EU: persecución de informantes
La Jornada
10 de mayo de 2019
Daniel Everette Hale, ex analista de inteligencia de la Fuerza Aérea y luego
contratista de la Agencia Nacional de Inteligencia Geoespacial de Estados
Unidos (NGA, por sus siglas en inglés), fue arrestado ayer bajo la acusación de
filtrar 11 documentos militares secretos entre los que se encontrarían informes
referentes a diversas acciones contra la red extremista Al Qaeda. Aunque el
expediente judicial presentado contra Hale no da a conocer la identidad del
periodista que recibió la información, todo apunta a que se trata de Jeremy
Scahill, activista que ganó reconocimiento por su investigación acerca de
Blackwater (hoy Academi), el gigante de la seguridad militar privada.
Hasta ahora no se han presentado cargos en contra de Scahill, pero con el arresto de
Hale ya son tres los informantes de alto nivel perseguidos oficialmente por
Estados Unidos: el propio Hale, la ex soldado y analista de inteligencia del
ejército Chelsea Manning –cumplió siete años de prisión, fue indultada por el
ex presidente Barack Obama y desde marzo se encuentra presa de nueva cuenta por
negarse a testificar en contra de Wikileaks– y Edward Snowden, consultor que trabajó
para la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y la Agencia de Seguridad
Nacional (NSA), hoy exiliado en Rusia para evitar su captura por haber develado
el espionaje masivo y global que llevan a cabo las agencias de inteligencia
estadounidense.
En espera de mayores elementos de juicio para saber si Hale entregó la información
clasificada por convicción, por un acto de conciencia o por motivos menos
nobles, lo cierto es que, al igual que a Manning y a Snowden, se le persigue
por revelar crímenes muchísimo más graves que una filtración y que, sin
embargo, permanecen bajo una impunidad absoluta.
Muestra de este doble rasero en la justicia estadounidense es la total inacción de su
aparato judicial frente a episodios como el video divulgado en 2010 por Wikileaks en el cual se
aprecia sin ambigüedades a soldados estadounidenses disparar desde helicópteros
artillados contra civiles iraquíes y periodistas de Reuters, una inacción
injustificable y cuya veracidad nunca fue desmentida por ninguna instancia
militar o del gobierno.
En cambio, esa justicia ha sido implacable en el ensañamiento contra quienes
dieron a conocer atrocidades como la reseñada, e incluso en esto ha ejercido
una notoria discrecionalidad. Ejemplo de ello es la feroz cacería internacional
lanzada contra el fundador de Wikileaks, Julian Assange, mientras guarda silencio
acerca del papel de los medios globales que difundieron la información obtenida
por el australiano y sus colaboradores.
En suma, si algo queda demostrado con el arresto de Hale y el conjunto de las
reacciones de los gobiernos estadounidenses recientes ante las filtraciones de
información, es la abierta hostilidad de Washington ante la libertad de
expresión de la que irónicamente se presenta como adalid cuando se trata de juzgar
su situación en regímenes a los que la Casa Blanca considera enemigos.
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