¿Ejecución de niños afganos esposados?
¡No pasa nada! La prensa de EE.UU. lo oculta
Dave Lindorff CounterPunch 6 de marzo de 2010
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Cuando el teniente de la Compañía Charlie, William Calley, ordenó y alentó a
sus hombres para que violaran, mutilaran y masacraran a más de 400 hombres,
mujeres y niños en My Lai en Vietnam en 1968, hubo por lo menos cuatro
estadounidenses que trataron de detenerlo o llevarlo a él y a oficiales
superiores ante la justicia. Uno fue el piloto de helicóptero Hugh Thompson Jr.,
quien evacuó a algunas de las víctimas heridas, y quien colocó su nave entre un
grupo de vietnamitas y los hombres de Calley, y ordenó a su artillero que
abriera fuego contra los soldados estadounidenses si disparaban contra más
gente. Otro fue Ron Ridenhour, que supo de la masacre e inició una investigación
privada, y terminó por informar sobre el crimen al Pentágono y al Congreso. Uno
más fue Michael Bernhardt, un soldado en la Compañía Charlie que la presenció y
le contó todo a Ridenhour. Y otro fue el periodista Seymour Hersh, que publicó
la historia en los medios de EE.UU.
La actual guerra en Afganistán también tiene sus masacres de My Lai. Las
tiene casi todas las semanas, cuando aviones de EE.UU. bombardean fiestas de
matrimonio, o casas “sospechosas” de albergar terroristas que resulta que sólo
servían de refugio a civiles. Pero estos My Lai son todos etiquetados
convenientemente como accidentes. Son archivados y olvidados como el inevitable
“daño colateral” de la guerra. Hubo, sin embargo, una masacre reciente que no
fue un error –una masacre que, aunque sólo afectó a menos de una docena de
personas, tiene el mismo hedor de My Lai. Fue el asesinato al estilo de una
ejecución de ocho estudiantes esposados, de entre 11 y 18 años, y de un niño
pastor vecino de 12 años que estaba de visita, en la provincia Kunar, el 26 de
diciembre.
Desgraciadamente, ningún soldado de principios, con una conciencia como el
piloto Hugh Thompson trató de salvar a esos niños. Ningún observador tuvo el
valor de Michael Bernhardt para informar sobre lo que había visto. Ningún Ron
Ridenhour entre los otros soldados de EE.UU. en Afganistán ha investigado esta
atrocidad o ha informado al Congreso. Y ningún periodista estadounidense ha
investigado este crimen de guerra como Seymour Hersh investigó My Lai.
Hay un Seymour Hersh para la masacre de Kunar, pero es un británico. Mientras
los periodistas estadounidenses como los anónimos drones periodísticos que
escribieron el informe del 29 de diciembre de CNN sobre el incidente http://www.cnn.com/2009/WORLD/asiapcf/12/29/afghanistan.deaths/index.html)
aceptaron como real la historia de encubrimiento inicial del Pentágono –que los
muertos formaban parte de un grupo secreto de terroristas-, Jerome Starkey, un
periodista en Afganistán del Times de Londres y del Scotsman,
habló con otras fuentes –el director de la escuela de los niños muertos, otros
residentes locales, y funcionarios del gobierno afgano– y descubrió la verdad
real sobre un atroz crimen de guerra –la ejecución de niños esposados-. Y
mientras unos pocos medios noticiosos en EE.UU. como el New York Times
mencionaron que existían algunas afirmaciones de que los muertos eran niños, no
fabricantes de bombas, ninguno, incluida CNN, que había aceptado y
publicado las mentiras del Pentágono sin cuestionarlas, se dio la molestia de
publicar la actualización de la noticia cuando, el 24 de febrero, los militares
de EE.UU. admitieron que efectivamente se trataba de estudiantes inocentes.
Tampoco alguna organización noticiosa corporativa de EE.UU. mencionó que los
muertos estaban esposados cuando los mataron.
Starkey informó sobre la admisión incriminadora del gobierno de EE.UU. No
obstante todavía los medios de EE.UU. se mantienen silenciosos como una
tumba.
Bajo las Convenciones de Ginebra, es un crimen de guerra ejecutar a un
cautivo. Pero en Kunar, el 26 de diciembre, fuerzas dirigidas por EE.UU., o tal
vez soldados estadounidenses o mercenarios contratados por EE.UU., ejecutaron a
sangre fría a ocho prisioneros esposados. Es un crimen de guerra matar a niños
menores de 15 años, pero en este incidente un niño de 11 y otro de 12 años
fueron esposados como combatientes, capturados y ejecutados. Otros dos de los
muertos tenían 12 años, y un tercero tenía 15.
Llamé a la oficina del secretario de defensa para preguntar si se estaba
realizando alguna investigación de este crimen o si se planeaba realizar una, y
se me dijo que enviara una solicitud escrita, lo que hice. Hasta la fecha no he
tenido respuesta. La maquinaria de relaciones públicas del Pentágono pretendió
por teléfono que ni siquiera sabía de qué incidente estaba hablando, pero sin su
“ayuda” he llegado a saber que lo que los militares de EE.UU. han hecho –lo que
no constituye una sorpresa– es transferir el problema dejando toda investigación
a la Fuerza Internacional de Ayuda de la Seguridad (ISAF) – un nombre decorativo
para la fuerza de la OTAN dirigida por EE.UU. que combate a los talibanes en
Afganistán. Es una artimaña hábil. La ISAF no es más una genuina entidad de
coalición que lo que fue la Coalición de los Dispuestos de George Bush en la
Guerra de Iraq, pero este subterfugio imposibilita la investigación legislativa
del evento, ya que el Congreso no posee autoridad para imponer el testimonio de
la OTAN o de ISAF como lo podría hacer con el Pentágono. Una fuente del Comité
de Servicios Armados del Senado confirma que la ISAF está investigando, y que el
comité ha solicitado una “información” –lo que quiere decir que nada sería bajo
juramento– una vez que la investigación haya sido completada, pero no retenga el
aliento o espere algo dramático.
También tomé contacto con la oficina de prensa del Comité de Servicios
Armados de la Cámara para ver si se había planificado alguna audiencia sobre
este crimen. La respuesta es no, aunque la encargada de prensa me pidió que le
enviara detalles del incidente (No es una buena señal de que miembros y personal
de la Cámara estén prestando mucha atención – los asesinatos llevaron a
manifestaciones estudiantiles en todo el país en Afganistán, a una protesta
formal de la oficina del presidente Hamid Karzai, y a una investigación del
gobierno afgano, que concluyó que estudiantes inocentes habían sido esposados y
ejecutados, y sin duda contribuyó a un llamado del gobierno afgano para que se
procese y ejecute a soldados estadounidenses que maten a civiles afganos.)
Todavía queda tiempo para que gente de conciencia se levante en medio de esta
aventura imperial que ahora puede llamarse adecuadamente la Guerra de Obama en
Afganistán. Muchos hombres y mujeres en uniforme en Afganistán saben que nueve
niños afganos fueron capturados y asesinados a manos de EE.UU. en diciembre
pasado en Kunar. Probablemente también existe gente que estuvo implicada en la
planificación y realización de esa operación criminal que se siente asqueada por
lo sucedido. Pero esa gente hasta ahora se calla la boca, sea por miedo, o
simplemente por no saber hacia dónde volverse. (Nota: si usted tiene información
puede ponerse en contacto conmigo). Hay también numerosos periodistas en
Afganistán y en Washington que podrían estar investigando esta historia. No lo
hacen. No me preguntéis por qué. Preguntad tal vez a sus editores.
……………
Dave Lindorff es un periodista del área de Filadelfia. Su trabajo se
puede encontrar en www.thiscantbehappening.net. Para contactos: dlindorff@yahoo.com.
Fuente: http://www.counterpunch.org/lindorff03042010.html
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