El Mundo no Puede Esperar moviliza a las personas que
viven en Estados Unidos a repudiar y parar la guerra contra el mundo y también
la represión y la tortura llevadas a cabo por el gobierno estadounidense.
Actuamos, sin importar el partido político que esté en el poder, para denunciar
los crímenes de nuestro gobierno, sean los crímenes de guerra o la sistemática
encarcelación en masas, y para anteponer la humanidad y el planeta.
Del directora nacional de El Mundo No Puede Esperar
El cliente les daba las coordenadas del objetivo. Tenían que seguir un coche
o vigilar una casa. Otras veces, hacer saltar algo por los aires con un misil
'Hellfire'. "No tenía ni idea de a quién [o qué] apuntábamos, ni qué era lo que
íbamos a destruir", cuenta Lynn Hill, "de repente, explotaba en
pedazos". Su función no era hacer preguntas, sino seguir instrucciones y, al
acabar su turno, volver a casa. Llegó un punto en el que sintió que no era capaz
de continuar así. "No podía apretar más el gatillo", dice. Pero ¿eras tú quien
lo apretaba? "Era parte de ello", afirma, "yo hablaba con el cliente".
Hill, de 34 años, es una sargento retirada de la Fuerza Aérea de
EEUU que sirvió como analista de inteligencia en el programa de drones
'America's Predator', en una base aérea a las afueras de Las Vegas. 'El cliente'
era como llamaban a las unidades militares desplegadas en Irak o Afganistán que
demandaban los servicios de los drones. Ella transmitía sus mensajes al resto
del equipo. "El cliente me decía que había que disparar y yo repetía: 'Disparad
cuando estéis listos'. Así funcionaba".
Cuando un equipo está a punto de apretar el gatillo, "toda la oficina se
detiene para mirar", dice. La acción se retransmite por una gran pantalla de
plasma. Cuando el misil alcanza su objetivo, lo celebran. "La verdad es que mola
ver saltar algo por los aires", confiesa Hill, "después te dices, 'venga, a
trabajar otra vez'". Pero ¿en algún momento os preguntabais cuánta gente habría
muerto? "No era nuestro trabajo", dice, "lo único que el cliente quería de
nosotros era el vídeo".
A veces, el operador de la cámara del dron tenía que quitar 'zoom' porque la
explosión era demasiado cegadora. Luego volvía a aumentarlo, esperando captar la
llegada de las fuerzas especiales: un helicóptero, hombres que se descuelgan con
cuerdas. "Ves el 'Black Hawk' que atraviesa el encuadre y piensas 'qué
chulada'", reconoce Hill, "era mucho mejor que en las películas. Conseguían
grabarlo todo. Es increíble".
Fui a visitarla a Baltimore, donde nació en 1982. Quiso enrolarse con los
Marines pero el representante de la Fuerza Aérea le dijo: "¿Quieres ser marine o
prefieres tener calidad de vida? En la Fuerza Aérea nadie comparte habitación;
en los Marines, tendrás que compartir el baño con 50 mujeres más".
Sirvió como analista de inteligencia en Dakota del Sur y en Corea. En 2003 la
destinaron a la Base Nellis de la Fuerza Aérea en Las Vegas, sede del 15
Regimiento de Reconocimiento, que opera la flota de aviones pilotados en remoto,
en constante crecimiento. La primera operación con drones 'Predator' se llevó a
cabo en 1995; en 2004 el programa se estaba expandiendo rápidamente, y había
ampliado su sede del pequeño edificio de una sola planta a un conjunto de
'containers' de acero.
"Mola ver algo saltar por los aires. Después te
dices,'venga, hay que volver al trabajo"
Más tarde, el 15 Escuadrón de Reconocimiento se trasladó a un complejo mayor
en la Base Creech de la Fuerza Aérea, a 45 millas al norte de Las Vegas, y
continúa creciendo para satisfacer la demanda de ojos, oídos y misiles
'Hellfire' en los cielos sobre Irak, Siria, Afganistán, Pakistán, Yemen,
Libia... Desde Nellis operaban seis drones: "Dos en Afganistán y cuatro en
Irak", dice Hill. Ella y sus camaradas fueron pioneros. "No creo que ninguno de
nosotros supiera realmente lo que hacíamos", comenta, "estábamos cambiando la
manera de hacer la guerra".
Los turnos de trabajo eran largos: ocho horas operando un aparato, cuatro de
trabajo administrativo. "Podía estar en Irak por la mañana y en Afganistán por
la tarde", dice. En Afganistán llevaban a cabo el reconocimiento de zonas en las
que los americanos estaban a punto de desplegarse. Irak se veía bastante más
complicado. "Horrible", dice Hill. Era finales de 2004. "Acababa de pasar lo de
Faluya", la batalla más dura de los Marines desde Vietnam.