Chelsea Manning es una mujer libre
Su heroísmo va más allá de la denuncia de crímenes de Estado
Glenn Greenwald
The Intercept
29 de mayo de 2017
Traducción de Silvia Arana
El heroísmo de Chelsea Manning ha quedado demostrado desde que se supo que ella había sido quien filtró uno de
los archivos periodísticos más importantes de la historia. Tenía las
características de la típica denunciante de conciencia. Es decir, alguien que a
los 20 años va a la Guerra de Irak creyendo que era una acción noble y descubre
la oscura verdad, no solo de esa guerra sino del accionar del gobierno de
EE.UU. en el mundo: crímenes de guerra, matanza indiscriminada, complicidad en
la corrupción de funcionarios de alto mando y engaño sistemático al público.
En esa situación y sabiendo a lo que se exponía, ella puso en riesgo su propia libertad al difundir documentos
que revelaron la verdad, sin buscar ningún beneficio personal. Yo llevo años
reivindicando la nobleza de sus actos y mi defensa de ella siempre estuvo
centrada en la importancia esencial del material que reveló y en el derecho del
público a tener acceso a dicho material.
Es genuinamente difícil exagerar el significado de aquellas revelaciones. Además de difundir uno de los videos
más viscerales sobre la carnicería indiscriminada de las fuerzas armadas
estadounidenses en varias décadas, las filtraciones fueron consideradas —hasta
por los escépticos más negativos en contra de WikiLeaks, como el Editor
Ejecutivo del New York Times, Bill Keller— como la chispa que encendió la
Primavera Árabe. Incluso algo más de peso aún, las revelaciones sobre cómo las
fuerzas armadas de EE.UU. ejecutaron a civiles iraquíes y luego lanzaron un
bombardeo aéreo para tapar sus crímenes fueron la razón para que el gobierno
iraquí le negara a Obama la inmunidad que este quería conseguir para expandir
la guerra en Irak.
Aunque el caso de Manning haya estado de alguna manera supeditado a la percepción cambiante a lo largo del
tiempo que el público tenía sobre WikiLeaks, Chelsea en realidad primero
intentó contactar a los medios tradicionales como The New York Times,
Washington Post y Político. Los intentos de contacto no fueron concretados
porque dichos medios no le prestaron atención. En los intercambios que tuvo por
Internet con un individuo engañoso, quien luego se convirtió en un informante
del gobierno y la denunció, ella dijo que su motivación para filtrar
información era el interés para generar una “amplia discusión, debates y
reformas”. Agregaba: “Quiero que la gente vea la verdad… sin importar quienes
sean… porque sin información, uno no puede tomar decisiones coherentes”.
Al principio de las revelaciones, el gobierno de Estados Unidos —como es su costumbre— esgrimió el
argumento que la revelación de los documentos pondría vidas en peligro, y que
aquellos responsables de su publicación tenían “sangre en las manos”. Pero
investigaciones posteriores de AP y McClatchy demostraron que las acusaciones
eran infundadas, y finalmente hasta el secretario de Defensa, Robert Gates,
puso en ridículo la histérica reacción del gobierno sobre las filtraciones
diciendo que había sido “considerablemente exagerada”.
En resumen, aunque Manning fue despreciada y rechazada por la mayoría de los círculos tradicionales de
Washington, ella hizo todo lo que uno espera que haga un denunciante de
conciencia: Tratar de asegurarse de que el público conozca sobre los actos
ocultos de corrupción y delincuencia criminal con el fin de generar un debate y
proporcionar poder a la ciudadanía al darle acceso a hechos que le han sido
ocultados. Ella hizo todo esto sabiendo que corría el riesgo de ser
encarcelada, pero siguió los dictados de su conciencia por encima de su interés personal.
A pesar de la enorme magnitud de su valentía que hizo posible las filtraciones originales, el heroísmo de
Manning se ha multiplicado desde entonces, y se ha hecho más multifacético y
consecuente. Por ello, es una fuente de inspiración para la gente de todo el
mundo. Ahora uno podría decir que las filtraciones a WikiLeaks de 2010 han
pasado a segundo plano al evaluar el impacto de Chelsea Manning como ser humano
integral. Su coraje y la fuerza de sus convicciones van más allá de una acción
impulsiva: Han sido la base de sustentación de los siete años que pasó
encarcelada y que ella logró llenar de propósitos, dignidad e inspiración para los demás.
El factor dominante del encarcelamiento de Manning fue la constante agresión. En 2010, durante el
primer mes de detención en la prisión naval de Quantico (Virginia), escuché
reportes de las escasas personas autorizadas para visitarla sobre las
condiciones abusivas del confinamiento de Manning: prolongada detención en
solitario, pasaba la mayor parte del día encerrada en la celda, vigilancia
permanente y otras cosas peores. Llamé a la prisión naval para investigar estas
denuncias, y me quedé sorprendido cuando el funcionario me confirmó la
veracidad de los hechos con una actitud displicente.
En base a ello, reporté por primera vez que las condiciones de detención de Manning incluían “tratamiento
cruel e inhumano y, según los estándares de numerosas naciones, tortura”. Dicho
reporte generó una controversia importante cuyo desenlace fue la renuncia del
vocero del Departamento de Estado de Obama, P. J. Crowley, a raíz de que este
denunció el tratamiento de Manning como una acción “ridícula, contraproducente
y estúpida del Departamento de Defensa”.
Pero eso fue solo el principio de una larga cadena de abusos que ella tuvo que soportar. Varios meses después
de mi informe, el New York Times reportó que Manning era sometida a una serie
de rituales humillantes, en los cuales se la dejaba “desnuda en la celda
durante siete horas”. Y agregaba que durante las inspecciones debía “pararse
desnuda” afuera de su celda. Fue entonces, en 2011, que se supo del primer
intento de suicidio de Chelsea Manning. Amnistía Internacional denunció las
condiciones de su detención como una “infracción de las obligaciones de EE.UU.
con las convenciones y los tratados internacionales”. Y más tarde convocó a
protestas para exigir el cese de los abusos.
Sin embargo, fue difícil generar amplio apoyo del público y del periodismo a favor de Manning. De los sectores
de derecha, muchos consideraban a los denunciantes como "traidores" y
se regocijaban con su sufrimiento; por otra parte, muchos liberales leales a
Obama se burlaban del abuso sufrido por Manning. Pero finalmente, el relator
especial sobre tortura de la ONU investigó las condiciones de la detención de
Manning y publicó sus conclusiones en 2012 afirmando que “los militares de
EE.UU. son responsables de tratamiento cruel e inhumano”, y que “imponer
condiciones de detención seriamente punitivas a alguien que no ha sido
encontrado culpable de ningún delito es una violación a su derecho a la
integridad física y sicológica, así como a su presunción de inocencia”.
La controversia generada por estos reportes forzó al gobierno de Obama a transferir a Manning de Quantico a
la base militar de Fort Leavenworth —una prisión que si bien era más
"profesional", no era menos horrorosa— ubicada en el medio de Kansas,
a la espera de su juicio. Mientras que su encarcelamiento se vuelve más
regularizado, su heroísmo se multiplica a nuevos niveles.
En julio de 2013 Manning fue sentenciada por múltiples cargos de “espionaje” (aunque fue absuelta del cargo
más grave: el equivalente a traición por “ayudar al enemigo”). El 21 de agosto
fue condenada a 35 años de cárcel. El 22 de agosto —tan solo un día después—
presentó su declaración identificándose como Chelsea Manning, una mujer
transgénero, y demandó que las autoridades militares autorizaran la terapia
médica necesaria para completar su transición:
“Dada la manera en la que yo siento, y he sentido desde la infancia, quiero comenzar una terapia hormonal
tan pronto como sea posible. Espero recibir su apoyo en esta transición.
También solicito que, a partir de hoy, se refieran a mí usando mi nuevo nombre
y el pronombre femenino (excepto en el correo oficial al lugar de confinamiento).”
Es difícil describir la valentía y determinación que tal declaración implica. Menos de 24 horas después de saber
que ha sido condenada a pasar los siguientes 35 años de su vida en una prisión
militar, se define públicamente como una mujer transgénero y exige terapia
médica, a la cual ella tenía derecho legal y ético.
Para lograr captar adecuadamente la valentía de su decisión, es necesario entender cuál era su situación en ese
momento. Yo la visité en Fort Leaveworth en 2015. Para llegar allí, uno debe
tomar un vuelo a Kansas City, luego manejar más de una hora por los bosques de
Kansas, en el proverbial medio de la nada. Uno llega a la extensa y totalmente
militarizada base de Fort Leavenworth, adonde fue bastante complicado ingresar.
Después de entrar, uno maneja otros 15 o 20 minutos dentro de la base hasta
llegar a la prisión naval, que consiste en un laberinto de jaulas y medidas de
seguridad que uno debe recorrer para finalmente verla en algún lugar dentro de
las entrañas de esa prisión.
En resumen, es casi imposible haber estado más aislado de la sociedad de lo que estaba Chelsea Manning.
Identificarse como una persona transgénero y embarcarse en ese proceso de
transición es extraordinariamente difícil, incluso en condiciones óptimas. La
gente transgénero todavía enfrenta enormes barreras sociales —incluyendo
violencia epidémica— incluso cuando tienen una red de apoyo en el seno de las
ciudades progresistas. Pero hacer una transición de género encarcelada en una
prisión naval, en el interior de Kansas, donde tu vida cotidiana depende
exclusivamente de tus carceleros militares, es inconcebiblemente difícil e
inconcebiblemente valeroso.
Las dificultades de Manning en la cárcel, incluyendo sus intentos de suicidio y el grotesco castigo que
recibió por ellos, fueron difundidas al público. Aunque las autoridades
carcelarias le dieron a regañadientes una parte de la terapia que ella pedía,
también le impusieron restricciones mezquinas, como la negativa a que se dejara
crecer el pelo y a proveerle el apoyo que ella necesitaba.
Yo, como una de las pocas personas con autorización para visitarla, pasé muchas hablando por teléfono con
ella durante ese periodo. Su experiencia —tanto la general en la cárcel como la
específica de la transición de género— estuvo marcada por barreras y
dificultades totalmente injustificadas causadas por la malicia e ignorancia de
las autoridades carcelarias.
Pero el rasgo más impactante de la personalidad de Chelsea Manning es su persistencia inquebrantable. En el
tono más humilde pero decidido, ella insiste en seguir el camino correcto, sin
importar los riesgos ni los costos personales. Y al hacer esto, fue mucho más
allá de su acto inicial de denunciante de conciencia, se convirtió en una héroe
del movimiento LGBT a nivel mundial y de muchas más personas, al exigir el
derecho de ser reconocida por lo que es, y vivir libremente, incluso en las
condiciones de mayor opresión.
Este no es un caso en el que yo pueda fingir objetividad o neutralidad periodística. Considero a Chelsea
Manning como una de las mayores heroínas de su generación, al igual que una
amiga valiosa. Mientras que su liberación el día de hoy [artículo escrito el 17
de mayo] tiene un sabor agridulce: ¿Cómo olvidar la grave injusticia de que
ella haya pasado casi toda la década de sus veinte años encarcelada por algo
que amerita la gratitud colectiva, y que haya sufrido un abuso continuo? Estoy
emocionado de que ahora que será liberada ella podrá finalmente vivir como una
mujer libre e increíblemente entusiasmada con sus metas, que son una fuente de
inspiración para la gente.
En definitiva, Chelsea Manning es una persona única no solo por su heroísmo político, sino principalmente por
cómo ha recorrido su camino después de dicho acto político. Como relaté en la
carta que escribí apoyando la petición de clemencia, ella es la persona con
mayor capacidad de empatía y de compasión que he conocido en mi vida. Cuando
conversaba con ella, me resultaba difícil contener la rabia y el resentimiento
contra el abuso que ella sufría. Sin embargo, ella jamás expresaba o compartía
ni una fracción de mi ira, todo lo contrario; a menudo defendía a aquellos que le
hacían daño poniéndose en el lugar de ellos y justificándolos.
Podemos estar seguros de que su transición hacia la libertad no será fácil. Ha estado encarcelada desde que
tenía 22 años. Ella sabe que es una figura que genera polémica y polarización,
y tiene incertidumbres sobre cómo será su vida afuera de Fort Leavenworth. Será
naturalmente una enorme adaptación a todo nivel.
Pero Manning es una de las personas más inteligentes, interesantes e inspiradoras que uno pueda tener la
suerte de conocer. Hay un grado masivo de apoyo y admiración por ella en todo
el mundo, como quedó demostrado por la increíblemente exitosa campaña de
recolección de fondos para facilitar su transición hacia la libertad. Ante la
mención de su nombre, sin importar en qué parte del mundo yo haya hablado, la
gente se ha puesto de pie para ovacionarla. Todo esto —que ella sepa cuánto
amor y gratitud existe hacia ella— indudablemente la fortalecerá en lo que sea
que decida hacer.
Es raro, especialmente en estos
últimos tiempos, hallar inspiración en una historia política. Pero la última
década de la vida de Chelsea Manning y su potencial para el futuro es uno de
esos casos únicos. Uno no debe idealizar lo que le ha sucedido a ella. Hay
mucha injusticia, maldad e indignación en su historia. Pero la manera en la que
ella ha inspirado a mucha gente y el hecho de que hoy sea libre son una causa
de auténtica celebración, y un recordatorio de que los seres humanos mediante
actos puros de conciencia y determinación pueden por sí solos mejorar el mundo.
Fuente: http://theintercept.com/2017/05/17/
chelsea-manning-is-a-free-woman-her-heroism-has-expanded-beyond-her-initial-whistle-blowing/
http://rebelion.org/noticia.php?id=227192
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