Las conversaciones de paz con los talibanes ignoran a
las milicias afganas financiadas por la CIA
Alex Emmons
The Intercept
27 de agosto de 2019
Traducido del inglés para Rebelión por
Sinfo Fernández
Fuerza
de combate financiada por la CIA en Bati Kot, distrito de Nangarhar (24 julio
2018) Foto: Jim Huilebroek/The New York Times vía Redux
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Tras 18 años de guerra y varios meses de conversaciones directas, EE.UU. parece a punto
de alcanzar un acuerdo de paz sin precedentes con los talibán que podría dar
lugar a la retirada de tropas estadounidenses de Afganistán.
En marzo pasado se llegó ya a un acuerdo
preliminar y, al parecer,
los negociadores que se encuentran en Qatar habrían estado resolviendo los
últimos detalles antes de la fecha límite del 1 de septiembre, exactamente
cuándo se retirarán las tropas estadounidenses y cuándo entrará en vigor un
alto el fuego permanente entre las partes. Según los informes, Estados Unidos
busca asimismo garantías de los talibanes de que no van a albergar a grupos
terroristas extranjeros como el ISIS y Al Qaida y de que entablarán un diálogo
con el gobierno afgano una vez que el ejército estadounidense se haya marchado.
Es lo más cerca que Estados Unidos ha llegado respecto a un avance diplomático con
los talibán, y los expertos en política exterior son cautelosamente optimistas
de que podría facilitar la retirada de Estados Unidos. Pero un nuevo informe del
Proyecto Costes de la Guerra del Instituto Watson, de la Universidad Brown,
argumenta que el acuerdo no conducirá a una paz real a menos que se aborde el
aspecto más destacable y molesto: el destino de las milicias afganas regionales
pagadas y dirigidas por la CIA.
“Las milicias que actúan fuera del control del Estado central y de la cadena de
mando de sus fuerzas armadas socavarán el proceso de formación de Estado y las
perspectivas de una paz sostenible”, se lee en el informe.
No está claro en qué medida los negociadores estadounidenses o los talibanes han
debatido el destino de las milicias. En julio, Zalmay Khalilzad, el principal
negociador de Estados Unidos, mencionó el
destino de las milicias mientras enumeraba los temas que debían incluirse en un
acuerdo general. Pero los autores del informe señalan que el Secretario de
Estado Mike Pompeo, en otro tiempo director de la CIA, no ha mencionado la cuestión.
Si el problema no llega a abordarse, argumenta el informe, podría conducir a la
ruptura del alto el fuego o del acuerdo, lo que a su vez pondría en peligro el
futuro de Afganistán. “Si la violencia continúa a algún nivel tras la firma del
acuerdo”, dice el informe, “las milicias tendrán mucha demanda en el mercado político”.
La utilización de las milicias apoyadas por la CIA se remonta a 2001, cuando, tras
los ataques del 11 de septiembre, la CIA organizó rápidamente milicias afganas
bajo su nómina para derrocar a los talibán. Esto permitió le permitió enviar a
combatientes de Al Qaida que huían del país sin que la huella estadounidense
pudiera apenas apreciarse.
Inicialmente, esas milicias locales se consideraron como una solución temporal, pero
finalmente se convirtieron en un elemento permanente de las operaciones
secretas de la CIA en el país, incluso actuando en ocasiones sin conocimiento
de los diplomáticos estadounidenses y de los responsables militares afganos.
No se sabe mucho públicamente sobre los grupos específicos que dirige la CIA, el más
conocido de los cuales es la Fuerza de Protección de Khost. Esta fuerza no
tiene base en la Constitución o la ley afgana, y opera desde el Campamento
Chapman de la CIA en la provincia de Khost.
En 2010, el periodista Bob Woodward escribió que
el “ejército” de la CIA consistía en unos 3.000 combatientes afganos, pero
desde entonces es probable que el número se haya disparado. Según el New
York Times,desde diciembre,
solo la Fuerza Khost puede sumar hasta 10.000 efectivos. (Estados Unidos tiene
actualmente unos 14.000 soldados en el país).
El presidente Donald Trump ha ampliado aún más el papel
paramilitar de la CIA en Afganistán, utilizando las milicias
locales en operaciones de caza y muerte. En una conferencia de
seguridad en Texas en 2017, Pompeo, entonces director de la CIA
de Trump, dijo que este había autorizado a la CIA a “asumir riesgos” que la
hicieran “más rápida y más agresiva”, y que “tenemos que aprovechar cada minuto
para aplastar a nuestros enemigos”.
En febrero, un informe de
la Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán (UNAMA, por sus
siglas en inglés) descubrió que en 2018, las muertes de civiles por operaciones
de búsqueda -operaciones nocturnas contra zonas residenciales- se habían
triplicado respecto al año anterior.
Las fuerzas vinculadas a la CIA han sido acusadas de numerosos abusos, incluida la
realización de ejecuciones sumarias y torturas. Una investigación realizada por
el New York Times documentó
un caso en el que las fuerzas respaldadas por la CIA dispararon contra dos
hermanos a la vista de sus familias en la provincia de Nangarhar:
“Las fuerzas esposaron y encapucharon a dos hermanos y después de un breve
interrogatorio, mientras sus esposas e hijos observaban, ambos hombres fueron
arrastrados y ejecutados en una esquina de una habitación en la que luego se
provocó una explosión haciendo que el techo se derrumbara sobre sus cabezas,
según los familiares y aldeanos que sacaron los cuerpos de entre de los
escombros.”
Antonio De Lauri, un antropólogo que trabaja en el Instituto Chr. Michelsen, Noruega, y
uno de los autores del informe, declaró a The Intercept que el hecho
de no controlar a los grupos armados con fondos extranjeros que operan fuera
del gobierno central sería perjudicial para la legitimidad de las
conversaciones y para la paz a largo plazo. “Es un tema que hay que tratar con
bastante rapidez y que debe estar presente en las conversaciones”, dijo De Lauri.
Según el informe, el tamaño y el poder de las fuerzas de la CIA podrían representar
un problema para el gobierno afgano después de las conversaciones de paz. Para
las milicias, la integración en las fuerzas armadas regulares podría implicar
un recorte salarial significativo y una pérdida del estatus privilegiado que
les ha permitido operar en gran medida sin transparencia ni responsabilidad
legal. “Si la CIA se desentiende de ellos”, señala el informe, “pueden renacer
como ejércitos privados o ‘guardias de seguridad’ al servicio de individuos
poderosos u operar de forma autónoma para extorsionar a civiles y empresarios”.
Alex Emmons es un reportero que cubre temas relativos a seguridad nacional, asuntos
exteriores, derechos humanos y política. Antes de unirse a The Intercept,
trabajó para Amnistía Internacional y la Unión Americana de Libertades Civiles
(ACLU, por sus siglas en inglés) en sus campañas contra los asesinatos
selectivos, la vigilancia masiva y la Bahía de Guantánamo.
Fuente: https://theintercept.com/2019/08/21/taliban-peace-talks-afghanistan-militias/
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