Guerra (cinematográfica) contra el
terrorismo
Demian Paredes La Haine 10 de febrero de 2013
La noche más oscura (Zero Dark Thirty), de Kathryn Bigelow, recientemente
estrenada en nuestro país, muestra al equipo de “inteligencia” que, en operación
secreta, encontró y asesinó a Osama Bin Laden el 1° de mayo de 2011. En dos
(largas, densas, oscuras) horas y media, se ve a Maya (Jessica Chastain), agente
“novata” de la CIA, seguir obsesivamente las pistas que terminarán descubriendo
al oculto líder de Al Qaeda.
Claro que “las pistas” surgen, como en la realidad, no sólo desde el
monitoreo y la vigilancia más elemental (satélites, cámaras, teléfonos
“pinchados”), sino de la tortura.
Tras su estreno en algunas salas “selectas” en EE.UU., desató una gran
polémica acerca de la apología sobre la tortura utilizada por la CIA y los
militares: cómo Bigelow y el guionista Marc Boal (periodista “empotrado” al
ejército yanqui en 2004 en Irak) la presentan, la justifican, como consecuencia
directa (“inevitable”) de los atentados a las Torres Gemelas el 11S (la película
comienza con los audios de los ataques terroristas para pasar de ahí al cuarto
de una “zona negra” donde se tortura a un prisionero ligado a Al Qaeda:
submarino, golpes, humillaciones y un brutal encierro).
La película, nominada para 5 premios Oscar, incluso generó discusiones en la
Academia de Hollywood: el actor David Clennon, hizo
público su rechazo: La noche más oscura “no admite en ningún momento que la
tortura es inmoral y criminal”. Y, por otra parte, los republicanos denunciaron
a Obama y los demócratas por facilitar “secretos de Estado” a Boal y Bigelow –se
admitió una reunión de 45 minutos de éstos con el jefe de operaciones especiales
del Pentágono, Michael Vickers–; mientras que Leon Panneta, secretario de
Defensa, dijo que es “una buena película”, y que “ciertos pasajes dan una imagen
fiel de cómo funcionan las operaciones de inteligencia”. Sobre estas “técnicas
de interrogatorio bajo presión” ;dijo: “Es indiscutible que algunos elementos
(las pistas sobre el paradero de Bin Laden) son resultado de algunos de esos
métodos”.
El Pentágono admitió tener estrecho contacto con Hollywood cuando el
“producto” toca estos temas (políticos, militares, históricos), y más aún si es
un producto masivo (“asesoraron” también en las películas Transformers y El
hombre araña). En este caso ¡se trataría de salvaguardar “la imagen” de agentes
y soldados en la cruzada del imperialismo yanqui contra el “terrorismo
global”!
Bigelow se defendió diciendo que “mostrar no es avalar”… pero esa supuesta
“imparcialidad” u “objetividad” se muestra falsa, imposible, cuando se observa
cómo decide la directora mostrar la búsqueda de Bin Laden: por medio de
personajes “sensibles” (indignados y dolidos por el 11S, en un continuum de
ataques terroristas con bombas en varios países y ciudades), patriotas,
realistas y, al mismo tiempo, “profesionales”… ¡Incluso los intentos de
“humanización” de algunos personajes llegan a la cima (de la ridiculez) cuando
otra mujer de la CIA es capaz de cocinarle una torta a un supuesto informante
árabe para agasajarlo! Si a esto sumamos las declaraciones de Bigelow (“una
historia de determinación” “un homenaje real a los hombres y mujeres en la
comunidad de Inteligencia, que obviamente tienen que, por la naturaleza de su
tarea, trabajar en absoluto secreto”; “una muestra de respeto y gran gratitud”)
está claro que hay una total empatía e intencionalidad de mostrar dos bandos,
donde los norteamericanos son (una vez más, y van…) “los buenos”.
La noche más oscura, al proponer, sea o no verdad, como protagonista que
dirigió la operación, a una mujer, utiliza lo que se suele llamar “políticamente
correcto” (“No imagino que las mujeres no puedan ir al frente de batalla”, dice
Bigelow, en el mismo sentido –imperialista– del “quiero ver a más mujeres
competir por las posiciones más altas” de la ahora ex secretaria de Estado de
EE.UU., Hillary Clinton). Lo mismo hizo Hollywood en 2010, al entregar el Oscar
como mejor directora –el primero en la historia adjudicado a una mujer– a la
misma Bigelow por Vivir al límite (reseñada en su momento en LVO Nº 368), otra
película que intenta “humanizar” una invasión militar imperialista: la ocupación
de Irak.
¿Ganará el Oscar como “mejor película”? Más allá de los premios y debates, es
un buen “ejercicio” comparar La noche más oscura con la película (mucho menos
publicitada y difundida) El camino a Guantánamo, de Michael Winterbottom y Mat
Whitecross. Basada en testimonios reales (como el del documental A usted no le
gusta la verdad: 4 días en Guantánamo), con imágenes duras y contadas desde el
punto de vista de cuatro jóvenes de origen árabe residentes en Londres, está
mucho más cerca de la verdad que cualquier (maniqueo) “éxito” (bélico)
hollywoodense.
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