La cobardía de los pilotos de aviones no
tripulados
12 de julio de 2012 Glenn Greenwald
Traducido del inglés por El Mundo No Puede Esperar 4 de agosto de
2012
El esfuerzo por representar la guerra con aviones no tripulados como una
especie de acto valiente y noble se
está intensificando:
El Pentágono está considerando condecorar con una medalla de guerra por
servicio distinguido a los pilotos de los aviones no tripulados que trabajan en
las bases militares que a menudo están lejos del campo de batalla...
El jefe Charles Mugno del Instituto Armado de Heráldica dijo que la mayoría
de las condecoraciones requieren “haber pisado el terreno” en una zona de
combate, pero apuntó que “las tecnologías emergentes” tales como los drones
(aviones no tripulados) y las misiones de combate cibernético son ahora llevadas
a cabo por tropas lejos del combate.
El Pentágono no ha aprobado formalmente la medalla, pero el instituto de
Mugno ha completado seis diseños alternativos para la comisión de
aprobación....
La medalla propuesta tendrá un rango entre la Cruz de Vuelo Distinguido y la
Medalla de Soldado por conducta excepcional fuera de zona de combate.
Por lo que las medallas se darían por estar cómodamente sentados en un búnker
situado en suelo estadounidense y lanzando bombas con un mando de videojuego a
seres humanos a miles de kilómetros de distancia. Para justificar la guerra con
drones hay que pretender que la acción requiere algún tipo de valentía,
por lo que los militares de EEUU están cada vez más dando los pasos para crear
la imagen de guerrero con coraje para los pilotos de los drones.
La Fuerza Aérea ha estado trabajando para crear lazos entre estos dos grupos
de aviadores. En primer lugar, los operarios de drones son llamados
pilotos, y visten el mismo traje verde de vuelo que llevan los pilotos de
combate, aunque nunca se monten en un avión. Sus estaciones de operaciones
parecen los cuadros de mando de una cabina.
Y los mismos pilotos de aviones no tripulados están difundiendo fanfarronadas
de su propia valentía cada
vez más.
Luther (Trey) Turner III, un coronel retirado que volaba en misiones de
combate durante la guerra del golfo antes de que se cambiara a pilotar Predators
en el 2003, dijo que él no ve su experiencia de combate pilotando drones
como “valiente.” “Lo que yo entiendo por el término es que te estás enfrentando
con peligro. Y cuando estoy sentado en una estación de mando a miles de
quilómetros del campo de batalla, ese no es el caso.” Pero, dijo, “Creo
firmemente en que hace falta valor para pilotar un U.A.V. (Vehículo aéreo no
tripulado por sus siglas en inglés) especialmente cuando se te ordena quitarle
la vida a alguien. En algunos casos lo ves en directo y en color.” Como me
dijo más de un piloto en Holloman, un poco a la defensiva, “Aquí no estamos
jugando a videojuegos.”
Independientemente de lo que uno piense sobre lo justificable que son los
ataques con aviones no tripulados, es uno de los modos de hacer guerra menos
“valientes” o con menos coraje jamás inventados. Una cosa es llamarlo justo,
pero pretender que es “valiente” es Orweliano al extremo. De hecho, toda la
cuestión es permitir que muchos seres humanos sean asesinados sin el más mínimo
riesgo físico para esos que están cometiendo el asesinato. Matar mientras te
resguardas del peligro es la definición opuesta de valentía.
Esto es por lo que la rápida proliferación de los aviones no tripulados, más
allá de sus dilemas éticos y legales, hace que perpetrar violencia y agresión
sea algo mucho más fácil (y barato) y por tanto mucho más posible. Hoy en
el The New York Times, Thomas Ricks, haciéndose eco de Stanely McChrystal,
hace un llamamiento al restablecimiento del servicio militar obligatorio porque
exponiendo a toda la nación a los riesgos del combate es la única manera de por
fin contener la postura estadounidense de la Guerra Indefinida (“siendo llamados
a filas, como dijo el general McChrystal, harían a los estadounidenses pensar
más cuidadosamente antes de ir a la guerra”); a la inversa, la guerra con
drones, barata y sin riesgos, hace precisamente lo contrario. Si el mero
acto de tomar las medidas que llevan a la muerte de otros te hace “valiente,”
considerad a todos los asesinos que ahora merecen ese término: dictadores que
ordenan que los manifestantes sean ejecutados, tiranos que mandan a otros a la
guerra, guardias de prisión que activan sillas eléctricas.
Como por la afirmación de que los “pilotos” no se dedican a acabar con vidas
humanas como si de un vídeo juego se tratara, el propio término militar para sus
asesinatos con aviones no tripulados, “bug splat” (cuya traducción sería “bicho
espachurrado”), que además da nombre a un vídeo juego
infantil; y otra prueba que niega esto. De Michael
Hastings en Rolling Stone:
En primer lugar, muchos pilotos se resistieron al avance de los
drones, al verlos no como otra cosa sino la sustitución robótica de
combatientes atléticos altamente entrenados... Ahora, dado el alto perfil y las
futuras perspectivas de los drones, los pilotos están haciendo cola
para manejarlos, ofreciéndose voluntarios para hacer un curso intensivo de
entrenamiento de un año que incluye misiones simuladas. “Hay más entusiasmo
para el puesto,” dice el Teniente General David Deptula, un piloto de combate
que condujo el programa de vigilancia con drones de la Fuerza Aérea hasta
el 2010. “Muchos pilotos tienen muchas ganas de dirigir estos aparatos.”
Para una nueva generación de jóvenes, la experiencia de pilotar un avión
no tripulado no es muy diferente a la de los vídeo juegos con los que crecieron.
A diferencia de los pilotos tradicionales, que físicamente vuelan sus cargas
explosivas sobre su objetivo, los que manejan los aviones no tripulados matan
pulsando un botón, sin ni siquiera dejar su base (lo que sólo sirve para
de-sensibilizar más aún el acto de acabar con una vida humana). La expresión
coloquial militar para un hombre que ha sido asesinado por un ataque desde un
avión no tripulado es “bug splat” (bicho espachurrado), ya que la vista de un
cuerpo a través de una imagen de vídeo verde y borrosa da la sensación de que es
un insecto siendo aplastado.
Cuando el teniente coronel Matt Martin cuenta en su libro Predator,
manejar un avión no tripulado es “casi como jugar al vídeo juego
Civilization” - algo sacado de una “novela de ciencia
ficción.” Después de una misión, en la que dirigió un avión no tripulado que
tenía como objetivo un instituto tecnológico que había sido ocupada por
insurgentes en Irak, Martin se sintió “electrificado” y con “la adrenalina
alta,” regocijándose en que “habíamos disparado al instituto tecnológico
dejándolo lleno de agujeros, destruyendo grandes áreas del mismo y matando
sólo Dios sabe cuánta gente.” Sólo más tarde se hundió en la realidad de lo
que había hecho. “No pude sino darme cuenta del horror,” recuerda Martin.
La abogada de derechos humanos Jennifer Robinson narraba
recientemente numerosos casos de horribles muertes de civiles entre los que
había adolescentes paquistaníes a los que aviones no tripulados quitaron la
vida, y observaba que esta “guerra de PlayStation sólo está libre de riesgo
para los que manejan esos asesinos a control remoto.” Añadió que el uso del
término “bug splat” para las víctimas de los aviones no tripulados “es empleada
deliberadamente como una táctica psicológica para deshumanizar los objetivos y
de esa manera el que los maneja supera su inhibición para matar; y así ocurre
con el público, apático e impasible para actuar,” y que “la expresión tiene
orígenes mucho más siniestros y un uso histórico: al deshumanizar a los
objetivos paquistaníes, EEUU recurre a la terminología Nazi. Sus objetivos no
son sólo objetivos de vídeo juegos, sino molestos o dañinos insectos que deben
ser matados.”
No dudo de que algunos atacantes con aviones no tripulados sufren de algo de
estrés psicológico al saber que están erradicando vidas humanas con sus mandos y
botones rojos (aunque si son sólo bichos lo que están aplastando, ¿por qué
debería el estrés ser especialmente agobiante?). Pero ese estrés no se puede
comparar con el terror impuesto rutinariamente sobre las poblaciones de muchos
países musulmanes que están sufriendo esos ataques. Y cualquier otra cosa es
verdad, la guerra con aviones no tripulados es ya tan sumamente barata y fácil
que la tentación de usarla regularmente es virtualmente irresistible.
Venerándola colectivamente como un acto de “valentía” (de toda clase),
mereciendo medallas de guerra, es probablemente sólo para protegerla aún más del
escrutinio crítico y de que se pueda poner a prueba.
Este artículo apareció originalmente en Salon.
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