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El Mundo no Puede Esperar moviliza a las personas que viven en Estados Unidos a repudiar y parar la guerra contra el mundo y también la represión y la tortura llevadas a cabo por el gobierno estadounidense. Actuamos, sin importar el partido político que esté en el poder, para denunciar los crímenes de nuestro gobierno, sean los crímenes de guerra o la sistemática encarcelación en masas, y para anteponer la humanidad y el planeta.



Del directora nacional de El Mundo No Puede Esperar

Debra Sweet


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Obama, Libia y nuestro reto: El movimiento antibélico tiene que volver a despertarse

Margaret Kimberley
31 de marzo, 2011

Traducido del inglés por
El Mundo No Puede Esperar
15 de abril de 2011

Los Americanos amantes de la paz son pocos y raros. La inmensa mayoría de nuestros ciudadanos no ve mal los asesinatos en masa de nuestro gobierno mientras que haya una razón altruista y noble para hacerlo.

El amor por las matanzas está generalmente asociado con la ultraderecha de este país, pero no hay nada más lejos de la realidad.

El deseo de América para dominar al resto del mundo está prevalente entre la mayoría de los ciudadanos sin tener en cuenta su afiliación política. Estos ciudadanos sólo se diferencian en quién quieren que sean los dominantes. Los republicanos están extáticos cuando es un presidente republicano el que deja caer las bombas, manda aviones no tripulados en misiones asesinas o invaden otros países. Los demócratas también son entusiastas cuando el que hace esas cosas es uno de ellos.

La reacción del partido Demócrata a la intervención militar del presidente Obama en Libia, es el último ejemplo de la propensión americana de exultarse sobre la violencia patrocinada por el gobierno. Obama, como George W. Bush antes que él, reclama que su intervención, zona de exclusión aérea, misión de paz (escoja su favorita) se hace sólo por razones humanitarias. Los cuerpos muertos contradicen la idea de buenas intenciones, pero esas palabras tienen un significado diferente para las personas de este país, y siempre se usarán como pretexto para alguien muriendo en algún otro sitio del planeta.

El legado del Manifiesto del Destino y la creencia de la superioridad blanca Americana produce e infecta todas las discusiones políticas de este país. La noción de bondad y justicia de la América blanca es muy dominante y tristemente, no sólo para la gente blanca. La predisposición a aceptar el comportamiento blanco como norma, significa el visto bueno a decisiones de política exterior precisamente en el momento cuando se necesita resistencia y escepticismo.

No, Barack Obama no es blanco, pero bien podría serlo. El consiguió la presidencia precisamente porque aseguró a sus votantes que no cambiaría la naturaleza de sus creencias. Si él no hubiera cumplido esa creencia tan profunda, de que los Estados Unidos, un país visto como blanco, es el país dominante en política internacional, el nunca hubiera llegado a ser presidente.

El ataque de EEUU a Libia ha traído lo peor de este fenómeno. Los liberales están jubilosos porque la figura conservativa de Newt Gingrich se retractó en su apoyo a la intervención hasta que el presidente democrático intervino, pero Gingrich no es más diferente que ellos.

Ahora tenemos al presentador de TV de la MSNBC Ed Schultz proclamando “Apoyo para la Invasión de Obama en Libia.”  Sin importarle los grandes esfuerzos de Obama explicando que los bombardeos serán de corta duración y que las tropas terrestres no tendrán una presencia allá. Schultz parece que está por delante del presidente en esto, pero su muestra de apoyo revela las motivaciones reales de América en las intervenciones en el extranjero. De la misma manera Juan Cole en una “Carta Abierta a la Izquierda de Libia” rechaza el criticismo de la intervención así: “Me gustaría animar a la Izquierda para que aprendan a masticar chicle y caminar al mismo tiempo,” y añade, “Deberíamos evitar hacer de ‘la intervención extranjera’ un tabú absoluto…”

Las intervenciones extranjeras dirigidas por los Estados Unidos deberían ser tabús. Nuestro sistema no está diseñado para ser humanitario. Sus motivos, por no decir más, son sospechosos y no importa que tan endiablados sean sus enemigos, la historia del pasado nos debería hacer sospechar de los argumentos en favor de la guerra.

Los halcones liberales, como Obama, no se preocupan por los civiles libios que están bajo los bombardeos y expuestos a los cascos del uranio empobrecido que producen cáncer y defectos de nacimiento por muchos años venideros. Esto no es una conjetura, ya se ha visto en Irak y debería ser una razón para que cualquier persona que se declare “de izquierdas” se oponga a las acciones que lo autorizan.

El verdadero activista anti-bélico, no sólo el activista anti-republicano, tiene que alzar su voz. El real movimiento anti-bélico tiene que despertarse otra vez y saltar a las calles en cientos de miles, tal como hicieron en el 2003, antes de la invasión de Irak. Ese momento se puede repetir, y de una manera más profunda, más honesta, ahora que un Demócrata es la cabeza asesina que está al mando.

La columna Freeedom Rider de Margaret Kimberley's aparece cada semana en Black Agenda Report, donde esté artículo apareció originalmente y de ahí se publica extensamente.


 

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