Cruel precedente de Trump sobre refugiados
Robert Fisk
La Jornada
29 de enero de 2017
A sí que Donald Trump va a joderlos a todos. Hoy
no me excusaré por las palabras obscenas. Sólo cito al hombre que acaba de usar
a sus oficiales del Pentágono para cubrirse de oprobio... a él y a Estados
Unidos. Porque fue el hoy secretario de Defensa, James Mattis, apodado el
Perro rabioso, el que dijo a los iraquíes en 2003 que iba en son de paz
–incluso exhortó a sus marines a ser
compasivos–, pero a los que osaran oponerse a la invasión ilegal de su país les
advirtió: Si me joden, los mataré a todos.
No hay vuelta de hoja. Llámenlo nazi, fascista, racista, perverso,
antiliberal, inmoral, cruel. Lo más peligroso es que lo hecho por Trump sienta
un precedente maligno. Si se puede evitar que lleguen a su país, también se
puede botarlos de él. Si se puede exigir un veto extremo a musulmanes de siete
naciones, también se puede demandar una prueba de valores para los musulmanes
que ya están dentro del país. Los que tienen visas. Los que sólo tienen
residencia. Los que, en caso de ser ciudadanos estadounidenses, tienen
ciudadanía doble. O ciudadanos estadounidenses de origen musulmán. O
estadounidenses de nacimiento que sean musulmanes. O hispánicos. ¿O judíos?
Refugiados un día, ciudadanos al siguiente, y luego refugiados de nuevo.
No, claro que no: Trump nunca sometería a pruebas tan obscenas a
inmigrantes judíos –porque serían obscenas, ¿o no?– ni detendría a cristianos
procedentes de países musulmanes. Estados Unidos siempre ha condenado a los
estados sectarios, pero ahora Trump declara que aprueba el sectarismo. Las
minorías serán bienvenidas, pero los alauitas de Siria, a los que pertenece
Bashar al Assad, presumiblemente no contarían, y supongo que podemos esperar
que todas las embajadas estadounidenses tendrán tres filas de solicitantes de
visas: una para musulmanes, otra para cristianos, y una más marcada Otros. Allí
es donde nos formaríamos la mayoría de nosotros. Y al hacerlo, automáticamente aprobaremos este sistema
inicuo… y a Trump.
No tiene caso desperdiciar tiempo en lo obvio: que Estados Unidos ha
bombardeado, directa o indirectamente, cinco de las siete naciones de la lista
de vetadas por Trump. Sólo Sudán se salva, pero los estadounidenses volaron en
el aire un avión comercial iraní repleto de pasajeros en 1988 y no han
expresado objeciones al bombardeo israelí de personal iraní en Siria. Con eso
suman seis países.
Nada se gana con reiterar que los cuatro países cuyos ciudadanos
participaron en los crímenes internacionales de lesa humanidad del 11-S
–Arabia Saudita, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Líbano– no aparecen en la lista. Porque a los sauditas hay que
amarlos, mimarlos, adularlos y aprobarlos aunque corten cabezas y sus
ciudadanos envíen dinero a los asesinos del Isis. Egipto es gobernado por el
presidente Al Sisi, tipo fantástico y anti terrorista, según Trump. Los
refulgentemente ricos Emiratos no serán tocados. Tampoco lo será Líbano, aunque
sus decenas de miles de sirios de doble nacionalidad la pasarán mal en lo futuro.
Pero no, esta vil pieza legislativa no va dirigida a las naciones. Su
blanco son los refugiados, los pobres, las masas apiñadas que ansían respirar
con libertad. Es decir, los musulmanes, no los cristianos. ¿Cómo podrían
resistir una prueba de valores? Y, para el caso, ¿cuáles son los de Estados Unidos? Está bien atacar
estados soberanos. Está bien usar aviones no tripulados para asaltar hombres y
mujeres en otros países. Está bien que sus aliados despojen a otros de sus
tierras para sus propios pobladores, o apoyar a dictaduras árabes que castran,
ejecutan y violan a sus prisioneros mientras sean aliadosde Estados Unidos.
Está bien dar fast track a visas para sauditas
–como Gran Bretaña ha hecho durante años– aun cuando sean miembros del culto
wahabita más inspirador del mundo, que incluye entre sus militantes al Talibán,
Al Qaeda, Isis y los que ustedes digan y manden. Tampoco es para presumir
nuestra propia participación en esta charada. Luego de dar palmaditas en la
cabeza a los gobiernos asesinos del Golfo –y volar para hacer lo mismo con el
autócrata en jefe de Turquía–, nuestra falderilla primera ministra, recién
venida de Washington, no ha dicho una palabra sobre la perversidad de Trump.
¿No era Gran Bretaña –junto con Estados Unidos, háganme favor– la que derramaba
copiosas lágrimas por los 250 mil (o 90 mil) refugiados musulmanes de Alepo
oriental hace un par de meses? Y ahora, mucho que nos importa que se los estén
jodiendo de lo lindo.
Por cierto, casi todos los de Alepo oriental eran musulmanes. Los
cristianos de Siria buscaron la protección de Bashar y no fue culpa de ellos.
¿Y qué mensaje dieron los sacerdotes cristianos del norte de Siria cuando los entrevisté?
No quieren que su gente emigre a Occidente. Por duro que resulte, los
cristianos deben quedarse en las tierras de su fe, en Medio Oriente. En
Occidente, sencillamente se perderían en un mundo secular. Trump se va a
asegurar de que así sea.
Por lo tanto, de aquí en adelante Estados Unidos se va a proteger de los “extremistas radicales
islámicos –nótese islámicos, no islamitas–, y todos seremos capaces de
seguirlo. ¿Acaso Gran Bretaña, fuera ya de la UE, no será capaz de seguir en la
misma ruta odiosa? Si Estados Unidos es nuestra línea de sustentación
económica, ¿no será también la línea de sustentación moral de los bufones
políticos de Reino Unido? Claro, ha pasado mucho tiempo desde la Segunda Guerra
Mundial. Pero en ese entonces, ¿qué hizo Estados Unidos antes –o después– del
mal causado por Hitler? Impidió que los refugiados judíos llegasen a su país.
Sí, hasta Anna Frank. Y ahora anda en eso de nuevo.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya
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