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Atrocidad ahora: la publicación de Wikileaks pone nuevamente el foco en los continuos crímenes de guerra en Irak.

Chris Floyd
23 de octubre de 2010

Traducido del inglés por
El Mundo No Puede Esperar
8 de noviembre de 2010

Hace muchos, muchos años, escribí en el Moscow Times que poco después de la invasión de 2003, los Estados Unidos habían comenzado a contratar a algunos de los antiguos torturadores de Sadam para reprimir la recién surgida “insurgencia”. La oposición a la ocupación extranjera, cuando es llevada a cabo por hombres blancos tal como ocurrió con los franceses durante la Segunda Guerra Mundial, va acompañada del nombre más sonoro de “resistencia”. Añadimos parte del artículo del 29 de agosto de 2003:

“Aquí hay un titular que no se ve todos los días: “Criminales de guerra contratan a criminales de guerra para eliminar criminales de guerra”.

Quizá estas no son las palabras precisas usadas por el Washington Post esta semana, pero es la esencia de su historia sobre la nueva campaña del gobierno de Bush, para poner a las crueles fuerzas de seguridad de Sadam en nómina.

Sí, los sahibs en el reino iraquí de Bush están repartiendo dólares estadounidenses de los impuestos para contratar asesinos del abominable Mukhabarat y a otros agentes de la Gestapo del Baaz, quizá cientos de ellos. La lógica, si esta es la palabra, parece ser que estos “empleados de la casa” manchados de sangre llevarán a sus nuevos amos imperiales a otros “empleados de la casa” manchados de sangre responsables del bombardeo del cuartel general de la ONU en Bagdad y del asesinato de otra docena de soldados estadounidenses, mientras el pequeño George estaba jugando al golf, durante su relajo de un mes, en Texas.”

El pueblo iraquí, incluyendo a los líderes del “consejo de gobierno”, no están lo que se dice muy contentos con la vuelta de los matones de Sadam, que funcionan con dinero y armas estadounidenses. Y tampoco se sienten seguros por el hecho de que los seguidores de Bush hayan reabierto la cárcel más famosa de Sadam, la terrible Abu Ghraib, y que está ahora, como Mukhabarat, llena de iraquíes, hombres, mujeres y niños de hasta 11 años, detenidos en sus casas o arrancados de las calles para ser incomunicados indefinidamente, sin el debido proceso, igual que en los viejos tiempos. Según informó The Times, los familiares llorosos que se atreven a acercarse a la reluciente administración estadounidense para buscar a sus desaparecidos hacen referencia a una cruda señal, escrita a mano y clavada en una puerta: “No se admiten visitas, ni se da información. Deben irse”. Quizá una Akhmatova iraquí hará justicia a estos hechos algún día.

Una de las primeras historias que salieron a la luz tras la revelación de documentos clasificados de la guerra de Irak por parte de Wikileaks, detalla la connivencia y la estrecha cooperación entre los invasores estadounidenses y los colaboradores iraquíes en la consumación de las torturas contra los iraquíes. Según sabemos, los propios estadounidenses no eran exactamente contrarios al maltrato de cientos de miles de iraquíes que han pasado, la mayoría sin cargos o pruebas, a lo largo de los años y años por esta “empresa” olvidada de Dios. (Como ya hemos señalado aquí en muchas ocasiones, al comienzo de la guerra en Irak, la Cruz Roja estimó que el 70-90% de los más de 20.000 iraquíes que habían sido detenidos por los estadounidenses como “sospechosos de terrorismo” no eran culpables de ningún crimen. Y por supuesto, muchos más han sido “capturados” por el sistema desde entonces. Y esta es sin duda una de las principales razones por las que todavía existe una “insurgencia” activa en Irak, después de muchos años de continua “contrainsurgencia”. Y sí, incluso después de la “victoriosa” oleada dirigida por el general David Petraeus, y después del falso “fin de las operaciones de combate” declarado por el propio Nobel de la Paz.

Pero la historia del Guardian se centra en otro hecho clave de la “Guerra contra el Terror” estadounidense, es decir, de la política exterior estadounidense, bipartidista durante muchas décadas: utilizar “apoderados” para hacer el trabajo sucio. Los documentos de Wikileaks explican un caso tras otro de tortura llevados a cabo por los estadounidenses, cometidos por los lacayos iraquíes, a menudo bajo la atenta mirada de las tropas estadounidenses, y tolerados oficial y formalmente, por los invasores. Guardian informa:

Este es el impacto de Frago 242. Un frago es una “orden fragmentada” que resume un requerimiento complejo. Este, publicado en junio de 2004, un año después de la invasión de Irak, ordenó a las tropas de la coalición no investigar ninguna ruptura de las leyes del conflicto armado, tales como el abuso de detenidos, a menos que en ellas estuvieran directamente implicados miembros de la coalición. “Donde los supuestos abusos sean cometidos “por un iraquí a otro iraquí”, solo se hará un informe inicial... No se exigirá una investigación posterior a menos que lo exija el cuartel general”.

Muchos de los cientos de informes de guerra filtrados reflejan la fértil imaginación del torturador frente a la víctima indefensa (atado, amordazado, con los ojos vendados y aislado) que es azotado por hombres uniformados utilizando cables, varillas de metal, tubos de goma, estacas de madera, antenas de televisión, tuberías de plástico, correas del ventilador del motor o cadenas. Según el capricho del torturador, revelan los informes, la víctima puede ser colgada por sus muñecas o tobillos, anudado en posiciones forzadas, atacado sexualmente o violado, molestado con pimientos picantes, cigarrillos, ácido, alicates o agua hirviendo, y siempre sin mucho miedo a las represalias, porque, normalmente, si un oficial iraquí ataca a un civil iraquí, no se abrirá una investigación.

La mayoría de las víctimas son hombres jóvenes, pero también hay informes que relatan graves ataques sexuales a mujeres. Sobre personas jóvenes, sabemos de un chico de 16 años que fue colgado del techo y golpeado. Los más viejos y vulnerables incluyen a un discapacitado cuya pierna herida fue atacada deliberadamente. Los informes identifican a los atacantes en todos los apartados de la seguridad iraquí: soldados, oficiales de policía, guardias de la prisión o patrullas fronterizas.

Y como señala el Guardian los estadounidenses estaban totalmente al corriente de los que estaban haciendo las personas a su cargo:

“No hay duda de que las fuerzas de la coalición saben lo que sus camaradas iraquíes están haciendo: los informes de guerra filtrados son los registros internos de estas fuerzas. No hay dudas sobre las alegaciones de que todo era falso. Algunas lo son claramente, pero la mayoría están apoyadas por pruebas médicas y muchos contienen incidentes que fueron presenciados directamente por las fuerzas de la coalición.”

También debería decirse que muchas de las “técnicas de interrogación iraquíes” señaladas más arriba fueron utilizadas sistemáticamente en el gulag estadounidense durante los años Bush-Obama. De hecho, sabemos que hay una gran cantidad de pruebas fotográficas de violaciones y torturas que han sido presenciadas por los oficiales estadounidenses de alto rango, incluyendo miembros del Congreso, que hablaron abiertamente de cuan desagradables eran esas atrocidades documentadas. Sin embargo este tipo de prueba se le niega al pueblo estadounidense, por orden expresa de Barack Obama y la connivencia de sus compañeros militaristas en el Congreso.

Hablando del Nobel de la Paz, el documento de Wikileaks muestra que estas atrocidades toleradas cometidas por la estructura instalada por los americanos en Irak continúan hoy en día. No son solo reliquias de los malos tiempos de la era Bush.

Y esto sigue. Sin ningún obstáculo efectivo, los informes muestran que el uso de la violencia ha permanecido incrustado en la práctica del día a día de la seguridad iraquí, con repetitivos incidentes hasta el diciembre pasado. Por lo normal, el abuso es un procedimiento de operación estándar en la búsqueda de una confesión, sea verdadera o falsa. Uno de los informes filtrados muestra a un detenido golpeado por cadenas, cables y puños, que después confiesa su implicación en el asesinato de 6 personas porque la tortura “era demasiado para él”.

Estos son los resultados del asombroso acto de maldad que era, y es, la ilegal e inmoral invasión y ocupación de Irak. Pero vayamos más allá. Estos actos son los últimos resultados de un esfuerzo de 20 años, fríamente deliberado y sorprendentemente brutal, para destruir al pueblo iraquí: un esfuerzo llevado a cabo por cuatro administraciones presidenciales, dos republicanas y dos demócratas, con la complicidad de sucesivos gobiernos británicos. Es una cruzada que ha supuesto dos grandes campañas militares de gran poder destructivo y más de una década de draconianas sanciones, que han causado la muerte innecesaria de más de una millón y medio de personas inocentes.

El régimen de sanciones de Bush y Clinton, que también incluía el continuo componente militar de los bombardeos, es parte de lo que ha sucedido en Irak durante la infernal década pasada...y de lo que todavía está ocurriendo. Como Joy Gordon dice en su estudio histórico de esta berserkery (guerra invisible) a sangre fría, el régimen de sanciones causó cientos de miles de muertes, diezmó la salud de muchos millones de niños, destruyó una economía completa, redujo un país sofisticado en el que mucha de la gente vivía como la clase media en un país del Primer Mundo, al estatus de los países del Cuarto Mundo, los más pobres entre los pobres, tales como Ruanda, Somalia o Haití. Y en una sociedad notable por sus científicos, ingenieros y doctores, incorporó una economía dominada por mendigos, delincuentes y estraperlistas.

La recopilación de Gordon cuenta de forma detallada y rica en fuentes, la horrorosa era de las sanciones, que debe ser leída para poder creerla. Sin embargo por mucho que tratemos de imaginar lo malo que era, la realidad fue mucho peor. Espero poder escribir mucho más en las semanas que vienen. Os sugiero que leáis el texto de Gordon. Pero no sobra decir por ahora que la manera en que Bush y Clinton usaron esta mano muerta de la burocracia y la fría jerga legalista para esconder una política loca de intención asesina, me recuerda a las negociaciones de los oficiales nazis con los guetos judíos de Varsovia y Lodz antes de su destrucción final.

Tendremos mucho más sobre la publicación de Wikileaks cuando la gente comience a investigar en los 400.000 documentos. Wikileaks nos ha hecho el gran servicio de poner esta enorme atrocidad de guerra, que todavía continúa, de nuevo en la primera página, forzando a los asesinos, a sus cómplices y a sus “continuadores” en los pasillos del poder a huir como ratas buscando la luz, retorciéndose y gritando, tratando de encontrar algún camino para ocultar los pegotes de sangre que gotean de sus manos y labios.

Este artículo apareció por primera vez en Empire Burlesque


 

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