De cómo el ejército de EEUU intenta ocultar la
huelga de hambre en Guantánamo, según Shaker Aamer
Kevin Gozstola The Dissenter 9 de abril de 2013
Traducido para Rebelión
por Sinfo Fernández
El prisionero británico Shaker Aamer lleva más diez años encarcelado en la
Bahía de Guantánamo, pero aún no ha sido acusado de delito alguno ni sometido a
juicio. Se ha aprobado su liberación pero allí sigue aún detenido. Y es uno de
los más de cien presos retenidos en Guantánamo que han iniciado una huelga de
hambre.
Aamer habló recientemente con su abogado Clive Stafford Smith, que es el
director ejecutivo de una asociación benéfica de carácter jurídico,
Reprieve, con sede en el Reino Unido. Smith presentó una declaración ante
un tribunal estadounidense con la información que Aamer le había
transmitido.
Ayer, este blog cubrió los malos tratos a que Aamer y otros presos están
siendo sometidos por participar en protestas no violentas. Aamer le describió a
Smith cómo una Fuerza de Respuesta para Emergencia (ERF, por sus siglas en
inglés) estaba sacando a la fuerza a los prisioneros de las celdas. Describió su
situación en la celda de aislamiento a la que le han trasladado y en la que
resulta imposible dormir, y de cómo el turno de noche en la prisión se ha
convertido una pesadilla porque los guardas se dedican a hacer ruidos muy
fuertes para mantener despiertos a los presos. Aamer le dijo también a Smith que
los guardias están ahora utilizando la práctica de ponerle una correa de perro a
los presos (Léase el escrito completo aquí).
Ahora, a partir de la declaración,
y para poder conocer más datos de la huelga de hambre que empezó a primeros de
febrero, centrémonos en lo que Aamer le dijo a Smith acerca de que el ejército
estadounidense está tratando de ocultar el alcance de la huelga de hambre.
El 19 de marzo, Aamer informó que dos “generales” visitaron el Campo Cinco,
donde Shaker se encuentra. No estaba seguro pero pensaba que uno de los dos
individuos podría haber sido el General John F. Kelly, que es el jefe del Mando
Sur de EEUU. Iba “rodeado de un séquito” y, antes de su llegada, “prepararon una
ambulancia con doctores, enfermeras y una camilla dentro. Iban con ropas de
civiles. Llevaban todo tipo de equipamiento, incluido un tanque de oxígeno”.
En la camilla habían colocado a un hombre con “apenas barba y que no era
uno de los detenidos” [énfasis no añadido]. Este detenido no llevaba
“esposas”. Le sujetaron a la camilla para evitar que se cayera. Y fue conducido
hasta la “ambulancia delante de los generales” y después llevado al
hospital.
“Fue toda una actuación en un intento por impresionar a los generales de lo
bien que estaba marchando todo”, afirmó Aamer. Él creía que en caso de que “se
hubiera cuestionado”, los militares podrían decir que había sido un
“simulacro”.
“Cada dos o tres días” llegaban visitantes al campo. Aamer cree que esto es
parte del esfuerzo para “convencer a la gente de que se trata bien a los
prisioneros”. Por el día todo “está más tranquilo” pero “los peores abusos
tienen lugar por la noche”.
Aamer añadió otro aspecto del esfuerzo para ocultar lo que realmente está
sucediendo y que implica un cambio en la forma de abordar los temas relativos a
las comidas:
“… Normalmente, informa Shaker, la comida que no se consume se saca fuera.
Ahora, se deja en la sección metida en recipientes para ocultar el hecho de que
los detenidos se están negando a comer. Puede que esto se esté haciendo, piensa
él, para conseguir que el olor de la comida tiente a los prisioneros y vuelvan a
comer. Después, todos los alimentos rechazados se tiran a la basura, para que
los civiles que preparan los alimentos vean que los contenedores vuelven vacíos
y así no pueda informarse de la cantidad de comida que no se está tomando…”
Nadie, que tenga una posición de autoridad, está trasladando las quejas de
los prisioneros, aunque Aamer ha pedido ver al oficial responsable en múltiples
ocasiones. ¿Podría ser ésta una forma de ocultar el alcance de las denuncias?
Los oficiales, si no escuchan y no saben nada, pueden negar lo que está
pasando.
El Pentágono reconoce que al menos hay 30 prisioneros que están haciendo
huelga de hambre. Según Carol Rosenberg, del Miami Herald, esta cifra es
reflejo del hecho de que el ejército sólo
define que un preso está “en huelga de hambre si ha ‘perdido bastante peso
corporal’ y se ha saltado al menos nueve comidas consecutivas”.
Aamer y los abogados defensores de los presos de Guantánamo tienen que
depender de una definición que no se diseñó para encubrir el nivel de
resistencia en la prisión. Tanto Aamer como los abogados han informado de que
hay 130 prisioneros en huelga de hambre.
Aamer añade que de los 66 prisioneros del Campo Cinco, se ha reconocido que
hay 45 que están en “huelga”. A Aamer sólo recientemente se le reconoció que
estaba en “huelga”. También, según su testimonio, hay muchos prisioneros que
tienen problemas con los niveles de azúcar en sangre y siete prisioneros más que
están en el hospital.
Las autoridades juegan con el peso de los presos y ahora están utilizando una
“gran escala”. A los presos se les pesa con “grilletes” y a menudo después de
que les han hecho beber “una gran cantidad de agua”. No se les deja ver el peso
para que no sepan lo que están escribiendo. Según Aamer, se han producido
“milagros”; por ejemplo, un preso que pesaba 57,6 kilos la pasada semana, tras
una semana sin comer, al pesarle de nuevo le dijeron que ahora pesaba 63,5
kilos.
Rosenberg informaba
el 1 de abril de que “a once de los cautivos se les estaba alimentando
suplementos nutricionales mediante tubos que iban serpenteando desde la nariz
hasta el estómago. Dos estaban hospitalizados con goteo intravenoso, así como
con tubos de alimentación. El viernes, el ejército contó 37 cautivos en huelga
de hambre”.
Aamer le dijo a Smith que hay entre seis y diez presos que están “cayendo”
cada día debido a que sus niveles de azúcar en sangre son demasiado bajos. El
ejército, en vez de alimentarles a la fuerza con el método del tubo y una silla,
los está atando a una tabla. Entonces se les dice que “tomen una mezcla de agua
con miel” o les dejarán en la tabla “durante varias horas hasta que se la
tomen”.
Aamer pesa alrededor de 71,6 kilos. Ha perdido 14,5 kilos. Ahora pueden verse
las costillas en su pecho y, debido a que su cuerpo ha sufrido inmensamente
durante los últimos años, está tomando “dos o tres cucharaditas de miel al día
para tratar de aminorar el peor impacto de la huelga de hambre”. (Nota: No
parece que el ejército le esté forzando a tomar la mezcla de agua con miel.)
Todo lo anterior se está haciendo para tratar de convencer al mundo que todo
marcha estupendamente y que quien esté preocupado puede quedarse tranquilo. El
Pentágono no quiere que se sepa que la mayoría de los presos están participando
en la huelga de hambre. Por tanto, se inventan una definición que pueda
imposibilitar averiguar que los presos están ofreciendo resistencia ante el
planteamiento de la detención indefinida.
¿Cómo puede compararse esta actitud con la forma en que el Pentágono ha
manejado anteriores huelgas de hambre?
En 2002, los prisioneros hicieron huelga de hambre. Aún no conocemos la fecha
oficial de su comienzo. El Pentágono no ha publicado todavía esta información.
Ha hecho lo mismo en este caso, haciendo que los periodistas tengan que ofrecer
dos cifras en sus relatos: las estadísticas del Pentágono y las estadísticas de
los abogados defensores de los presos, que son siempre mucho más altas.
En 2005, durante una huelga de hambre, según el Centro
para los Derechos Constitucionales, que cuenta con abogados que están
representando a los prisioneros, el Departamento de Defensa organizó “visitas
engañosas de exhibición del centro de detención en la Estación Naval de la Bahía
de Guantánamo para los senadores estadounidenses. Había alrededor de 200 presos
en huelga de hambre. Pero a los senadores ‘se les prohibió que hablaran
directamente con los detenidos’. Eso dejó a los senadores con una idea bastante
inexacta de las condiciones de vida de los detenidos y de cómo se les trataba”.
Por ejemplo, el senador Pat Roberts (republicano por Kansas) afirmó el 11 de
julio de 2005: “Todo lo que vimos es consistente con lo que el Comité de
Inteligencia del Senado nos había informado acerca de las operaciones en curso
de supervisión en GITMO”. También dijo: “Realmente me cuesta imaginar que en
este país pudiera darse un trato mejor que el que se le está dando a ese tipo de
gente. Son tratados de forma humana y respetuosa”.
Ese “tipo de gente” estaban todos viviendo en el Campo Cuatro, “donde un
pequeño número de prisioneros vestidos con monos de color blanco” estaba
“cooperando con los interrogadores”. El ejército no estaba permitiendo que la
gente accediera al Campo Cinco, que albergaba casi 100 prisioneros; ni siquiera
a los representantes políticos.
Aunque desde hacía más de un mes había en marcha una huelga de hambre, el
portavoz del Pentágono, el Comandante de Marina Flex Plexico afirmó el 20 de
julio de 2005: “Que no tenía información de que hubiera ninguna huelga de hambre
en Guantánamo”. El Pentágono se negó a informar de los hechos relativos a la
huelga de hambre pero tuvo que admitir finalmente que había prisioneros que
estaban participando en la misma porque –al igual que sucede con la actual
huelga de hambre- los abogados de los prisioneros estaban revelando lo que
sucedía en la prisión.
El 16 de marzo, CBS News informaba:
“Dos portavoces del Departamento de Defensa, el Teniente Coronel Todd Breassale,
del Pentágono, y el Capitán Robert Durand, de la base de Guantánamo, negaron que
en la prisión militar se hubiera una huelga de hambre”. Breassale dijo: “No hay
nada concreto sobre un huelga de hambre masiva, eso es una total invención” y
“Algunos que afirman estar haciendo huelga están en realidad comiendo puñados de
frutos secos y otros alimentos. Están ingiriendo un montón de calorías”.
Después, el Pentágono sólo admitiría que había 14 prisioneros en huelga de
hambre y que la cifra incluía a cinco o seis individuos que llevaban “años
haciéndola de vez en cuando” y se les estaba sometiendo a alimentación forzosa
por nariz mientras les mantenían atados a una silla.
Jason Leopold, de Truthout, publicó
el 1 de abril una comparación entre la huelga de hambre que se produjo en 2006 y
la que está teniendo lugar ahora. Ambas se desencadenaron por “contrabando” en
las inspecciones de los Coranes. “Esos registros fueron una respuesta a los
cinco intentos de suicidio de mayo de 2006, y la muerte, el pasado septiembre,
de >Adnan
Farhan Abdul Latif, un preso de alto nivel, que, según un médico del
ejército, se había quitado la vida ingiriendo una dosis letal de medicamentos
antipsicóticos”.
Los investigadores del NCIS, según Leopold, dicen que Latif escondió
medicamentos en su Corán, “en concreto, en el forro del libro sagrado”.
Volviendo al 18 de mayo de 2006, se encontró a un prisionero “inconsciente en su
celda, a quien le salía espuma por la boca, dentro del ahora cerrado Campo 1. Al
parecer, el prisionero había ingerido pastillas que no se le habían prescrito.
Por eso, el comandante de GTMO en aquella época, el Almirante Harry Harris, ordenó
‘que se registraran exhaustivamente las celdas’ y dijo que había encontrado las
pastillas escondidas en el ‘forro del sagrado Corán’ y otros lugares, como en la
pierna ortopédica de uno de los prisioneros”. (Tres prisioneros que habían
estado en huelga de hambre se suicidaron
en junio de 2006).
>Truthout ha presentado una solicitud en función del Acta de
Libertad de Información (FOIA, por sus siglas en inglés) de “una amplia gama de
documentos pertenecientes a quienes están en huelga de hambre y sobre el trato
dado a los prisioneros”. Es parte del esfuerzo para contrarrestar el secretismo
que el Pentágono trata de establecer acerca de lo que está realmente sucediendo
en la prisión.
De alguna forma, la operación puesta en marcha el Pentágono no ha tenido
éxito porque los abogados están compartiendo lo que los prisioneros les están
contando, aportando sombrías estadísticas sobre la huelga de hambre que
cuestionan lo que el Pentágono está haciendo público. Por otra parte, en los
medios estadounidenses no se ha prestado mucha atención al tema. En febrero, la
prensa ignoró prácticamente las afirmaciones de los abogados de que había muchos
prisioneros haciendo huelga de hambre tras la negativa dada por el Pentágono. Y,
hasta el 14 de marzo, cuando se reconoció que había 14 presos en lo que el
Pentágono considera huelga de hambre, las noticias que cubrían la misma no
aumentaron de forma apreciable.
Aamer es padre de cuatro niños. Es uno de los 86 presos que, en la revisión
efectuada por una comisión interagencias, se declaró que había
que liberar, y que el Presidente Barack Obama autorizó mediante orden
ejecutiva. La revisión fue llevada a cabo por “60 profesionales de carrera,
incluidos analistas de inteligencia, agentes para el reforzamiento de la ley y
abogados, y participaron en su preparación el Departamento de Justicia, el
Departamento de Defensa, el Departamento de Estado, el Departamento de Seguridad
Interior, la Agencia Central de Inteligencia, el Buró Federal de Investigación y
otras agencias de la comunidad de inteligencia”. Realizaron un “examen riguroso”
y valoraron “la amenaza que suponía cada detenido, la fiabilidad de la
información subyacente y los intereses de la seguridad nacional”.
A pesar de lo que dijo recientemente en el aire Mark Phillips, de CBS
News -que el caso de Aamer es de locos, como muchos de los casos de
Guantánamo, porque ningún secretario de defensa estadounidense puede garantizar
que Aamer no constituirá un riesgo para la seguridad de EEUU una vez liberado-,
no hay absolutamente ninguna razón para sostener de forma justificada que Aamer
supondría un riesgo para la seguridad si se le dejara libre. No hay ningún
riesgo en absoluto de que el hecho de devolverle al Reino Unido, uno de los
principales aliados de EEUU, suponga riesgo alguno para EEUU.
De forma destacada, en noviembre de 2011, su abogado, Smith, informó
que Aamer “no esperaba que el Presidente Obama mejorara la actuación de su
predecesor, el Presidente Bush”. No creía que los presidentes fueran mejores que
“los poderes que les rodean”, y afirmó “la Casa Blanca es como una camisa de
fuerza que te obligan a ponerte”.
Estaba leyendo “1984” de Orwell y le dijo a Smith: “Debes leer este libro
para entender lo que está sucediendo aquí, en Guantánamo. La tortura es la
tortura, el sistema es el sistema”. También dijo: “Por favor, que me torturen a
la antigua. Aquí destruyen a la gente mental y físicamente sin dejar
señales”.
Kevin Gozstola es un reconocido escritor y director de documentales, que
suele publicar sus artículos en diversos medios OpEdNews y Open
Salon.
Fuente: http://dissenter.firedoglake.com/2013/04/03/how-us-military-is-trying-to-cover-up-hunger-strike-at-guantanamo-according-to-shaker-aamer/
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