Irak: Una mentira que costó millones de dolores y
billones de dólares
22 de marzo de 2013 Juan Gelman Página 12
Se ha cumplido una década de la invasión a Irak y no parece que el
terrorismo haya acabado en un país que EE.UU. y sus socios de la OTAN
“liberaron” de esa peste. Los medios dan cuenta de una docena de ataques
suicidas o con automóviles cargados de explosivos, especialmente en Bagdad y
Mosul, pero también en otras ciudades y pueblos aledaños a la
capital.
Los principales dejaron un saldo de 65 muertos y más de 240 heridos. En
conjunto, casi cien fallecidos y un número indeterminado aún de lesionados. Al
Qaida “celebró” así el aniversario.
Esa intervención militar “preventiva” causó la muerte de unos 120.000 civiles
iraquíes, la de 4800 efectivos occidentales, la mayoría estadounidenses, el
desplazamiento de cinco millones de habitantes (www.thelancet.com, 16-3-13) y se
basó en varias mentiras de la Casa Blanca capitaneada por W. Bush: Saddam
Hussein tenía relaciones con Al Qaida y un arsenal de armas de destrucción
masiva (ADM). El gobierno de EE.UU. no se enteró sólo después de que no se
hallaran en el país invadido. Lo sabía antes de invadir.
| “No hay dudas de que Saddam Hussein tiene
ahora armas de destrucción masiva”, declaró el vicepresidente Dick Cheney en el
2002. Las afirmaciones en idéntico sentido se multiplicaron. Una investigación
que un comité de la Cámara de Representantes llevó a cabo en el 2004 estableció
que “el presidente Bush, el vicepresidente Cheney, el secretario Rumsfeld, el
secretario Powell y la consejera de Seguridad Nacional Rice formularon 237
declaraciones engañosas sobre la amenaza que representaba Irak”. Al menos 61 de
ellas “tergiversaron los lazos de Irak con Al Qaida” (www.archmve.org, 16-3-04).
Una investigación del Senado realizada en el 2006 también reveló estas
falsedades (www.empywheelnet, 8-9-06).
Lawrence Wilkinson, ex jefe de Gabinete del secretario de Estado Colin
Powell, manifestó que en el 2002 se autorizaron los “métodos duros”, es decir,
las torturas, “con la prioridad de descubrir evidencias que vincularan a Irak
con Al Qaida más que para prevenir otro ataque terrorista en EE.UU.”
(www.thewashingtonnote.com, 13-5-09). El gobierno de W. Bush no cejó en esta
presión sobre los servicios de inteligencia: Paul Pillar, el funcionario de la
CIA que coordinó la rápida redacción de una estimación de los servicios sobre
los programas iraquíes de ADM, manifestó que “la atmósfera en la que se estaba
trabajando, en la que era claro que ya se había tomado una decisión política, en
la que se buscaba que los organismos de inteligencia apoyaran esa decisión en
vez de proporcionar información para adoptar decisiones, todo esto era un
elemento muy importante de dicha atmósfera” (www.pbs.org, 20-6-06).
La CBS informó en el 2009 que “escasamente cinco horas después de que el
vuelo 77 de American Airlines chocara contra el edificio del Pentágono, el
secretario de Defensa Donald H. Rumsfeld estaba diciendo a su equipo que
delineara planes para atacar Irak” (www.cbsnews.com, 10-9-09). Dos meses después
del 11/9, Dick Cheney –preguntado acerca de la relación de Irak con el nefasto
golpe terrorista– afirmaba en una conferencia de prensa que poseía un “informe
plenamente confirmado de que (Mohammed Atta, el terrorista de Al Qaida que
participó en el atentado) fue a Praga y en abril pasado, pocos meses antes del
ataque, se reunió con altos funcionarios del servicio de inteligencia iraquí en
Checoslovaquia” (www.washington post.com, 9-12-01). La CIA había calificado de
falsa esa información en un memo que envió días antes a la llamada Sala de
Situación de la Casa Blanca en la que se evalúan los datos de inteligencia
(www.documentcloud.org, 1-12-01). Cheney lo sabía cuando afirmaba lo
contrario.
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La Casa Blanca también estaba en conocimiento de que Irak no desarrollaba
programas de ADM. Como explicó el propio Paul Pillar: “Incluso tal afirmación no
justificaba un caso de guerra. Entre otras cosas, entrañaba la evaluación de que
si Saddam Hussein poseía, en efecto, tales armas era improbable que las empleara
contra EE.UU. o se las diera a los terroristas”. Esto último era más que
improbable: Irak no estaba en guerra. Y se recuerda el secreto y famoso Downing
Street Memo sobre una reunión del entonces primer ministro Tony Blair con
funcionarios de inteligencia que tuvo lugar el 23 de julio del 2002. Decía:
“Bush quiere derrocar a Saddam con una intervención militar, justificada por la
conjunción de terrorismo y ADM. Pero la inteligencia y los hechos fueron
establecidos en torno de esa política” (www.thesundaytimes.co.uk, 1-5-05).
La Casa Blanca se apoyó en falsedades de las que era consciente para invadir
Irak y su línea propagandística consistió en recalcar la ligazón Irak-Al Qaida
en relación con el 11/9: explotó la indignación popular que causó el atentado.
El argumento de las ADM era menos importante para lograr el apoyo de la opinión
pública estadounidense. Esa guerra le costó más de un billón de dólares. Los
iraquíes la siguen pagando.
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