Los cables de Wikileaks
Ya no hay duda: a EEUU no le importa la injusticia en Oriente Próximo
Robert Fisk The Independent 2 de diciembre de 2010
Llegué a la más reciente historia de escándalo de la diplomacia
estadounidense con el más profundo cinismo. Y este martes, entre el polvo que
dejaron en El Cairo las elecciones al Parlamento egipcio –la acostumbrada mezcla
de farsa y fraude, pero al menos mejor que la estrategia de conmoción y pavor–,
rebusqué entre varios miles de reportes diplomáticos estadounidenses con algo
parecido a la desesperanza absoluta. Después de todo, ¿acaso no se atribuye al
presidente egipcio, Hosni Mubarak, haber afirmado que uno se puede olvidar de la
democracia?
No es que los diplomáticos estadounidenses no entiendan a Medio Oriente:
simplemente han perdido de vista la injusticia. Enormes cantidades de textos
diplomáticos prueban que la columna vetebral de la política de Washington hacia
la región es alinearse con Israel, que su principal objetivo es alentar a los
árabes a unirse a la alianza estadounidense-israelí contra Irán, y que el eje de
la política estadounidense durante años y años ha sido domar/amedrentar/
aplastar/ oprimir y, finalmente, destruir el poderío iraní.
No hay alusión alguna (al menos en lo revelado hasta ahora) a los ilegales
asentamientos judíos en Cisjordania, a los puestos de control externos ni a los
colonos extremistas que han salpicado como viruela la Cisjordania palestina; en
suma: ninguna referencia al vasto sistema ilegal de despojo de tierra que está
en el corazón de la guerra israelí-palestina. Increíblemente, toda clase de
dignos diplomáticos estadounidenses se arrodillan y humillan ante las demandas
israelíes –muchos son, al parecer, fervientes partidarios de Israel–, mientras
los jefes del Mossad y de la inteligencia militar israelí hacen su lista de
encargos a sus benefactores.
Hay un pasaje maravilloso en los cables, cuando el primer ministro israelí,
Benjamin Netayahu, explica a una delegación del Congreso estadounidense, el
pasado 28 de abril, que un Estado palestino debe ser desmilitarizado, sin
control sobre su espacio aéreo y su campo electromagnético (sic), y sin la
facultad de celebrar tratados o de controlar su frontera. Bueno, digamos adiós,
entonces, al Estado palestino viable (en palabras de lord Blair de Isfahan) que
se supone queremos. Y al parecer los chicos y chicas del Congreso estadounidense
no dijeron nada.
Repasamos los archivos de Wikilieaks en The New York Times
en busca de la mejor frase. Tenemos la convicción del rey saudita Abdullah, vía
su embajador en Washington (diestro en el manejo de la prensa), de que Estados
Unidos debe cortar la cabeza a la serpiente, o sea Irán, Ajmadineyad, las
instalaciones nucleares iraníes o lo que sea.
Pero los sauditas siempre amenazan con cortarle la cabeza a la víbora en
boga. En 1982 Yasser Arafat prometió cortar el brazo izquierdo de Israel tras la
invasión a Líbano, a lo que Menahem Begin respondió que él le cortaría el brazo
derecho a Arafat. Y supongo que cuando los famosos archivos de
Wikileaks nos revelan que los diplomáticos estadounidenses llaman
serpientes de visa a los indeseables que la solicitan, no queda más que concluir
que los reptiles tienen mucha demanda.
El problema es que, por décadas, los potentados de Medio Oriente han
amenazado con cortarles la cabeza a serpientes, víboras, ratas e insectos
iraníes –epíteto éste que era uno de los favoritos de Saddam Hussein, quien para
ello usó el insecticida que le proporcionó Estados Unidos, como bien sabemos–,
en tanto líderes israelíes han llamado a los palestinos cucarachas (Rafael
Eitan); a los palestinos, cocodrilos (Ehud Barak) y bestias de tres patas
(Begin).
Debo admitir que lloré de risa cuando leí el solemne reporte diplomático
estadounidense desde Bahrein según el cual el rey Hamad –o su alteza suprema, el
rey Hamad, como insiste que se le llame en su dictadura sunita sobre una
población de mayoría chiíta, en un reino con una superficie ligeramente mayor a
la isla de Wight– advirtió que el peligro de permitir que avance el programa
nuclear iraní es mayor que el peligro de detenerlo.
El magnífico periodista palestino Marwan Bishara tuvo razón cuando afirmó el
pasado fin de semana que estos documentos diplomáticos estadounidenses eran de
mayor interés para los antropólogos que para los politólogos, pues documentan
las desviaciones de pensamiento que existen cuando se trata de Medio Oriente. Si
el rey Abdulá (me refiero a la tambaleante versión saudita, no al bragado
reyecito de Jordania) en verdad llamó Hitler a Ajmadineyad y un asesor de
Sarkozy tildó a Irán de Estado fascista, ello sólo demuestra que el Departamento
de Estado aún está obsesionado con la Segunda Guerra Mundial.
Me encanta el sorprendente reporte de un visitante a la embajada
estadounidense en Ankara, quien dijo a diplomáticos que el líder espiritual
iraní, Ali Jamenei, se está muriendo de leucemia. No porque el pobre tipo
padezca cáncer –no es así–, sino porque ésas son las mismas estupideces que se
han pregonado sobre los líderes recalcitrantes de Medio Oriente durante muchos
años. Recuerdo los días en que fuentes diplomáticas, tanto estadounidenses como
británicas, insistían en que Kadafi se moría de cáncer, en que Jomeini agonizaba
de cáncer (mucho antes que muriera), o bien, que el ayatola ya había muerto, o
que el asesino palestino a sueldo Abu Nidal estaba muriéndose de cáncer, 20 años
antes de que lo asesinara Saddam Hussein. También en Irlanda del Norte espías
bisoños decían que el líder de los protestantes vanguardistas, William Craig, se
moría de cáncer. Y por supuesto, siguió vivo, al igual que el horrible Kadafi,
cuya enfermera ucraniana es considerada voluptuosa según reportes
estadounidenses. Claro que lo es; ¿acaso no todas las mujeres rubias son
voluptuosas en esa clase de descripciones?
Una de las más interesantes reflexiones –convenientemente pasada por alto por
casi todos los diarios propicios a Wikileaks– venía en un despacho
referente a una reunión entre una delegación del Senado estadounidense y el
presidente sirio Bashar Assad, ocurrida a principios de este año.
Assad dijo a sus invitados que si bien Estados Unidos tiene un enorme aparato
de información, carecía de habilidad para analizar esa información
apropiadamente. “Si bien nosotros carecemos de sus capacidades de inteligencia
–señaló en forma más bien siniestra–, logramos combatir a los extremistas porque
tenemos mejores analistas. A ustedes les gusta disparar a los terroristas:
sofocar sus redes es mucho más efectivo.” Assad concluyó que Irán es el país más
importante de la región, seguido por Turquía y la propia Siria. Pobre Israel, ni
siquiera logró entrar en la terna.
Desde luego, el presidente Hamid Karzai de Afganistán está poseído por la
paranoia, como lo están todos en ese país, incluidos los miembros de la OTAN y
en especial Estados Unidos. Y, naturalmente, el presidente de Yemen simula ante
su pueblo acabar con agentes de Al Qaeda cuando todos sabemos que los verdaderos
culpables son los guerreros del general David Petraeus. Los líderes musulmanes
se atribuyen constantemente el crédito por la muerte de otros musulmanes
asesinados por el poderío militar estadounidense.
No debemos ser demasiado cínicos. Me encantó el reporte diplomático
estadounidense (fechado en El Cairo, claro, no en Tel Aviv), de que Netanyahu es
elegante y encantador, pero nunca cumple sus promesas. ¿Acaso no puede decirse
lo mismo de la mitad de los líderes árabes?
Después viene el oscuro y aterrador reporte sobre una reunión entre Andrew
Shapiro, el secretario de Estado asistente para la Oficina Política y Militar de
Estados Unidos, y algunos matones israelíes, celebrada hace exactamente un año.
Israel no lograba proteger sus avionetas Cessna Caravan y sus aviones no
tripulados Raven cuando sobrevolaban el sur de Líbano (Hezbolá se sentirá
halagado por esta revelación), admitió el Mossad. El agente israelí J5, el
coronel Shimon Arad, pontifica sobre los peligros de Hezbolastán y Hamastán, así
como sobre el estancamiento político interno –que no existía entonces, pero hoy
sí– y el hecho de que Líbano sea un territorio militar volátil, susceptible a
influencias como las de Siria, Irán y Arabia Saudita.
Y claro, aunque el coronel Arad no las menciona, también a las influencias de
Estados Unidos, Israel, Francia, Gran Bretaña y Turquía. Shapiro habló de
ofrecer una alternativa a Hezbolá –¿quizá la policía de Costa Rica?– y sugirió
que el ejército libanés saldría en defensa de Hezbolá (improbable, dadas las
circunstancias).
No tiene desperdicio la negación que hace el general Amos Gilad del reporte
Goldstone, sobre las atrocidades cometidas en Gaza entre 2008 y 2009. Afirma que
las críticas a Israel en el documento carecen de fundamento porque el ejército
israelí hizo llamadas telefónicas a 300 mil hogares en Gaza antes de la
operación, para prevenir la muerte de civiles. Al parecer, el pobre Shapiro se
quedó mudo. Eso habría significado que la quinta parte de la población palestina
en Gaza recibió una llamada telefónica, incluidos bebés y menores de edad, y aun
así fueron asesinados mil 300 palestinos, la mayoría civiles.
Desde luego, la Autoridad Nacional Palestina del pusilánime Mahmoud Abbas no
quiso tomar el control de este campo de masacre una vez que los israelíes
ganaron, alternativa que Israel ofreció con conocimiento de Estados Unidos.
Israel no ganó; ni siquiera encontró a su soldado secuestrado en los túneles de
Gaza.
Hay un momento simbólico, cuando el jeque Mohamed bin Zayed Nahyan de Abu
Dhabi –quien no debe ser comparado con su hermano Califa, descrito como distante
y sin carisma– manifiesta su preocupación por Irán ante el embajador
estadounidense, Richard Olsen, quien sugiere que el jeque tiene una visión
estratégica de la región que es curiosamente similar a la de los israelíes.
Claro que la tiene. Sólo hace falta ponerlos en fila. Todos estos reyes, emires
y generales rezarán en sus mezquitas doradas mientras compran cada vez más armas
estadounidenses para defenderse del Hitler de Teherán, quien, supongo, es mejor
que el Hitler del Tigris de 2003, o el Mussolini del Nilo de 1956. Se
encomendarán a Dios para que los salve el poderío de Estados Unidos e Israel.
Estoy impaciente por conocer el siguiente episodio de esta fantasía.
© The Independent
Traducción para La Jornada: Gabriela Fonseca
http://www.jornada.unam.mx/2010/12/01/index.php?section=opinion&article=004a1pol
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