Ibn al-Sheikh al-Libi: La historia de tortura más importante
jamás contada
Clive Stafford Smith
Middle East Eye
9 de noviembre de 2018
Traducido del inglés para
Rebelión por Sinfo
Fernández
Ibn al-Sheikh
al-Libi fue enviado por los marines estadounidenses de Afganistán a Egipto en
un ataúd sellado. La “inteligencia” obtenida de Libi se utilizó para vender la
guerra de Irak.
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Es triste decirlo, pero Estados Unidos nos ha enseñado
varias cosas sobre el abuso a los detenidos en Abu Ghraib y más allá.
Aprendimos también otra lección lamentable en las revelaciones de Ian Cobain y
Clara Usiskin del martes, con las que nos pusieron al día de algunos detalles
importantes de la historia de tortura más grande que nunca llegó del todo a
contarse: la de Ibn al-Sheikh al-Libi.
Desafortunadamente, los disparates motivados por la tortura tienen consecuencias a varios niveles. Una
cosa es que la CIA torture a uno de mis clientes para que confiese falsamente
un crimen. Pero esa persona sufre en doble sentido: primero por el maltrato, y
después por estar encerrado en un agujero negro legal como es la Bahía de
Guantánamo, al igual que los 40 hombres que continúan pudriéndose en esa infame
prisión estadounidense sobre territorio cubano.
Sin embargo, hay un lado aún más oscuro en tales secretos, y ahí es donde radica la importancia de la
investigación de Middle East Eye: porque determinada “inteligencia”
conseguida mediante torturas se utiliza para cambiar políticas gubernamentales,
incluso para iniciar una guerra.
Hace algunos años, Shaker Aamer, uno de mis clientes de Guantánamo, me contó lo que sabía sobre Libi.
Shaker estaba detenido en una jaula en la base aérea de Bagram en Afganistán
cuando le trasladaron a la misma celda que Libi. Allí, dijo, creyó ver a un
agente británico que estuvo presente durante el tormento.
Poco después, a principios de 2002, vio cómo se llevaban un ataúd. Se supo que Libi iba allí dentro, bien
vivo, camino de Egipto, donde a Estados Unidos no le fue difícil conseguir que
los secuaces del presidente Hosni Mubarak le hicieran el trabajo sucio
aplicándole una picana eléctrica.
Como era de esperar, Libi dijo lo que Estados Unidos quería escuchar: que Sadam Husein era un aliado de
Al Qaida. Tiempo después pude presentar pruebas desclasificadas de Guantánamo,
donde un detenido allí torturado declaró también que la gente de Sadam estaba
desarrollando armas de destrucción masiva.
Cuando Libi dijo todo esto por primera vez, algunos agentes de la CIA expresaron sus dudas, pero eso no
impidió que el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, echara mano de esa
información para su discurso de octubre de 2002, o que el secretario de Estado
Colin Powell presentara, en febrero de 2003, su infame discurso ante el Consejo
de Seguridad de la ONU.
Así pues, la falsa inteligencia extraída por la tortura no solo mantuvo a Libi en prisión, sino
que también tuvo un gran peso en la decisión de invadir Irak poco tiempo
después ese mismo año.
Conocemos bien el desastre que siguió, pero ¿qué pasó con la víctima de la tortura? En los primeros cinco
años después del 11 de septiembre, puse en marcha un proyecto con el que
intenté hacer un seguimiento de lo que sucedía con algunas de las personas más
conocidas capturadas en la llamada “Guerra contra el Terror”.
Las prisiones secretas de Estados Unidos
Aunque a la Bahía de Guantánamo se enviaron a 760 prisioneros, durante mucho tiempo no apareció
ninguno de los nombres importantes. Escuchábamos rumores confusos de que se
encontraban en prisiones secretas estadounidenses dispersas desde Marruecos a Polonia.
Posteriormente, en septiembre de 2006, aparecieron en Guantánamo varios de los “detenidos de alto
valor” más famosos, entre ellos Khalid Sheikh Mohammed, el supuesto autor
intelectual del ataque al World Trade Center. Sin embargo, Ibn al-Sheikh
al-Libi no figuraba entre los recién llegados.
Más tarde supimos lo que había sucedido: lo habían devuelto a Libia. Ya en marzo de 2004, el primer
ministro británico Tony Blair se había reunido en el desierto con Muammar
Gaddafi. Y fue a ese país al que entregaron a Libi, donde tuvo que enfrentarse
a nuevos abusos. Por un golpe de suerte, pudimos encontrar una manera de enviar
y recibir mensajes de él, pero tan pronto como esa puerta de su historia se
entreabrió, según Gaddafi, Libi “se suicidó”.
Solo el observador más crédulo podría tragarse eso, pero fue cierto que al pobre hombre le habían
metido antes en un ataúd y de allí, en esa ocasión, había pasado a una tumba
real. Libi planteaba un problema: si alguna vez se hubiera encontrado con el
imperio de la ley, su presencia hubiera sido demasiado embarazosa para
personajes poderosos. Y nos habríamos enterado de que Estados Unidos se
equivocó en los hechos más básicos: lejos de dirigir un campo de entrenamiento
de Al Qaida en Afganistán, Libi ni siquiera había apoyado la campaña mundial de
terror de Osama Bin Laden, ya que su objetivo era liberar a su propio país.
Pero lo más importante es que su tortura no solo había llevado (como en otros casos) a un juicio falso en
una corte-canguro en la Bahía de Guantánamo, sino a una guerra catastrófica que
costó cientos de miles de vidas y hundió más en el caos a Oriente Medio. Tenía
que desaparecer y Gaddafi estaba dispuesto a hacer que tal cosa sucediera.
Es verdad que no podemos aprender las lecciones de la historia a menos que sepamos lo que realmente
sucedió. Cuando se trata una de mala conducta del gobierno, la luz solar es el
desinfectante más grande; sin embargo, hay fuerzas poderosas que desean
mantener sus sucios secretos bien escondidos, desde Blair hasta Bush y más
allá. De hecho, aunque los británicos manifestaron en ocasiones cierta
incomodidad y sugirieron que los semicivilizados estadounidenses se habían
salido un poco fuera de madre con sus torturas y entregas extraordinarias, las
últimas revelaciones sobre el tratamiento de Libi agregan otro clavo en el
ataúd de esa mentira en particular: los británicos sabían exactamente lo que
estaba pasando, e incluso trataron de “beneficiarse” enviando sus propias
preguntas a la celda de sufrimiento de Libi.
Al final, solo con una investigación judicial completa y transparente, prometida desde hace tanto
tiempo, la verdad saldrá a la luz. En cambio, Blair ha dicho que la libertad de
información fue lo peor a la hora de enjuiciar de su mandato, porque a él le
hubiera gustado que los funcionarios tomaran decisiones en secreto.
Tal vez cuando tengamos todas las revelaciones, puede que incluso él comprenda que suscribirse a la
tortura y utilizar la “inteligencia” obtenida por esa vía para iniciar una
guerra desastrosa fue un error muchísimo más grave.
Clive Stafford Smith es abogado internacional de los derechos
humanos. Ha representado a más de 300 personas que se enfrentan a la pena de
muerte en EE.UU. Y aseguró la liberación de 69 prisioneros del campo de
detención de la Bahía de Guantánamo.
Fuente: http://www.middleeasteye.net/columns/ibn-al-sheikh-al-libi-most-important-torture-story-never-told-1111502388
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