Valerse por sí mismos
Dahr Jamail Dahr Jamail Dispatches 11 de Julio de 2010
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales
Bastos
Fuimos en coche hacia el sur por la carretera 55 de Louisiana hacia
Pointe-au-Chien. La carretera de dos carriles transcurre pegada a un pantano,
como la mayoría de las carreteras que llevan al sur hacia la zona de marismas. A
medida que nos aventuramos hacia el sur una selva exuberante e increíblemente
verde va dando paso a zonas de agua, hasta que da la impresión de que la propia
carretera estuviera flotando.
Atravesamos por un puente pequeño de cemento hacia otro pantano y nos
encontramos frente a la señal de Pointe-au-Chien que nos informa de que ésta es
su área tribal. Hemos venido a conocer a Theresa Dardar para saber más acerca de
cómo el desastre petrolero de BP está diezmando las tierras indígenas del sur de
Louisiana.
Theresa es miembro de la tribu india de Pointe-au-Chien (http://pactribe.tripod.com/). Son una
comunidad muy pequeña de personas que se autodenominan indios y viven en el sur
de Louisiana a lo largo de un tramo pequeño del pantano de Pointe-au-Chien.
Ahora el petróleo del desastre de BP amenaza su propia existencia.
Históricamente han sido una comunidad que dependía que la caza, la pesca, la
agricultura y la ganadería. Pero debido a, como dice Theresa, “la devastación de
nuestra tierra por las compañías petroleras”, la falta de protección de las
islas barrera y la falta de abastecimiento de agua fresca y la intrusión de la
salada, la tribu ha tenido que depender fundamentalmente de la pesca para
mantenerse”.
El 29 de mayo se cerró la temporada de pesca de camarones en la su región, lo
que llevó al paro a la mayoría de la tribu. El 19 de junio se había vuelto a
abrir la temporada de pesca de camarones, cuando el petróleo en las bahías
cercanas disminuyó un poco, pero sólo se permitía y se permite la pesca de
camarones en el Canal Cut-Off, una zona diminuta en comparación con la zona a la
que normalmente tienen permitido el acceso.
Por supuesto, esto es lo que más preocupa a Theresa, el hecho de que su
tierra se esté desvaneciendo bajo sus pies ya que, al igual que el resto del sur
de Louisiana, el Golfo de México se la está tragando.
Hoy los miembros de su tribu, incluyendo a su marido, se dedican a alquilar
sus barcos de pesca a BP para colocar una barrera flotante en vez de estar en
medio de un atareada y fructífera estación de pesca de camarones.
En el exterior de su casa, como en el de las de sus sus vecinos, cuelgan de
los árboles enormes redes verdes. Otros aperos de pesca yacen ociosamente en los
patios, un indicativo de que toda una forma de vida se ha dejado en suspenso
indefinidamente.
Theresa nos invita a entrar en su casa situada entre otras casas elevadas que
se asoman a la orilla del pantano. Es una zona rodeada de marismas, mucha más
agua que tierra. Estar en las marismas de Louisiana es una experiencia
increíble: cuando se circula por la carretera o se camina hacia casa de alguien,
el agua está tan cerca y hay tan poca tierra abajo que uno tiene la impresión de
que en realidad el agua está más alta que la tierra. Siempre está presente la
sensación de que posiblemente se va a desbordar sobre la tierra.
“Estamos rezando para que no tengamos un huracán, porque si lo tenemos traerá
todo el petróleo aquí, clausurarán este lugar y no nos dejarán volver hasta que
lo limpien”, explica Theresa. Más tarde supe que prácticamente todas la personas
de la zona compartían este temor.
Dado que el Golfo está engullendo lo que queda de su tierra, Theresa y el
resto de su tribu pretenden conservar lo que tienen. Ésta es una de la lista de
prioridades que aparece en la página web de la tribu, que incluye los siguientes
objetivos:
-Proteger el pueblo, los lugares sagrados, las zonas de pesca y los
emplazamientos culturales.
-Se necesita un plan de evacuación y realojamiento para mantener juntos a los
miembros de la tribu en caso de inundaciones (incluso con una borrasca tropical)
durante un periodo desconocido de tiempo.
-Formación y desarrollo laboral en caso de que el vertido de petróleo
contamine la industria de pesca por un periodo largo de tiempo.
-Construir un centro tribal que se use para los trabajos de ayuda y
recuperación.
-Cuestiones sanitarias asociadas al cambio de dieta y al estrés a causa del
vertido de petróleo.
-Las casas que no están elevadas corren peligro de ser declaradas ruinosas si
el petróleo entra en nuestra comunidad.
Son un pueblo acostumbrado a cuidar de sí mismo. “Nos valemos por nosotros
mismos”, continúa Theresa mientras hablamos en el salón de su casa, “no podemos
esperar a que nos ayude el distrito o el Estado. El único momento en que vemos a
un político es durante la época de elecciones o cuando vienen después de que
tengamos un desastre y ya hemos limpiado casi todo por nuestra cuenta”.
Theresa afirma que quieren poner un cartel cerca del puente que hay que
cruzar para entrar en su zona, uno que diga, “No se permite la entrada a
políticos”.
La zona también es la patria de indios que se alinean con la Nación Huma
Unida y la Confederación Biloxi-Chitimacha de Muskogees. La comunidad tribal
considera que esta tierra es preciosa e incluye al menos siete cementerios que
contienen restos de sus antepasados.
Los medios de vida de generaciones de estas personas está ahora amenazada en
múltiples frentes, pero por ahora la amenaza más inminente parece ser el peligro
que amenaza desde alta mar. Según Theresa, ahora su tribu se ha reducido a sólo
680 personas, la mayoría de las cuales viven en Pointe-au-Chien.
Como para todos los pueblo indígenas de todo el mundo, el lugar es
primordial. Theresa habla con un tono reverencial de su vinculación a la zona.
Ser sacado de este lugar es ser desintegrado, figurada y literalmente.
“Si tenemos que partir, nos disgregaremos y ya no seremos una comunidad”,
explica, “no sabemos a dónde iríamos. BP debería tratar de mantener junta a esta
comunidad porque es su petróleo lo que hará que nos separemos. Nuestro apego a
nuestra tierra es todo para nosotros. Vivimos de la tierra, así que cuando se
nos lleve a otra parte ya no será lo mismo. Es como sacar a un pez del agua y
ver cuánto tiempo vive”
Deja de hablar y simplemente afirma que no sabe cómo describir esto.
Su marido de 54 años ha sido pescador desde que tenía 16 años. Ahora está
colocando la barrera flotante de BP, un trabajo que es temporal. Theresa me dice
que su marido está enfadado con BP por haberle echado de su trabajo de pescador,
pero necesitaba el dinero, así que aceptó el trabajo de extender la barrera para
la compañía que ha destruido sus medios de vida. Es un trabajo que no parece que
vaya a acabar pronto, pero cuando lo haga, probablemente no tenga su antiguo
trabajo para volver a él.
Nos acompaña afuera, porque su cuñado, Russell Dardar, se ha sentado fuera
cerca del pantano nada más volver de cazar cangrejos. Nos enseña una de las
cajas de cangrejos. Uno de los cangrejos azules se sale de la caja, con las
pinzas abiertas. “Te está dando el signo de la paz”, dice Russell con una media
sonrisa
Russell viste vaqueros y una camiseta, y va descalzo, completamente integrado
en su elemento. Va a llevarnos en su barco para enseñarnos dónde ha visto
petroleo manchando las marismas en la zona donde suele pescar cangrejos. Es
libre de hacerlo desde que no trabajará para BP.
Tras ver sus fotos de las marismas afectadas por el petróleo, montamos en su
barca y empezamos a descender lentamente hacia las marismas. Se trata de una
estrecha vía de agua flanqueada por barcos de pesca de camarón que sin el
desastre del petróleo en esa época estarían fuera pescando.
Russell no habla mucho, pero cuando lo hace es impactante. Me cuenta que
solía trabajar en un remolcador, trabajo frecuente en esta zona del sur de
Louisiana, hasta que un problema de la espalda le llevó a pescar cangrejos y
camarones.
Le pregunto que cuántas personas de la comunidad están trabajando colocando
la barrera flotante de BP. “Puede que queden cuatro o cinco pescando”, contesta
mientras mantiene la vista al frente al tiempo que adelantamos barcos vacíos.
Observo pilas de trampas para cangrejos vacías amontonadas en los embarcaderos
vacíos.
Está gris y oscuras nubes de lluvia se avecinan desde las marismas hacia las
que nos dirigimos. La lluvia empieza lentamente mientras descendemos por el
estrecho canal bordeado de verdes marisma a ambos lados mientras descendemos
hacia el centro de la bahía. La lluvia va aumentando hasta ser un completo
aguacero, con relámpagos que centellean en la distancia. En pocos minutos
estamos completamente empapados. Erika está sentada en popa haciendo fotos con
la cámara envuelta en su chubasquero. Yo estoy enfrente de Russell, que está
sentado en una silla de plástico mientras pilota. Le miro en medio del cálido
aguacero y sonríe, lo cual es raro, ya que suele estar completamente centrado en
lo que está haciendo.
Rema entre las blancas barreras flotantes que cabecean en medio de las
olitas. Están sujetas por endebles tubos blancos de PVC clavados en el fango; en
otras zonas las sujetan postes de bambú.
Nos impacta lo poco útiles que son. Varias zonas de las marismas marcadas por
el petróleo están detrás de las barreras flotantes que a veces no están atadas a
sus postes de soporte. En otras zonas se hunden a medio pie bajo la superficie.
En muchas zonas las barreras flotantes han sido arrastradas a tierra y se han
quedado en medio de las marismas empapadas de petróleo.
Vuelvo a mirar a Russell y lo encuentro mirando a lo lejos, a través de las
marismas, con una expresión dura.
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“Éstas son completamente inútiles”, le digo. “Son buenas para enseñarlas”,
responde mientras vira en medio de la espuma.
Nos lleva a muchas zonas para mostrarnos más barreras hundidas, arrastradas a
tierra, zonas de las marismas anegadas de petroleo la cuales están muertas.
“La semana pasa aquí había mucho más petróleo”, explica Russell, “pero las
mareas altas que llegaron hasta aquí con el huracán Alex empujaron todo el
petróleo más al interior de las marismas”.
La lluvia amaina mientras nos dirigimos de vuelta a casa. Una increíble
cantidad de pájaros llena las marismas mientras navegamos de vuelta ... bandadas
de pájaros, por todas partes.
Me pregunto cuánto tiempo durarán.
Cuando llegamos de vuelta al puerto deportivo, veo que BP lo ha convertido en
una zona de operaciones. Como para poner intencionadamente de relieve la
inutilidad de la llamada campaña de limpieza, hay montañas de barreras flotantes
envueltas en plástico, esperando a ser llevadas a las marismas. A la derecha del
edifico del puerto deportivo, al lado de una bandera estadounidense, hay una
estatua de Jesús orientada a las montañas de barreras y con los brazo extendidos
como si pusiera en duda la utilidad de todo esto.
En frente del puerto hay otra bandera estadounidense sobre más pilas de
barreras. Más tarde Erika se da cuenta al mirar mejor la foto de que la bandera
tiene pintado un hombre indígena sobre un caballo.
Cuando nos lo enseña en el ordenador, sólo podemos asentir con la cabeza.
Continuamos lentamente por el pantano hasta el muelle de Russell y atracamos
la barca. De vuelta a tierra me cuenta que BP ha prometido a cada uno que es más
seguro trabajar extendiendo las barreras flotantes. “Hay algo que no me encaja
en todo esto”, añade.
Estrecho la mano de Russell para darle las gracias al tiempo que le digo que
espero verlo otra vez y volvemos a casa de Theresa para despedirnos de ella. Sin
embargo, nos lleva adentro y dice, “sabía que estaríais mojados y hambrientos,
así que os he preparado la comida”.
Nos sentamos y nos damos un festín con un guisado de cangrejos y camarones
fritos que ha preparado, mientras nos habla de una reunión que se ha celebrado
hace poco en su ayuntamiento.
“Hace unas dos semanas un portavoz de BP organizó una reunión del
ayuntamiento”, explicó; “dijo que no se trata de si llegaba el petróleo
otra vez sino de cuándo llegara. En la reunión no había ningún alto cargo
del Estado ni del distrito. BP está dirigiendo las cosas aquí ahora”.
Acabamos de comer y seguimos hablando todavía un buen rato antes de dar de
nuevo las gracias a Theresa por su tiempo y su hospitalidad.
“Esperamos no tener que esperar tanto como los habitantes de Alaska para que
vuelva nuestra vida marina”, afirma aludiendo al desastre del Exxon Valdez en
1989. “Tuvieron que esperar 17 años para que volvieran sus camarones y todavía
están esperando a sus arenques”.
Es una esperanza muy débil teniendo en cuenta el hecho de que hasta la fecha
se ha recuperado el 14% de los 250.000 barriles vertidos en el desastre del
Valdez. Incluso según los cálculos más conservadores, el actual desastre de BP
ha arrojado al Golfo varias veces esta cantidad de petróleo y ha mantenido a la
mayoría de él bajo el agua. Cálculos más adecuados de la cantidad de petróleo
que ha brotado desde el fondo del Golfo muestran que cada dos días y medio se ha
inyectado en el Golfo una cantidad equivalente a la vertida por el Exxon
Valdez.
“Estoy preocupada por los problemas de salud asociados a este desastre”, nos
dice Theresa antes de irnos, “y esperamos poder evitar los divorcios, suicidios
y el alcoholismo que ha afectado a tantas comunidades de Alaska. Le estoy
diciendo a la gente que permanezca ocupada y que no piense en el petróleo. Si
no, uno se ahoga en él”.
Fotos Erika Blumenfeld © 2010
Fuente: http://dahrjamailiraq.com/fending-for-themselves#more-1795
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