Ehren Watada: Por fin libre
La historia del primer oficial de alto rango de EE.UU. que se negó a ir a
Irak
Jeremy Brecher y Brendan Smith The Nation-Z-net 01 de noviembre de
2009
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
El 7 de junio de 2006, un teniente del ejército de EE.UU. de 28 años llamado
Ehren Watada publicó una declaración de prensa en vídeo anunciando que se negaba
a movilizarse a Irak porque la Guerra de Irak era ilegal y su “participación me
convertiría en partícipe en crímenes de guerra.” Después de tres años tratando
de declararlo culpable, el ejército de EE.UU. ha terminado por ceder y permitió
que el teniente Watada renunciara. A pesar de su negativa directa de una orden
de movilizarse, Watada no pasó un solo día en la prisión.
La historia de Watada
Ex Eagle Scout, con un grado en finanzas, Watada se presentó como voluntario
para el servicio militar después del 11-S. Sus motivos no podían haber sido más
patrióticos. En su propio nombre y el de los otros soldados dijo: “el motivo por
el cual entramos todos a las fuerzas armadas” y “el compromiso que hicimos con
este país” es “sacrificarlo todo – sacrificar nuestras vidas, nuestra libertad,
para asegurar que todos los estadounidenses vivan en un país en el que tengamos
verdadera democracia.”
Cuando supo que sería enviado a Irak, el teniente Watada comenzó a leer todo
lo que podía encontrar sobre la guerra, de todas partes, para poder motivar
mejor a los soldados bajo su comando. Uno de los libros que leyó fue “A Pretext
for War” de James Bamford. En una película hecha sobre su historia: “In the Name
of Democracy,” Watada describió el choque que sintió al saber que: “Nuestro
país, y nosotros como militares, habíamos sido engañados. No hay otra manera de
describirlo. Sea que tergiversaron la verdad, o que dijeron verdades a medias o
que desinformaron – fue una mentira.” La Guerra de Irak “no era una guerra de
autodefensa sino por elección.”
Watada no es pacifista y basó su posición no sólo en la falsedad de las
justificaciones de la guerra sino en la usurpación de la autoridad
constitucional legítima por los funcionarios del gobierno de George W. Bush.
“Llegó un momento en el que vi a gente con poder, y ese poder era absoluto y
no escuchaban la voluntad de la gente,” dice en “In the Name of Democracy.” “Esa
era la dirigencia de nuestro país. Eran los que estaban a cargo de nuestras
vidas, y sin embargo hacían lo que querían impunemente, y nadie estaba dispuesto
a levantarse y desafiarlos.”
Watada ofreció su renuncia o que lo movilizaran a Afganistán; el ejército se
negó. Se sintió obligado por su juramento a hacer lo que repugnaba a su
conciencia. Entonces tuvo una epifanía: su juramento militar realmente requería
que rehusara órdenes que consideraba ilegales, y su lealtad era con la
Constitución, no con los funcionarios que la pervertían.
“Creo que el único verdadero derecho otorgado por Dios que tenemos es la
libertad de elegir,” dice Watada. “Y cuando nos despojamos de ese derecho, nos
colocamos en una prisión invisible que nadie más nos impone excepto nosotros
mismos. Cuando uno vuelve a decirse que tiene una disyuntiva – podría ir a la
prisión por ella, podría ser torturado, podría morir por ella, pero tengo esa
disyuntiva y puedo usarla – entonces es como si esa prisión invisible se
esfumara, y uno se siente libre. Me sentí tan libre cuando me dije que tengo una
disyuntiva.
El 7 de junio de 2006, Watada publicó una declaración anunciando su negativa
a movilizarse: “Es mi conclusión como oficial de las fuerzas armadas que la
guerra en Irak no es sólo incorrecta moralmente sino una violación horrible del
derecho estadounidense. Aunque he tratado de renunciar en señal de protesta, me
veo obligado a participar en una guerra que es manifiestamente ilegal. Como la
orden de participar en un acto ilegal es también ilegítima en última instancia,
debo rehusar esa orden como oficial de honor e integridad.”
Crucial en su argumento era la inconstitucionalidad de la decisión de ir a la
guerra.”Teníamos gente dentro de nuestro país con cantidades tremendas de poder
que hacía lo que le daba la gana,” explicó Watada. “No habían limitaciones y
balances como lo propugna nuestra Constitución.”
Su desobediencia era también su deber según el derecho internacional: La
Carta de la ONU y los principios de Nuremberg “prohíben las guerras de agresión.
En su calidad de tratados, también forman parte del derecho de EE.UU.”
Watada era consciente de que el encarcelamiento era la consecuencia más
probable de su acción. Pero se proponía enjuiciar a la guerra al hacerlo:
“Trataré de argumentar los méritos legales de la guerra: que es ilegal, que es
inmoral y que oficiales y soldados de consciencia no debieran ser obligados a
hacer algo que es ilegal e inmoral.”
El ejército acusó al teniente Watada de no haberse movilizado a Irak con su
unidad e inició su procesamiento por una corte marcial. Entonces comenzó el
tortuoso proceso que terminó con la reciente victoria de Watada – un proceso que
se hace eco del antiguo dicho: “la justicia militar es para la justicia lo que
la música militar es para la música.”
Watada y sus partidarios se preparaban para enjuiciar a la guerra. Pero el
juez militar, el teniente coronel John Head se negó incluso a permitir que fuera
considerada la motivación de Watada para rehusar la orden – la ilegalidad de la
guerra. El juez Head sostuvo que cuando Watada estipuló que había desobedecido
una orden, estaba realmente confesando su culpa, haciendo que toda defensa fuera
irrelevante.
La corte se enredó, tratando de mantener la paradoja de que un soldado tenga
el deber de desobedecer órdenes ilegales, mientras Watada no podía argumentar
que la orden que desobedeció no era una orden legítima.
Cuando el juez solicitó a los abogados de la acusación y de la defensa que
pidieran la anulación del juicio sobre la base de que Watada debe haber
comprendido mal su propia declaración, ambas partes dijeron al juez Head que
estaban en desacuerdo. En ese momento el juez virtualmente instruyó al abogado
de la acusación para que solicitara la anulación del juicio, la que otorgó de
inmediato.
El juez Head propuso volver a juzgar a Watada por las mismas acusaciones.
Pero, como el abogado de Watada, Eric Seitz, dijo en una conferencia de prensa
después de la corte marcial, eso constituiría una violación flagrante de la
salvaguarda constitucional contra un procesamiento por segunda vez por el mismo
delito ya que tanto la acusación como la defensa habían presentado sus casos
completos. El ejército, dijo Seitz, debiera comprender que “este caso es un lío
irremediable.”
Tres tribunales militares rechazaron la reclamación por procesamiento por
segunda vez de Watada; pero en cuanto el caso fue apelado ante un tribunal
civil, el juez del tribunal de distrito Benjamin Settle emitió un aplazamiento
bloqueando el nuevo juicio, afirmando que “el juez militar probablemente abusó
de su arbitrio.” El ejército anunció que apelaría pero no hizo nada durante
dieciocho meses, dejando a Watada en un limbo judicial. Finalmente, después de
una campaña de partidarios de Watada, el Departamento de Justicia del gobierno
de Obama rechazó la apelación del ejército. El ejército amenazó con someter a
Watada a una corte marcial por otras acusaciones pero finalmente decidió a
aceptar su derrota.
Siguen existiendo preguntas más profundas
Ehren Watada está libre ahora para continuar con su vida civil. Pero como el
gobierno de Obama se atrasa con sus promesas de retirarse de Irak, se hunde en
más cenagales en Afganistán y Pakistán, y amenaza con escalar el conflicto con
Irán, las preguntas planteadas por la acción de Watada nos siguen persiguiendo.
Algunas son:
¿Existe un derecho y una obligación de resistir?
Watada presentó la pregunta fundamental de si la autoridad – en las fuerzas
armadas o en la sociedad en general – es algo que debe ser aceptado a ciegas, o
algo que ha de ser sometido a un examen moral y legal. Afirmó que “el soldado
estadounidense debe elevarse por sobre la socialización que le dice que hay que
obedecer siempre a la autoridad sin cuestionarla. Hay que respetar el rango pero
no seguirlo jamás a ciegas.”
Al general Peter Pace, entonces jefe del Estado Mayor Conjunto, le
preguntaron en 2006: “¿Debiera la gente en las fuerzas armadas de EE.UU.
desobedecer órdenes que considera ilegales?” Respondió: “Es la responsabilidad
absoluta de todo el que está en uniforme desobedecer una orden que sea ilegal o
inmoral.” Si es así, ¿cuáles son las implicaciones para los soldados, para las
fuerzas armadas y para al resto de nosotros?
¿Debieran considerar las fuerzas armadas afirmaciones de que hay órdenes que
son ilegales?
Watada declaró: “Tengo entendido que bajo el derecho militar, se permite que
los que están en las fuerzas armadas rehúsen y en los hechos que tienen el
derecho a rehusar órdenes ilegítimas – un derecho a rehusar. En un tribunal
debieran tener la oportunidad de presentar evidencia y testigos en su defensa,
sobre por qué la orden era ilegítima. En este caso no tendré esa oportunidad, y
es una parodia de justicia.”
¿Debiera reconocer la ley a objetores selectivos?
La Ley de Servicio Selectivo otorga estatus de objetor de conciencia a los
que se oponen a todas las guerras por motivos de conciencia moral. Pero adopta
la posición de que los objetores no pueden escoger y elegir sus guerras. Sin
embargo, actualmente existen fuertes motivos morales para oponerse a muchas, si
no a la mayoría, de las guerras que tienen lugar, incluso para aquellos que
puedan admitir que en principio algunas guerras puedan ser justificadas.
Amnistía Internacional adopta la posición de que existe un derecho a una tal
“objeción selectiva” y que aquellos que son castigados por negarse a participar
en una guerra que consideran inmoral son “prisioneros de conciencia.”
Watada reconoció que “en oposición a mi postura, se presentará el argumento
de que los soldados no tienen derecho a escoger y elegir sus guerras.” Pero
sostuvo que: “Yo respondería que no es sólo nuestro derecho sino nuestro deber
constitucional y moral.” ¿Es hora de reconocer a objetores de conciencia a
ciertas guerras?
¿Cómo se pueden impedir guerras ilegales de agresión?
Existe actualmente un amplio debate sobre la tortura en círculos políticos,
el público y en cierto grado en los tribunales. Pero la tortura es sólo un
crimen de guerra, y no es el más grave. Sin embargo, no existe virtualmente
ningún esfuerzo por cuestionar o establecer una responsabilización por el crimen
de guerra más importante de EE.UU. en Irak: la guerra preventiva ilegal.
Como dijo Watada; “Pienso que el mayor crimen que los dirigentes pueden
cometer – la dirigencia de un país – sería conducir a su pueblo, a su país, a la
guerra, sobre la base de afirmaciones fraudulentas.”
En una declaración que le valió una acusación adicional del Ejército, Watada
dijo a una convención de Veteranos por la Paz: “Para detener una guerra ilegal e
injusta, los soldados pueden decidir dejar de participar en ella.” ¿Es
deslealtad una acción semejante, o un suplemento muy necesario a nuestro sistema
de limitaciones y balances?
El ejército sacó al aire su propia frustración por no haber podido condenar a
Watada insistiendo en que su renuncia “tenía lugar bajo condiciones otras que
honorables.”
El teniente Ehren Watada sacrificó honorablemente mucho y arriesgó más “para
asegurar que todos los estadounidenses vivan en un país en el que tengamos una
auténtica democracia.” El ejército debería honorarlo con héroe militar.
….
Jeremy Brecher es historiador. Sus libros incluyen “Strike!, Globalization
from Below, y, co-editado con Brendan Smith yJill Cutler: “In the Name of
Democracy: American War Crimes in Iraq and Beyond” (Metropolitan/Holt). Ha
recibido cinco Premios Emmy regionales por su trabajo en películas documentales
y fue consultor en el documental sobre el teniente Ehren Watada: “In the Name of
Democracy: America's Conscience, A Soldier's Sacrifice.” Es co-fundador de
Global Labor Strategies.
Brendan Smith es periodista y activista sindical. Es co-fundador de Global
Labor Strategies, socio consultor del Progressive Technology Project, y se sumó
recientemente al personal de Labor Network for Sustainability. Como miembro del
emergente movimiento de “trabajo verde”, también dirige una granja orgánica de
ostras de 20 hectáreas en las Islas Thimble de Long Island Sound.
Fuente: http://www.zmag.org/znet/viewArticle/22981
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