La guerra es un delito de odio
Chris Hedges Truthdig Traducción
Signs Of The Times
La violencia contra las lesbianas, los gays, los bisexuales y los
transexuales está mala. Del mismo modo lo está la violencia contra la gente de
Afganistán e Irak. Pero en la extraña cultura de las identidades políticas no
hay alianzas entre los oprimidos.
El acta de prevención de crímenes de odio de Mathew Shepard y James Byrd Jr,
la primera ley federal de derechos civiles que protege en serio a lesbianas
,gays, bisexuales y transexuales, aprobada la semana pasada, estaba endosada a
una ley que pedía una cantidad de 680 mil millones de dólares para el
presupuesto del Pentágono, la que incluía 130 mil millones de dólares para
operaciones militares en Irak y Afganistán. La mayoría demócrata en el
Congreso, bajo la fachada de proteger a algunos inocentes, autorizó actos
masivos de violencia contra otros inocentes.
Fue una inteligente pieza de marketing. Que se dirigió al debate acerca de
nuevos fondos para la guerra. Y a puertas cerradas en los cuartos de reunión de
la camarilla política, la dirigencia demócrata le dijo a los demócratas
conservadores, quienes son reacios a defender a los gays o lesbianas contra los
crímenes de odio, que podían justificar su voto como un apoyo para la guerra. Al
mismo tiempo le dijeron a los demócratas liberales, quienes son reacios a la
financiación ilimitada para la guerra, que podían justificar su voto como un
paso adelante en la batalla por los derechos civiles. Grupos de igualdad de
género, limitados de forma egoísta por una preocupación hacia ellos mismos,
participaron en el juego sucio.
“Cada persona pensante quiere tomar una postura contra los crímenes de odio,
¿pero no es la guerra el más ofensivo de los crímenes de odio?” preguntó el
representante Dennis Kucinich, quién no había votado para el proyecto de ley,
cuando hablé con él por teléfono.”Tener gente que debe hacer una elección, o
contemplar la jerarquía de los crímenes de odio, es cínico. Yo no voto para
financiar guerras. Si te opones a la guerra, no votas para autorizar dinero. El
Congreso históricamente y constitucionalmente, tiene el poder para financiar o
no financiar una guerra. La mayoría del Congreso participa en la autorización de
gastos para la guerra, y parece que así será durante mucho, mucho tiempo. Esto
refleja incluso una pregunta mucho más grande. Toda la atención se centra en lo
que el presidente Obama va a hacer con respecto a Irak y Afganistán. La verdad
es que el Congreso demócrata podría haber terminado con la guerra cuando tomó el
control después del 2006. Los norteamericanos nos dieron el control del Congreso
en 2006 específicamente para acabar con la guerra. Eso no sucedió. La
financiación continúa. Y mientras, la atención está en el presidente. El
Congreso tiene claramente la autoridad para detener la financiación en cualquier
momento. Y aún no ha ocurrido. Peor aún, encuentra otras formas para recoger
votos para proyectos de ley que autorizan la financiación para guerra. El enorme
gasto sigue hacia delante como un compañero de la fuerza inconsciente de la
guerra”.
La brutalidad de los asesinos de Mathew Shepard , quienes lo golpearon hasta
la muerte por ser gay, son el producto de una cultura que glorifica la violencia
y el sadismo. Esto es el producto de una cultura militarizada. Tenemos más
policía, prisiones, reclusos, espías, mercenarios, armas y tropas que cualquier
otra nación en la tierra. Nuestra fuerza militar que engulle la mitad del
presupuesto federal, es enormemente popular – como si no fuera parte del
gobierno. Los valores militares de “hipermasculinidad”, obediencia ciega y
violencia, son una corriente eléctrica que pasa a través de los “reality” de
televisión y programas basura donde los contendientes resisten el dolor mientras
traicionan y manipulan a aquellos que están alrededor de ellos en un despiadado
mundo competitivo. La amistad y la compasión están ausentes.
Esta “hipermasculinidad”está en el núcleo de la pornografía con su fusión de
violencia y erotismo, también como la degradación física y emocional de las
mujeres. Todo ello es una expresión del estado corporativo donde los seres
humanos son reducidos a comodidades y compañías, han llegado a ser enclaves
proto-fascistas dedicados a maximizar los beneficios. El militarismo aplasta la
capacidad para tener una moral autónoma y diferente. Nos aísla a los unos de los
otros. Tiene su resultado lógico en Abu Ghraib, a lo largo de las guerras en
Irak y Afganistán, con nuestra pérdida de compasión para nuestros conciudadanos
sin hogar, nuestros pobres, nuestros enfermos mentales, nuestros desempleados,
nuestra enfermad, y sí nuestros ciudadanos gays, lesbianas, transexuales y
bisexuales.
Klaus Theweleit en sus dos volúmenes titulados “Fantasías masculinas” en los
cuales muestra la amarga alienación de los veteranos desmovilizados en Alemania
después del final de la primera guerra mundial, argumenta que una cultura
militarizada ataca a todo lo que está culturalmente definido como lo femenino,
incluyendo el amor, la amabilidad, la compasión y la aceptación de lo diferente.
Ve cualquier ambigüedad sexual como una amenaza a la “dureza” masculina y a los
roles requeridos claramente definidos por el estado militarizado. El apoyo
continuado a nuestra permanente economía para la guerra, la continuada elevación
de los valores militares como el bien más alto, sostiene la ética pervertida,
los rígidos roles sociales y la “ceguera” emocional que Theweleit exploró. Es un
cáncer moral que asegura que habrá más Mathew Shepards.
El fascismo, argumentó Theweleit, no es tanto una forma de gobierno o una
estructuración particular de la economía o un sistema, sino la creación de
potentes slogans y símbolos que forman un tipo de economía física que coloca a
la sexualidad al servicio de la destrucción. El “núcleo de toda esta propaganda
fascista es una batalla contra cualquier cosa que constituya placer y disfrute”.
Escribió Theweleit. Y nuestra cultura mientras desdeña el nombre del fascismo,
abraza su ética oscura.
El columnista del New York Times Thomas Friedman, entrevistado en 2003 por
Charlie Rose, habló en este lenguaje sexualizado de violencia para justificar la
guerra en Irak, un momento preservado en YouTube (ver video debajo).
“Lo que ellos necesitaban ver eran chicos y chicas americanos yendo de casa
en casa, desde Basra a Bagdad, diciendo básicamente, ‘¿Qué parte de esta frase
no entiendes?’”. Dijo Friedman. “‘¿Piensan que nosotros nos no preocupamos por
nuestra sociedad? ¿Piensan que simplemente vamos a dejar crecer esta burbuja de
fantasía?. Bien, chúpense esta’. Que, Charlie, era de lo que se trataba esta
guerra. Pudimos haber atacado a Arabia Saudita, era parte de esa burbuja.
Pudimos haber atacado Pakistán. Atacamos a Irak porque podíamos.”
Este es el tipo de lógica retorcida que los asesinos de Mathew Shepard
podrían entender.
El filósofo Theodor Adorno escribió, en palabras que los activistas del
movimiento gay deberían haber considerado, que la exclusiva preocupación en
asuntos personales y la indiferencia ante el sufrimiento de otros, detrás de un
auto-identificado grupo hizo que el fascismo y el holocausto fueran posible.
“La incapacidad para identificarse con otros, era incuestionablemente la
condición filosófica más importante, para el hecho de que algo como Auschwitz
pudo haber ocurrido en medio de gente más o menos civilizada y gente inocente”.
Escribió Adorno.”Lo que es llamado compañeros de viaje fue principalmente un
negocio de interés: Uno que persigue su propia ventaja personal antes que todo
lo demás, y sin ponerse en peligro a uno mismo, eso es poca cosa. Eso es una de
las leyes generales del Status Quo. El silencio bajo el terror fue solamente su
consecuencia. La frialdad de la sociedad nómada, el competidor aislado, fue la
precondición, como la indiferencia frente al destino de otros, hecho por el cual
solamente muy poca gente reaccionó. Los torturadores saben esto, y lo hacen para
ponernos a prueba una y otra vez”.
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