DOCENAS DE DETENIDOS QUE HACEN HUELGA DE HAMBRE EN LA CARCEL MILITAR
NORTEAMERICANA SON ALIMENTADOS CON SONDAS
El dolor sin fin de los presos de
Guantánamo
Despojados de todo, aun de las cosas básicas como una colchoneta para dormir,
más de cien hombres yacen en el piso de cemento de las celdas, manteniendo el
ayuno. Cuatro están tan enfermos que se espera que en cualquier momento
mueran.
Terri Judd * Página 12 7 de mayo de 2013
Escuálidos y frágiles, más de cien hombres yacen en el piso de cemento de las
heladas y solitarias celdas de Guantánamo, silenciosamente matándose de hambre.
Despojados de todas sus posesiones, aun de las cosas básicas como una colchoneta
para dormir y jabón, están en silencio mientras los guardias periódicamente
golpean las puertas de acero y les gritan que muevan un brazo o una pierna para
demostrar que aún están conscientes.
El conocido centro de detención está en crisis, sufriendo una rebelión sin
precedentes: alrededor de dos tercios de los 166 detenidos mantienen una huelga
de hambre. Esta semana, 48 enfermeras militares estadounidenses fueron enviadas
para tratar de evitar un suicidio masivo. El último británico detenido, Shaker
Aamer, dijo que estaba preparado a continuar la huelga hasta su muerte.
La administración de Estados Unidos hace lo que puede para evitar que miradas
indiscretas vean la tragedia que se desarrolla, pero The Independent obtuvo
informes de primera mano. Dos veces por día, los 23 más débiles son llevados a
una habitación. Sus muñecas, brazos, estómago, piernas y cabeza son atados a una
silla, y se realizan repetidos intentos de forzar un tubo por sus narices hacia
su estómago. Es un feo procedimiento mientras tienen arcadas y las sangre brota
de sus narices. “No nos dejan vivir en paz y ahora no nos dejan morir en paz”,
dijo un preso, Fayiz al Kandari, un kuwaití detenido durante once años sin
cargos.
Cuatro están tan enfermos que yacen con grilletes en el hospital y los
internos predicen que es cuestión de horas antes que uno muera. “Es posible que
yo muera aquí”, dijo recientemente Aamer, de 44 años, a través de su abogado,
Clive Stafford Smith. “Espero que no, pero si me muero, por favor dígales a mis
hijos que los quería por sobre todas las cosas, pero que tenía que sostener el
principio de que no pueden detener a gente sin un juicio, especialmente cuando
han sido autorizados a quedar en libertad”, dijo el padre de cuatro hijos, que
permanece en Camp 5 a pesar de haber obtenido la aprobación para ser liberado
hace más de cinco años. “Es triste, pero la tortura y el abuso continúan
funcionando en Guantánamo y Estados Unidos está tirando más por la borda su
disminuida autoridad moral”, añadió Stafford Smith.
La protesta, que comenzó el 6 de febrero, se ha expandido ahora a Camp 5 y
Camp 6, donde se estima que de 100 a 130 personas adhieren. Estos no son los
detenidos de alto valor de Camp 7, el puñado de presos acusado de crímenes
terroristas. Los huelguistas de hambre son aquellos que han esperado durante una
década o más un juicio, incluyendo a 86 que obtuvieron autorización para ser
liberados, pero permanecen atrapados por las restricciones impuestas por el
Congreso.
Mientras el presidente Barack Obama se comprometía esta semana a presionar
por el cierre de Guantánamo, los detenidos señalan que volvió al régimen
draconiano de la administración Bush. “Los abogados de la defensa han tratado de
lograr un diálogo constructivo, pero siempre nos hemos topado con resistencia y
silencio”, explicaba el capitán del ejército de Estados Unidos, Jason Wright, un
abogado que describe haber visto a su cliente Obaidullah ahora con 52 kilos,
hecho una “bolsa de huesos”, como una experiencia “extremadamente
angustiante”.
“Me duele la cintura, siento mareos, no puedo dormir bien. Me siento
desesperanzado. No puedo ejercitarme. Mis músculos se han debilitado en los
últimos 50 días. He vomitado cinco veces”, escribió Obaidullah, un afgano de 32
años que nunca estuvo acusado a pesar de 11 años de detención. “Cuando entré a
la habitación estaba visiblemente cambiado. Dijo: ‘No nos tratan con dignidad,
nos tratan como a perros’. Es claro que si esta huelga de hambre continúa, habrá
muertos. Estos hombres van a morir en esta prisión por nada. Es absolutamente
indignante”, dice el capitán Wright. “La huelga de hambre es una protesta
política. El hecho de que sean tratados así va en contra de la ley internacional
y no es estadounidense”, añadió.
La protesta comenzó el 6 de febrero cuando, según los abogados, la nueva
administración decidió terminar “una era de permisividad” y tomar una actitud
más estricta, en contravención con la Convención de Ginebra. Los guardias
confiscaron todos los “items de comodidad”, pero lo que indignó más a los
detenidos fue que les quitaran el Corán, un acto que la administración
niega.
La protesta fue pacífica hasta el 13 de abril, cuando los guardias utilizaron
balas de goma para mover a los prisioneros de las celdas comunitarias y algunos
respondieron con “armas improvisadas” como palos de escoba. Los informes de
primera mano revelaron esta semana que la mayoría de los prisioneros está
detenida en confinamiento solitario en celdas vacías, sin ventanas de 3,5 metros
por 2. El agua limpia está racionada y han sido despojados de todas sus
posesiones.
Se quejan de que el aire acondicionado está prendido a un nivel de
congelamiento. Los guardias perturban deliberadamente sus horas de oración y
aparecen durante la noche para llevarlos a las duchas. El marroquí Younous
Chekkouri dijo por teléfono a sus abogados que padece tener que dormir en el
piso de cemento y que usa sus zapatos como almohada. “El dolor comienza
inmediatamente cuando estoy en el piso. Dolor en mi nuca, dolor en mi pecho.
Finalmente, a la noche nos dieron frazadas. Hacía mucho frío. El agua ahora es
un privilegio. Nos están tratando como animales”, añadió. “Creía que mi tortura
había terminado, pero lo de ahora es terrible.”
Amnistía Internacional fue una de las varias organizaciones de derechos
humanos que describieron la situación en el penal de la base militar en Cuba
como “en un punto de crisis”, mientras un especialista de la ONU en tortura,
Juan Mendes, condenó la detención continuada como “cruel, inhumana y
degradante”.
Omar Deghayes, de 43 años, un residente británico que fue liberado en 2007
sin cargos, recordó el efecto de dos huelgas de hambre más cortas. Tirado en una
“celda-congeladora”, dijo que apenas se podía parar y estaba consumido por el
hambre y los dolores. “Uno comienza a alucinar. Comencé a escuchar voces. Luego
empecé a vomitar sangre y pus. Tu estómago se contrae y te alimentan a la fuerza
en grandes cantidades, no se puede controlar nada, uno tiene diarrea. Te llevan
al patio y te lavan con mangueras.” La mayoría de la gente no puede sobrevivir,
habiendo perdido más del 40 por ciento de su peso.
El capitán Wright, que viajó en el mismo avión que las enfermeras, dijo: “No
puedo creer que entendieran lo que se les pedía que hicieran por su país. Sabían
lo terrible que sería. Espero que algunas hayan tenido el coraje de decir que
no”.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12. Traducción:
Celita Doyhambéhère.
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