Sin noticias de Bern: la miopía imperial del candidato Sanders
Chris Floyd
sinpermiso.info
20 de marzo de 2016
¿Es consciente Bernie Sanders de lo que Hilary Clinton y Barack Obama han hecho en
Honduras? ¿Le importa? La semana pasada presenciamos otro brutal asesinato de
una activista hondureña defensora de la democracia, uno de los cientos de
atrocidades perpetrados desde que Clinton y Obama bendijeron el brutal golpe de
estado oligárquico de 2009. Sin embargo, Sanders no dijo nada entonces —y sigue
sin decir nada— sobre este demoledor legado de sus oponentes. Estamos, por
tanto, ante una omisión sorprendente viniendo de alguien que se presenta como
alternativa a las fracasadas políticas elitistas de los anteriores gobiernos.
La única mención de Sanders que he conseguido encontrar sobre el caso de Honduras
ha sido una tenue crítica justificada del trato draconiano que el equipo de
Obama ha dado a los refugiados hondureños. Sin embargo, él nunca vinculó este
hecho con el origen de la oleada de hondureños que ha emigrado de su país, la
mayoría de ellos niños enviados por sus desesperados padres a un peligroso
viaje con la esperanza de salvarlos de la situación infernal causada por el
golpe de estado. La represión política y el bandidaje rampante —incluyendo el
abandono de amplias capas de la sociedad a las atrocidades de la pobreza y las
bandas criminales— han conducido al país a la miseria. El asesinato de la
activista indígena Berta Cáceres, ocurrido la semana pasada, no es más que el
último fruto amargo de la traición de Obama y Clinton a la democracia que
divulgan.
A Clinton —cuyo corazón es tan duro como el más diamantino de los elementos: el
neoconservadorato— obviamente le da igual. (Al menos se ha abstenido de
contemplar el último crimen y clamar: “¡Vinimos, dimos un golpe de estado y
ella murió!”) Uno asume que Sanders, quien a lo largo de estos años se ha
opuesto a las diversas depredaciones de los Estados Unidos en Latinoamérica,
pueda no ser tan impulsivo. Sin embargo, en el momento en el que escribo este
artículo, ha transcurrido una semana desde el asesinato de Cáceres y todavía no
ha hecho comentario alguno. Por el contrario, su colega en el Senado de
Vermont, Patrick Leahy, sí ha condenado el homicidio —y el despilfarrador
proyecto de expropiación para la construcción de una presa al que Cáceres se
oponía—. Quizás ahora que Leahy ha ofrecido algo de cobertura desde el
clase dirigente, Sanders podría manifestarse y pronunciar un par de palabras sobre el caso Cáceres.
No obstante, su reticencia a atacar a Clinton en lo fundamental de la política exterior de Estados Unidos —y la
esencia de sus objetivos— es en realidad el sello distintivo de su campaña. Por
citar un ejemplo, la única palabra que ha pronunciado acerca de la campaña de
muertes, devastación y hambruna respaldada por los EE.UU. y perpetrada por las
autoridades saudís contra Yemen ha sido un etéreo lamento sobre que estos están
desperdiciando demasiada munición en Yemen cuando deberían “mancharse más las
manos” en la lucha contra el Estado Islámico en Irak y Siria. Efectivamente,
parece que la postura “social demócrata” correcta es proclamar que el mundo
necesita una intervención más violenta frente a los mayores divulgadores del
extremismo islámico en el mundo. Necesitamos más matanzas —y una mayor
expansión militar— dirigidas contra uno de los regímenes más represivos sobre
la faz del planeta. En esto está la “izquierda progresista” actual.
De nuevo, la suya es una postura harto inusual para alguien que está haciendo un
llamado a la “revolución” en los asuntos estadounidenses. Y es que, pese a que
Sanders querría que los saudís se implicaran más en el trabajo sucio de matar
personas en Oriente Próximo, en ningún caso ha sugerido que los Estados Unidos
vayan a dejar de proporcionar armas, logística e inteligencia a las “guerras
sui géneris” que el candidato demócrata concibe, tal y como está ocurriendo
ahora en Yemen. La misma resistencia a cualquier cambio fundamental en el
imperio militarista estadounidense discurre por todas las actitudes de Sanders
en lo tocante a la política exterior. Lo cual significa que sus planes de
“revolución” (en realidad una reforma moderada) en los asuntos internos están
condenados al fracaso, pues la Maquinaria bélica seguirá dictando las
prioridades políticas y presupuestarias del país. Dennis Riches lo señaló muy
acertadamente en esta cita del MintPress News:
“Pese a que Sanders reivindica un gobierno más democrático y espera erradicar la
influencia de las finanzas en la política, Riches ha señalado que el demócrata
evita hablar en exceso de un tema tan complejo, pues hacerlo implicaría admitir
en qué medida la economía estadounidense depende de las maniobras militares a
gran escala y de las guerras extranjeras sin fin.
Para hacer las cosas bien debería exigir una abdicación completa de la función que
los EE.UU. se han adjudicado a sí mismos como amos del orden mundial, y esto
también entrañaría una reconfiguración de la imagen de su economía doméstica”.
No habrá “revolución” —ni siquiera se producirá una reforma genuina, más allá de
unos desabridos ajustes marginales— sin que se dé dicha abdicación y
reconfiguración. Pero estas no se encuentran en el programa ofertado por
aquellos que ahora pugnan por ser los directores provisionales del imperio
corrupto y violento de los Estados Unidos, ni siquiera en el de Sanders.
Trad.: Vicente Abella
http://www.counterpunch.org/2016/03/11/no-bern-notice-the-imperial-myopi...
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