Normalizando el mal: el New York Times
asume los archivos de Guantánamo.
Chris Floyd 15 de abril de 2011
Traducido del inglés por El Mundo No Puede Esperar 15 de mayo de
2011
Una confirmación más sobre la perfidia imperial, está actualmente sobre la
mesa gracias al tesoro de archivos clasificados, obtenidos originalmente por
Wikileaks, sobre el campo de concentración estadounidense en la bahía de
Guantánamo. La mayoría de la información publicada hasta el momento ya era
conocida por los pocos, muy pocos, a los que les importó averiguarlo, y ha ido
apareciendo con cuentagotas en diferentes sitios a lo largo de estos años.
Pero ver reunidos a la vez, las palabras de los autores y los cómplices de
este inmenso crimen que todavía continúa, es una experiencia sobrecogedora (y
enfermiza). Casi tan enfermiza como las mismas atrocidades es que la
forma de publicación elegida sea el New York Times (NYT), cuyo
análisis de los documentos ha establecido el tono de los medios de comunicación
y de la clase política.
El Times dedica casi toda el número a mostrar cómo de malos y
peligrosos eran un puñado de los centenares de detenidos de Guantánamo, y
justificando la traición de Barack Obama a sus promesas de cerrar el campo de
concentración. Nos hablan de cuentos de terror (aunque muchos, sino la mayoría
de ellos, fueron obtenidos bajo torturas, pero ¿a quién le importa?), de
monstruos hirviendo de odio incontenible hacia EE.UU., y tan maniáticamente
dedicados a la yihad que se inyectan a sí mismos medicamentos para bajar el
libido y evitar cualquier distracción sexual de su agenda asesina.
Casi no se menciona en la cobertura del Times los inocentes,
incluyendo niños, que pasaron años en el campo de concentración, aunque la
historia principal de los documentos muestra, en un instante, el caso de un
prisionero que fue falsamente encarcelado sobre la palabra de un oficial afgano
que trataba de esconder su propia complicidad con los insurgentes. (¡Malditos
extranjeros traidores!)
Y el conocido caso del periodista de Al Jazeera, Sami al-Hajj, encarcelado
durante 6 años en el campo de concentración mientras los interrogadores le
presionaban para que diera detalles, no sobre terrorismo, sino sobre la red.
También aparece un párrafo, con una conclusión que implica que nuestros “serios”
periodistas en el Times todavía tienen sus reservas sobre los “sucios”
árabes:: “Mientras que Mr. Hajj insiste en que no era más que un periodista, su
ficha dice que ayudó a los grupos islamistas extremistas llevando dinero y
obteniendo misiles Stinger y cita a los Emiratos Árabes Unidos, que afirman que
él era un miembro de Al Qaeda.
Sí, su ficha podía decir lo que sus captores quisieran que dijera,
información inventada, información extraída a bases de torturas y terror a otros
prisioneros. Pero aunque al-Hajj fue finalmente liberado por la misma gente que
hizo estos cargos, que obviamente no podían demostrar, sus compañeros
periodistas de uno de los mayores periódicos del mundo todavía dudaban del caso:
“Bueno, dice que es solo un periodista, pero mira… ¡¡¡al Qaeda!!! Nunca sabes
¿cierto?” Esa es la verdadera solidaridad de los periodistas.
También es verdad que el Times parece tener otra historia sobre el
hecho de que internos en el campo que eran inocentes fueran maltratados durante
años con “duras técnicas interrogatorias” para hacerles confesar los crímenes
que nunca cometieron e implicar a otros. La historia está titulada: Judging Detainees’ Risk, Often With Flawed Evidence
¡Pruebas defectuosas! Ahora vamos a la parte oscura. Quizá nos apresuremos
demasiado al juzgar la historia principal, esto... No os sorprenderéis demasiado
cuando descubráis que la segunda historia no se refiere al número de inocentes,
hombre y niños maltratados, si no a... los malvados presos de Guantánamo que
engañaron a sus inocentes captores para que les liberaran.
En conjunto, el primer “paquete” del Times sobre los documentos de
Guantánamo es un ejercicio impresionante de “Pravdazación” de la información en
una democracia putativa con una putativa libertad de prensa. La orientación
general de las historias se ajusta casi por completo al mito aceptado por la
élite estadounidense sobre Guantánamo (y de hecho, para todos los crímenes de
estado contra la humanidad): los bienintencionados, gente de buen corazón hizo
lo posible en una situación volátil. Se cometieron errores, claro, y por
supuesto hubo manzanas podridas en los niveles inferiores, y sí, algunos
oficiales fueron más competentes que otros, y además las cosas están hechas un
lío, pero bueno. Cuando nos equivocamos, fue en general debido a que éramos muy
blandos por nuestro propio bien. Y en cualquier caso, las intenciones de
nuestros líderes y sus secuaces son siempre nobles y puras: proteger la
seguridad del pueblo estadounidense, y que la democracia avance por el
mundo.
Este es el mensaje que el NYT quiere que nos llevemos de su primer análisis
de los archivos de Guantánamo. (También quiere que sepas que aunque los archivos
los obtuvo originalmente Wikileaks, el Times los consiguió “de una fuente
distinta”. No están involucrados con esos asquerosos y peligrosos Wikileakers,
¡no! Son una organización seria y reputada).
Aquí, quizá, está la clave, la esencia de las “revelaciones” extraídas por
Messers Savage, Glaberman, Lehren y sus editores:
Las evaluaciones sobre Guantánamo parece poco probable que vayan a terminar
con el largo debate sobre la prisión más polémica de EE.UU. Los documentos
pueden ser minados por las pruebas que apoyan las creencias del espectro
político sobre los riesgos relativos planteados por los detenidos o si el
sistema gubernamental de detención sin juicio está justificado.
Nada especial en estos archivos. Nada para terminar el “debate” sobre
Guantánamo. ¿Y cuáles son, de acuerdo con el NYT, los parámetros de este debate?
El “relativo peligro” que suponen los detenidos y si detener a una persona por
el resto de su vida sin juicio está “justificado”, ¡Piensa sobre eso! Mantener a
una persona (cualquier persona) en cautividad, indefinidamente, sin juicio, es
actualmente un asunto de “debate” en los EE.UU. Por supuesto, la verdad es que
no es un asunto de debate en absoluto. Ahora es un hecho aceptado por nuestras
élites políticas y mediáticas, y por el público en general.
Podéis tomar en cuenta esta escalofriante frase en el segundo párrafo:
“Lo que comenzó como un improvisado experimento después de los ataques
terroristas de 2001 ahora parece una institución americana
perdurable...”
Esto se ofrece como una declaración de hechos, y no como, por ejemplo, un
preludio a la indignación moral o un profundo shock. Seguro no por parte de los
periodistas que mantienen un completo sucedáneo de “neutralidad” ya que “minan”
los documentos “con pruebas que respaldan las creencias” en el elitista mito de
la torpe y vacilante bondad de EE.UU. Pero ni siquiera se molestan en gorronear
a alguien (alguien serio, por supuesto, de algún reputado grupo de derechos
humanos, o quizá una académico de la Ivy League) para ofrecer la más suave
insinuación de que quizá no podría ser la mejor cosa del mundo que un centro de
tortura, coerción, y prisión ilegal se convirtiese en “una institución
estadounidense duradera”.
Aparentemente no hay espacio para este “civilizado” debate, para la expresión
de esa idea, incluso en la forma severamente atenuada que cualquier pensamiento
ligeramente discrepante se permite expresar en las páginas de nuestros
periódicos más vendidos. Ni hay espacio para la noción de que es monstruoso
secuestrar gente, comprárselos a los cazarecompensas, rodearlos en las calles de
todo el mundo y ponerlos en un campo de concentración donde pueden ser
torturados, abusados, enloquecidos, y abandonados sin ningún recurso legal
durante años (a veces, sin fin).
Estos pensamientos están ahora fuera de los límites. El campo de
concentración es ahora “una institución permanente en EE.UU.” Nuestro sabio
presidente tiene derecho a traicionar sus promesas de terminar con el sistema.
Necesitamos continuar con todos esos locos encerrados. Es un error ser tan
suaves. Esas son las “nuevas ideas que el NYT (líder, sí, de los “medios
liberales”) quiere que saques de los archivos de Guantánamo. Todo está bien,
todo es normal.
Todo esto me recuerda a una cosa que escribí
hace 10 años, en noviembre de 2001, pocas semanas después de que en el campo
de concentración en la bahía de Guantánamo trajeran la primera hornada de
prisioneros para los “duros interrogatorios”:
No vendrá con botas ni quemas de libros, con concentraciones de masas ni
arengas febriles. No vendrá con “helicópteros negros” o tanques en las calles.
No vendrá como una tormenta, sino como un cambio en el tiempo, el cambio
repentino de estación que puedes sentir cuando el viento cambia en una noche de
octubre. Todo es lo mismo, pero todo ha cambiado. Algo se ha ido, se ha ido del
mundo, y una nueva realidad ha tomado su lugar.
Como en Roma, todas las viejas formas estarán todavía allí: legislaturas,
elecciones, campañas...llenas de pan y circos para el pueblo. Pero el
“consentimiento de los gobernados” no se aplicará más. El actual control del
Estado habrá pasado a un pequeño grupo de nobles que gobernarán para el
beneficio de sus pares ricos y de los patrones corporativos.
Para estar seguros, habrá conflictos de facciones entre esta elite, y se
permitirá cierto grado de debate libre, siempre dentro de los límites. Pero a
nadie fuera del privilegiado círculo se le permitirá gobernar o influenciar la
política estatal. Los disidentes estarán marginalizados, normalmente por la
propia gente. Privados de conocimiento histórico por un sistema educativo
empobrecido diseñado para producir consumidores complacientes, no ciudadanos
reflexivos, y dejarnos sin conocimientos sobre los acontecimientos actuales por
unos medios solamente devotos al beneficio. Muchos internalizarán a la fuerza
los valores de la clase gobernante, y actuarán en consecuencia. Habrá pocas
necesidades de métodos de control abiertos.
Los gobernantes actuarán a menudo en secreto. Por razones de “seguridad
nacional”, a la gente no se le permitirá saber lo que se está haciendo en su
nombre. Acciones antes impensables, se aceptarán como rutina: el gobierno por
decreto ejecutivo, el asesinato de los “enemigos” seleccionados por el líder, la
guerra no declarada, tortura, detenciones masivas sin cargos, el saqueo del
tesoro nacional, la creación de nuevas y enormes “estructuras de seguridad”
dirigidas a la población. Con el tiempo, todo esto parecerá “normal”, como el
frío del otoño se siente normal cuando el verano se va.
La nueva normalidad está aquí, y está arraigando aún más, cada día, por los
aviones no tripulados, la guerra en alza, el Continuador-al-mando defensor de
torturadores de este brutal sistema imperial. Obama está sin duda leyendo el
“paquete” con una gran sonrisa en su cara, mientras mira el Times se
escabulle para justificar su adopción al por mayor de la mentalidad gulag de
Bush-Cheney. Y ahora ¿cuántos “progresistas” se agarran al Times para
defender a su noble campeón por traicionar sus promesas sobre Guantánamo?
(“Mira, Obama estaba en lo cierto: no podemos dejar a esos monstruos sueltos”)
mantener abierto Guantánamo, indefinidamente, se convertirá en la nueva posición
“centrista”. Y aquellos que se sentían un poco inquietos por el fracaso de su
campeón en este sentido, pueden (¿qué otra cosa?) seguir adelante y luchar de
todo corazón por su reelección.
El mito continúa incluso si el frío del otoño se convierte en un largo
invierno sin fin.
2. Otra visión.
Pero mientras los ingenieros sanitarios en el NYT trabajan duro para mantener
a los estadounidenses lo más ignorantes posible sobre lo que ocurre en
Guantánamo, a aquellos desafortunados que viven a las puertas del edén se les
está dando una visión sin adornos mucho más cercana a la realidad. The
Guardian, que también tuvo acceso a los archivos, va más allá de la
regurgitación del efecto imperial para darnos
un retrato del sistema con verrugas y todo. A continuación se presentan
algunas de las “ideas” obtenidas por The Guardian del tesoro examinado (o
no) por Times:
Los expedientes militares obtenidos por el NYT y The Guardian, revelan
como, junto con el supuesto “peor de lo peor”, muchos prisioneros fueron
trasladados a las jaulas de Guantánamo y mantenidos prisioneros durante años por
razones mínimas o basándose en confesiones extraídas bajo tortura. Los archivos
muestran un sistema a menudo menos centrado en la contención de peligrosos
terroristas o combatientes enemigos que en conseguir datos para los servicios de
inteligencia.
Entre los reclusos que resultaban inofensivos estaba un aldeano afgano de 89
años, con demencia senil, y un chico de 14 años que era la víctima inocente de
un secuestro. El anciano fue llevado a Cuba para interrogarle sobre “números de
teléfono sospechosos” que le encontraron. El chico fue enviado por el simple
hecho de que “podía conocer a líderes talibanes locales”.
Los documentos también revelan ... que casi 100 presos que pasaron por
Guantánamo fueron designados por sus captores como enfermos depresivos o
psicóticos. Muchos hicieron huelga de hambre o intentaron suicidarse.
Varios ciudadanos y residentes británicos fueron detenidos durante años
incluso aunque las autoridades estadounidenses sabían que no eran miembros de
al-Qaeda o talibanes. Un británico, Jamal al-Harith, fue llevado a Guantánamo
solo porque había sido detenido en una prisión talibán y se pensaba que conocía
sus técnicas de interrogatorio. Los militares estadounidenses trataron de
mantener preso a otro británico, Binyam Mohamed, incluso aunque los cargos se
habían retirado y había pruebas de que había sido torturado.
Las autoridades estadounidenses confiaron mucho en la información obtenida
bajo tortura de un pequeño número de detenidos. Continuaron manteniendo este
testimonio como de confianza incluso después de admitir que estos prisioneros
habían sido torturados.
...los archivos también detallaban como muchos inocentes o figuras marginales
fueron barridos por las redadas de Guantánamo porque las tropas estadounidenses
pensaron que podían ser de algún valor para la inteligencia. Un hombre fue
enviado a Guantánamo porque “era un mullah, que dirigía las oraciones en la
mezquita de Manu en Kandahar... lo que le colocaba en posición para tener un
especial conocimiento de los talibanes”. Las autoridades de EE.UU. lo liberaron
después de más de un año en cautividad al decidir que no tenía valor para la
inteligencia. Otro prisionero fue enviado a la base “por su conocimiento general
de las actividades en la zona de Khowst y Kabul gracias a sus frecuentes viajes
por la región como taxista”.
Hay mucho más en el gran paquete
ofrecido por The Guardian. El periódico también aporta algunos
comentarios de Julian Glover:
Dejémosles leer los documentos. Dejémosles intentar contarnos después (como
todavía algunos hacen) que la guerra en Afganistán se libró bien, y moralmente.
Que Guantánamo era un mal necesario y limitado. Que no hubo nada que fuera
tortura. Que los prisioneros raptados por todo el mundo no eran más que
fanáticos. Y que era necesario que los estados democráticos no siguieran la ley
para salvaguardarla.
“Si pudierais saber lo que sabemos, entenderíais que lo que hacemos está
bien”, suelen decirnos nuestros jefes. Ahora realmente sabemos (tenemos los
documentos, tenemos las transcripciones de las entrevistas con los antiguos
prisioneros, tenemos todo lo necesario para entender la sucia historia de
Guantánamo, expuesta por 759 documentos que contienen las voces de las personas
que dirigían el lugar. Y es obvio que debíamos haber visto el problema desde el
principio.
Los documentos filtrados...revelan el horror que reside únicamente en las
cosas físicas que se hicieron a los presos (la desesperada soledad de las celdas
de aislamiento, las correas de sujeción y los interrogatorios forzados). Tales
cosas son ya brutalmente familiares y han sido ampliamente condenadas, y quizá
para los 172 presos que permanecen en el campo Delta a pesar de que el
presidente Obama prometió cerrarlo, continúan en una forma menor. Cosas peores
se han hecho en la guerra, no menos por nosotros los británicos, y existe para
recordárnoslo la nueva prueba de la campaña contra el Mau Mau en Kenia.
Pero lo que da mayor importancia a los últimos archivos de Guantánamo es la
fría e incompetente estupidez del sistema: un sistema que enreda a viejos y
jóvenes, a enfermos y a inocentes. Un sistema en el que decir que no eres un
terrorista puede ser tomado como una prueba de tu astucia. Un sistema menos
diseñado para repartir la justicia que para procesar y dar información de los
reclusos, como si no fueran humanos sino elementos de datos digitales en una
máquina demente de almacenamiento programada siempre para rechazar la respuesta
“no, no estaba involucrado”. La idiotez clínica de este terrible sitio es lo más
escalofriante de todo, ya que despeja incluso la cínica pero persuasiva
respuesta. Fue duro pero funcionó y mantuvimos el mundo a salvo.
No funcionó la mayoría del tiempo. Estos archivos muestran que alguna de las
informaciones recogidas eran basura y que muchos de los presos no sabían nada
que pudiera usarse por los interrogadores. En vez de asegurar la guerra contra
el terror, los dirigentes del campo se enfrentaron a una absurda batalla para
educar a un campesino de 14 años raptado por una tribu afgana y el tratamiento
de la demencia, depresión y osteoartritis de una viejo de 89 años capturado en
una redada en casa de su hijo.
Otros casos son igualmente patéticos. Jamal al-Harith, nacido como Ronald
Fiddler en Manchester en 1966, fue encarcelado por los talibanes como posible
espía, después de encontrarlo vagando por Afganistán como un musulmán converso.
En un movimiento de horror kafkiano, los estadounidenses lo encerraron en el
Campo X-Ray simplemente porque había sido un prisionero de su enemigo.
“Esperaban que tuviera conocimiento del tratamiento de los talibanes a los
prisioneros y sobre las tácticas de interrogación”, dicen los archivos...
La acusación final de Guantánamo no es sólo que rompió la ley temporalmente,
sino que al hacerlo, la violación se hizo permanente. Justificado como una forma
de reunir información sobre los culpables, forzó a los inocentes a inventarse
también falsedades. Las fuerzas de seguridad y los políticos que permitieron el
campo, acusaron a menudo a sus críticos de ser simplistas y aprensivos. Dicen
que las cosas que ocurrieron dentro fueron mucho menos desagradables que las
cosas que los que allí estaban hicieron a otros. En algunos casos es correcto.
Pero el sistema apila mentiras tras mentiras desde el mismo momento de su
existencia, hasta que nadie puede saber cuales de estos casos eran ciertos o qué
es verdad.
A veces, temía que las obsesiones sobre las injusticias en la bahía de
Guantánamo se hubieran convertido en un sustituto de un odio más grande a EE.UU.
Leed los archivos, y veréis que esta obsesión es la única respuesta humana
posible.
Este artículo apareció primero publicado en el blog Empire Burlesque
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