Asesinatos selectivos: la solución de Obama para
no cerrar Guantánamo
24 de junio de 2012 Kevin
Gosztola
Traducido del inglés por El Mundo No Puede Esperar 30 de julio de
2012
Cuando Barack Obama resultó elegido presidente, tanto él como su gobierno
planeaban revisar las políticas de detención de Bush y reparar la imagen de
EE.UU. en el mundo. Esta estrategia incluía terminar con la tortura, garantizar
a los sospechosos de terrorismo el debido proceso, no continuar con las
detenciones indefinidas y cerrar la infame prisión de la bahía de Guantánamo en
Cuba.
Sin embargo, la estrategia para impulsar las reformas de las políticas de
contraterrorismo, que aseguraría el respeto de la ley por parte de los EE.UU.
resultaba inadmisible para los republicanos. El gobierno de Obama no tuvo una
intención política de crear una contranarrativa al alarmismo de los legisladores
del Capitolio. Las opciones para cerrar Guantánamo se han limitado y varias
personas que el gobierno sabía que eran inocentes continúan en prisión.
El libro de Daniel Klaidman, Kill
or Capture: The War on Terror and the Soul of the Obama Presidency,
cuenta esta historia. Mientras que los capítulos del libro que revelan como el
gobierno de Obama usa aviones no tripulados para realizar asesinatos selectivos
han recibido la atención
de los medios, el hilo conductor que recorre todo el libro es el fracaso de
la administración Obama para cerrar Guantánamo. Este es el hilo que hace que el
libro sea más convincente porque este fracaso lleva al final a la solución
pragmática de Obama de aumentar la “lista de asesinatos” para ejecutar en el
extranjero a sospechosos de terrorismo.
Tomando “el camino de la menor resistencia”
En los primeros días de Obama en la presidencia el entonces consejero de la
Casa Blanca, Gregory Craig, le convenció para que firmase las órdenes ejecutivas
que obligaban a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) a cerrar su red de
prisiones secretas y a cerrar Guantánamo. Craig, un liberal idealista, apoyaba
muchas de las demandas de las organizaciones de libertades civiles y derechos
humanos que se hicieron en la campaña previa a la elección de Obama. Estas
organizaciones le dijeron a Craig que Guantánamo podía cerrarse en 6 meses. Los
militares dijeron que necesitarían 18 meses. En un acto de “política de
transacción” Craig dio al gobierno un año para cerrar Guantánamo, un plazo que
el Secretario de Defensa llamó “ambicioso” pero “acertado”.
Al acercarse el plazo se hacía cada vez más claro que no se cerraría
Guantánamo. Obama intentó constantemente ganar tiempo “con la cada vez menor
esperanza de que la política pudiera en algún momento cambiar su rumbo”. Se
“acercó ligeramente” a la oposición a Guantánamo de los republicanos en el
Congreso. Estuvo pasivo y prefirió tomar “el camino de la menor resistencia”.
Tenía un jefe de personal llamado Rahm Emanuel que pensaba que el compromiso de
Obama para cerrar Guantánamo era más un obstáculo que algo que pudiera ayudarle
políticamente.
“A principios de junio (de 2009), Emanuel podía ver que el gobierno estaba
perdiendo en el Congreso por el tema de las detenciones”, escribe Klaidman. Se
habían aprobado leyes de apropiación en el Congreso y en el Senado restringiendo
el traslado de detenidos a Guantánamo. Decidió entonces “frenar las pérdidas de
la Casa Blanca” y, sin informar al Fiscal General Eric Holder ni al Departamento
de Justicia, negoció un acuerdo con los demócratas del Senado para darle al
Capitolio “ un aviso de 45 días antes de que cualquier prisionero fuera
trasladado”, siempre que el Congreso levantara la “total prohibición de
traslados”.
Holder, según dice Klaidman, tomo interés en el brutal “régimen de
interrogatorios” de la CIA que había tenido lugar en prisiones secretas tales
como Salt Pit a las afueras de Kabul, en Afganistán. Leyó los informes
clasificados que describían como un detenido, Gul Rahman, se había congelado
hasta la muerte en su celda después de haberlo “dejado esposado y colgado
desnudo de cintura para abajo en una celda oscura y helada”. Quería lanzar una
investigación completa pero pensaba que la Casa Blanca no lo aprobaría. Cuando
Obama decidió publicar las memorias de los interrogatorios esperaba que “las
revelaciones descritas gráficamente en los dictámenes jurídicos provocarían la
indignación nacional, replantearían el debate y ayudarían a crear un apoyo en el
Capitolio para una investigación”. A comienzos de la primavera de 2009 anunció
en la Sala de Situaciones que estaba “contemplando lanzar una investigación por
las prácticas de interrogación brutales del gobierno Bush”. Tanto Emanuel como
David Axelrod pensaron que la “búsqueda de redención” de Holder era “narcisista
y buscaba el auto-engrandecimiento a expensas del presidente”. Surgió por lo
tanto una rivalidad entre Emanuel y Holder y, cuando Emanuel fue a escondidas y
logró en junio una fuerte oposición entre los demócratas, Holder se puso
“furioso”. Sabía que “el final” de Emanuel haría incluso más complicado para el
gobierno cerrar Guantánamo.
Parte de esta reacción incontrolable fue un resultado de los planes de
administración para liberar y trasladar a uighurs chinos inocentes, separatistas
musulmanes que no podrían volver a su país de origen porque si lo hacían se
enfrentarían inevitablemente a la persecución. Craig y algunas otras personas en
el gobierno de Obama vieron a estos hombres como una oportunidad para “romper el
mito de que todos los detenidos en Guantánamo eran terroristas duros y
peligrosos”. Pensaron que un pequeño grupo de ellos se podría asentar en los
EE.UU. y eso ayudaría a otros países del mundo a ayudar a los EE.UU. a recolocar
a los detenidos. Pero un republicano, Frank Wolf, se opuso con fuerza y dijo:
“Esos terroristas no solo no se quedarán en prisión sino que serán liberados en
nuestros barrios. No deberían ser liberados dentro de los EE.UU. ¿Se dan cuenta
los miembros de lo que estas personas son?
Este artículo apareció originalmente en el blog The Dissenter
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