El peligro de la filtración en Wikileaks: podrías
dejar de pensar como un estadounidense.
29 Julio 2010 Por Kevin Gosztola
Traducido del inglés por El Mundo No Puede Esperar 18 de agosto de
2010
Pocos días después de la publicación de decenas de miles de documentos que
fueron en su día información clasificada y que ahora son conocidos como los
“Diarios de guerra afganos”, el interés de los documentos se ha desplazado desde
los contenidos de los informes sobre los incidentes hacia el efecto o el impacto
que la filtración de Wikileaks puede tener sobre la guerra en Afganistán.
La filtración de más de 70.000 informes (y las noticias de que 15.000 nuevos
informes van a ser publicados después de ser sometidos a lo que el fundador de
Wikileaks, Julian Assange, llama “un proceso de minimización del daño” para
proteger a civiles afganos), creó dos desafíos directos a lo que puede ser
considerado como dos partes del gobierno en los EE.UU.: la Casa Blanca y el
Pentágono (rama ejecutiva) y la prensa (a menudo referida como “la cuarta rama”
del gobierno).
Esta en una parte de la declaración
oficial publicada por la Casa Blanca el domingo 25 de julio:
“Condenamos enérgicamente la revelación por parte de individuos y
organizaciones de información clasificada que pone en peligro las vidas de los
miembros del servicio estadounidense y de nuestros aliados, y que amenaza
nuestra seguridad nacional. Wikileaks no hizo ningún esfuerzo por contactar con
el gobierno de los EE.UU. para discutir sobre estos documentos que pueden
contener información que haga peligrar la vida de estadounidenses, de nuestros
aliados y de la población local que coopera con nosotros.”
En una conferencia de prensa el lunes 26 de julio, el Portavoz de la Casa
Blanca Robert Gibbs, mostraba un pequeño cambio
en la respuesta de la Casa Blanca a la filtración. Como en la declaración
oficial, dijo que la reacción de la Casa Blanca a esta “violación de la ley
federal” es que tiene el “potencial de ser muy dañina para aquellos que están en
nuestro ejército, aquellos que están cooperando con nuestro ejército y aquellos
que están trabajando para mantenernos a salvo”.
Gibbs también dijo, “no creo que de lo que se está informado no se haya
discutido públicamente durante mucho tiempo y de muchas formas, tanto por
ustedes como por los representantes del gobierno de los EE.UU.”, y continuó
diciendo como la prensa era plenamente consciente de que Pakistán pudiera tener
“puestos francos” que estuvieran ayudando a los talibán y que la Casa Blanca ha
estado haciendo progresos para enfrentarse a este problema.
Aquellos que recuerdan el
bloqueo de la administración Obama para publicar las fotos que supuestamente
mostraban tropas abusando de detenidos en prisiones de Irak y Afganistán han
escuchado seguramente antes ese argumento sobre los riesgos para la tropa. En un
video publicado por The Guardian, Assange responde a este argumento y
dice que “los militares mantienen información oculta para proseguir con la
guerra, pero también para esconder abusos.” Señaló que hay una razón de orden
militar para una información sobre “tropas que están a punto de desplegarse”,
pero ya que esta información es toda del período 2004-2009, no es especialmente
peligrosa.
Las declaraciones de Gibbs señalan que no hay nada nuevo en lo referente a
Pakistán, mostrando parte de la evolución desde la respuesta inicial publicada a
la prensa y al público. La administración Obama parece haber hecho el cálculo de
que la naturaleza de Wikileaks es demasiado notable como para desprestigiarlos
únicamente con un argumento que ya ha sido utilizado para defender la protección
de información gubernamental.
La contestación
del almirante Mike Mullen y otras declaraciones muestran que la administración
Obama ha elegido intentar frenar el entusiasmo de la filtración y prevenir a los
interesados que si revisan los documentos no van a encontrar información nueva.
Si el público piensa que no se ha ganado nada con la filtración, es posible que
la gente se cuestione la función de Wikileaks y posiblemente se les pueda
convencer de que lo que se hizo fue una especie de truco publicitario.
La respuesta inicial también demuestra que la Casa Blanca creyó que Wikileaks
debería haberles consultado antes de filtrar información clasificada a la
prensa. Esto es interesante ya que el gobierno de EE.UU. ha estado tratando de
“cazar” a Julian Assange y mostrando una entusiasta ansia por frenar las
operaciones de Wikileaks. Incluso más interesante es el hecho de que hubo
movimientos antes de la publicación de los documentos, gracias a dos periodistas
del New York Times que consultaron
con la Casa Blanca y pidieron permiso y consejo sobre lo que debían o no
publicar. El encuentro dio tiempo a la Casa Blanca para prepararse ante la
publicación de los informes por parte de Wikileaks.
Un documento
que circuló entre la prensa presentando muchos de los comentarios del presidente
y de los líderes de la administración sobre el papel de Pakistán en la guerra de
Afganistán, indica que supuestamente hubo un desarrollo de una estrategia
conjunta sobre los medios o las relaciones públicas entre la Casa Blanca y el
New York Times antes de los “registros de guerra” publicados el 25 de
julio. Este documento concedió una vía a los periodistas en desacuerdo con la
ética de Wikileaks para trabajar sobre los contenidos de los documentos
filtrados. Parece que este documento pdf se hubiera convertido en uno de los
puntos centrales de las conversaciones críticas en la prensa el lunes posterior
a la filtración.
El efecto fue que, en su mayor parte, la posibilidad de crímenes de guerra
fue convenientemente omitida o pasada por alto. Los comentarios sobre el
escuadrón de la muerte estadounidense Task Force 373, estuvieron virtualmente
ausentes de los análisis de las publicaciones del domingo. Examine Der
Spiegel y The
Guardian y compare qué es lo básico en las editoriales e informes con lo
que es lo principal en las editoriales e informes del New York
Times. Encontrará que los análisis de los medios de comunicación se
centran en Pakistán y los talibán.
La decisión del New York Times de llevar el asunto a la Casa Blanca y
no continuar examinando los crímenes de guerra cometidos, o incluso el alarmante
número de bajas civiles detallados en los registros podría tener algo que ver
con lo que el profesor Anthony DiMaggio de la Illinois State University escribió
en su libro When the Medias Goes to War sobre el papel de los medios de
comunicación en las guerras en el extranjero:
Los periodistas estadounidenses ven su papel en los conflictos extranjeros
como un reflejo obediente de las opiniones expresadas en Washington. En el caso
de Afganistán, tanto demócratas como republicanos dieron su apoyo a una escalada
de la guerra a comienzos de 2009. Las críticas “responsables” se limitaron a
preguntas sobre si la guerra era ganable o demasiado costosa. La administración
Obama regañó de forma paternal al gobierno afgano por complicidad con la
corrupción, el fraude en las votaciones, confabulación con los señores de la
guerra, tráfico de estupefacientes y falta de responsabilidad democrática. Esas
críticas tuvieron eco en las noticias o en las editoriales.
DiMaggio señala que el New York Times ha apoyado esta guerra incluso
cuando el público estadounidense y afgano ha demostrado una amplia oposición.
Los periodistas apoyaron la escalada de Obama escribiendo “el envío de más
tropas” es “esencial para derrotar a las fuerzas talibán y asegurar la
región”.
El tema de los talibán y de Pakistán da la oportunidad para hacer críticas
pragmáticas y crean una clase de debate cercano a los intereses de la Casa
Blanca. Tal debate no amenaza los intereses geopolíticos de EE.UU. o desafía la
idea central de que la guerra deba continuar.
El
crítico de medios de comunicación Jay Rosen concluye, “en la historia de los
medios hasta ahora, la prensa no era libre de informar sobre lo que el poder
deseaba mantener en secreto porque las leyes de las naciones lo impedían. Pero
Wikileaks es capaz de informar sobre lo que el poder desea mantener en secreto
ya que la lógica de internet lo permite. Esta es la noticia.”
La conclusión de Rosen ilumina el porqué Wikileaks supone un desafío tan
directo a la Casa Blanca y a la prensa. A Wikileaks no le importa proteger la
integridad del complejo industrial de seguridad, que trabaja para mantener la
información bien (o en algunos casos, mal) clasificada. El “activismo
informativo” de Wikileaks coincide con las filosofías centrales que han nacido
desde la existencia de internet y, con internet mismo. ¿Qué importa si algunos
periodistas encuentran ético o no ético lo que hizo Wikileaks?
La prensa en EE.UU. está mayoritariamente en contra de las prácticas y la
ideología de Wikileaks, que cree que las agencias de información han gastado
dinero para mantener en secreto lo que debería ser público. Sin duda, la prensa
piensa que si tal creencia fuera apoyada por los miembros de los medios de
comunicación estadounidenses, el acceso a la Casa Blanca y a otras instituciones
estaría amenazado. El proceso de socialización que compromete a la prensa con
los oficiales del gobierno tratando de formar vínculos para que así se obvien
las noticias sobre oficiales de alto rango.
Por ejemplo, el proyecto de periodismo digital publicado la última semana: Top Secret
America. El Washington Post trabajó codo con codo con la Casa
Blanca y otras agencias. Si lo hubieran intentado hacer con la ayuda de
denunciantes o de fuentes anónimas, la Casa Blanca hubiera condenado al Post.
Los periodistas podrían haber sido probablemente despedidos de los periódicos y
se enfrentarían a una acusación como James Risen, que escribió una historia
sobre una intervención telefónica en NSA durante la administración Bush y
utilizó para ello fuentes anónimas.
El compromiso de Wikileaks con la transparencia, es una ofensa al papel de la
prensa como organismo que se dedica a fabricar el consentimiento de la gente y
al papel del gobierno federal como una entidad que debe proteger los intereses
del Estado mediante la creación de una versión oficial sobre porqué debe
continuar la guerra en Afganistán, una versión que Wikileaks ensucia con
información del propio gobierno, que indica que la versión oficial es una
realidad inventada.
Históricamente, los EE.UU. no quieren que los ciudadanos se involucren en
decidir que es lo que los EE.UU. hacen en su política exterior. Julian Assange y
Wikileaks muestran una creencia en el valor de la participación ciudadana e
interés en los asuntos de los gobiernos de todo el mundo. Tal y como Assange
dijo sobre la filtración, “la gente de cualquier país que está leyendo esto, es
capaz de comentarlo y ponerlo en contexto, así como entender la situación en su
conjunto”.
El “rebaño desconcertado” se supone que debe ser “espectador” y apoyar a las
tropas y confiar en los motivos y acciones del gobierno. Cuando el público se
preocupa ocurren cosas como una oposición pública suficientemente fuerte como
para diluir el apoyo a la guerra en Vietnam o la desobediencia civil contra el
uso de armas nucleares, etc.
El peligro real para el gobierno es que los estadounidenses pudieran escuchar
a Emmanuel
Goldstein, un conocido hacker y editor de la revista 2600: The Hacker
Quarterly, y promover valores que apoyen “ir a la verdad del asunto,
destapar lo tapado”. El peligro real es que los ciudadanos puedan quedar tan
encantados con Wikileaks y no creer más en el “poder imaginario” (tal y como
Sheldon Wolin podría llamarlo) de que estamos en una guerra sin fin por nuestras
vidas, con terroristas que odian a EE.UU. por su libertad, y que Afganistán es
un problema esencial en esta batalla.
El peligro real es que la población abandone la docilidad y no se adhiera más
a la cultura cívica que ha sido impulsada durante generaciones de políticos en
EE.UU. a lo largo del siglo pasado. <>Leamos el siguiente párrafo del
NSC
68: United States Objectives and Programs for National Security
publicado en abril 1950 y que es posiblemente una especie de Biblia para la
seguridad nacional. Este extracto explica como “el camino democrático” requiere
que los ciudadanos sean menos ingenuos, más discriminadores (la elite gobernante
habla para gente ignorante y apática políticamente):
(En) la búsqueda de la verdad (el individuo) sabe cuando debe asumir un
acto de fe, que él distingue entre la necesidad de tolerancia y la necesidad de
justa supresión. Una sociedad libre es vulnerable en eso, es fácil para la gente
caer en excesos, los excesos de una mente permanentemente abierta que espera
ilusoriamente la prueba de que el mal diseño puede convertirse en un noble
propósito, los excesos de fe se vuelven prejuicios, los excesos de tolerancia
degeneran en indulgencia ante la conspiración y el exceso de represión, cuando
las medidas son moderadas, no es sólo más apropiado, sino que es más
efectivo.
La filtración de los informes de la guerra en Afganistán crea el riesgo de
que el público estadounidense pueda caer en excesos, pueda comenzar a desafiar
la idea de que las tropas de EE.UU. deben permanecer en Afganistán y luchar
contra los talibán. El público puede comenzar a contestar los argumentos contra
la retirada de EE.UU. y sus aliados en Afganistán, puede comenzar a dudar, de
forma más abierta que antes de la filtración, de los motivos e intenciones de la
superpotencia en Afganistán. El peligro es que la filtración pueda erosionar la
sensación de propósito común en el país.
La amenaza de esta filtración no es que se requiera una revisión inmensa de
los aparatos de seguridad utilizados por el ejército de EE.UU. en las más de 800
bases que tiene por el mundo. La administración Obama puede fácilmente dar otro
contrato a otra empresa del complejo industrial de seguridad para afinar el
sistema y prevenir fugas en el futuro. La amenaza es que más y más ciudadanos
crecerán ahora con el desencanto en la política exterior estadounidense y
desafiaran las agendas de neoconservadores y neoliberales que escriben las
políticas, embarcadas en teorías, y el diseño de los poderes imaginarios que los
estadounidenses tienen que entender como “EE.UU. contra ellos”.
Los informes de la guerra de Afganistán desafían a la gente a hacer, lo que
los activistas de la información de Wikileaks creen que deberían hacer. Deberían
desear información y no “tal y como la gente está enseñada a hacer en EE.UU.,
preocuparse por la ilegalidad de la filtración. Deberían leer los documentos,
sacar sus propias conclusiones y no permitir a los medios de comunicación
desentrañar la totalidad de la filtración y decirles que es insignificante,
porque muchos de los incidentes detallados ya se conocían. Y, deberían responder
activamente a los contenidos y más abiertamente preguntar porqué es tan esencial
continuar la guerra en Afganistán.
Fuente: The Danger of the Wikileaks' Leak: You Might Stop Thinking Like
an American
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