno. En el 2003 solamente, 120 prisioneros intentaron suicidarse. Muy pocos de los que han sido liberados han encontrado el camino de regreso a la vida normal. Slahi dice que los sonidos de su niñez lo acompañaron durante las horas más obscuras.

No fue sino hasta el 17 de octubre del 2016 que la CIA lo regresó al lugar de donde lo habían secuestrado, una década y media antes, en el aeropuerto de Nuakchot. Para ese entonces, su vieja vida ya no existía. Su madre había muerto. Su hermano, que importaba llantas de coche de Alemania, había perdido su negocio. Slahi conoció a sus sobrinas y sobrinos ya adolescentes que no sabía que existían.

Después de su liberación escribió en Facebook a todos aquellos que lo habían vigilado y maltratado: “Aprendimos mucho el uno del otro. Espero nos volvamos a encontrar y tomar una taza de té juntos. Mi puerta está abierta”.

Él dice “He perdonado a mis atormentadores”. No existe alguna otra manera de sobrevivir a este tipo de destino sin volverse loco, añade.

Una interrogadora de la marina estadounidense le contestó con una foto ella en frente del muro de Berlín. “Hola, “pillow”, espero que todo esté bien. Me da mucho gusto que estés en casa”. Pillow (almohada) era el apodo que le dieron los soldados a Slahi. Le llamaban así porque fue el primer objeto que le fue permitido tener en su celda después de la peor ronda de tortura, que duró 70 días. Otro soldado, que se hace llamar “Jedi” escribió: “Solo quiero decir que siento mucho si alguna vez te causé daño. Te deseo lo mejor en la vida”.

“Jedi” estuvo en el centro de detención de la bahía de Guantánamo del 2003 al 2004 durante la hora más obscura de Slahi. El soldado lo despertaba sacudiéndolo una y otra vez, privándolo del sueño y comida, aunque cuando venía el ayuno lo obligaban a comer. Slahi escribió de regreso: “¡Hola, hermano! Siempre fuiste muy amable conmigo. Recuerda el rocío de la montaña y los muffins de arándano. Gracias por escribir”. Slahi se hizo amigo de uno de los guardias. Jugaban ajedrez y veían películas. Hace dos años, el ex soldado Steve Woods visitó a Slahi en Mauritania.

Y, sin embargo, al día de hoy, Slahi todavía sufre las consecuencias de haber sido torturado. Su habitación podrá no ser más grande que su ex celda. Solo puede dormir solo. De noche a veces tiene sueños acerca de estar de regreso en Guantánamo, desnudo en el piso bajo luces neón con el himno nacional estadounidense sonando fuerte a través del cuarto. Los interrogadores gritándole. Está a miles de millas lejos de Cuba ahora, pero una parte de Guantánamo sigue con él.

Una mirada adentro

Slahi se volvió a casar hace dos años. Conoció a su nueva esposa en internet. Ella es una estadounidense que trabaja en Berlín. La pareja ahora tiene un hijo de un año. La relación es un nuevo comienzo, dice Slahi, pero también es un “reto”. La humillación sexual que experimentó en Guantánamo se ha “convertido en una parte de mí”. El contacto físico le detona dolor y viejos recuerdos, dice Slahi. Escribir ayuda y también estar solo.

Hoy, cuando Slahi camina en las calles del barrio de Tevragh-Zeina, pasando el Café Safari y el hotel Semiramis, la gente le toca el claxon. Las niñas gritan su nombre como si fuera una estrella de rock. Algunos le piden tomarse una autofoto. En Mauritania, Slahi es un héroe. No existe algún estigma de haber sido encarcelado en Guantánamo. Estas niñas dicen que resistió la injusticia de América y le ganó al super poder más grande a través de la fuerza interna.

En Guantánamo, Slahi escribió un libro. “Diario de Guantánamo” se convirtió en un superventas fue traducido en 27 idiomas. El libro es el único recuento auténtico de la vida de un ex detenido escrito desde la prisión. La abogada de Slahi, Nancy Hollander, peleó una larga batalla legal en contra de las autoridades estadounidenses para lograr que el manuscrito se publicara.

El libro también es la base de la película “Prisoner 760”. Cuenta la historia de un niño beduino de la tribu de Idab Lahsan al suroeste de Mauritania a quien le fue otorgada una beca de la Sociedad Carl Duisberg en Alemania por su alto desempeño en la escuela. El joven estudió ingeniería eléctrica y vivió doce años en Alemania.

Entonces Slahi recibió una llamada. El primo había seguido al fundador de al-Qaeda Osama bin Laden a Sudán y le marcó a Slahi desde el teléfono del terrorista pidiéndole que le mandara dinero a su padre enfermo. Slahi lo hizo. La llamada telefónica fue interceptada por espías estadounidenses. Basados en la llamada, la CIA concluyó que Slahi era el recluta en jefe de bin Laden en Alemania, un error que la agencia jamás admitió.

Un ‘tipo malo’

Unos días después de nuestra primera reunión, Slahi se encuentra en la playa de Nouchkot. Están grabando una escena de boda en la que cientos de invitados se reúnen en una carpa beduina. Los extras están vestidos festivamente. Hay música y baile. Slahi es interpretado por un actor francés. El embajador británico y el estadounidense se encuentran dentro de los espectadores. El ambiente es relajado.

Jodie Foster interpreta a Nancy Hollander, la abogada de Slahi. “Me atrajo la historia emocional, el viaje de Mohamedou”, dijo en una entrevista para DER SPIEGEL. “Es difícil imaginar cómo un ser humano pudo soportar eso”.

Cuando Hollander y el prisionero se conocieron por primera vez, la abogada inicialmente no tenía idea alguna de quién era él, si era culpable o no. Hoy, la abogada del dice a DER SPIEGEL: “Mohamedou es un hombre inocente que fue confrontado con el agregado poder del Estado y perdió sus derechos fundamentales”.

El gobierno estadounidense dice que Slahi es un manipulador peligroso. Bajo los ojos de quienes continúan a vigilar a Slahi hasta el día de hoy, el hecho de que abogados estrella como Hollander lo apoyen y lo defiendan pro bono es meramente una confirmación más de esta sospecha. Para ellos, Slahi es una persona calculadora, de sangre fría. Un “hombre malo”. Por lo menos eso es lo que los diplomáticos estadounidenses les escribieron a sus contrapartes aliadas cuando Slahi aplicó para visas en países occidentales, incluyendo Alemania.

Mientras tanto, Slahi ha completado un curso de aprendizaje a distancia en una academia internacional para convertirse en coach de vida. Cree que sus experiencias únicas lo califican para ayudar a la gente que está bajo estrés. Ahora aconseja a clientes en Estados Unidos, Suiza e Inglaterra vía Skype. “Me ha ayudado a entender que hay tanta gente que sufre de problemas similares al mío”, dice. La mayoría de sus clientes tienen problemas con sus relaciones y sufren de falta de amor propio.

Su próximo libro ya está terminado. Se trata de un camello que se pierde después de seguir otra caravana y acerca de las aventuras que su dueño experimenta tratando de recuperar al animal que ama como un miembro de su familia. Slahi desea poder vivir de ser escritor y de luchar por los derechos humanos.

Le encantaría viajar a Berlín, en donde su esposa e hijo viven. Pero hasta ahora, no se le ha permitido hacerlo. Desde que fue liberado de Guantánamo, Alemania se ha negado a darle una visa.


 

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