worldcantwait.org
ESPAÑOL

Español
English-LA
National World Can't Wait

Pancartas, volantes

Temas

Se alzan las voces

Noticias e infamias

De los organizadores

Sobre nosotros

Declaración
de
misión

21 de agosto de 2015

El Mundo no Puede Esperar moviliza a las personas que viven en Estados Unidos a repudiar y parar la guerra contra el mundo y también la represión y la tortura llevadas a cabo por el gobierno estadounidense. Actuamos, sin importar el partido político que esté en el poder, para denunciar los crímenes de nuestro gobierno, sean los crímenes de guerra o la sistemática encarcelación en masas, y para anteponer la humanidad y el planeta.



Del directora nacional de El Mundo No Puede Esperar

Debra Sweet


Invitación a traducir al español
(Nuevo)
03-15-11

"¿Por qué hacer una donación a El Mundo No Puede Esperar?"

"Lo que la gente esta diciendo sobre El Mundo No Puede Esperar


Gira:
¡NO SOMOS TUS SOLDADOS!


Leer más....


La Guerra Americana

Nancy Kurshan
Counterpunch
26 de octubre de 2017


Anita Hoffman y Nancy Kurshan quemando togas de jueces después del veredicto de los ocho de Chicago, 1968.

Tenía 23 años la primera vez que fui arrestada. Fue en el Pentágono –un acto de desobediencia civil en protesta por la guerra estadounidense en Vietnam. Mi novio Jerry Rubin y yo éramos organizadores del Comité de Movilización Nacional contra la Guerra (coloquialmente llamado The Mobe).

Aquí la llamamos Guerra de Vietnam. Los vietnamitas la llaman más acertadamente la Guerra Americana. Después de todo, Estados Unidos fue el agresor. Fueron nuestras tropas las que aterrizaron en su territorio; nuestros aviones los que bombardearon sus ciudades y rociaron agente naranja; nuestro ejército masacró a su población civil, mujeres y niños incluidos. No fue al revés.

Como muchos jóvenes americanos implicados en política, yo había sido reacia a protestar contra la guerra a pesar de que comprendíamos que era inmoral, porque tenía miedo de que interfiriera con mi trabajo en el movimiento por los derechos civiles. Eso cambió en 1967 cuando el reverendo Dr. Martin Luther King Jr. y Muhammed Ali –dos destacados pero muy diferentes líderes negros– denunciaron la guerra. Para cuando llegó el otoño el movimiento por los derechos civiles y el antibélico estaban convergiendo y 100.000 personas –blancos y negros, viejos y jóvenes– descendían a Washington para protestar contra la guerra.

La Marcha al Pentágono, que cumplió 50 años este mes, condujo a las detenciones de 1000 personas, yo misma incluida. Puso al movimiento en contra de la guerra bajo el foco de la mayoría de la sociedad. Echando mano de las enseñanzas del movimiento por la liberación de los negros, también mostró el poder que la gente corriente puede tener para cambiar la dirección de nuestro país. Ahora, 50 años después, América está de nuevo rota por el conflicto racial y social, y millones como yo misma estamos de nuevo organizándonos, marchando y resistiendo.

El reciente documental de Ken Burns y Lynn Novick sobre Vietnam, lo llaman un error iniciado por personas con intenciones honorables. No son los únicos.

Pero todos aquellos que estábamos en el núcleo del movimiento antibélico sabíamos que la guerra no era un error. Fue un crimen. Fue un crimen contra la humanidad que dejó en su estela al menos dos (algunos dicen cuatro) millones de vietnamitas muertos así como un ecosistema corrompido por agente naranja y generaciones de niños nacidos con graves malformaciones congénitas. En los Estados Unidos, 60.000 soldados, la mayoría de ellos reclutas forzosos, volvieron a casa en bolsas para cadáveres o con heridas que duran toda la vida.

La convicción de que era un crimen nos condujo a construir un movimiento que rápidamente creció más allá del núcleo de estudiantes, líderes religiosos y otros activistas y, en última instancia, jugó un rol de importancia llevando la guerra a su final.

Un ejemplo revelador: aquel día, mirándonos desde la azotea del Pentágono había un joven ayudante de McNamara llamado Daniel Ellsberg. Él ya tenía dudas sobre la guerra, pero la manifestación lo dejó marcado. Ellsberg más tarde se uniría a nuestras filas, enfrentándose a cargos de traición por desvelar los documentos del Pentágono que exponían la conspiración de mentiras que sostenía la guerra.

Muchos otros americanos, en diferentes posiciones que Ellsberg, tomarían la misma decisión tras ver nuestro activismo.

Mientras tanto, cartillas de reclutamiento eran quemadas, el presidente Johnson se rindió y los protestantes fueron acallados en Kent y Jackson State al tiempo que nosotros (¡y no McNamara!) éramos acusados de “conspiración”.

¿Acaso interrumpimos la Convención Demócrata de 1968? Pues claro que lo hicimos, y “el mundo entero estaba mirando”. Tuvimos una gran ventaja: una incipiente contracultura joven desencantada con el materialismo americano, la conformidad y el racismo. Y una generación de activistas aprendiendo del movimiento de liberación de los negros.

La energía de los movimientos por los derechos civiles y en contra de la guerra fueron un catalizador para otros movimientos –derechos de los homosexuales, derechos de las mujeres, desarme nuclear, por el medioambiente. Hoy la política de la protesta es una parte central de nuestro debate nacional. Al mismo tiempo, los activistas han aprendido de sus errores, desarrollado estrategias y han atacado los nuevos retos con fuerza.

El problema es que el otro bando también ha aprendido. Solo hay que ver lo que los Maestros de la Guerra aprendieron de su derrota militar: eliminar el reclutamiento y reducir las bajas americanas usando contratistas privados, drones y “voluntarios”; ignorar las fronteras nacionales desde que los “terroristas” pueden ser encontrados en cualquier lugar; confiar en los “interrogatorios mejorados” que ganan a la tortura porque no dejan marca; ignorar completamente las leyes de la guerra y de la Convención de Ginebra. ¡Bienvenidos a Guantánamo!

Y para ganar corazones y mentes, se acabó el acceso ilimitado a la televisión, asignando solo a periodistas autorizados. Han orquestado una campaña de propaganda para anular el “síndrome Vietnam”, una campaña que desdibuja quién fue el responsable (“los dos bandos cometieron atrocidades”), glorifica el servicio militar y denigra y trivializa el movimiento contra la guerra.

La máquina de guerra estadounidense es hoy más grande que nunca. El complejo industrial-militar americano (en palabras de Eisenhower, no mías) es la máquina de matar más poderosa de la historia de la humanidad, con una vasta red de bases alrededor del mundo respaldando medio millón de personal militar –soldados, espías y contratistas entre otros. El Secretario de defensa Robert Gates informó: “la flota naval de los EE.UU. es más grande que las trece siguientes marinas combinadas– once de las cuales son nuestros socios y aliados”.

En este momento nos enfrentamos a otro “arrebato afgano” –otros tantos miles de soldados norteamericanos irán a un país que ha aguantado dieciséis años de carnicería con 150.000 civiles asesinados.

En cualquier caso, veo una renovación de humanidad en Occupy, Black Lives Matter, en los Dreamers, en el movimiento indio por la protección del agua y en sus aliados. Veo una renovación de la esperanza en las reuniones de los ayuntamientos, en las marchas de mujeres y en las acciones en los aeropuertos. Una nueva generación está estimulando y creando las conexiones.

Nuestras últimas grandes acciones contra la guerra fueron en 2003, justo después de la invasión de Iraq. Desde entonces ambos partidos nos han dirigido hacia la guerra –Iraq, Afganistán, Libia, Yemen y Siria. Estas guerras están ocurriendo en nuestro nombre, sin debate y sin nuestro consentimiento. Esto es demasiado importante como para dejárselo a los políticos. Necesitamos desesperadamente un movimiento de la gente contra la guerra, uno que colabore con otros movimientos actuales.

En esta ronda necesitamos tener presente que la policía está ahora más militarizada que nunca. Transportes blindados, rifles de asalto, subfusiles y equipos SWAT listos de inmediato aquí, en casa.

Soy reacia a dar consejos específicos a los activistas de hoy. Igual que en la década de los sesenta detuvimos trenes de tropas, quemamos cartillas de reclutamiento y marchamos al Pentágono, los activistas de hoy se están inventando sus propias tácticas –acampando en Standing Rock, pirateando aeropuertos y arrodillándose. [N. del T.: se refiere a la acción “desobediente” –denunciada hasta por el propio Trump– de arrodillarse ante el himno nacional, iniciada por algunos jugadores negros de la NFL en protesta contra el racismo.] Veteranos de las movilizaciones como yo estamos inspirados por sus acciones y nos estamos uniendo cuando sea y donde sea.

Mi consejo es simple. Cuando encuentres tu voz, se valiente al usarla. Sí en las redes sociales, pero también cara a cara con tus amigos, familia, vecinos y extraños, en colegios, lugares de trabajo, lugares de culto y espacios públicos. Usa tu creatividad e imaginación para alzarte y hacer tu protesta visible. Busca maneras de resistir, ocupar, desafiar, interrumpir y perturbar. Así es como ayudamos a acabar con la Guerra de Vietnam. No nos permitas dejar escapar esta oportunidad.

Nancy Kurshan: Es una activista y trabajadora social estadounidense, fundadora del Youth National Party (Yippies) en 1967. Fue una figura destacada de las protestas contra la Guerra de Vietnam y el movimiento por los derechos civiles. Es autora de los ensayos sobre el sistema penitenciario Women and Imprisonment in the United States y Out of Control.

Traducción: David Guerrero

Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/la-guerra-americana


 

¡Hazte voluntario para traducir al español otros artículos como este! manda un correo electrónico a espagnol@worldcantwait.net y escribe "voluntario para traducción" en la línea de memo.

 

¡El mundo no puede esperar!

E-mail: espagnol@worldcantwait.net