La carnicería humana de la guerra de Arabia Saudí en Yemen
Donatella Rovera, investigadora de crisis en AI | 10-SEP-15
Menor herido en un ataque el pasado 1 de julio. Tiene restos de metralla en
el cuello que los médicos no le quieren tocar por miedo a una parálisis. © AI |
Rahma es un niña de cinco años que yace inconsciente en la unidad de cuidados
intensivos del Hospital 22 de Mayo, de Adén, ciudad del sur de Yemen. Tiene la
cara llena de quemaduras, la cabeza envuelta en vendas que le cubren múltiples
heridas, y los ojos cerrados debido a la hinchazón de los párpados. Cuando
recobre el conocimiento –si es que lo hace, porque los médicos no pueden
asegurarlo– descubrirá que nunca va a volver a ver a su madre.
Naama, su madre, es uno de los 10 miembros de su familia –entre ellos 5 mujeres y 4
niños– que murieron el 9 de julio, en un ataque aéreo que destruyó el colegio
Musaab bin Omar del pueblo de Tahrur, situado al norte de
Adén. El colegio albergaba a familias desplazadas por el conflicto entre la
coalición militar liderada por Arabia Saudí y los grupos armados huzis y sus
aliados, que tomaron el control de la capital yemení, Saná, y de grandes zonas
del país a finales del año pasado. En el ataque resultaron además heridos 10
familiares más de Rahma, en su mayoría menores.
Una tía suya, Salama, que perdió a tres hijas en el bombardeo, entre ellas una niña
de sólo 20 meses, no dejaba de preguntar: "¿Por qué nos bombardearon a
nosotros?". Yo no tenía respuesta para ella. En las semanas que pasé en Yemen, viajando del norte
al sur, entre mediados de junio y mediados de julio, conocí todos los días a
familias con miembros, a menudo niños y niñas, muertos o y heridos en estos ataques.
Los objetivos declarados de la campaña aérea emprendida hace cinco meses por la
coalición son los huzis y sus aliados. Sin embargo, lo cierto es que a menudo
son civiles como la pequeña Rahma y su familia quienes están pagando también el
precio de esta guerra. Los ataques han matado a centenares de personas que
dormían tranquilamente en sus casas, se ocupaban de sus quehaceres cotidianos o
se protegían del conflicto refugiadas en algún sitio. Mientras tanto, Estados
Unidos ha suministrado las armas que han hecho posibles muchos de estos homicidios.
Los médicos del hospital de al-Thawra han hecho un llamamiento
a las partes en conflicto para que respeten el hospital y sus inmediaciones. El
personal sanitario proporcionó información y pruebas a Amnistía Internacional
de los ataques sufridos. © AI |
El conflicto ha empeorado una situación humanitaria ya grave en el país más pobre
de Oriente Medio. Antes de que estallara, más de la mitad de la población
yemení necesitaba asistencia humanitaria. La proporción ha aumentado a más del
80 por ciento, mientras persiste en gran parte del país un bloqueo de las importaciones
comerciales impuesto por la coalición, y la capacidad de los organismos
internacionales para entregar la ayuda –tan desesperadamente necesitada– se ve
obstaculizada por el conflicto. La muestra más reciente de ello han sido los
daños causados la semana pasada por un ataque aéreo en el puerto de Huydayda,
ciudad de noroeste de Yemen que es el único punto de entrada de la ayuda
humanitaria al norte del país. La situación va a empeorar todavía más: El Programa Mundial de Alimentos de la ONU advirtió la
semana pasada del riesgo de hambruna en Yemen para millones de personas, en su
mayoría mujeres, niñas y niños.
Las bombas de la campaña aérea dirigida por Arabia Saudí caen con demasiada
frecuencia sobre civiles, lo que agrava aún más este desastre humanitario.
En las ruinas del colegio Musaab bin Omar, las escasas
pertenencias de las familias que habían buscado refugio allí consistían en unas
cuantas prendas de ropa infantil, mantas y cazuelas. No vi ninguna señal de
actividad por la que permitiera considerar el sitio un objetivo militar. Lo que
sí vi fueron los restos del arma empleada en el ataque: la aleta de una bomba
MK80 para uso general de fabricación estadounidense, parecida a las encontradas
en otros lugares atacados por la coalición.
Este no fue en absoluto el único caso de ataques con armas estadounidenses en que
murieron civiles yemeníes. Dos días antes, en el cercano pueblo de Waht, otro
ataque aéreo de la coalición había matado a 11 personas que oraban en la
mezquita. También allí, los supervivientes y los familiares de las víctimas
preguntaban, desconcertados por qué los habían atacado. Una de las dos bombas
lanzadas en la mezquita no había explotado y seguía casi intacta cuando estuve
allí. Era una bomba MK82 para uso general de fabricación estadounidense y con
un sistema de espoleta que se fabrica también en Estados Unidos. La bomba, de
227 kilos, llevaba estampada las indicaciones "bomba explosiva" y
"tritonal", como se denomina el tipo de explosivo que contiene estos artefactos.
El pasado 7 de julio la coalición bombardeó una mezquita
en Waht, un pueblo al norte de Adén. © AI
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En las guerras pueden producirse y se producen errores en la identificación de los
objetivos y en la ejecución de los ataques. En tal caso, compete a las partes
responsables corregir lo que sea necesario para que no se repita el error. Pero
nada indica que se esté haciendo así en Yemen. Transcurridos cinco meses desde que empezara la campaña
de ataques aéreos de la coalición se continúa matando y mutilando a diario a
civiles inocentes, lo que hace temer que haya una falta manifiesta de respeto por la vida de los civiles y los
principios fundamentales del derecho internacional humanitario. Los ataques efectuados a sabiendas de que causarán
víctimas civiles son desproporcionados o indiscriminados y constituyen crímenes de guerra.
Aunque Estados Unidos no forma parte oficialmente de la coalición dirigida por
Arabia Saudí, está contribuyendo a su campaña aérea con información de inteligencia y medios de
repostaje en vuelo para sus cazabombarderos. La suma total de su ayuda a la
coalición hace a Estados Unidos parcialmente responsable de las víctimas
civiles de los ataques ilegítimos. Washington es también desde hace mucho
tiempo un importante proveedor de material militar a Arabia Saudí y otros
miembros de la coalición, a los que suministra las armas de que están haciendo
ahora uso en Yemen. Con independencia de cuándo fueran adquiridas las armas que
utiliza la coalición en Yemen –es decir, antes de la campaña aérea o desde su
inicio–, los países que las han suministrado tienen la responsabilidad de
garantizar que no se emplean para cometer violaciones del derecho internacional.
Yemen estará plagado durante años de peligrosos restos de estas armas de fabricación
estadounidense. En Inshur, pueblo próximo a la
ciudad septentrional de Sada, vi un campo lleno de submuniciones de racimo
BLU-97de fabricación estadounidense, pequeñas bombas del tamaño de una lata de
refresco que las bombas de racimo contienen. Hay muchas sin explotar aún en el
campo, y son un grave peligro para los habitantes del pueblo, los agricultores
y los pastores, que pueden pisarlas sin darse cuenta o, inconscientes del
riesgo, levantarlas del suelo. En uno de los hospitales de la ciudad conocí a
un niño de 13 años al que le había explotado una bomba de racimo en Inshur al
pisarla. Le había roto varios huesos del pie.
Las bombas de racimo está prohibidas por un convenio internacional de 2008.
Sin embargo, en la década de 1990, Estados Unidos vendió a Arabia Saudí bombas de racimo del tipo de las que
están ahora llenos los campos de Inshur. Cada una de estas bombas de racimo
contiene hasta 200 bombas de pequeño tamaño, que se dispersan por una gran
superficie el explotar la bomba. Sin embargo, muchas de
estas pequeñas bombas no explotan al impactar, por lo que representan un legado
letal para los años futuros.
Los ataques aéreos de la coalición han sido especialmente intensos en el norte del
país, sobre todo en Sada y sus alrededores, bastión huzi donde viven unas
50.000 personas. Cuando visité la ciudad en julio, me impresionó la magnitud de
la destrucción: Sada se encuentra ya en ruinas, con la mayoría de su población
desplazada y las viviendas, tiendas, mercados y edificios públicos reducidos a
escombros a causa de los bombardeos aéreos implacables y, a menudo,
indiscriminados. Un portavoz de la coalición dijo en mayo que la ciudad entera
de Sada estaba considerada objetivo militar, lo que constituye una violación
del derecho internacional humanitario, que exige a los beligerantes distinguir
en todo momento entre civiles y objetivos militares.
Se está violando claramente el derecho internacional en Sada y los pueblos
circundantes. Una serie de ataques de la coalición contra un pueblo de Sabr,
cerca de Sada, mataron al menos a 50 civiles, en su mayoría niños y niñas, e
hirieron a otros 9 el 3 de junio por la tarde. La mitad del pueblo quedó
completamente destruido.
El pasado 14 de abril la coalición bombardeó el pueblo de
al-Akma. En imagen, varios menores jugando con los restos de una bomba MK80. ©
AI |
Los supervivientes me enseñaron montones de escombros donde antes se levantaban sus
hogares. Ghalib Dhaifallah, padre de cuatro hijos, que perdió a uno de ellos,
Moaz, de 11 años, y a otros 27 familiares en el ataque, me contó que el niño
estaba jugando con sus primos en el centro del pueblo, justo en el lugar donde
cayó una de las bombas. “Estuvimos días excavando en busca de los cadáveres; reconocimos algunas partes del cuerpo
por la ropa sólo", me explicó.
Aunque los incesantes ataques aéreos de la coalición son la principal causa de las muertes de civiles
hasta ahora, la población civil puede verse también atrapada en el fuego cruzado entre los huzis y los grupos armados
que luchan contra ellos, que están respaldados, tanto unos como otros, por
unidades de las ahora divididas fuerzas armadas. Los combates se han
intensificado desde que tropas de Emiratos Árabes Unidos se sumaron a la
operación terrestre junto con las fuerzas que combaten contra los huzis y
volvieron a tomar la ciudad meridional de Adén, la segunda mayor del país, y su
puerto principal. A media que los grupos armados huzis se han retirado de Adén
y otras zonas que controlaban hasta hace poco, han ido colocando minas, que se
han cobrado ya decenas de vidas de civiles.
Muchos civiles desplazados anteriormente por el conflicto en la zona de Adén no pueden
regresar ahora a sus hogares por temor a este letal legado de la guerra.
Parece improbable una solución negociada, pues todas las partes en el conflicto
incumplen constantemente las obligaciones que les impone el derecho
internacional. Tal impunidad fomenta, sin duda, la comisión de aún más crímenes. Esta situación
debe cambiar. La creación de una comisión de la ONU para investigar los presuntos crímenes de
guerra y otras violaciones del derecho aplicable en la guerra cometidas en
Yemen por todas las partes podría ser una importante medida de disuasión. Por los medios que sea, la comunidad internacional debe
transmitir con rotundidad el mensaje de que no van a tolerarse más abusos y que
se rendirán cuentas, para garantizar así que no hay más niños ni niñas que
sufran la misma suerte que Rahma.
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