El coste letal de la guerra de aviones no tripulados: una visión muy
personal
"Estaba a punto de ordenar un ataque de avión no
tripulados contra un insurgente talibán cuando me di cuenta de que se trataba de
un niño afgano jugando"
James Jeffrey ICH/The Guardian 23 de septiembre de 2012
Traducido del inglés para Rebelión por Germán
Leyens
Me vi atrapado entre la necesidad de continuar el debate sobre los aviones no
tripulados y la necesidad de evitar los recuerdos desagradables que provoca.
Utilicé aviones no tripulados durante el punto más bajo de mi carrera militar
que fue un período operacional en Afganistán. Recuerdo que alisté un ataque de
un Predator estadounidense antes de decidir que el monitor del ordenador no
mostraba a un insurgente talibán enterrando un artefacto explosivo improvisado
en la carretera, sino a un niño jugando en la tierra.
Después de volver de Afganistán a finales de 2009, abandoné el ejército
británico en 2010. Quería distanciarme lo más posible del Reino Unido, y me fui
a estudiar a EE.UU. (donde todavía resido). Al hacerlo, me instalé
impensadamente en el país que encabeza el desarrollo de la tecnología y
utilización de aviones no tripulados, destacada en cada informe sobre un ataque
de aviones no tripulados y las usuales víctimas civiles.
La filósofa política Hannah Arendt describió la historia de la guerra en el
Siglo XX como la creciente incapacidad del ejército de cumplir su función
básica: defender a la población civil. Mis experiencias en Afganistán llevaron
el tema a un punto crítico, dejándome incapacitado para comprender de que mi
papel como soldado había cambiado, en palabras de Arendt, de “la de protector a
ser un vengador tardío y esencialmente fútil”. Nuestras acciones colectivas en
Irak y Afganistán después del 11-S fueron, y siguen siendo, una fútil venganza y
los aviones no tripulados son el último progreso tecnológico para empoderar esa
estrategia defectuosa.
Los aviones no tripulados se están convirtiendo en los instrumentos
preferidos de venganza, y su propósito principal es análogo a la cambiante
relación entre sociedad civil y guerra, en la cual esta última se realiza a
control remoto y a una distancia segura para que la implementación de muerte y
asesinato se haga cada vez más agradable.
¿Hipérbole? Pero yo estuve allí. Me senté con mi traje de camuflaje y
participé en las clases de reglas de enfrentamiento y de guerra ética. Y
francamente, yo no acepto mucho –si algo– de eso ahora, especialmente respecto a
los aviones no tripulados. No cabe duda de su efectividad, pero hay terribles
consecuencias de su uso incontrolado.
Se puede decir que tanto Pakistán como Yemen son menos estables y más
hostiles hacia Occidente como resultado del aumento del uso de aviones no
tripulados por parte del presidente Obama. Al estudiar el ponzoñoso legado
dejado al pueblo iraquí, y lo que dejaremos al pueblo afgano, es más que
deprimente oír hablar de los halcones que merodean por otros escenarios como
Pakistán y Yemen, avivando las llamas del intervencionismo.
Temo que la locura en la que participé no termine nunca y que la sociedad
acabará atrapada irreversiblemente en lo que advirtió 1984 de George
Orwell: guerras constantes contra el Otro, a fin de forjar una falsa unidad y
lealtad al Estado.
Es muy fácil matar si no se ve al objetivo como una persona. Cuando fui a
Irak como comandante de tanques, las órdenes de fuego que di al artillero
reconocían una cierta legitimidad de la condición de ser humano: “Ese hombre,
100 metros adelante”. Cinco años después en Afganistán, la corrupción
lingüística que siempre asiste a la guerra significaba que nos referíamos a
“zonas candentes”, “múltiples pasajes en tierra” y “persiguiendo un objetivo”, o
“maximizando la cadena mortal”.
El Pentágono opera unos 7.000 aviones no tripulados y ha pedido el Congreso
cerca de 5.000 millones de dólares para aviones no tripulados en el presupuesto
de 2012. Antes de retirarse como jefe de estado mayor de la fuerza aérea, se
informó de que el general Norton Schwartz dijo que “era ‘concebible’ que los
pilotos de aviones no tripulados en la fuerza aérea llegarían a exceder en
número a los de las cabinas de piloto en el futuro previsible”. No es un mundo
feliz, lejos de eso.
La intrusión de aviones no tripulados al campo civil también gana impulso. El
presidente Obama firmó una ley federal el 14 de febrero de 2012, que permite que
se utilicen en una variedad de usos comerciales y para el mantenimiento policial
del orden. El firmamento nunca volverá a ser el mismo. Como en el caso de los
elementos más tenebrosos de EE.UU., como su cultura de las armas, se trata de
obtener beneficios, el mercado de los aviones no tripulados se evalua ya ;en
5.900 millones de dólares y se espera que se duplique en 10 años.
Durante mi estadía en Afganistán, los aviones no tripulados eran
suministrados sobre todo por EE.UU. ya que nuestra capacidad para aviones no
tripulados era minúscula en comparación. Los militares británicos todavía
dependen del apoyo de EE.UU., ya que solo poseen unos cinco aviones no
tripulados armados. Pero han estado ocupados: en mayo de 2012, el ministerio de
Defensa confirmó que habían volado un total de 34.750 horas y habían disparado
281 mísiles y bombas guiadas por láser.
Con los continuos recortes en los niveles de personal británico, no es
difícil prever que los aviones no tripulados reemplacen cada vez más a los
soldados en el terreno. Y ya que el Reino Unido ya tiene la mayor cantidad de
cámaras de televisión por circuito cerrado, la intrusión de aviones no
tripulados en la vigilancia en Gran Bretaña no requiere mucha imaginación.
Los avances tecnológicos en la guerra no tienen buenos antecedentes en
términos de consecuencias imprevistas. Como revela Chris Hedges en su libro
War is a Force That Gives Us Meaning, se estima que 62 millones de
civiles murieron en las guerras del Siglo XX, “casi 20 millones más que los 43
millones de personal militar”
¿Repetirá una tragedia tan demencial el Siglo XXI? Todavía quedan muchos
años. Yo diría que deberíamos pecar de precaución y mantenernos profundamente
preocupados por los aviones no tripulados.
James Jeffrey es un periodista británico que vive en EE.UU., donde obtuvo
una maestría en periodismo de la Universidad de Texas en Austin, en mayo de
2012. Dejó el ejército británico como capitán en abril de 2010, después de
servir más de nueve años en Queen's Royal Lancers, incluyendo períodos
operacionales en Kosovo (2002), Irak (2004, 2006) y Afganistán (2009)
© 2012 Guardian News and Media Limited
Fuente: http://www.informationclearinghouse.info/article32498.htm
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