La “Unión de Libertades Civiles Americana”
(ACLU) sobre Obama y las libertades fundamentales.
Glenn Greenwald. 9 de septiembre de 2011.
Traducido del inglés por El Mundo No Puede Esperar 30 de enero de
2012
Nota editorial de El Mundo no Puede Esperar. Este artículo fue
escrito antes de que Obama firmara como ley el Acta de autorización de Defensa
Nacional (NDAA por sus siglas en inglés) a finales de diciembre de 2011.
La “Unión de Libertades Civiles Americana” (ACLU por sus siglas en inglés)
decidió usar el décimo aniversario del ataque del 11/9 para hacer un informe
exhaustivo sobre la erosión de las libertades civiles justificadas en el nombre
del suceso, una erosión que – como documenta – no ha menguado en lo más mínimo,
incluso a menudo se ha acelerad, bajo la administración Obama. La organización
hoy trata un
informe titulado “Un llamado al coraje: reclamando nuestras libertades diez años
después del 11 de septiembre; este título pretende subrayar la ironía de que
los líderes políticos que se pavonean alrededor como guerreros valientes contra
el terrorismo en verdad dependen de un arma principal – sembrar miedo: la
ausencia de coraje - para conferir al gobierno con más poderes incluso y a la
ciudadanía con menos derechos si cabe. En el país, la “Guerra contra el Terror”
ha sido, y continúa siendo, una guerra contra las libertades políticas básicas
más que otra cosa. Las cuestiones concretas que aparecen en esta nuevo informe
de la ACLU no serán ni mucho menos nuevas para muchos de nuestros lectores, pero
dado el estatus de la organización entre los proguesistas así como de los
principales grupos defensores de derechos en el país, y debido a que el informe
trata estos temas muy por encima, merece mucho la pena subrayar algunos de sus
conclusiones clave.
Empecemos con el resumen de la valoración que hace la ACLU sobre lo que el
presidente Obama ha hecho con respecto a estos asuntos:
Hace diez años, no podríamos habernos imaginado a nuestro país involucrado
en políticas sistemáticas de tortura y asesinatos selectivos, traslado de
sospechosos desde otros países y teléfonos pinchados sin orden judicial,
comisiones militares y detención indefinida, vigilancia política y
discriminación religiosa. Esas políticas no sólo estaban completamente reñidas
con nuestros valores, sino que participando en ellas, tensamos las relaciones
con nuestros aliados, damos una herramienta de propaganda a nuestros enemigos,
socabamos la confianza de las comunidades cuya cooperación es esencial para
luchar contra el terrorismo, y desviamos recursos ya de por sí escasos dedicados
a defender la ley. Algunas de estas políticas se han parado. La tortura y el
traslado de sospechosos desde otros países ya no son oficialmente consentidos.
Pero muchas otras medidas – detención
indefinida, asesinato selectivo, juicios por comisiones militares, vigilancia
sin garantías, y discriminación racial – siguen siendo elementos clave de
nuestra estrategia de seguridad nacional hoy.
La semana pasada, el principal abogado y veterano de la CIA con 34 años de
servicio, John Rizzo, explicaba en PBS Frontline
que Obama no ha cambiado virtualmente ninguna de las políticas de Bush en ese
area, y esta semana, la Unión de Libertades Civiles Americana (ACLU por sus
siglas en inglés) explica que “hoy la mayoría de las políticas (de Bush)
siguen siendo elementos clave de nuestra estrategia de seguridad nacional.”
En algún momento muy pronto, será imposible que los más leales de ambos
partidos puedan negar esta verdad básica sin echarse a reir, ya que ambos han
sido entusiastas, cada uno por sus propias razones, en denegarla (e incluso las
dos diferencias citadas allí, si bien son positivas, son ampliamente exageradas
por los defensores de Obama: las técnica de torturas autorizadas por Bush ya no
estaban siendo utilizadas y los centros clandestinos de detención estaban vacíos
cuando Obama tomó posesión; al contrario, hay claras evidencias de que la
administración Obama continúa usando la tortura de manera
indirecta y el traslado
de prisioneros a los centros de detención clandestinos de manera indirecta
también).
La ACLU entonces subraya una de las más perversas, aunque reveladoras,
ironías en la opinión sobre libertades civiles del Partido Demócrata en la era
Obama: la manera en el que el simple intento de Bush de encarcelar a ciudadanos
de los EEUU sin el debido proceso (o simplemente escuchas secretas a ciudadanos)
dio lugar a semejante escándalo, mientras que el que Obama reclame el derecho a
asesinar ciudadanos estadounidenses sin el debido proceso no ha provocado
literalmente ninguna protesta:
De esa manera un ciudadano estadounidense detenido por militares y llevado
a una cárcel en Nueva York, señalado por el Presidente Bush como un “combatiente
enemigo”, y encerrado en un calabozo de la marina sin cargos o juicio. De esa
manera el presidente Bush, echando mano de poderes de guerra y en secreto se
declara con autoridad para violar las prohibiciones del Congreso e ignorar la
necesidad de autorización judicial para ordenar el seguimiento electrónico de
ciudadanos americanos. De esa manera el presidente Obama echó mano de una
autoridad sin restricciones para usar fuerza letal contra ciudadanos
estadounidenses, lejos de cualquier campo de batalla, en base a su propia y
unilateral determinación de que el ciudadano supone una amenaza a la nación. Y
de esa manera el Congreso aprobó leyes para poder detener prisioneros en
Guantánamo de manera indefinida, incluso aunque la prisión sea una mancha en la
conciencia y la historia de nuestra nación y una herramienta de reclutamiento
para nuestros enemigos.
De manera crítica la ACLU pone énfasis en que esta fijación de Obama – los
programas ampliamente expandidos de asesinar selectivamente a ciudadanos
estadounidenses lejos de cualquier campo de batalla – es una amenaza al estado
de derecho, y por lo menos tan peligroso como cualquier política implementada
por Bush/Cheney:
“Ninguna política de seguridad nacional supone una amenaza tan grave a
los derechos humanos y al estado de derecho internacional que el asesinato
selectivo, porque el gobierno utiliza la autoridad que se le ha dado para
imponer un sentencia de muerte extrajudicial a gente – incluyendo ciudadanos
estadounidenses – localizados lejos de cualquier campo de batalla.”
Bajo el programa de asesinatos selectivos empezado por la administración
de Bush y ampliamente expandido por la administración Obama, ahora el gobierno
recaba “listas negras” secretas de sus objetivos, y por lo menos algunos de esos
objetivos permanecen en esas listas durante meses al mismo tiempo. Por
definición esos objetivos no pueden siempre suponer amenazas “inminentes”. Al
mismo tiempo, el gobierno ha rechazado incluso
revelar los criterios legales que utiliza para decidir a quién va a
matar. El público americano no tiene manera de saber si el programa de
asesinatos selectivos es legal, y mucho menos si en concreto la gente que el
gobierno mata en el nombre de nuestra seguridad realmente representa una
inminente amenaza a nuestra nación. Sin embargo nosotros sabemos, que en la
década que va desde el 11 de septiembre, el gobierno ha señalado repetidamente a
gente como terrorista – incluyendo en Guantánamo – y sólo más tarde hemos
encontrado (o una corte ha encontrado) que las pruebas del gobierno eran
exageradas, erróneas, o no existentes. Si
conferimos al gobierno de una autoridad sin control para imponer sentencias de
muerte de personas que están lejos de cualquier campo de batalla y que no han
sido nunca condenadas o ni siquiera acusadas de un crimen, es inevitable que – a
pesar de las afirmaciones no verificables del gobierno de lo contrario – que
gente inocente sea ejecutada.
Para todo lo que se dice sobre que Bush y Cheney volvieron a los EEUU en un
estado granuja, aquí está el resultado aumentado de la política de Obama:
En los últimos diez años, América se ha convertido en una legalidad
internacional atípica al invocar el derecho a usar la fuerza letal y la
detención indefinida contra sospechosos de terrorismo fuera de los campos de
batalla. Si seguimos afianzando la militarización de nuestros esfuerzos anti
terroristas, nuestra nación arriesga en convertirse en un paria legal, en
detrimento de esos esfuerzos.
La ACLU entonces dedica un capítulo entero al modo en que la inmunidad para
los torturadores americanos – conferida conjuntamente por el presidente Obama y
una rama judicial dócilmente respetuosa al llamado
de Obama Bush al secreto de Estado – ha contaminado y degradado todo el
sistema judicial y ha hecho que la futura reintroducción de la tortura sea
virtualmente inevitable:
“Hoy tenemos una situación general que debería ser motivo de vergüenza
para todos los americanos: ni una sola víctima del régimen de torturas de la
administración de Bush ha estado ante un tribunal. Y ni un solo tribunal que se
ha atrevido con un pleito sobre tortura ha apuntado a la cuestión clave de si
los derechos legales de la víctima fueron violados.
Entonces se está produciendo el señalamiento de musulmanes americanos por
algunas de las acciones más invasivas y reductoras de derechos de las últimas
décadas. La ACLU explica: “Ninguna área de la sociedad civil musulmana de
América no se vio afectada por las acciones discriminatorias e ilegales durante
los años del gobierno de Bush... Resumiendo, la administración de Bush usó
la discriminación religiosa, racial y de nacionalidad como una de las
principales herramientas de la lucha antiterrorista de esta nación.” ¿Y
ahora?
Con un alarmante amplitud, la administración de Obama ha continuado
utilizando la discriminación como una política oficial del
gobierno.
Un capítulo separado lo dedican a lo que la ACLU llama “Una masiva y
descontrolada sociedad vigilada.” Explica: “Usando la autoridad del Acta
Patriótica, la Administración de Bush empezó – y la Administración Obama ha
continuado – llevando a cabo una intensiva vigilancia “preventiva” de
americanos inocentes sin una revisión judicial.” Y “el resultado es una
sociedad vigilada a nivel nacional en la que el derecho a la privacidad de los
americanos está sitiado como nunca antes.” Pero poco se sabe sobre lo que
exactamente el gobierno está haciendo con esto, inexplicablemente a escondidas –
es lo que el
Washington Post llama “América máximo secreto” - por esto:
La administración Obama, como la administración Bush antes, ha usado
excesivo secretismo para esconder una posible inconstitucionalidad de la
vigilancia.
Este “Estado de Vigilancia”, al igual que otras muchas políticas
antiterroristas de Bush/Obama, se justifica por una interminable plan para
sembrar miedo. Porque además del enriquecimiento de la industria estatal de
seguridad privada (vea aquí y aquí),
su propósito real – como ya expresé la semana
pasada – es este:
Demasiado a menudo, la vigilancia
gubernamental después del 11-9 ha señalado a gente sólo por expresar sus
opiniones políticos o por protestar las políticas del gobierno. La ACLU
ha documentado ejemplos de espionaje político, monitorización y acoso a los
americanos basados en sus actividades, que están protegidas por la Primera
Enmienda, por parte de los oficiales locales, estatales y federales de al menos
33 estados y el distrito de Columbia62. El gobierno ha espiado a
grupos de minorías raciales y religiosas y a comunidades organizadas, grupos
universitarios, reservistas militares cuando llaman a sus familias a casa,
periodistas, cooperantes, activistas políticos, y muchos
otros63.
Pero la principal causa de esta continuidad Bush-Obama ha sido que ambos
presidentes han adoptado rotundamente la misma teoría de la guerra contra el
terrorismo- el ilimitado campo de batalla global y el resultante poder sin
restricciones para actuar en cualquier parte del mundo sin límites – lo que
tuvo mucha controversia durante la presidencia de Bush pero que se ha
convertido en la línea principal, de consenso bipartidista:
Por supuesto, no son sólo algunos en el Congreso que han adoptado una guerra
contra el terrorismo mundial. Desde el 11 de
septiembre, no ha habido más algo más dramático o con un desarrollo con
consecuencias que la controversia entre las administraciones de Obama y Bush de
que Estados Unidos está metido en un conflicto armado global contra entidades
terroristas definidas con poco rigor y las indefinidas “fuerzas aliadas”.
Las políticas más concretas que se han seguido con esta construcción son la
detención militar indefinida y el asesinato selectivo de civiles lejos de
cualquier campo de batalla convencional o teatro de operaciones.
Apuntando a esa teoría central de ambos presidentes, la ACLU resuelve una de
las reivindicaciones más erróneas de los defensores de Obama: que el fracaso del
presidente en cerrar Guantánamo se debe exclusivamente al obstruccionismo del
Congreso; de hecho, mucho antes de que el Congreso hiciera nada con respecto al
campo, el presidente anunció su intención de continuar con la injusticia
principal – la detención indefinida – aunque
en un escenario diferente:
Pero la promesa del presidente Obama de cerrar Guantánamo fue minada por
él mismo en mayo del 2009 al anunciar una política que consagraba en Guantánamos
el principio detención indefinida militar sin cargos o
juicio6.
Durante la era Bush, las acciones y condenas de la ACLU recibieron una
atención amplia y positiva de los progresistas. Eso, por supuesto, no es verdad
ahora, y este mordaz y crítico reportaje será probablemente ignorado en la
mayoría de esos círculos, igual que
lo ha sido este comentario realmente destacable del director ejecutivo de la
ACLU. Y como siempre, cualquiera que pida con insistencia que se preste
atención a estos hechos se encontrará con la exigencia de que la mirada tiene
que desviarse en cambio a qué miedo dan Sarah Palin Christine O'Donnell
Michele Bachmann Rick Perry, y después esto se desvanecerá tan alegremente
en una nube de electoralismo partidista incluso cuando a las elecciones les
faltan más de un año.
De una manera u otra, este autoritarismo avanza de manera sigilosa, sin
restricciones y sin disminuir, y es ahora – más que en la esfera del ala derecha
republicana – con un completo consenso bipartidista. Realmente no entiendo cómo
los progresistas piensan que se les va a tomar en serio la próxima vez que haya
un gobierno republicano e intenten resucitar su fingida preocupación por esas
cuestiones; serán tan creíbles como los conservadores que pretenden ser
guerreros del déficit y de un gobierno comedido sólo cuando es el otro partido
el que está en el poder.
Pero incluso eso últimamente importa poco: tan afianzado está el militarismo
institucional, el secretismo, la vigilancia y el autoritarismo que incluso si
hubiera un gran debate público sobre ello, como hubo durante la presidencia de
Bush, este sistema difícilmente se vería afectado, ni mucho menos amenazado. El
gobierno y otras facciones de poder – especialmente aquellas amenazadas por la
posibilidad de descontento y agitación social – no renuncian a este tipo de
autoridad a menos que se les fuerce a ello.
ACTUALIZACIÓN: Mañana por la mañana, empezando alrededor de las
11.20, estaré en el programa de la radio pública nacional (NPR por sus siglas en
inglés) On Point, hablando del 11 de
septiembre y las libertades civiles, junto con Dana Priest del Washington
Post, que estará desde el principio del programa hablando sobre “la América
del Máximo secreto”.
ACTUALIZACIÓN II: Donald Rumsfeld se ha convertido en la última
figura de la derecha – entre muchos – en colmar de
alabanzas al presidente Obama sobre las políticas de libertades civiles y
terrorismo ( h/t flellis):
El anterior secretario de defensa Donald Rumsfeld le dice al presidente
Obama que ha tenido que aceptar buena parte de la doctrina Bush por necesidad, a
pesar de que lo que prometió durante la campaña en el 2008...
“Han terminado dejando Guantánamo abierto no porque les guste – a nosotros
no nos gustaba tampoco – sino porque no pudieron pensar en una solución mejor,”
dijo Rumsfeld a Greta Van Susteren de las noticias de la Fox el
martes...
“Es lo mismo que con el Acta Patriótica, las comisiones militares y la
detención indefinida. Todas esas cosas fueron criticadas pero hoy todavía están
activas dos años y medio más tarde porque son la mejor alternativa a las demás
opciones – y de hecho están sirviendo para mantener a América más segura,”
dice Rumsfeld.
Igual que nadie podría haber
fortalecido el formato antiterrorista de Bush/Cheney en el modo que Obama lo ha
hecho, de igual manera nadie habría podido darle confirmación a esas
políticas como él lo ha hecho.
Este artículo apareció originalmente en Salon.com el 7
de septiembre de 2011.
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