¿El fin de la guerra en Yemen?
Por Brian Terrell | 18/02/2021
Fuentes: ZNet/Counterpunch [Foto: Brian Terrell (izda.) junto a otros activistas
bloqueando la delegación de Estados Unidos en la ONU, diciembre de 2017 (Foto:
Joanne Kennedy)]
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Traducido para Rebelión
por Paco Muñoz de Bustillo
El 4 de febrero, en su primer discurso importante sobre política exterior, el presidente Joe Biden
anunció: “Vamos a acabar con todo el respaldo de Estados Unidos a las
operaciones ofensivas en la guerra de Yemen, incluyendo la venta de armas
relevantes”. En referencia a la coalición liderada por Arabia Saudí que combate
en Yemen desde 2015 y que ha provocado lo que calificó de “desastre humanitario
y catástrofe estratégica”, Biden declaró: “Esta guerra debe terminar”.
Declarar la intención de hacer algo no significa que vaya a cumplirse y si consideramos el
compromiso pronunciado inmediatamente después: “continuar con el apoyo y
asistencia a Arabia Saudí en la defensa de su soberanía, su integridad
territorial y su pueblo”, el uso del término “relevante” añadido al de “venta
de armas” podría indicar un resquicio muy oportuno. En todo caso, resulta
innovador escuchar a un presidente de EE.UU. reconocer al menos que la
población yemení está sufriendo una “devastación intolerable”, algo que debemos
agradecer al duro trabajo del activismo pacifista de todo el mundo.
Habrá que ver si la proclamación de Biden tiene algún peso en el mundo real, más allá del
parón temporal en la venta de armas que Trump negoció poco antes de acabar su
mandato. Arabia Saudí ha recibido el anuncio de buenos modos y los vendedores
de armas estadounidenses que han sacado partido de la guerra no parecen
alterados por la noticia. El CEO de Raytheon Technologies, Greg Hayes, tranquilizó a
sus inversores: “Miren ustedes, Oriente Medio no va a recobrar la
paz en un futuro próximo. Creo que seguirá siendo una región en la que
tendremos un crecimiento sólido”. Probablemente, las perspectivas de paz en
Yemen dependen más de una presión internacional continuada que de la existencia
de una Administración más amable en la Casa Blanca.
En un informe fechado el 8 de diciembre de 2020, titulado “Yemen: Guerra civil e intervención
regional”, el Servicio de Investigación del Congreso de EE.UU. hace
referencia a un factor fundamental en la planificación de la política
estadounidense con respecto a Yemen que el presidente no mencionó en su
discurso: cada día atraviesan el Estrecho de Bab el-Mandeb, en la costa
occidental del Yemen, unos cinco millones de barriles de petróleo en su ruta
hacia Asia, Europa y Estados Unidos.
Por si la declaración del presidente daba a entender que Estados Unidos iba a abandonar
por completo el negocio de matar yemeníes, al día siguiente el Departamento de
Estado emitió un comunicado esclarecedor: “Hay que señalar que estas palabras
no son de aplicación en el caso de operaciones ofensivas contra el ISIS o
Al-Qaeda en la Península Arábiga (AQAP)”: Es decir, pase lo que pase con las
ventas de armas a Arabia Saudí, la guerra que lleva librándose 21 años amparada
en la Autorización para el Uso de Fuerza Militar aprobada en el Congreso y que
permite el empleo de las Fuerzas Armadas de EE.UU. contra los responsables de
los ataques del 11-S, continuará indefinidamente, a pesar del hecho de que ni
el ISIS ni el AQAP existían en la Península Arábiga en 2001.
Las “operaciones ofensivas” en Yemen que seguirán su curso bajo la presidencia de
Biden incluyen ataques con drones, ataques con misiles de crucero y asaltos de
las Fuerzas Especiales de EE.UU., y forman parte de la “guerra contra el
terror” iniciada por la Administración de Bush hijo y ampliada por la de Obama.
A pesar de que durante su campaña prometió acabar con las “guerras
interminables”, un informe de Airwars da
a entender que Trump bombardeó Yemen en más ocasiones que sus dos predecesores
en conjunto.
En enero de 2017, pocos días después de asumir el cargo, Trump ordenó a los comandos de la
Navy Seal apoyados por cobertura aérea de drones Reaper asaltar unas
instalaciones que se sospechaba albergaban a mandos de Al-Qaeda en la Península
Arábiga. Aunque los objetivos del asalto pudieron escapar, uno de los comandos
murió en el ataque y posteriormente salió a la luz la muerte de 30 yemeníes,
incluyendo a 10 mujeres y niños. El comando de los Seal no fue la única baja
estadounidense en esa operación, en la que también murió la niña de ocho años
Nawar Awlaki. En septiembre de 2011, el padre de Nawar, el imán
yemení-estadounidense Anwar Awlaki, fue asesinado en un ataque con dron en
Yemen ordenado por el presidente Obama, basándose en informes secretos que le
consideraban un agente de Al-Qaeda. Pocos días después de la muerte de su
padre, el hermano de 16 años de Nawar Aldulrahman (nacido en Denver) murió en
otro ataque con dron.
Muchas otras familias yemeníes han sufrido a causa de estos ataques. El 26 de enero de
2021, familiares de al
menos 34 yemeníes supuestamente asesinados por el ejército estadounidense solicitaron
a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos determinar si dichas muertes
fueron ilegales. Según esta petición, seis ataques con drones y un asalto de
las tropas especiales durante las administraciones de Obama y de Trump
infligieron un daño catastrófico en dos familias.
Es complicado encontrar estadísticas sobre la guerra de Estados Unidos en Yemen, en parte
porque fue la CIA y no el ejército quien ejecutó muchos de los ataques en
secreto, pero la organización Airwars y otros estudios registran los ataques
con drones y calculan que sus víctimas se cuentan por cientos (en el mejor de
los casos). Las bajas de la
guerra liderada por Arabia Saudí superan las 100.000 personas y
otras tantas habrían muerto a causa del hambre y las enfermedades provocadas
por el bloqueo saudí, mientras millones de yemeníes carecen de comida y otras
necesidades básicas.
Aunque comparativamente el número de bajas causadas por drones sea mucho menor, los
ataques de estas máquinas bélicas tienen un efecto desproporcionado en la
sociedad yemení.
Un estudio de la Fundación Alkarama realizado en 2014 sobre la población civil reveló que
“para un gran segmento de la población en Yemen, que vive bajo un cielo
convertido en fuente constante de traumas, los síntomas de estrés postraumático
son una realidad cotidiana”. Asimismo, afirma que, sometido a constante
vigilancia y ataques procedentes de drones, “Yemen se ha convertido en estos
tiempos en un lugar peculiar en el que el cielo es causa de traumas y se ha
perdido toda una generación por el miedo y el sufrimiento constante”.
Se supone que las Fuerzas Especiales y los ataques aéreos en Yemen y otros lugares tienen
como objetivo derrotar el terrorismo, pero lo cierto es que su efecto está
siendo el contrario. El joven activista y escritor fallecido Ibrahim
Mothana declaró ante el Congreso en 2013: “Los ataques con drones están haciendo
que cada vez haya más yemeníes que odien a Estados Unidos y se unan a la
militancia radical […] Desgraciadamente, las voces liberales en Estados Unidos
ignoran en su mayor parte las muertes y asesinatos extrajudiciales en Yemen,
cuando no los justifican directamente”.
Esta observación sobre “las voces liberales en Estados Unidos que ignoran en su
mayor parte las muertes y asesinatos extrajudiciales en Yemen, cuando no los
justifican directamente” fue recordada por Bernie Sanders en su campaña
presidencial de 2016. Si bien Sanders ha sido honesto al denunciar la guerra
liderada por los saudíes, cuando era candidato presidencial afirmó
repetidamente su apoyo a la estrategia de drones de Obama. “Todo eso y más”,
replicó cuando le preguntaron si, en caso de que llegara a la presidencia, los
drones y las Fuerzas Especiales formarían parte de sus planes
contraterroristas. De nuevo, en la resolución de 2019 “Para retirar a las
fuerzas armadas estadounidenses de la guerra de Yemen”, presentada por Sanders,
aprobada en ambas cámaras del Congreso y vetada por Trump, se aceptaba la
participación de Estados Unidos en esta guerra: “Por la presente, el Congreso
da instrucciones a la presidencia para retirar a las Fuerzas Armadas de las
hostilidades en la República de Yemen o que afecten a esta, excepto aquellas
que participen en operaciones contra Al-Qaeda o fuerzas asociadas”.
En su discurso sobre política exterior, Biden dejó abierta la posibilidad de venta de
armas al comprometerse a “continuar con el apoyo y asistencia a Arabia Saudí en
la defensa de su soberanía, su integridad territorial y su pueblo”. Las
amenazas a Arabia Saudí incluyen los ataques con misiles y drones, según Biden,
suministrados por Irán. De hecho, los rebeldes hutíes yemeníes de Ansar Allah
han lanzado ataques con drones sobre Arabia Saudí. Especialmente notable fue el
realizado el 14 de septiembre de 2019 contra las refinerías de Saudi Aramco,
que interrumpió el suministro mundial de crudo. Resulta una extraña ironía que,
habiendo lanzado miles de misiles Hellfire desde drones Predator durante más de
20 años, Estados Unidos tenga ahora que armar a Arabia Saudí para que se
defienda (y defienda nuestro suministro de petróleo) de los drones y misiles yemeníes.
La proliferación global de drones armados no es ninguna sorpresa y la petición de
Biden de paz para Yemen que autoriza su uso continuado está vacía de contenido.
Permitir la muerte de civiles y los asesinatos extrajudiciales, seguir
ignorándolos, cuando no justificándolos, no traerá la paz, pero asegurará que
durante generaciones las empresas que se benefician de ello (como Raytheon,
Boeing, Lockheed Martin y General Atomics) “continúen teniendo un crecimiento
sólido”. La paz en Yemen y la paz en el mundo exigen nada menos que el final de
la producción, el comercio y el uso de drones armados.
Brian Terrell es un activista por la paz residente en Iowa, coordinador de Voices for
Creative Nonviolence. Ha pasado más de seis meses en prisión por protestar
frente a las bases militares estadounidenses contra los asesinatos dirigidos
desde drones.
Fuente: https://www.counterpunch.org/2021/02/12/ending-the-other-war-in-yemen-2/
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