Las opiniones de Yoo son noticia en Filadelfia
Amy Goodman (DEMOCRACY NOW) viernes 22 de mayo de 2009
El Philadelphia Inquirer, uno de los dos mayores periódicos de Filadelfia, ha
sido noticia estos días, luego de haber contratado al polémico ex abogado del
gobierno de George W. Bush, John Yoo, como columnista mensual.
Llueven las cartas y correos electrónicos que critican la decisión del
Inquirer. “¿Cómo es posible que el análisis jurídico de John Yoo sea de algún
modo informativo?”, escribió Lisa Ernst, de Filadelfia. Y añadió: “¿Y luego qué
vendrá? ¿Una columna de asesoramiento en inversiones escrita por Bernie
Madoff?”. Will Bunch, del otro periódico importante de la ciudad, el
Philadelphia Daily News, escribió: “No se trata de impedir que John Yoo exprese
su opinión, bien alejada de la corriente de pensamiento dominante, en los muchos
lugares que tiene a su disposición, sino de si un importante periódico
estadounidense debiera darle a Yoo, a sus acciones y a la posición de defensa de
la tortura, su apoyo implícito al entregarle un megáfono”.
John Yoo fue Vicefiscal General adjunto de 2001 a 2003 en la Oficina de
Asesoramiento Legal del Departamento de Justicia del gobierno de Bush, donde
trabajó bajo la supervisión de Jay Bybee. Allí, Yoo fue autor o co-autor de los
“memorandos sobre la tortura”, el documento legal que le dio los argumentos a la
Casa Blanca de Bush para autorizar las prácticas severas de interrogatorio. Yoo
definió la tortura en un memorando: “La víctima debe experimentar dolor o
sufrimiento intenso, del tipo equivalente al dolor asociado a una herida física
de gravedad, tan grave que provocaría la muerte, la falla de un órgano, o un
daño permanente que provoque la pérdida de una función corporal importante”.
El Juez Baltasar Garzón, de la Audiencia Nacional de España, está procediendo
con una investigación contra los llamados “Seis de Bush”, que incluye a Yoo y a
Bybee, al igual que al ex Fiscal General Alberto Gonzáles; al entonces Asesor
General del Departamento de Defensa, William J. Haynes Segundo, al ex
Subsecretario de Defensa para política, Douglas Feith, y a David Addington, el
Jefe de Gabinete del ex Vicepresidente Dick Cheney. Los seis podrían afrontar
acusaciones penales en España por haber permitido la tortura en Guantánamo y en
otros lugares. Quizá lo piensen dos veces antes de viajar a España o a otros
países europeos. Yoo, Bybee y otro abogado del Departamento de Justicia del
gobierno de Bush, Steven G. Bradbury, están siendo investigados por su conducta
por la Oficina de Responsabilidad Profesional del Departamento de Justicia. El
Departamento de Justicia podría enviar el informe a los colegios de abogados de
los diferentes estados, donde los abogados podrían ser disciplinados, y
posiblemente inhabilitados. Bybee, ahora juez federal, podría ser sometido a
juicio político.
La estrategia de inhabilitación también fue apoyada por activistas de base.
El grupo DisbarTortureLawyers.com, que en español significa “Inhabilitar a los
Abogados de la Tortura”, dijo “el lunes 18 de mayo de 2009, una amplia coalición
de organizaciones dedicadas a la gobernanza responsable, y que representa a más
de un millón de miembros, presentó demandas disciplinarias a las juntas
directivas de los colegios de abogados estatales contra (…) doce abogados por
defender la tortura de detenidos durante el gobierno de Bush”.
La inhabilitación ciertamente sería un problema para muchas de estas
personas; quizá, hasta les podría costar sus puestos de trabajo. Pero las pautas
de detención y las prácticas de interrogatorio a las que ellos dieron
autorización oficial, desde sus cargos en el más alto nivel del poder ejecutivo,
han tenido consecuencias mucho más serias y de mayor alcance para cientos –o
quizá miles- de personas en todo el mundo.
John Sifton es un investigador de derechos humanos que recientemente escribió
un artículo titulado “Los homicidios del gobierno de Bush”. Concluye que “un
número estimado de cien detenidos murieron durante los interrogatorios”, y que
algunos “fueron claramente torturados hasta la muerte”. Sifton me dijo: “Estas
técnicas agresivas no se limitaban sólo al programa de la CIA de detenidos de
alto perfil. Se extendieron a las Fuerzas Armadas con resultados desastrosos.
Provocaron la muerte de seres humanos. Y cuando hay un cadáver involucrado, no
se puede simplemente tener un debate sobre diferencias políticas y sobre mirar
hacia adelante o hacia atrás”.
Volviendo al ahora columnista del Philadelphia Inquirer John Yoo, Will Bunch
del Philadelphia Daily News, que escribe el blog Attytood, me dijo: “Filadelfia
es una ciudad de cuatro millones de habitantes. John Yoo se crió aquí, pero ni
siquiera vive aquí ahora. Y pensar que es una voz que refleja a la comunidad…
Honestamente, es un insulto a los verdaderos conservadores que la mejor voz que
puedan tener en una página editorial sea la de alguien famoso por ser un
defensor de la tortura”.
Estuve en Filadelfia el fin de semana pasado y pude escuchar el discurso que
dio el cantante de soul y ganador de un premio Grammy John Legend en la
ceremonia de graduación de la Universidad de Pensilvaia, su alma máter. Legend
dijo en su discurso:
“Como nación y como mundo, necesitamos más verdad. Permítanme repetir eso.
Necesitamos más verdad. Cuando miramos la lista de crisis que enfrentamos, hay
un hilo conductor que vincula a varias de ellas. La gente que creó estas crisis
o que permitió que sucedieran o no buscó lo suficiente la verdad o no escuchó
las voces que les podían decir dónde estaba la verdad. (…) Muy a menudo, a nivel
empresarial y en el gobierno, la gente es recompensada por tener la respuesta
que la persona a la que responden quiere que tenga: ‘Sí, señor. Podemos darle
hipotecas a la gente que no tiene dinero para hacer un pago inicial y no puede
pagar las cuotas mensuales’. (…) ‘Sí, señora. Puedo escribir un informe legal
que justifique la tortura’”.
Los estudiantes escucharon absortos. Hay muchos ciudadanos de Filadelfia que
pueden escribir e inspirar un debate que lleve a la gente a actuar. John Yoo ya
causó demasiado daño.
Denis Moynihan colaboró en la investigación de esta columna.
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