UN ANALISTA DE DRONES DE LA CIA
DRONE SE DISCULPA CON LA GENTE DE AFGANISTÁN
De Democracy Now! | Artículo original
4 de septiembre de 2021
Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar 11 de noviembre de 2021
Mientras Estados Unidos termina una ocupación de
veinte años en Afganistán, un ex analista del programa de drones de la CIA
ofrece una disculpa a la gente de Afganistán, “no sólo por mí, sino por el
resto de nuestra sociedad como americanos”. Durante los despliegues a
Afganistán, Christopher Aaron dijo que podía ver “las cifras humanas, el primer
recurso de estas guerras, así como el hecho de que la política de lanzar
“misiles guiados” hacia la población desde aviones controlados de manera remota
era algo que de hecho evitaba que ganáramos la guerra”. También hablamos con
Eyal Press, que escribió acerca de Aaron en su nuevo libro “Dirty Work:
Essential Jobs and the Hidden Toll of Inequality in America” (“Trabajo sucio:
trabajos esenciales y la cifra escondida de la inequidad en América”). Dice que
Estados Unidos ha desarrollado una estrategia militar de llevar a cabo ataques
con drones y guerras “en las sombras: haciéndolo fuera de la vista, en la
locura”.
Transcripción
AMY GOODMAN: Vamos con uno de los trabajadores en tu nuevo
libro Dirty Work: Essential Jobs and the Hidden Toll of Inequality in America. Christopher Aaron, un ex analista de inteligencia
para el programa de drones de la CIA. Un artículo
del 2018 que describe su trabajo empezaba con esta cita: “En la primavera del
2006, Christopher Aaron empezó su turno de doce horas en un cuarto sin ventanas
en el Centro de Análisis Aéreo de Contraterrorismo en Langley, Virginia. Se
sentó frente a una pared con monitores de pantalla plana que transmitían en
vivo videos clasificados de drones volando en zonas de guerra distantes”.
Christopher Aaron nos acompaña desde Tucson, Arizona.
Bienvenido a Democracy Now! Christopher. ¿Podrías describir el trabajo que estabas realizando en
este cuarto sin ventanas tan alejado? Digo, me refiero alejado porque tus
objetivos estaban en Afganistán.
CHRISTOPHER AARON: Sí. Antes que nada, Amy, muchas gracias por
invitarme a tu programa el día de hoy.
Si pudiera tomarme un momento — he hecho esto personalmente
en el pasado, pero me gustaría tomarme un momento ahora que la guerra está
oficialmente terminada, para ofrecerles una disculpa a las personas en
Afganistán, no sólo de mi parte, sino de parte del resto de nuestra sociedad
como americanos.
Creo que esto debería estar en algún lugar en este
diálogo, un lugar para la emoción humana de lo que hemos atravesado todos. Y
mis palabras son insuficientes para hacer eso, pero si alguien está escuchando
del otro lado del mundo, nos disculpamos por lo que hemos hecho.
Yo trabajaba como un analista de inteligencia. Éramos,
ya sabes, como dice el artículo, los que estábamos detrás de las pantallas de
video. Había mucho material clasificado del cual no puedo hablar. Empecé mi
carrera trabajando en otra agencia de inteligencia y luego fui trasferido a
esta célula fusión en el cuartel central de la CIA. Esta fue mi carrera
saliendo de la universidad, sabes, como producto de la generación del 11/9. Yo
quería hacer algo para mi generación que importara, en donde pudiera hacer algo
bueno para tratar de ayudar al mundo. Estábamos detrás de las pantallas doce
horas, tres o cuatro días a la semana, rotando turnos, todas las horas de la
noche y del día.
Después de algunos meses, tuve la oportunidad de ir a
Afganistán y estuve desplegado dos veces por seis meses, en el 2006 y
2008-2009. Así fue como pude ver con mis propios ojos el saldo humano, el saldo
de recursos de estas guerras, así como el hecho de que las políticas de
lanzamiento de, cito, “misiles guiados” contra la gente desde aviones
controlados remotamente no nos permitía, de hecho, ganar la guerra. Así que
esos tres lados de las cosas estaban fracasando, desde mi punto de vista.
AMY GOODMAN: Chris, mientras que Estados Unidos se retiraba
de Afganistán y hablaban de la capacidad que sobrepasaba el horizonte,
precisamente de lo que hablabas, que las tropas no estaban en el terreno, pero
los ataques de drones, esos últimos días de presencia estadounidense en Kabul
hubo un ataque de drones que asesinó a una familia de diez, siete de los cuales
eran niños, algunos menores de 5 años. ¿Tus sentimientos mientras veías esto?
CHRISTOPHER AARON: Es espantoso ver que suceda esto mientras nos
retiramos. Sabes, no quiero decir que esto era algo que comúnmente sucedía
mientras estuve en la guerra, pero ciertamente sucedió. Sabes, por cada
asesinato de un, y cito, “extremista” o “terrorista”, es imposible decir, pero
ciertamente había bajas civiles inocentes todo el tiempo. Pasaba mucho que
veíamos en las calles, el día siguiente, íbamos tras una persona con un ataque
selective y veíamos dos o tres ataúdes siendo cargados.
Y existía esta actitud en ese momento, entre la
comunidad militar o de inteligencia, de “bueno, sabes, este es el precio de la
guerra. Esto es lo que tenemos que hacer para atrapar a los terroristas, a los
talibanes, a al-Qaeda, etc”. Pero empiezas a unir cabos y a ver la causa y
efecto. Y, por ejemplo, con este ataque de dron apenas la semana pasada, no
sólo se trata de los humanos que matamos, sino de ¿Qué pasa con sus hermanos?
¿Sus hermanas? ¿Sus compañeros de escuela? Así que, aunque hayas asesinado de
manera exitosa a un extremista o un terrorista, ahora tienes cinco, diez,
quince, treinta nuevos que ocupan su lugar. Es una política fracasada. Es así
de sencillo.
AMY GOODMAN: Y mientras la guerra llega a este capítulo, esta
guerra eterna llega a su fin, ¿qué tal representative eres tú, al hablar con
tus colegas, los otros presentes en ese cuarto, si todavía lo haces, con otros
soldados? En los medios corporativos, tienen a veteranos después de soldados
diciendo “Si nos estamos retirando, ¿por qué hicimos esto?” cuestionando la retirada,
pero no tanto la parte crítica de la pregunta: ¿por qué hicimos esto?
CHRISTOPHER AARON: Es una gran pregunta. Comencé a preguntarme eso
en el 2006 y ciertamente a mi regreso en 2008-2009. Vi con mis propios ojos
que, no sólo, por supuesto, los recursos gastados, el saldo humano, en ambos
lados, incluyendo soldados con los que trabajé que sufrieron tremendamente de
PTSD (síndrome de estrés post traumático por sus siglas en inglés), que es algo
que me apasiona, así como la pérdida de áreas de control en el país en 2008.
2009, la entera región del sur de Afganistán, Kandahar.
Esto puede sonar tonto, pero tuve una cena de Día de
Gracias ahí en el 2006 mientras volábamos a bases remotas y para el 2009 no
podíamos regresar ahí. Así que estaba como “Un momento. Estamos continuando
esta guerra”. Esto fue en el 2009. “No podemos regresar a una base que antes
controlábamos. ¿En dónde estuvimos todo este tiempo?”.
Sabes, existen otros. No soy el único que ha hablado
acerca de esto. Están Brandon Bryant, Cian Westmoreland, Lisa Ling y, por
supuesto, Daniel Hale, que acaba de ser encarcelado hace un mes o dos. Sin
embargo, puedo decir que somos pocos y…
AMY GOODMAN: Por revelar información acerca del programa de
drones.
CHRISTOPHER AARON: Correcto, correcto. Hubo una o dos piezas ahí
que estaban clasificadas. Es algo con lo que tengo mucho cuidado, sabes, y por
eso lo agarraron, bajo la Ley de Espionaje. Al final, ¿para qué estuvimos ahí?
No puedo aceptar que, sabes, yo, de 29 años en ese momento, algo que era tan
obvio para mí acerca de la trayectoria fallida de las guerras, no puedo creer
que mis superiores en el ejército y políticos fueron incapaces de ver la misma
cosa. Y así, cuando se enfrentaron a esos hechos, podría decir una persona
pensante, “¿No había tal vez una política en juego para mantenernos en un
estado de guerra por una razón u otra?”.
AMY GOODMAN: Crees que el PTSD, síndrome de estrés post
traumático, que el cuestionarse el por qué estabas haciendo esto, me refiero,
la disculpa que hiciste al principio de la conversación, contribuye al horror
que experimentaste después?
CHRISTOPHER AARON: Sí, lo hace, yo sé, para mí y no sólo para mí
sino para muchas otras personas con las que estoy en contacto a través de los
retiros de veteranos. Y para ser completamente honestos, otra vez, para que
quede registrado, técnicamente no soy un veterano. Yo era un civil del
Departamento de Defensa. Así que es una cuestión de dónde viene tu pago. Un
civil del DOD con una pistola en una zona de guerra que trabaja, sabes, en el
programa de drones. Pero, de todas formas, estoy en contacto con gente que
también ha sufriendo de esta manera y es un diferente PTSD. No hay manera que
pueda comparar lo que yo pasé con lo que algunas de estas que vieron cómo sus
hermanos en el ejército explotaron en frente de ellos o perdieron partes de sus
cuerpos o sus sentidos. No estoy intentando comparar lo que nosotros
experimentamos con eso. Pero al mismo tiempo, hay algo que nosotros vivimos.
Y quienes fuimos voluntarios para este programa porque
amamos este país, amamos lo que este país defiende y por lo que respecta a las
libertades que tenemos aquí y luego cuando enfrentas la realidad en el campo, a
través de una pantalla, eso que de hecho está sucediendo en el terreno no es lo
que los medios mainstreams están reportando y no es lo que los altos mandos en
la estructura del ejército están diciéndonos va a ganar la guerra, comienzas a
sentir un inmenso sentido de arrepentimiento. Y de eso, sabes, es de lo que
hablé con Eyal acerca de para el artículo de The New York Times, en esta, cómo le llaman, heridas morales o remordimiento moral. Y es
real.
AMY GOODMAN: Eyal, ¿Podrías hablar de por qué decidiste
incluir a Chris, un operador de drones para la CIA, en tus perfiles de
trabajadores esenciales? En tu libro dices “La verdad es que el programa de
drones no sólo sirve para los intereses de los contratistas militares”. Habla
acerca de para quiénes más.
EYAL PRESS: Bueno, pienso que es muy apropiado que Chris
haya empezado con esa conmovedora disculpa y lo hizo de manera colectiva. No
sólo estaba diciendo que lo siente, sino que es parte de una sociedad que ha
escogido luchar guerras de esta manera. Y es por eso que me concentré en él y
en otras personas del programa de drones.
Sabes, después de las invasiones en tierra de Irak y
Afganistán, Estado Unidos estaba exhausto por esas guerras, desilusionada y no
le gustaba la costa, el precio de la etiqueta, tanto en términos de bajas y de
recursos. ¿Y entonces qué pasó? Bueno, primero bajo Obama, después otra vez
bajo Trump, los drones, luchar a distancia sin riesgo físico, por lo menos para
nuestro lado y tomar esta guerra — manteniendo el mismo derecho a marcar y
asesinar gente, incluso en países con los que no estábamos formalmente en
guerra, pero haciéndolo en las sombras, fuera de la vista, fuera de lo cuerdo.
Y el tema fundamental de mi libro es que esos actos no
son sólo del ejército y tampoco son de Chris Aaron ni sólo de la gente que hoy
en día está en el programa de drones. Son nuestros actos. Son nuestros, con el
impacto y las repercusiones legales y morales que tienen.
Y me afecta, sabes, que al principio del programa de
drones se hablaba tanto acerca de cómo esto era antiséptico y era como jugar un
video juego. Pero en ese entonces, como investigué y también vi lo que el
ejército encontró, había grandes índices de desgaste en el programa y los
analistas, los analistas de imágenes y los operadores de drones que renuncian o
sólo están mental, emocional y físicamente angustiados. ¿Por qué? ¿Por qué? No
es porque evadieran bombas en los caminos, en el sentido de las heridas y el
PTSD que los soldados en tierra tienen. Es porque están viendo, personalmente,
día tras día, turno tras turno, la violencia desencadenarse en las pantallas, a
distancia y en algunos casos se sienten responsables por las cosas si salen
mal, por cosas que, como un ataque, suceden y no están seguros quién fue
golpeado.
Y entonces, este término de “herida moral” seguía
apareciendo, no sólo en lo que yo leía, sino cuando de hecho visité algunas
bases y hablé con psiquiatras ahí. Y creo que esa herida moral, otra vez, no le
pertenece sólo a la gente que la experimenta, que está viendo lo que se hace,
sino que nos pertenece a todos, a la sociedad que ha decidido que esta es una
de las maneras en la que continuaremos luchando nuestras guerras.
AMY GOODMAN: Finalmente, muy rápido. ¿Chris, eras lo que algunos llaman
“guerrero de la palanca” (“joystick warrior)? ¿Y estos llamados “guerreros de la palanca”, operadores de
drones, eran tratados de manera diferente que los soldados en el campo de
batalla?
CHRISTOPHER AARON: Yo no era un operador de palanca. Nos
comunicábamos directamente con ellos. Existe toda una serie de fuentes de
inteligencia que se unen para ultimadamente decidir si un ataque sucederá a o
no, si un misil será lanzado desde un dron o si los soldados entrarán. Yo
encajaba en la cadena como analista de inteligencia. Esencialmente, dábamos una
valoración cruda de lo que estaba sucediendo en tierra. Es la gente, digamos,
tenemos un objetivo, quien era, digamos, el extremista dentro del edificio que
estábamos observando desde el dron y luego los comandantes del ejército venían
con nosotros y decían “¿Hay mujeres o niños en el edificio también?”. Y
dependiendo de las respuestas que les dábamos, a veces un minuto después,
veíamos el destello brillante en la pantalla y estás, ahora, contando cuántos
cadáveres, de hecho, ves después del ataque. Así que yo no era operador de
mando personalmente, pero, sabes, la información es básicamente la que maneja
lo que el operador hace.
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