Irak en fragmentos
Dahr Jamail Foreign Policy In Focus 18 de abril de 2009
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales
Bastos
“De qué serán capaces los hombres con tal de cumplir, hasta su límite más
extremo, los ritos de una autoadoración colectiva que los llene de un sentido de
rectitud y de complaciente satisfacción en medio de los crímenes y las
injusticias más horribles.”
Thomas Merton, Love and Living
El miércoles 25 de marzo el general de división de ejército estadounidense
David Perkins dijo [1] a los periodistas en Bagdad refiriéndose a la frecuencia
con la que el ejército estadounidense era atacado en Irak: “Los ataques están en
su momento más bajo desde agosto de 2003”. Perkins añadió: “En el peor momento
de la violencia hubo 1.250 ataques a la semana; ahora a veces hay menos de 100 a
la semana”.
Mientras que su retórica alimentaba los titulares de algunos de los
principales medios estadounidenses, servía de poco consuelo a las familias de
los 28 iraquíes muertos al día siguiente en ataques por todo Irak. Tampoco trajo
consuelo a los familiares de los 27 iraquíes asesinados en el ataque suicida del
23 de marzo o a aquellos que sobrevivieron ese mismo día a otro ataque suicida
en una estación de autobús de Baghdad que mató a nueve iraquíes.
Antes de irme de Irak experimenté lo que es vivir en Bagdad donde la gente
muere a diario de muerte violenta. Casi cada día del mes que pasé allí vi un
atentado con coche bomba en alguna parte de la ciudad. Casi cada día la llamada
Zona Verde fue bombardeada con mortero. Cada día hubo secuestros. Los días
buenos hubo cuatro horas de electricidad en la red nacional en un país que entra
ahora en su séptimo año de ocupación por parte del ejército estadounidense y en
el que en este momento hay 200.000 contratistas privados.
Al volver a casa experimenté el desfase entre la realidad vivida por unos 25
millones de iraquíes y la surrealista experiencia de vivir en Estados Unidos
donde la mayoría de los medios de comunicación o bien aparentan que la ocupación
de Irak no está ocurriendo o bien utilizan el criterio del descenso de muertes
entre el personal militar estadounidense como baremo del éxito. En palabras del
general de división Perkins, “si se miran las muertes de militares, que es un
indicador de violencia y mortalidad ahí, las muertes estadounidenses en combate
están en su nivel más bajo desde que empezó la guerra hace seis años”. Pero es
una medida menos útil si se mira el más amplio cuadro dentro de Irak: la actual
masacre diaria de iraquíes, la casi total falta de infraestructura funcional, el
hecho de que uno de cada seis iraquíes siga estando desplazado de su hogar o que
al menos 1.200.000 iraquíes hayan muerto a consecuencia de la invasión y
ocupación de su país dirigidas por Estados Unidos.
Setenta y dos meses de ocupación con más de 607.000 millones de dólares
gastados en la guerra (según cálculos conservadores) han tenido como resultado
2.200.000 iraquíes desplazados internos, 2.700.000 refugiados, 2.615 profesores,
científicos y médicos asesinados a sangre fría y 338 periodistas muertos. Al
actual gobierno iraquí se le ha perdido más de 13.000 millones de dólares y se
necesitan otros 400.000 millones de dólares para reconstruir la infraestructura
iraquí. El paro oscila entre el 25% y el 70%, dependiendo del mes. Hay 24 coches
bomba al mes, 10.000 casos de cólera al año, 4.261 soldados estadounidenses
muertos y más de 70.000 soldados [estadounidenses] heridos física o
psicológicamente.
En Bagdad no hay una vida normal. Aunque es apropiado y técnicamente correcto
afirmar que hay menos violencia en comparación con 2006 cuando entre 100 y 300
iraquíes eran asesinados al día, Irak se parece más que nunca a un Estado
policial. Patrullas estadounidenses formadas por descomunales y torpes vehículos
blindados circulan con estruendo por las calles congestionadas de tráfico. Es
imposible circular más de cinco minutos sin tropezar con una patrulla militar o
de policía iraquí formada generalmente por camiones pickup abarrotadas de
hombres armados y que hacen resonar las bocinas o las alarmas. Mujeres y niños
mendigos deambulan entre los coches en cada cruce. Los helicópteros militares
estadounidenses vuelan con estruendo sobre las cabezas y es frecuente el ruido
de los aviones de combate o de transporte. No se habla de indemnizaciones a los
iraquíes por la muerte, la destrucción y el caos causados por la ocupación.
Los barrios, segregados de forma generalizada entre sunníes y chiíes a
consecuencia de la llamada estrategia de la “oleada”, ofrecen una flagrante
visión de la balcanización de Irak. Barrios en los que viven 300.000 personas
están completamente rodeados de muros de 10 pies de altura de hormigón que hacen
imposible una vida normal. En los iraquíes pesa mucho el miedo a que resurja la
violencia ya que la actual llamada calma en la violencia parece endeble,
inestable y posiblemente fugaz. Nadie puede predecir el futuro y la esperanza de
que algún aspecto de la vida mejore de manera continua parece ingenua, e incluso
peligrosa.
El título de la película “Irak en fragmentos”, de James Longley, nominada al
Oscar 2007 al mejor documental, es lo que mejor describe al Irak de hoy. El país
ha sido destruido por décadas de política estadounidense que ha acosado a los
iraquíes. Si miramos a los años ochenta, vemos al gobierno estadounidense
apoyando tanto a Irak como a Irán durante su horrible guerra de ocho años. En
1991 vemos la guerra de George H. W. Bush contra Irak y su supervisión, la de
Clinton y la de George W. Bush de los 12 años y medio de genocidas sanciones
económicas que mataron a medio millón de niños iraquíes. Hoy, bajo el presidente
Barack Obama, lo que queda de Irak arde entre ruinas sin que se vea un final
real de la ocupación.
Todo lo que se ha hablado últimamente sobre la retirada de Irak está lleno de
retórica vacía para la mayoría de los iraquíes, que ven las gigantes bases
militares estadounidenses “duraderas” esparcidas por todo su país o la
“embajada” estadounidenses en Bagdad, que tiene las mismas dimensiones que el
Vaticano. El abismo entre la retórica de la retirada y la realidad sobre el
terreno abarca la distancia que hay entre Irak y Estados Unidos, mientras que la
realidad sobre el terreno está impresa en los rostros del pueblo iraquí cada día
que continúa la ocupación.
Dahr Jamail ha informado desde Irak y es autor de Beyond the Green Zone.
Escribe para Inter Press Service, The Asia Times y colabora Foreign Policy In
Focus.
Enlace con el original: http://www.fpif.org/fpiftxt/6028
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