Repugnante hipocresía progresista
9 de febrero de 2012 Glenn Greenwald
Traducido del inglés por El Mundo No Puede Esperar 27 de febrero de
2012
Durante los años de Bush, Guantánamo fue el centro simbólico del
radicalismo del ala derecha y entonces se referían a ello como “el asalto a los
valores americanos y el triturado de nuestra constitución”: hasta tal punto que
durante la campaña presidencial de Obama, él presentó este asunto no como algo
secundario sino como un eje central. Pero ahora que hay un demócrata en el
despacho presidiendo lo que se hace en Guantánamo y otras políticas del estilo –
en vez de un malvado republicano al que hay que temer – todo eso ha cambiado,
como demostraba hoy una
encuesta reciente del Washington Post /AbC News:
Los aspectos más delicados de la política antiterrorista de Obama,
incluyendo el uso de aviones no tripulados para matar a sospechosos de
terrorismo en el extranjero y mantener abierta la prisión militar de la Bahía de
Guantánamo, en Cuba, tiene amplio apoyo público, incluyendo desde el ala
izquierda del Partido Demócrata.
Obama hizo campaña comprometiéndose a cerrar la prisión militar de
la Bahía de Guantánamo y cambiar las políticas de seguridad nacional que había
criticado como inconsistentes con la ley y los valores de EEUU, sin embargo, una
encuesta reciente del Washington Post-ABC news muestra que tiene poco que temer
políticamente al fallar en el cumplimiento de todas esas
promesas.
El sondeo muestra que el 70 por ciento de los encuestados aprueban
la decisión de Obama de mantener abierta la prisión en la Bahía de Guantánamo...
La encuesta enseña que el 53% de los que se identifican como demócratas
liberales – y el 67% de los moderados o demócratas conservadores – apoyan
mantener la Bahía de Guantánamo abierta, aunque tomara importancia como símbolo
de las políticas de seguridad nacional de George W. Bush después del 11 de
septiembre, a las que muchos liberales se opusieron con
firmeza.
La repugnante hipocresía liberal se extiende más allá del tema de Guantánamo.
Un eje central de las críticas de los demócratas fue al asalto a las libertades
civiles de Bush/Cheney y a la idea de que el presidente podía hacer lo que
quisiera, en secreto y sin control, a cualquiera que él acusara sin juicio de
ser un terrorista – incluyendo incluso escuchas en sus comunicaciones o
detenerlos sin el debido proceso. Pero el presidente Obama no solo ha hecho lo
mismo, sino que ha ido mucho más lejos de las meras escuchas telefónicas o la
detención: se ha hecho valer de la potestad para incluso matar a
ciudadanos sin el debido proceso. Como
dijo esta semana el propio jefe de la CIA y la Agencia de Seguridad Nacional
(NSA por sus siglas en inglés) de Bush sobre el asesinato de Awlaki: “Nosotros
necesitábamos una orden judicial para hacerle escuchas telefónicas pero no
necesitábamos una orden judicial para asesinarlo. ¿No quiere decir algo?” De
hecho esto “quiere decir algo”, como el mero hecho de que el que Bush hiciera
escuchas telefónicas o detuviera a ciudadanos americanos sin el debido proceso
causara tales improperios de los liberales, mientras que las ejecuciones
sin el debido proceso de Obama no los causa.
Más allá de esto, Obama ha usado aviones no tripulados para matar niños
musulmanes y adultos inocentes por
cientos. Ha
rechazado exponer sus argumentos legales con los que puede hacer esto o
justificar los ataques de alguna manera. Incluso ha
atacado a rescatadores y a los que atendían a los funerales de manera
deliberada. Como dijo Hayden: “Justo ahora, no hay un gobierno en el mundo
que esté de acuerdo con nuestros argumentos legales para estas operaciones,
excepto Afganistán y quizás Israel.” Sin embargo, esto parece totalmente normal
para la mayoría de los americanos liberales ahora que el líder de su partido lo
está haciendo:
El 77 por ciento de todos los demócratas liberales apoyan el uso de
aviones no tripulados, lo que quiere decir que es improbable que Obama sufra
ninguna consecuencia política en las elecciones de este año como resultado de su
política. El apoyo a los ataques por aviones no tripulados a sospechosos de
terrorismo permanece alto, cayendo sólo un poco cuando a los encuestados se
les pregunta sobre que los atacados sean ciudadanos americanos viviendo en
el extranjero, como fue el caso de Anwar al-Awlaki, el americano yemení
asesinado en septiembre en un ataque por un avión no tripulado en el norte de
Yemen.
Greg Sargent del The Post, consiguió el desglose de estas preguntas y
escribió
hoy:
El número de los que aprueban los ataques con aviones no tripulados cae
cerca de un 20 por ciento cuando a los encuestados se les pregunta qué opinan
sobre si son ciudadanos americanos. Pero el 65 por ciento es todavía un número
bien alto, sobre todo porque estas políticas realmente deberían ser
controvertidas.
Y toma esto: De manera deprimente, los demócratas aprueban los ataques
con aviones no tripulados a ciudadanos americanos por un 58-33, e incluso los
liberales los aprueban, 55-35. Esos números me los dio el equipo de
encuestas del Post.
Es difícil de imaginar que los demócratas y los liberales apoyarían
tales políticas en esos porcentajes si el que las llevaran a cabo fuera George
W. Bush.
Es más: ¿hay un sólo gurú, blogger o comentarista liberal que habría defendido
a George Bush o Dick Cheney si ellos (en vez de Obama) hubieran ejecutado a
ciudadanos americanos en secreto sin el debido proceso, o masacrado niños,
rescatadores y funerales con aviones no tripulados, o continuando con las
detenciones indefinidas incluso una década después del 11 de septiembre? Por
favor. Para mí es realmente desconcertante pensar el que cualquiera de estas
personas pueda ni siquiera mirarse al espejo, observar la ilimitada
deshonestidad intelectual que rezuma y no querer machacar lo que ven.
Uno de los primeros artículos no relacionados con el Acta sobre la Vigilancia
y la Inteligencia en el Extranjero (FISA por sus siglas en inglés) que escribí y
recibió bastante atención fue este
de enero del 2006, titulado “¿Tienen los seguidores de Bush alguna
Ideología? Examinaba la manera en la que la derecha que apoyaba a Bush era más
un “culto autoritario” que un movimiento político porque sus seguidores no
tenían unas creencias políticas reales y fijas; en cambio, argumentaba, el único
“principio” que los animaba era la lealtad a su líder, y habrían apoyado
cualquier cosa que hiciera sin importar lo dispar que fuera con sus aparentes
creencias anteriores. Ese artículo fue enlazado y alabado por decenas de blogs
liberales:¿puedes creer qué seguidores tan autoritarios son estos
conservadores?, se burlaban al unísono. Aquí estaba el punto crucial
de mi argumento:
Si uno es un “liberal” - o para el caso un “conservador” - no es ya una
cuestión de sus ideas políticas, sino que simplemente sirve para ver su lealtad
a George Bush...
La gente que se identifica a sí misma como “conservadora” y siempre se han
considerado conservadores se convierten en liberales paganos en el momento en el
que no están de acuerdo, incluso en los ámbitos menos ideológicos, con un
decreto de Bush. Eso es por lo que el “conservadurismo” es un término que ahora
se utiliza para describir lealtad personal al líder (igual que “liberal” se usa
para describir deslealtad a ese líder, y ya no se refiere a un conjunto de
creencias acerca del gobierno.
Ese “conservadurismo” que ha venido a significar “lealtad a George Bush”
es particularmente irónico dado lo no-conservadora que realmente es la
Administración... Y en ese aspecto, gente como Michelle Malkin, John Hinderaker,
Jonah Goldberg y Hugh Hewitt no son conservadores. Son fanáticos conservadores.
Su lealtad no es a unos principios de gobierno sino a una autoridad fuerte a
través de un sólo líder.
Como este artículo demuestra, mucho antes de que Barack Obama tuviera ninguna
relevancia en la escena política, consideré que la lealtad ciega a un líder es
una de las peores toxinas de nuestra cultura política: es la verdadera antítesis
de lo que un sistema político saludable necesita (y lo que una mente sana
produciría). Una de las razones por las que he escrito tanto sobre el absoluto
cambio de rumbo de los progresistas en estos asuntos (de pretender estar
totalmente horrorizados cuando lo hecho era por Bush, a tolerarlos o incluso
apoyarlos cuando lo hace Obama) es precisamente porque es tan asombroso ver esos
rasgos de seguidores autoritarios manifestarse tan fuertemente en el mismo
movimiento político – sofisticado, con mentalidad independiente, progresistas
con los pies en el suelo – que cree que está por encima de eso, y que solo los
primitivos conservadores están plagados de tales seguidores inconscientes.
El Partido Demócrata le debe una sincera disculpa a George Bush, Dick Cheney
y compañía por abrazar de manera tan entusiasta muchas de las políticas de
terrorismo, las cuales les hicieron lanzar improperios con vehemencia a los
republicanos durante todos esos años. Y los progresistas que apoyan la visión de
la mayoría tal como se expresa en esa encuesta no deberían ser escuchados de
nuevo cuando quieran oponerse a la matanza de civiles y a los asaltos a las
libertades civiles cuando sean llevados a cabo por el siguiente presidente
republicano (debería llamar la atención sobre que aproximadamente el 35% de los
liberales, un número nada despreciable, dicen estar en contra de las políticas
de Obama).
Una nota final: He comentado a menudo la cuestión de que uno de los aspectos
con más consecuencias del legado de Obama es que ha transformado lo que vino a
llamarse el “triturado de la constitución por el ala derecha” en un consenso
bipartidista, y eso es exactamente lo que quiero decir. Cuando uno de los dos
partidos mayoritarios apoyan cierta política y el otro pretende oponerse – como
pasó con esas políticas radicales de la Guerra contra el terror durante los años
de Bush – entonces la opinión pública está dividida en esa cuestión,
radicalmente dividida. Pero una vez que la política se convierte en el
distintivo de ambos partidos políticos, entonces la opinión pública termina
apoyándola contundentemente. Eso es porque la gente asume que si ambos partidos
políticos apoyan cierta política es porque debe ser sensata, y porque las
políticas que disfrutan del consenso bipartidista son retiradas de la esfera del
debate predominante. Eso es lo que Barack Obama ha hecho con esas políticas de
Bush/Cheney: como Jack
Goldsmith predijo allá en 2009, él las ha blindado y protegido como una
política de EEUU estándar durante por lo menos una generación, y al llevar a sus
seguidores a abrazar esas políticas por ellos mismos ha hecho esto con más éxito
que ningún presidente republicano podría haber soñado nunca en conseguir.
Este artículo apareció por primera vez en Salon.
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