De militar a militar
Seymour M. Hersh
Seymour Hersh revela en esta investigación cómo el general
Martin Dempsey y los demás jefes del Estado Mayor Conjunto estadounidense
hicieron llegar información a la República Árabe Siria a espaldas de la
Casa Blanca. Aunque incluye ciertas aproximaciones –probablemente en un
esfuerzo por no chocar demasiado a sus lectores del mundo anglosajón–
el célebre periodista muestra en este trabajo la envergadura de la
rebelión de los generales estadounidenses ante la irresponsabilidad de sus políticos.
RED VOLTAIRE | LONDRES (INGLATERRA) | 11 DE FEBRERO DE 2016
La constante insistencia de Barack Obama en afirmar que el presidente Bachar
al-Assad tiene que abandonar sus funciones –y que existen en Siria
grupos de rebeldes “moderados” capaces de vencerlo– ha suscitado
durante los últimos años moderadas disensiones, e incluso muestras de abierta
oposición entre algunos de los oficiales más experimentados del Estado Mayor
del Pentágono. Las críticas de estos militares se concentraban en
lo que consideran una obsesión de la administración sobre el
principal aliado de Assad: Vladimir Putin. Para estos militares, Obama está
atrapado en una lógica de guerra fría en todo lo concierne
a Rusia y China, y no ha adaptado su discurso sobre Siria al hecho que tanto Rusia como China comparten
la angustia de Washington sobre la propagación del terrorismo dentro y
fuera de Siria. Al igual que Washington, estos dos Estados
estiman que hay que poner fin a las acciones del “Estado Islámico” [1].
La oposición de los militares se remonta al verano de 2013, cuando un
informe ultrasecreto, redactado conjuntamente por la Defense Intelligence
Agency (DIA, la agencia de inteligencia del Departamento de Defensa) y
el Estado Mayor Conjunto, cuyo jefe era en aquel momento el general
Martin Dempsey, preveía que la caída de Assad conduciría al caos y
posiblemente al control de Siria por parte de los extremistas
yihadistas, como ya había sucedido anteriormente en Libia. Un
ex consejero del Estado Mayor Conjunto me dijo que aquel documento
era una evaluación proveniente de fuentes múltiples, basado
en informes sobre intercepciones, datos de inteligencia provenientes de
fuentes humanas o satelitales, y que lanzaba una mirada sombría sobre
la incoherencia de la administración Obama, que consistía en seguir
financiando y entregando armamento a los grupos de supuestos rebeldes
moderados. Hasta aquel momento, la CIA había organizado –durante más de
un año–, con sus aliados del Reino Unido, Arabia Saudita y Qatar,
un complot con el que enviaba a Siria armamento y otros medios
–desde Libia y a través de Turquía– que debían ser utilizados
para derrocar a Assad. Los últimos datos de inteligencia identifican
a Turquía como principal obstáculo ante la política siria de Obama. El documento
mostraba, según el consejero: “que lo que había comenzado como un
programa secreto estadounidense para armar y apoyar a los rebeldes moderados
que combaten a Assad había sido adoptado por Turquía y se había
convertido en un programa general a nivel técnico, de armamento y
logística a favor del conjunto de la oposición, incluyendo al Frente
al-Nusra y el Estado Islámico. Los supuestos moderados se habían
evaporado y el Ejército Sirio Libre (ESL) no era más que un vestigio
de lo que alguna vez existió en una base aérea en Turquía”.
La conclusión era desastrosa: no existía tal oposición “moderada”
viable contra Assad y Estados Unidos estaba entregando armamento a
extremistas.
El general Michael Flynn, director de la DIA entre 2012 y 2014, ha confirmado que
esa agencia alimentó a la dirección política con un flujo regular de
advertencias clasificadas [secretas] sobre las consecuencias nefastas que
tendría un derrocamiento de Assad. Los yihadistas, dijo
el general Flynn, controlaban la oposición. Turquía no hacía
lo suficiente para poner fin al tráfico de combatientes
extranjeros y de armas que transitaba por la frontera. “Si el público
estadounidense estuviera al corriente de los datos de inteligencia que
nosotros producimos diariamente, al nivel más confidencial, se caería
de espaldas”, me aseguró Flynn. “Nosotros entendíamos
la estrategia a largo plazo de Daesh y sus ofensivas, y discutíamos
también sobre el hecho que Turquía daba la espalda cuando
se hablaba del avance del Estado Islámico en Siria". Los
informes de la DIA, dijo el general Flynn, "eran rechazados con
firmeza" por la administración Obama. "Yo tenía la impresión
de que no querían oír la verdad.”
“Nuestra política de armar a la oposición contra Assad era un fracaso y mostraba
impactos negativos”, declaraba el ex consejero del Estado Mayor
Conjunto. “Este último [el Estado Mayor Conjunto] pensaba que Assad no debía ser reemplazado por fundamentalistas.
La política de la administración era incoherente. Querían que Assad dejara
el poder pero la oposición estaba dominada por extremistas. Entonces,
¿quién iba a sustituirlo? Una cosa era decir que Assad tenía que
irse, pero si usted continúa la reflexión –resulta que hay que poner
a otro cualquiera. Era sobre la cuestión del “serviría otro cualquiera” que el Estado
Mayor Conjunto estaba en desacuerdo con la política de Obama.”
Los jefes del Estado Mayor Conjunto opinaban que una oposición directa a la
política de Obama “tenía cero posibilidades de éxito”.
Así que en el otoño de 2013 decidieron tomar medidas contra los
extremistas sin pasar por los canales tradicionales de la política,
proporcionando datos de inteligencia estadounidenses a los militares de
otros países, calculando que dichos datos serían retransmitidos
al ejército sirio y utilizados contra el enemigo común:
el Frente al-Nusra y el Estado Islámico.
Alemania, Israel y Rusia estaban en contacto con el ejército sirio y podían
influir en ciertas decisiones de Assad –a través de esos
países serían compartidos algunos datos de inteligencia de Estados Unidos.
Cada uno de esos países tenía sus propias razones para cooperar
con Assad: Alemania temía lo que pasaría entre su población –que
incluye 6 millones de musulmanes– si el Estado Islámico llegaba a
desarrollarse; Israel estaba preocupado por la seguridad de sus fronteras;
Rusia tenía una alianza de mucho tiempo con Siria y estaba preocupada por
la amenaza que se cernía sobre su única base naval en
el Mediterráneo, en el puerto sirio de Tartús.
Según el consejero: “No teníamos ninguna intención de disentir de la política
oficial de Obama. Pero compartir nuestras conclusiones, a través de
las relaciones entre militares, con otros países era algo que podía resultar
productivo. Estaba claro que Assad necesitaba mejores datos de inteligencia de
carácter táctico y consejos operacionales. El Estado Mayor Conjunto llegó
a la conclusión de que si convergían esas necesidades, ello mejoraría
la lucha contra el terrorismo. Obama no estaba al corriente,
pero Obama no sabe constantemente lo que hacen los jefes de estado
mayor, y eso sucede con todos los presidentes.”
Cuando comenzó el flujo de datos de inteligencia estadounidense, Alemania, Israel
y Rusia comenzaron a transmitir al ejército sirio información sobre
las localizaciones e intenciones de los grupos yihadistas radicales.
A cambio, Siria proporcionaba información sobre sus propias capacidades e
intenciones. No había contacto directo entre Estados Unidos y los
militares sirios. En vez de ello, dijo el consejero, “nosotros
proporcionamos información –incluyendo análisis a largo plazo sobre
el futuro de Siria, provenientes de personal contratado o de una de
nuestras escuelas militares– y esos países podían hacer lo que
querían con esa información, incluso comunicársela a Assad. Nosotros
les decíamos a los alemanes y a los demás: “Aquí tienen algunas
informaciones bastante interesantes y tenemos un interés común.” Fin de la
conversación. El Estado Mayor podía concluir que algo positivo saldría
de eso. Pero se trataba de una relación entre militares, no de
una especie de complot siniestro de los jefes de estado mayor para evitar
a Obama y respaldar a Assad. Era algo mucho más hábil que eso.
Si Assad se mantenía en el poder, no era por lo que
nosotros habíamos hecho. Era porque él mismo era lo bastante
inteligente como para utilizar los datos y consejos tácticos apropiados que
nosotros entregábamos a otros.”
La historia oficial de las relaciones entre Estados Unidos y Siria
durante las últimas décadas está llena de gestos inamistosos. Assad había
condenado los atentados del 11 de septiembre, pero se opuso a la guerra
contra Irak. Durante toda su presidencia, George W. Bush asoció
repetidamente a Siria con los tres países miembros del “Eje del
Mal” –Irak, Irán y Corea del Norte. Cables del Departamento de Estado
dados a conocer por WikiLeaks prueban que la administración Bush
trató de desestabilizar Siria y que esos esfuerzos prosiguieron bajo
la administración Obama
En diciembre de 2006, William Roebuck, entonces a cargo de la embajada de
Estados Unidos en Damasco, entregó un análisis sobre los “puntos
débiles” del gobierno de Assad y enumeró los métodos que “aumentarían la
probabilidad” de aprovechar las oportunidades de desestabilización.
Recomendó que Washington cooperara con Arabia Saudita y con Egipto para
reforzar las tensiones sectarias y focalizar la atención en “los esfuerzos
de los sirios por combatir los grupos extremistas” –facciones
disidentes kurdas y sunnitas– "con el fin de dar a entender que
había debilidades, señales de inestabilidad y réplicas incontroladas».
Recomendó también que “el aislamiento de Siria” debía
estimularse a través del apoyo estadounidense al Frente de Salvación
Nacional, encabezado por Halim Khaddam, un ex vicepresidente sirio cuyo
gobierno en el exilio –en Riad– estaba financiado por los sauditas y
la Hermandad Musulmana.
Otro cable de 2006 mostró que la embajada [de Estados Unidos en Damasco]
había gastado 5 millones de dólares para financiar disidentes que
se presentaban como candidatos independientes a la Cámara del Pueblo.
Los pagos prosiguieron incluso cuando los servicios de inteligencia sirios
ya sabían lo que se tramaba. Un cable de 2010 advertía
que el financiamiento de un canal de televisión, con sede en Londres,
dirigido por un grupo de oposición sirio sería considerado por el gobierno
sirio “como un acto disimulado y hostil al régimen”.
Pero, durante el mismo periodo, existe también una historia paralela de cooperación
secreta entre Siria y Estados Unidos. Los dos países colaboraron
contra al-Qaeda, su enemigo común. Un consejero de mucho tiempo del
Mando Conjunto de Operaciones Especiales afirmó que después del 11 de
septiembre “Bachar fue, durante años, extremadamente valioso para nosotros,
mientras que por nuestra parte, en mi opinión, nosotros
nos mostrábamos mezquinos y torpes en el uso que hacíamos de las preciosas
informaciones que él nos proporcionaba. Aquella cooperación silenciosa
prosiguió entre ciertos elementos, incluso después de la decisión (de la
administración Bush) de demonizarlo”.
En 2002, Assad autorizó a los servicios de inteligencia sirios a entregarnos
cientos de documentos internos sobre las actividades de la Hermandad Musulmana
en Siria y en Alemania. Durante aquel mismo año, la inteligencia
siria impidió un atentado de al-Qaeda contra el cuartel general de la
Quinta Flota estadounidense en Bahréin y Assad aceptó entregar a
la CIA el nombre de un informante vital de al-Qaeda. Violando
el acuerdo entre las partes, la CIA contactó directamente
al informante. Este último rechazó el intento de acercamiento
y rompió relaciones con los sirios que se ocupaban de él.
Assad también entregó secretamente a Estados Unidos varios parientes
cercanos de Sadam Husein que habían buscado refugio en Siria y
–al igual que otros aliados de Estados Unidos en Jordania,
Egipto, Tailandia y otros países– hizo torturar, por cuenta de
la CIA, a varios sospechosos de terrorismo en una prisión de Damasco.
Fue esta historia de cooperación lo que permitió que, al parecer
en 2013, Damasco diera su consentimiento a una nueva entrega
indirecta de datos de inteligencia a Estados Unidos. Los jefes de
estado mayor hicieron saber que, en pago, Estados Unidos solicitaría
4 cosas:
- que Assad impidiera que el Hezbollah atacara Israel;
- que aceptara retomar con Israel las negociaciones suspendidas sobre las Alturas del Golán,
- que aceptara la ayuda de consejeros militares rusos y de otros países y
- que se comprometiera a realizar después de la guerra elecciones abiertas con la participación de una
gran diversidad de facciones.
“Nosotros teníamos reacciones positivas de parte de los israelíes, que
se entusiasmaban con esa idea, pero que necesitaban conocer la reacción
de Irán y de Siria”, me cuenta el consejero de los
jefes de estado mayor. “Los sirios nos dijeron que Assad
no tomaría ninguna decisión unilateral, que necesitaba el apoyo de su
ejército y de sus aliados alauitas. Lo que inquietaba a Assad era que
Israel dijera “sí” y que no respetara después las condiciones del arreglo.”
Un consejero de mucho tiempo en el Kremlin, a cargo de los asuntos del Medio Oriente,
me contó que a finales de 2012, después de haber sufrido toda
una serie de reveses y deserciones en su ejército, Assad se había acercado
a Israel, a través de un contacto en Moscú, proponiendo
reabrir las negociaciones sobre las Alturas del Golán. Los israelíes
rechazaron la proposición. “Dijeron que Assad estaba acabado", me afirmó
el dirigente ruso. "Está cerca del fin.” Me dijo que los
turcos habían dicho lo mismo a los rusos. Sin embargo, hacia mediados
de 2013, los sirios pensaban que lo peor ya había pasado y
querían garantías de que los estadounidenses y otros países eran serios
en sus proposiciones de asistencia.
Durante las primeras fases de las discusiones, me dijo el consejero,
los jefes de estado mayor trataron de entender lo que Assad
necesitaba como prueba de sus buenas intenciones. La respuesta
les llegó a través de uno de los amigos de Assad: “Tráiganme
la cabeza del príncipe Bandar.” Los jefes de estado mayor
no respondieron a aquel pedido. Bandar ben Sultan había sido durante
décadas jefe de la inteligencia y de la Seguridad Nacional de Arabia Saudita y
había sido embajador en Washington D.C. durante 20 años [2]. Durante los
últimos años, era conocido como partidario de eliminar a Assad
a cualquier precio. Aparentemente en mal estado de salud, Bandar
ben Sultan renunció el año pasado a su cargo de director del Consejo de
Seguridad Nacional de Arabia Saudita. Pero ese país sigue siendo
la principal fuente de financiamiento de la oposición siria,
financiamiento estimado por la inteligencia estadounidense en 700 millones
de dólares el año pasado [2015].
En julio de 2013, los jefes de estado mayor habían descubierto una manera
más directa de demostrar a Assad que su deseo de ayudarlo era serio.
En aquella época, un tráfico de armas organizado en secreto por
la CIA, desde Libia hacia la oposición siria y a través
de Turquía, venía desarrollándose desde hacía más de un año (desde
la muerte de Kadhafi, el 20 de octubre de 2011).
La operación se dirigía en gran parte desde un anexo de
la CIA en Bengazi, con el consentimiento del Departamento de Estado.
El 11 de septiembre de 2012, el embajador de Estados Unidos
en Libia, Christopher Stevens, resultaba muerto durante una manifestación
anti-estadounidense que terminó con el incendio del consulado de
Estados Unidos en Bengazi. Periodistas del Washington Post descubrieron
copias de la agenda del embajador entre los escombros del edificio.
Aquellos documentos demostraban que el día anterior [10 de septiembre
de 2011], el embajador Stevens había tenido una reunión con
el jefe de la estación local de la CIA. Al día siguiente, poco
antes de su muerte, el embajador se había reunido también con
un representante de Al-Marfa Shipping and Maritime Services, una firma de
frete marítimo con base en Trípoli, que –según el consejero de
los jefes de estado mayor– era conocida por encargarse del envío de armamento.
A finales del verano de 2013, el informe de la DIA había sido ampliamente
difundido. Pero, aunque muchos miembros de la comunidad estadounidense de
inteligencia estaban al tanto de que los extremistas dominaban
la oposición siria, el tráfico de armas organizado por la CIA seguía
teniendo lugar, planteando un problema constante al ejército de Assad.
Los alijos de armas que Kadhafi había acumulado se habían convertido
en una verdadera caverna de Alí Babá del armamento internacional,
a pesar de que se vendían a precios elevados. “No había
manera de detener las entregas de armas que habían sido autorizadas por
el presidente [Obama]”, según el consejero de los jefes de estado mayor. “La solución
era invocar la chequera. Un representante de los jefes de estado mayor
contactó a la CIA con una sugerencia: había armas mucho más baratas y
disponibles en Turquía y podían ser entregadas a los rebeldes sirios en
pocos días, y sin utilizar la vía marítima.” Pero no sería
la CIA la única en utilizarlas. “Nosotros trabajábamos con turcos que
no eran leales a Erdogan”, según el consejero, “y los incitamos
a entregar a los yihadistas que operaban en Siria todo el armamento
obsoleto de su arsenal, incluyendo carabinas M1 de los tiempos de la guerra
de Corea y muchas armas soviéticas. Era un mensaje que Assad podía
entender: “Tenemos la posibilidad de limitar los efectos de la
política presidencial””.
El flujo de inteligencia estadounidense que se transmitía al ejército
sirio y la degradación de la calidad del armamento entregado a los
rebeldes llegaron en un momento crítico. El ejército sirio había sufrido
grandes pérdidas en la primavera de 2013, luchando contra el Frente
al-Nusra y otros grupos extremistas, y había perdido el control de la
capital de la provincia de Raqqa. Ataques esporádicos de las fuerzas
aéreas y terrestres sirias se sucedieron durante meses, sin éxitos
notables, hasta que se tomó la decisión de abandonar Raqqa y otras zonas
poco pobladas y difíciles de defender en el norte y el oeste
para concentrar el fortalecimiento del control gubernamental en Damasco y
en las zonas densamente pobladas que vinculan la capital con Latakia, en
el noreste. Pero, mientras el ejército [sirio] se fortalecía gracias
a la ayuda de los jefes de estado mayor, Arabia Saudita, Qatar y Turquía
elevaron su financiamiento y sus entregas de armas al Frente al-Nusra y el
Estado Islámico, que a finales de 2013 había avanzado enormemente
en territorios situados a ambos lados de la frontera entre Siria
e Irak. Los rebeldes no fundamentalistas que quedaban
se vieron bruscamente luchando y perdiendo en verdaderas batallas
contra los extremistas. En enero de 2014, el Estado Islámico
había tomado control total de Raqqa y de las zonas tribales de al-Nusra y
había convertido esa ciudad [siria] en su capital. Assad seguía
controlando el 80% de la población siria, pero había perdido gran parte de
su territorio.
Los esfuerzos de la CIA por entrenar las fuerzas rebeldes moderadas también
resultaban un fracaso. “El campo de entrenamiento de
la CIA estaba en Jordania y se hallaba bajo control de un
grupo tribal sirio”, me contó el consejero de los jefes de estado
mayor. Se sospechaba que algunos de los voluntarios para el entrenamiento
en realidad eran soldados regulares del ejército sirio sin uniforme.
Era algo que ya había sucedido en el momento más fuerte de la guerra
de Irak, cuando miles de miembros de milicias chiitas se presentaron
en campos de entrenamiento estadounidenses para recibir uniformes nuevos,
armas y algunos días de entrenamiento y desaparecer después en el
desierto. Un programa de entrenamiento diferente, organizado por
el Pentágono en Turquía, no tuvo mejor resultado.
El Pentágono había reconocido en septiembre que sólo “4 o 5”
de sus reclutas seguían luchando contra el Estado Islámico; días después 70 de
ellos se pasaron al Frente al-Nusra inmediatamente después de haber
cruzado la frontera siria.
En enero de 2014, desesperado ante aquella falta de progreso, John Brennan,
el director de la CIA, convocó a los jefes de la inteligencia
estadounidense y a los árabes sunnitas de todo el Medio Oriente a una
reunión secreta en Washington, para persuadir a Arabia Saudita
de que cesara su respaldo a los combatientes extremistas
en Siria. “Los sauditas nos dijeron que estarían felices de
oír lo que queríamos decirles”, me contó el consejero de los
jefes de estado mayor, “así que todo el mundo vino a Washington para
oír a Brennan decirles que tenían que ponerse del lado de los
autotitulados moderados. Su mensaje consistía en decir que
si todo el mundo en la región ponía fin a su respaldo a al-Nusra
y Daesh, estos últimos acabarían por quedarse sin armas ni municiones
y los moderados podrían vencerlos”. Los sauditas ignoraron
el mensaje de Brennan, según el consejero, "regresaron a
su país para reforzar su apoyo a los extremistas pidiéndonos más
respaldo técnico. Y nosotros dijimos “OK” y nos encontramos respaldando a
los extremistas".
Pero los sauditas estaban muy lejos de ser el único problema: la inteligencia
estadounidense había coleccionado los mensajes interceptados
e informaciones de origen humano que mostraban que el gobierno
[turco] de Erdogan había respaldado al Frente al-Nusra durante años y que
ahora estaba haciendo lo mismo con el Estado Islámico. “Nosotros
podemos manejar a los sauditas”, dijo el consejero. “Podemos
manejar a los sauditas. Usted puede discutir que en realidad todo
el equilibrio en el Medio Oriente está basado en una forma de destrucción
mutua asegurada por Israel y el resto del Medio Oriente, y que
Turquía puede destruir ese equilibrio –lo cual es el sueño de Erdogan.
Nosotros le dijimos [a Erdogan] que queríamos que pusiera fin al flujo ininterrumpido de yihadistas
extranjeros que llegan a Turquía. Pero él tiene un sueño –que es
restaurar el Imperio Otomano– y no se da cuenta en qué medida pudiera
lograrlo.”
Una de las constantes en la política de Estados Unidos desde el derrumbe de la
Unión Soviética ha sido la relación entre sus militares y Rusia.
Después de 1991, Estados Unidos gastó miles de millones de dólares para
ayudar Rusia a garantizar la seguridad de su armamento nuclear, incluyendo una
operación conjunta ultrasecreta para evacuar el uranio de uso militar de los
depósitos de Kazajstán, cuya seguridad no estaba garantizada.
Los programas conjuntos para garantizar la seguridad de las materias
fisibles prosiguieron durante las dos décadas siguientes. Durante la guerra
en Afganistán, Rusia concedió diariamente autorizaciones de sobrevuelo a
los aviones estadounidenses de carga y de reabastecimiento en vuelo
y permitió el flujo de los enormes volúmenes de armas, municiones, alimentos
y agua que necesita la máquina de guerra de Estados Unidos.
El ejército ruso proporcionó datos de inteligencia sobre
los escondites de Osama ben Laden y ayudó a Estados Unidos a
negociar los derechos de uso de una base aérea en Kirguistán.
Los jefes de estado mayor [estadounidenses] han estado en contacto
con sus homólogos rusos durante todo el conflicto sirio, y esos vínculos entre
las fuerzas armadas [de Estados Unidos y Rusia] comienzan en lo más alto
de la jerarquía. En agosto, semanas antes de su retiro como jefe del
Estado Mayor Conjunto, el general Dempsey hizo una visita de adiós al
cuartel general de las Fuerzas de Defensa Irlandesas, en Dublín, y anunció
a su auditorio que durante el cumplimiento de sus funciones había considerado
como una cuestión de honor el mantenerse en contacto con el jefe del
Estado Mayor de las fuerzas armadas de Rusia, el general Valeri
Guerasimov. “De hecho, le sugerí que íbamos a terminar nuestras
carreras como las habíamos comenzado”, declaró Dempsey: uno como comandante
de tanques en Alemania occidental y el otro en Alemania
oriental.
Tratándose de arremeter contra el Estado Islámico, Rusia y Estados Unidos tienen
muchas cosas que compartir. En la dirección y la jerarquía del Estado Islámico
son numerosos los que han luchado durante más de una década
contra Rusia en las dos guerras de Chechenia, que comenzaron
en 1994, y el gobierno de Putin está profundamente implicado en la
lucha contra el terrorismo islámico. “Rusia conoce la dirección de Daesh”,
nos dijo el consejero de los jefes de estado mayor, "conoce
perfectamente sus técnicas operativas y tiene muchos datos de inteligencia
que compartir». En cambio, agregó, “nosotros tenemos excelentes
formadores con años de experiencia en el entrenamiento de combatientes
rebeldes, experiencia que Rusia no posee”. El consejero
no mencionará lo que la inteligencia estadounidense también puede
proponer: una capacidad para obtener datos sobre objetivos, a menudo
pagando enormes sumas de dinero, datos provenientes de fuentes en el seno de las
milicias rebeldes.
Un ex consejero de la Casa Blanca sobre asuntos rusos me dijo que, antes del 11
de septiembre [de 2001], “Putin acostumbraba a decirnos: “Nosotros [rusos y estadounidenses]tenemos las mismas
pesadillas sobre lugares diferentes”. Hacía con ello alusión a
sus problemas con el califato de Chechenia y a nuestros problemas
anteriores con al-Qaeda. Actualmente, después del atentado contra el avión
[ruso] de Metrojet sobre el Sinaí y las masacres perpetradas en París
y en otros lugares, es difícil evitar la conclusión de que hoy
estamos teniendo las mismas pesadillas en los mismos lugares”.
Sin embargo, la administración Obama sigue condenando a Rusia por su respaldo
a Assad. Un diplomático retirado que trabajó en la embajada
estadounidense en Moscú expresó compasión ante el dilema de Obama como
dirigente de la coalición occidental que se opone a la agresión rusa
contra Ucrania: “Ucrania es un problema grave y Obama lo ha tratado
seriamente mediante sanciones. Pero nuestra política hacia Rusia a menudo
carece de concentración ya que eso no tiene que ver con nuestra
acción en Siria. Se trata de garantizar que Bachar no sea
derrotado en Siria. La realidad es que Putin no quiere ver el
caos de Siria extenderse a Jordania o al Líbano, como sucedió
en Irak, y no quiere que Siria acabe cayendo en manos de Daesh.
Lo más contraproducente que Obama ha hecho, y eso perjudicó muchísimo
nuestros esfuerzos por poner fin a los combates, ha sido declarar que
“Assad tiene que irse como condición previa a las negociaciones”.”
El diplomático también se hizo eco de un punto de vista que algunos
defienden en el Pentágono, al mencionar un factor de daños
colaterales dando a entender la decisión de Rusia de realizar incursiones
aéreas en respaldo al ejército sirio el 30 de septiembre: Putin
quiere evitar a Assad el funesto destino de Kadhafi. A este ex diplomático
le dijeron que Putin miró 3 veces el video de la muerte atroz de
Kadhafi, donde se muestra cómo el líder libio fue sodomizado con una bayoneta.
El consejero de los jefes de estado mayor también me habló de
un informe de la inteligencia estadounidense que concluía que Putin
se había quedado consternado con el fin de Kadhafi: “Putin
se reprochó el haber abandonado a Kadhafi, no haber desempeñado un
papel más importante en segundo plano” en la ONU cuando
la coalición occidental presionaba para obtener autorización para realizar
los golpes aéreos que destruyeron el régimen [libio]. “Putin creía que,
si no se implicaba junto a él, Bachar al-Assad sufriría la misma suerte –la mutilación–
y que él mismo vería la destrucción de sus aliados en Siria.”
En un discurso pronunciado el 22 de noviembre, Obama declaró que los "principales
blancos" de los ataques aéreos [rusos] “habían sido la oposición
moderada”. Es una versión de la que la administración [Obama]
–al igual que los principales medios de prensa estadounidenses–
se han separado muy raramente. Los rusos insisten en el hecho
que ellos apuntan contra todos los grupos rebeldes que amenazan la estabilidad
de Siria –incluyendo el Estado Islámico. El consejero ruso del
Kremlin sobre el Medio Oriente explicó en una entrevista que la primera
serie de golpes aéreos rusos estaba destinada a reforzar la seguridad alrededor
de la base aérea rusa de Latakia, un bastión alauita. El objetivo
estratégico, declaró, era establecer un corredor libre de yihadistas
desde Damasco hasta Latakia y la base naval rusa de Tartús, e ir
moviendo progresivamente los blancos hacia el sur y el este, con
una concentración más importante de las misiones de bombardeo sobre el
territorio ocupado por el Estado Islámico. Desde inicios de octubre
se reportaron golpes aéreos rusos sobre blancos del Estado Islámico
en Raqqa y sus alrededores. En noviembre hubo otros golpes aéreos
contra las posiciones del Estado Islámico cerca de la ciudad de Palmira y
en la provincia de Idlib, bastión encarnizadamente disputado cerca de la
frontera turca.
Las incursiones rusas en el espacio aéreo turco comenzaron poco después de que
Putin autorizara los bombardeos y la aviación rusa desplegó medidas
de interferencia electrónica que afectaron los radares turcos. El mensaje
enviado a la aviación turca, nos dijo el consejero de los jefes de
estado mayor, era el siguiente: “Enviaremos nuestros aviones de combate
adonde nos parezca necesario y cuando lo creamos necesario e
interferimos los radares de ustedes. No se metan
con nosotros. Putin les estaba anunciando a los turcos con quién estaban
lidiando.” La agresión de Rusia trajo nuevas protestas turcas y
denegaciones rusas así como patrullajes fronterizos más agresivos
por parte de la aviación turca. No hubo incidentes significativos
hasta el 24 de noviembre, cuando 2 cazas F-16 turcos,
actuando aparentemente según reglas de enfrentamiento más agresivas, derribaron
un cazabombardero ruso Su-24M que había penetrado en el espacio aéreo turco por más de
17 segundos [3]. Durante los
siguientes días, Obama expresó su respaldo a Erdogan y, después de
su encuentro privado del 1º de diciembre, declaró en una conferencia de
prensa que su administración se mantenía “muy comprometida con la
seguridad y la soberanía de Turquía”. Obama declaró que mientras Rusia
siguiera siendo aliada de Assad “muchos recursos rusos estarán
dedicados a atacar a los grupos de oposición (…) que nosotros respaldamos (…)
Así que no creo que nosotros debamos alimentar la ilusión de que
Rusia atacará exclusivamente blancos de Daesh. No es lo que está
sucediendo ahora. Nunca lo ha sido. Eso no sucederá en las próximas
semanas”.
El consejero del Kremlin para el Medio Oriente, al igual que los jefes
de estado mayor y la DIA, rechazan a los “moderados” que gozan del
respaldo de Obama, considerándolos como grupos islámicos extremistas que luchan
junto al Frente al-Nusra y el Estado Islámico (“No hay que jugar
con las palabras y separar los grupos terroristas en moderados y
no moderados”, declaró Putin el 22 de octubre en un discurso).
Los generales estadounidenses los consideran milicias agonizantes que
se han visto obligadas a concluir acuerdos con el Frente al-Nusra y con el
Estado Islámico para poder sobrevivir. A finales de 2014,
el periodista alemán Jurgen Todenhofer, quien fue autorizado a pasar
10 días en Irak y en Siria, en territorios bajo control del Estado Islámico, declaró a CNN que
los dirigentes del Estado Islámico “se ríen constantemente del
Ejército Libre Sirio (ELS). No lo toman en serio. Dicen: “Nuestro
mejor proveedor de armas es el ELS. En cuanto tienen buen armamento, nos
lo venden.” No los toman en serio. Toman en serio a Assad. Toman en serio las bombas, por supuesto. Pero
no temen a nada y el ELS no desempeña ningún papel”.
La campaña de bombardeos de Putin provocó una serie de artículos anti-rusos en la
prensa estadounidense. El 25 de octubre, el New York Times publicó un artículo, que citaba fuentes oficiales de
la administración Obama, según el cual los submarinos y barcos-espías
rusos operaban “agresivamente” cerca de los cables submarinos
por donde transita la parte esencial del tráfico mundial de internet
–aunque, como reconocía el artículo, no había “ninguna prueba
hasta ahora” de un intento ruso de interrumpir ese tráfico. Diez días
antes, el Times había publicado un resumen de las intrusiones rusas en las antiguas
repúblicas satélites y describía los bombardeos rusos en Siria como “en cierto
sentido un regreso a las iniciativas militares ambiciosas del pasado
soviético”. Aquel artículo mantenía en silencio el hecho que
el gobierno de Assad había invitado a los rusos a intervenir en su país y
omitía indicar que los ataques aéreos estadounidenses en Siria
se desarrollaban desde septiembre [de 2014] sin ninguna
autorización de Siria. En octubre, un editorial publicado en el
mismo diario y escrito por Michael McFaul, el embajador de Obama
en Rusia entre 2012 y 2014, decía que la campaña rusa de golpes aéreos
apuntaba contra “todo menos el Estado Islámico”. Los artículos
anti-rusos no cesaron después de la catástrofe del avión de Metrojet, cuya
responsabilidad reclamó el Estado Islámico. En el gobierno y los medios de
prensa estadounidenses fueron pocos los que se plantearon la cuestión de
saber por qué el Estado Islámico atacaría un avión civil ruso y sus
224 pasajeros si la aviación rusa estaba atacando solamente a los sirios “moderados”.
Mientras tanto, las sanciones económicas contra Rusia siguen en vigor por
lo que un gran número de estadounidenses consideran como crímenes de
guerra de Putin en Ucrania. Lo mismo sucede con las sanciones del
Departamento del Tesoro contra Siria y contra los estadounidenses que
hacen negocios en ese país. En un artículo sobre las sanciones publicado a
finales de noviembre, el New York Times volvió a agitar una afirmación vieja y
sin fundamento, según la cual las medidas del Tesoro estadounidense "subrayan
el litigio presentado por la administración sobre Assad, tratando de incitar a
Rusia a retirarle su apoyo: que, aunque él afirme estar en guerra
contra los terroristas islamistas, mantiene una relación de simbiosis con
el Estado Islámico, lo cual le ha permitido aferrarse al poder".
Los 4 elementos fundamentales de la política siria de Obama siguen siendo los mismos
hoy en día:
- su insistencia en la salida de Assad;
- que no es posible ninguna coalición con Rusia contra el Estado Islámico;
- que Turquía sigue siendo un aliado sólido en la guerra contra el terrorismo
- y que realmente existe una fuerza de oposición moderada significativa con respaldo de Estados Unidos.
Los atentados perpetrados en París el 13 de noviembre de 2015, con saldo de
130 víctimas, no han modificado el discurso oficial de la Casa
Blanca, aunque varios dirigentes europeos, incluyendo a Francois Hollande, han
reclamado una mayor cooperación con Rusia y han estado de acuerdo en
coordinar más estrechamente sus acciones con la aviación rusa. También hay
discusiones sobre la necesidad de mostrar mayor flexibilidad en cuanto al
calendario de salida de Assad del poder.
El 24 de noviembre, el [presidente francés] Hollande viajó a Washington DC para
discutir cómo deberían colaborar Francia y Estados Unidos para luchar
contra Daesh. Durante una conferencia de prensa conjunta en la Casa
Blanca, Obama dijo que él y Hollande habían estado de acuerdo
en que “los bombardeos rusos contra la oposición moderada sólo sirven
para sostener el régimen brutal de Assad ayudándolo a fortalecer el ascenso”
del Estado Islámico. Hollande no llegó tan lejos, pero dijo que un
proceso diplomático en Viena “conducirá a la salida de Assad…
Se requiere unidad en el gobierno”. La conferencia de prensa
no logró resolver el principal obstáculo existente entre ellos [Obama
y Hollande] en lo tocante a Erdogan. Obama apoyó el derecho
de Turquía a defender sus fronteras. Hollande dijo que
es urgente que Turquía tome las medidas necesarias contra los terroristas.
El consejero de los jefes de estado mayor me dijo que el principal
objetivo del viaje de Hollande a Washington era convencer a Obama de
unirse a la ONU en una declaración de guerra contra Daesh. Obama
se negó. Los europeos no se unieron para hacer una declaración
de ese tipo en el seno de la OTAN, siendo Turquía miembro de esa alianza
militar. “El problema es Turquía”, dijo el consejero de los jefes de estado mayor.
Naturalmente, Assad no acepta que un grupo de dirigentes extranjeros pueda decidir
su futuro. Imad Mustafa, actualmente embajador de Siria en China, era rector de la facultad de la Universidad
de Damasco en materia de tecnologías de la información y consejero cercano de Assad cuando fue nombrado embajador
de Siria en Estados Unidos, cargo que ocupó durante 7 años. Mustafa es conocido como una personalidad que sigue siendo cercana a Assad
y se puede confiar en él para interpretar su pensamiento [de Assad]. Me dijo que, para Assad, abandonar el poder
equivalía a capitular ante “grupos terroristas armados” y que
los ministros de un gobierno de unión nacional –tal y como lo proponen los europeos– serían considerados como deudores de las
potencias extranjeras que los nombrasen. Esas potencias podrían recordar entonces al nuevo presidente “que ellas podrían reemplazarlo
tan fácilmente como antes lo hicieron con su predecesor (…) Assad tiene ese deber para con su pueblo: él no puede irse porque quienes
están pidiendo su salida son los enemigos históricos de Siria”.
Mustafa también abordó el caso de China, un aliado de Assad que aparentemente ha
previsto asignar 30 000 millones de dólares a la reconstrucción
de Siria cuando termine la guerra. China también está preocupada
por el Estado Islámico. "China considera la crisis siria según
3 perspectivas", dice Mustafa:
- la legislación y la legitimidad internacional;
- el posicionamiento estratégico mundial
- y las actividades de los
yihadista uigures, en la provincia del extremo oeste de Xinjiang.
Esta [provincia china] tiene fronteras con 8 países –Mongolia, Rusia,
Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán, Afganistán, Pakistán y la India– y, desde
el punto de vista de China, sirve de pasarela al terrorismo
mundial y dentro de China. Muchos combatientes uigures en Siria
son conocidos como miembros del Movimiento Islámico del Turquestán oriental
–una organización separatista, a menudo violenta, que pretende instalar un
Estado islamista uigur en la provincia de Xinjiang. “El hecho que estén
disponiendo de ayuda de la inteligencia turca para pasar de China
hacia Siria atravesando Turquía ha provocado enorme tensión entre los
servicios de inteligencia chinos y turcos”, afirma Mustafa. “China
está preocupada por el hecho que el papel de Turquía en el apoyo a
los combatientes uigures en Siria podría extenderse en el futuro al apoyo
de los proyectos de Turquía en el Xinjiang. Nosotros [los sirios] ya
proveemos a la inteligencia china con información sobre los terroristas y las
vías que utilizan para viajar hasta Siria”.
Las preocupaciones de Mustafa han hallado eco en un analista de relaciones
exteriores de Washington que ha seguido de cerca el tránsito de
los yihadistas hasta Siria a través de Turquía. Este analista, a
cuyas opiniones recurren regularmente personalidades de la cúpula del gobierno
[estadounidense], me dijo que “Erdogan llevó uigures a Siria
mediante transportes especiales mientras que su gobierno apoya la lucha
[de los uigures] en China. Los terroristas uigures y
los musulmanes birmanos que huyen hacia Tailandia obtienen pasaportes
turcos y parten entonces por avión hacia Turquía, en tránsito
hacia Siria”. Agregó que desde China hacia Kazajstán también
existía una verdadera red que organizaba el paso de los uigures, con
un posible tránsito a través de Turquía –los estimados van desde
varios cientos a varios miles al año– y de allí pasan al territorio
bajo control del Estado Islámico en Siria. “La inteligencia
de Estados Unidos no recibe información correcta sobre esas
actividades porque quienes las conocen y están descontentos con la
política no hablan con ella”, señaló el analista. También
dijo que no estaba claro si los responsables oficiales de la política
hacia Siria en el Departamento de Estado y la Casa Blanca “estaban muy
al corriente”. La publicación especializada estadounidense IHS-Jane’s Defense Weekly
estimó en octubre que cerca de 5 000 voluntarios uigures decididos a luchar habían llegado a Turquía
desde 2013, y que 2 000 de ellos habían entrado en Siria.
Mustafa afirmó que él mismo tenía informes según los cuales cerca de
860 combatientes uigures están actualmente en Siria.
Las crecientes preocupaciones de China sobre el problema uigur y su vínculo
con Siria y Daesh han sido fuente de trabajo para Christina Lin, una
universitaria que estudia temas chinos desde hace una década, mientras
trabajaba en el Pentágono en tiempos de Donald Rumsfeld. “Yo crecí
en Taiwán y llegué al Pentágono siendo una crítica de China”, me dijo Lin.
“Acostumbraba a demonizar a los chinos como ideólogos, y están lejos de ser perfectos.
Pero, al cabo de los años, al verlos abrirse y evolucionar, comencé a cambiar mi punto de vista.
Yo considero a China como un socio potencial en diversos desafíos
mundiales, particularmente en el Medio Oriente. Hay muchos lugares –Siria
es uno de ellos– donde Estados Unidos y China deberían cooperar
a favor de la seguridad regional y en materia de contraterrorismo.”
Chistina Lin me dijo que, varias semanas después, China y la India, ex enemigos de
la guerra fría, que “se odiaban más que China y Estados Unidos, realizaron una serie de
ejercicios conjuntos de contraterrorismo. Y hoy en día China y Rusia quieren cooperar ambas con
Estados Unidos sobre los problemas de contraterrorismo”. Desde
el punto de vista chino, sugiere Lin, los militantes uigures que han
llegado a Siria son entrenados por el Estado Islámico con técnicas de
supervivencia destinadas a servirles de ayuda cuando regresen para realizar
ataques terroristas en territorio chino. “Si Assad pierde”,
dice Lin en un artículo publicado en septiembre, “los combatientes
yihadistas de la Chechenia rusa, del Xinjiang chino y de la Cachemira
india volverán a su patria para continuar allí la yihad, con apoyo de
una base de operaciones nueva y bien pertrechada en Siria, en pleno
corazón del Medio Oriente.”
El general Dempsey y sus colegas del Estado Mayor Conjunto mantuvieron sus
disensiones fuera de los canales burocráticos y así conservaron sus
cargos. El general Michael Flynn no lo hizo. “Flynn se ganó
la antipatía de la Casa Blanca al insistir en que se dijera
la verdad sobre Siria”, declaró Patrick Lang, un coronel retirado
que ocupó durante cerca de una década las funciones de responsable civil de
la DIA para el Medio Oriente. “Flynn pensaba que lo mejor era
decir la verdad y ellos lo marginaron. Pero él no quería callarse.”
El propio Flynn me dijo que su problema iba más allá de ;Siria. “Yo estaba
cambiando las cosas en la DIA –y no me limitaba a reinstalar las sillas en la
cubierta del Titanic. Era una reforma radical. Yo tuve la impresión de que la
dirección civil no quería oír la verdad. Eso me costó caro pero no me arrepiento.”
En entrevista concedida recientemente a Der Spiegel, Flynn era categórico en
cuanto a la entrada de Rusia en la guerra de Siria: “Tenemos que trabajar de manera constructiva
con Rusia. Nos guste o no, Rusia tomó la decisión de intervenir militarmente. Están allí y eso cambió
completamente la dinámica. Así que usted no puede decir que Rusia actúa mal y que tienen que regresar
a su casa. Eso no sucederá. Miren las cosas defrente.”
En el Congreso de Estados Unidos son pocos los que comparten ese punto de
vista. Una de las excepciones es Tulsi Gabbard, una representante demócrata
de Hawái, miembro de la Comisión de la Cámara de Representantes sobre las
fuerzas armadas. Como mayor de la Guardia Nacional, Tulsi Gabbard ha servido 2
veces en el Medio Oriente. En entrevista concedida a CNN en octubre declaró:
“Estados Unidos y la CIA deberían poner fin a esa guerra ilegal y contraproducente destinada
a derrocar el gobierno sirio de Assad y deberían concentrarse en la lucha contra (…) los grupos extremistas islamistas.”
El periodista le preguntó: “¿A usted no le preocupa que el régimen de Assad haya dado muestras de brutalidad, matando
al menos 200 000 o quizás 300 000 ciudadanos de su propio pueblo?”
“Las cosas que se cuentan sobre Assad en este momento", respondió Gabbard, "son
las mismas que se decían sobre Kadhafi, las mismas que se decían sobre Sadam Husein por parte de quienes
se pronunciaban a favor de que Estados Unidos (…) derrocara esos regímenes (…) Si eso sucede en Siria, llegaremos a una situación
donde habrá mucho más sufrimiento, mucha más persecución de minorías religiosas y de cristianos en Siria, y nuestro enemigo será mucho
más fuerte.”
“O sea”, agregó el periodista, “¿lo que usted dice es que
la implicación militar rusa al nivel aéreo y la de Irán en tierra
son, de hecho, un favor que se le hace a EstadosUnidos?”
“Ellos están trabajando por la derrota de nuestro enemigo común”, respondió T. Gabbard.
La propia Gabbard me dijo posteriormente que muchos de sus colegas en el Congreso,
tanto demócratas como republicanos, le agradecieron en privado por
haberse expresado de esa manera. “En el público hay mucha gente, incluso en
el Congreso, que necesita que se le expliquen las cosas claramente”,
dijo Gabbard. “Pero es difícil, por tanto engaño que hay sobre
lo que en realidad sucede. No se dice la verdad.”
No es usual ver a un político desafiar la política exterior de su propio partido
dirigiéndose directamente a la prensa. Para alguien que está realmente
al tanto de lo que pasa, que dispone de acceso a la información más
confidencial, hablar tan abiertamente y de manera crítica puede significar
el fin de su carrera. Una disensión bien informada puede
transmitirse a través de una relación de confianza entre
un periodista y personas bien informadas, pero eso implica
invariablemente que no haya mención de nombres.
Sin embargo, la disensión existe. El consejero que trabajó durante mucho tiempo con el
Mando Conjunto de Operaciones Especiales no pudo ocultar su desprecio
cuando le pregunté su punto de vista sobre la política de
Estados Unidos en Siria. “La solución en Siria está
delante de nuestras narices”, dijo. “La amenaza principal para
nosotros es Daesh y todos –Estados Unidos, Rusia y China–
tenemos que trabajar juntos. Bachar se quedará en el poder y cuando
la situación en el país se haya estabilizado habrá una elección.
No hay otra alternativa.”
El canal militar indirecto hacia Assad desapareció cuando Dempsey pasó a retiro,
en septiembre [de 2015]. Su sucesor a la cabeza de los jefes de estado mayo, el general
Joseph Dunford, compareció ante la Comisión del Senado para las Fuerzas Armadas en julio,
2 meses antes de asumir sus funciones. “Si ustedes quieren hablar de una nación que podría
constituir una amenaza existencial para Estados Unidos, tengo que designar
a Rusia”, declaró Dunford. “Si observan ustedes su comportamiento, este es alarmante”.
En octubre, como presidente de los jefes de estado mayor, Dunford negó los
resultados de los bombardeos rusos en Siria, declarando ante la misma
comisión que Rusia "no combate el Estado Islámico". Agregó que
Estados Unidos debería “trabajar con sus socios turcos para garantizar
la seguridad en la frontera norte de Siria” y “hacer todo
lo que podamos para permitir a las verdaderas fuerzas de oposición sirias
[entiéndase a los rebeldes “moderados”] combatir a los extremistas.”.
Obama dispone ahora de un Pentágono más complaciente. Ya no habrá desafío
indirecto de los dirigentes militares ante su política de desprecio hacia
Assad o su respaldo a Erdogan. Dempsey y sus compañeros siguen asombrados
ante el hecho que Obama continúa defendiendo a Erdogan, a pesar de
las numerosas pruebas que la inteligencia estadounidense ha logrado
acumular en contra del presidente turco. “Nosotros sabemos que ustedes
trafican con los radicales en Siria”, dijo el presidente al director
de los servicios de inteligencia de Erdogan, en medio de una tensa reunión
en la Casa Blanca. Los jefes del Estado Mayor Conjunto y la DIA han
seguido informando a los dirigentes de Washington sobre la amenaza que
representan los yihadistas en Siria y el respaldo que Turquía les aporta,
mensaje que nunca ha sido escuchado. ¿Por qué?
Seymour M. Hersh
Fuente
London Review of Books
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