Guantánamo en tiempos de Obama La herida que no cierra
Vicente Romero Página 12 03 de mayo de 2009
Quedan en la cárcel de la base militar 241 prisioneros, aislados en
minúsculas celdas durante veintitrés horas diarias, con la luz siempre
encendida. Europa no ayuda demasiado. |
Se cumplen los cien primeros días de Obama en la Casa Blanca sin que aún se
hayan visto los frutos de la primera decisión importante que tomó al llegar a la
presidencia: cerrar el presidio ilegal de Guantánamo. Es cierto que atemperó su
anuncio prometiendo hacerlo “en el plazo de un año”. Pero las semanas y los
meses han ido pasando sin que se advirtieran avances en el proceso de
liquidación de la cárcel de la vergüenza. Ni siquiera se han atenuado las
condiciones extremas que sufren la mayoría de los prisioneros en los módulos de
máxima seguridad Delta 5 y Delta 6 (construidos por una empresa filial de la
famosa corporación Halliburton, vinculada con el entonces vicepresidente Dick
Cheney). Los reclusos aún permanecen aislados en minúsculas celdas durante 23
horas diarias, con la luz siempre encendida. Y la ducha forma parte de los 60
minutos de recreo, que se consumen en pequeños gallineros de unos 20 metros
cuadrados.
Según la organización humanitaria angloamericana Reprieve (Indulto), quedan
en Guantánamo 241 prisioneros, de los que unos 40 podrían ser juzgados por
tribunales de los Estados Unidos. Unos 150 serían repatriados. Y quedarían otros
50, que no pueden ser devueltos a sus países de origen porque ello supondría
exponerlos a persecución, torturas e incluso muerte. De cómo y cuándo dar
destino a los integrantes de los dos primeros grupos no se ha vuelto a hablar.
Tan sólo se ha especulado con la suerte de ese medio centenar que la
administración norteamericana no tiene a dónde enviar. Hace muchos meses –en
algunos casos, dos años– les comunicó que quedarían en libertad cuando algún
país estuviera dispuesto a acogerlos. Y Obama ha pedido a sus aliados europeos
que lo ayuden a salir del atolladero, proporcionándoles lugares de asilo.
Más allá de la deseable colaboración democrática con Obama, muchos estados
europeos tienen la irrenunciable obligación moral de darle una mano para
facilitar el final de la pesadilla de Guantánamo. Porque está sobradamente
probado que fueron cómplices de Bush en los “traslados ilegales” de prisioneros,
efectuados por los famosos “vuelos secretos de la CIA” con escalas en
aeropuertos europeos, principalmente de España y Portugal. Y también porque
algunos gobiernos, como los de Italia, Alemania o Suecia, colaboraron en
secuestros, mientras que otros llegaron incluso a albergar centros de detención
de la CIA, como Croacia, Rumania o Polonia.
Pero tan sólo media docena de países ha ofrecido su apoyo para enmendar los
atropellos cometidos por los Estados Unidos durante el mandato de George Bush.
El Parlamento Europeo debatió la cuestión el 3 de febrero, sin alcanzar un
acuerdo, y cada nación quedó libre de aceptar o negar la acogida de prisioneros.
El 24 de febrero, en Washington, el ministro Moratinos prometió a Hillary
Clinton que España aceptará media docena de reclusos de Guantánamo. Quedaron por
concretar su número y sus identidades, además de establecer un marco jurídico de
acogida que determine su estatus, sea como asilados o como meros residentes.
Siete de esos presos, contra los que no hay cargo alguno, han solicitado ser
liberados en España. Serán los casos que Washington proponga a Madrid en los
próximos días, si no lo ha hecho ya. Tres de ellos, a través de sus abogados,
han autorizado que se divulguen sus expedientes, intentando así acelerar los
trámites.
–Lo que demandan esos hombres –explica Zachary Katznelson, jefe del gabinete
jurídico de Reprieve– son cosas realmente simples: un lugar donde vivir seguros,
la posibilidad de reunirse con sus familias si están casados y una oportunidad
para reconstruir sus vidas.
Se trata de un argelino, Ahmed Belbacha; de un azerí, Polad Sirajov, y de un
tunecino, Saled Sassi. Los tres ofrecían el perfil de sospechosos a la turbia
luz de los manuales de la CIA: jóvenes, descontentos y buenos musulmanes. Los
tres viajaron a Afganistán para estudiar el Corán, meses antes de la guerra e
incluso del atentado contra las Torres Gemelas. Y los tres fueron secuestrados,
torturados en cárceles secretas y trasladados a Guantánamo.
“El caso más llamativo es el de Belbacha; estaba en el ejército y los
islamistas amenazaron con atacar a su familia si no desertaba; lo hizo y pasó a
ser perseguido por el gobierno –cuenta Clive Stafford Smith, director de
Reprieve–, así que se exilió en Inglaterra, en Portsmouth. Trabajó en un hotel y
uno de los clientes que atendió fue el viceprimer ministro británico, John
Prescott.”
En un ejercicio de amarga ironía, los Estados Unidos rechazaron la solicitud
de asilo de Ahmed Belbacha... ¡porque no acudió a presentarla personalmente! Y
le enviaron la negativa a su celda. El cinismo forma parte de la doctrina
carcelaria de Guantánamo.
Por las celdas de Guantánamo han pasado más de 760 prisioneros de 40
nacionalidades –la mayoría comprados a cazadores de recompensas– considerados
como combatientes enemigos al margen de las convenciones de Ginebra. Para muchos
la pesadilla no terminó cuando salieron de la cárcel de la vergüenza. Porque
fueron entregados a las policías de sus países, que volvieron a detenerlos,
interrogarlos y torturarlos. Ha ocurrido decenas de veces con tunecinos, libios,
argelinos...
Ahora, los 241 últimos reclusos de una prisión que nunca debió existir
esperan destino, tras el anunciado final del mayor atentado contra los derechos
humanos cometido por una democracia. Necesitarán ayuda para reintegrarse a la
sociedad. Lo argumentan con sus propias experiencias tres de los catorce presos
de Guantánamo que fueron liberados en Inglaterra.
–Hay algo que siempre nos decían, que los interrogadores nos repetían todo el
tiempo: saldréis de esta prisión algún día, pero saldréis como personas rotas,
rotas físicamente, mentalmente rotas (Omar Deghayes, cinco años en
Guantánamo).
–Muchos prisioneros han permanecido confinados en soledad, aislados en celdas
individuales, durante casi ocho años. Algunos han perdido la razón, pero algunos
siguen fuertes (Moazzam Begg, tres años en Guantánamo).
–No podemos sacar a alguien de un lugar como Guantánamo y lanzarlo a una
ciudad, diciéndole vete a donde sea. Creo que esa gente debe recibir cuidados y
ayuda. Pero quienes han sobrevivido a esa cárcel son fuertes y lo que precisan
es una oportunidad (Bisher Al Rawi, cuatro años en Guantánamo).
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-124253-2009-05-03.html
¡Hazte voluntario para traducir al español otros artículos como este! manda un correo electrónico a espagnol@worldcantwait.net y escribe "voluntario para traducción" en la línea de memo.
E-mail:
espagnol@worldcantwait.net
|