Después de 13 años de yemení en Guantánamo, Libertad del
alma toma más tiempo
Charlie Savage
New York Times
31 de julio de 2016
© 2016 New York Times News Service
TALLIN, Estonia _ Cuando los guardias llevaron a Ahmed Abdul Qader al avión que lo
sacaría de la prisión de la Bahía de Guantánamo hace año y medio, él pidió
permiso para hacer una pausa antes de abordar. Cerrando los ojos, trató de
dejar atrás la carga de sus 13 años de cautiverio.
Qader tenía unos 17 años de edad _ un adolescente yemení con sobrepeso sospechoso de
ser terrorista _ cuando las fuerzas militares estadounidenses lo llevaron a
Guantánamo. Cuando partió, tenía más de 30, había empezado a perder el cabello
y estaba a punto de iniciar una nueva vida en Estonia, un diminuto país báltico
del que nunca había oído hablar antes de que decidiera reubicar a un detenido
unos meses antes.
Un día después, estaba en su nuevo hogar, un departamento estudio modestamente
amueblado en Tallin ofrecido por el gobierno estonio. Pero pronto se dio cuenta
de que no era tan fácil escapar del pasado. La nieve caía, y él estaba ansioso
por tocarla. Se dirigió a la puerta, luego de pronto entró en pánico, temeroso
de que algo _ no estaba seguro de qué _ pudiera resultar mal si salía.
“Cualquier problema en que me meta ahora _ incluso un error honesto _ será cien veces peor
que para cualquier persona normal”, dijo recientemente Qader, tratando de
explicar cómo esa sensación de parálisis ha permanecido en él.
“Pensé que después de dos meses tras la liberación regresaría a la normalidad”, dijo.
“Pero no puedo vivir mi vida con regularidad. Lo intento, pero es como si una
parte de mí aún estuviera en Guantánamo”.
Qader es uno de los alrededor de 780 hombres que han sido mantenidos en la prisión
desde que el gobierno de George W. Bush la abrió después de los ataques del 11
de septiembre de 2001. Una parte central de la guerra contra el terrorismo,
Guantánamo fue un experimento: usar la detención indefinida sin juicio, un
instrumento de las guerras tradicionales, para un conflicto sin plazo definido
en el cual puede ser particularmente difícil distinguir a los enemigos
verdaderamente peligrosos de la gente atrapada en la periferia.
El presidente Barack Obama heredó 242 detenidos cuando asumió el cargo prometiendo
cerrar la prisión. Hoy, quedan 76, 32 de ellos con la autorización para ser
transferidos a un país estable dispuesto a aceptarlos. Los congresistas
republicanos se oponen al cierra de la prisión y a más transferencias,
señalando a la minoría de ex detenidos acusados de reincidencia.
En el largo y contencioso debate sobre el futuro de Guantánamo, los ex detenidos que
han sido transferidos y no causaron problemas han sido en gran medida
olvidados. Pero aunque sus expedientes quizá estén cerrados, la ambigüedad que
rodea a su liberación _ considerados lo suficientemente seguros para ser
transferidos, pero nunca juzgados culpables o inocentes _ sigue marcándolos.
Qader me contó recientemente su historia en una serie de conversaciones a lo largo de
varios días esta primavera; en su departamento, paseando por la medieval Ciudad
Vieja de Tallin, y viajando en un autobús municipal al Centro Islámico de
Estonia.
Expresó gratitud a Estonia por recibirlo. Su programa de refugiado le ofrece el
departamento, atención médica, clases del idioma, un pequeño estipendio mensual
y un mentor que le ayuda a navegar por la vida cotidiana.
Sonreía a menudo y hablaba con optimismo del futuro cuando conversamos. Pero también
caía en el desánimo por la separación de su familia, su juventud perdida, y su
“dolor” cuando la gente lo llama terrorista. Se describió como paralizado por
la ansiedad por lo que otros _ la policía, potenciales amigos o empleadores _
supongan de él.
“Desperdicié 13 años de mi vida, y no es por algo que hice”, dijo. “Es porque sucedió algo
malo a mi alrededor, y me culparon de ello”.
Arresto por razones débiles
Qader fue arrestado con una docena de otros árabes en una casa de huéspedes en
Pakistán en marzo de 2002. Esa noche, la policía paquistaní también hizo una
redada en otra casa de huéspedes en la misma ciudad, capturando a un sospechoso
de terrorismo prominente, Abu Zubaydá.
La policía mezcló las dos casas, diciendo que albergaban a lo que se pensaba era
células de Al Qaeda. Pero la evidencia que vinculaba al grupo de la casa de
Qader, donde muchos residentes afirmaron ser estudiantes religiosos, era más
débil.
Qader fue transferido a la custodia estadounidense, y ese mes de junio, fue llevado a
Guantánamo. Recuerda vívidamente el “largo, largo, largo” vuelo a Cuba; con
brazos y piernas inmovilizados, los ojos y los oídos tapados, el destino
desconocido.
En 2009, un equipo de trabajo de revisión de casos de detenidos, conformado por
seis agencias, reevaluó a Qader y, según alguien que leyó su informe, concluyó
que él no había realizado o facilitado ninguna actividad terrorista contra
Estados Unidos o sus aliados.
Esa conclusión, dijeron funcionarios, se repitió en muchos informes sobre detenidos
de bajo nivel, y es ambigua: pudiera significar que era inocente o, aunque parte
del enemigo, no hizo nada específico. De cualquier manera, el equipo de trabajo
lo consideró de un riesgo lo suficientemente bajo para ser transferido.
Finalmente, en 2014, el gobierno de Obama dejó de esperar a que Yemen se estabilizara y
empezó a presionar a otros países para que reubicaran a los yemenís varados.
Después de que Rusia intervino en Ucrania, Estonia _ otra ex república
soviética, y miembro de la OTAN _ aceptó recibir a uno.
“Estonia comprendió el valor de demostrar su confiabilidad como amigo y aliado y estuvo
dispuesto a ayudarnos”, recordó Jeffrey Levine, entonces embajador de Estados
Unidos en Estonia.
Ian Moss, el jefe de gabinete en la oficina del Departamento de Estado que negocia
las transferencias, recuerda ver la entrevista de Qader con funcionarios
estonios. Le sorprendió la respuesta de Qader cuando se le preguntó cuándo
nació. (Él dice que en noviembre de 1984; algunos expedientes mencionan 1983.)
“Mi nacimiento será el día en que deje Guantánamo”, dijo Qader.
‘Como un recién nacido’
Al principio, recordó, procesó todo en su nuevo país “como un recién nacido”,
inconsciente de que su transferencia era polémica.
Qader recordó haber pensado: “Creo que nunca seré libre hasta que mi nombre quede
limpio. Siempre seré ‘ese tipo que estuvo en Guantánamo’”.
Decidió mantener un perfil bajo, rechazando entrevistas y contando a pocas personas su
pasado.
Ese verano, una tienda en Tallin aceptó a Qader como aprendiz. El dueño luego me
dijo cómo llegó a sospechar que el refugiado era el detenido de Guantánamo del
que había leído en los medios noticiosos.
Encontró el expediente en línea pero concluyó que sus acusaciones sobre terrorismo eran
“puras tonterías”. Una mañana, le dijo a su aprendiz que era “famoso”. Qader
reconoció que lo era, y esperaba que le dijeran que se fuera.
En vez de ello, el dueño lo invitó a visitar a su madre en una isla estonia. Qader _
nervioso por salir de Tallin _ titubeó durante días, pero fue.
Estonia recientemente le extendió su permiso de residencia por dos años. Pero su
población de 1.3 millones de habitantes incluye solo a unos cuantos miles de
musulmanes y pocos árabes. La comida halal es escasa, y Qader interpreta las
miradas en el autobús como hostiles.
Le gustaría regresar a casa, pero dijo que temía que las fuerzas de seguridad
yemeníes o estadounidenses pudieran decidir erróneamente que estaba trabajando
con terroristas y lo encarcelaran de nuevo; o lo mataran con un dron.
Estonia permite visitas familiares, pero obtener documentos de viaje ha resultado
difícil. Su padre, quien sufrió un ataque cardiaco después de descubrir que él
estaba en Guantánamo, lo llama diariamente, su madre le ha enseñado a cocinar
vía Skype.
El año pasado, la familia de Qader le ayudó a arreglar su compromiso con una de las
amigas de sus hermanas. Estonia permite que los cónyuges se unan a los
refugiados, así que un juez yemení los casó en diciembre vía Skype. Ahora
hablan diariamente, dijo, pero su esposa tampoco ha podido venir aún.
En teoría, él pudiera visitar países europeos _ se supone que debe consultar a
funcionarios estonios primero _ pero no se ha atrevido a salir. Consolado por
la idea de que el gobierno estonio lo está monitoreando, teme que si viaja al
extranjero y estalla una bomba cerca, pudiera ser incapaz de probar su inocencia
y se convertiría en un chivo expiatorio y lo encarcelarían de nuevo.
Al preguntarle qué piensa de Estados Unidos, Qader dijo que comprendía por qué,
después del 11 de septiembre, lo detuvieron. Sin embargo, dijo, deberían
haberlo liberado después de uno o dos años; encarcelarlo por tanto tiempo “me
lastimó mucho”.
Enfatizando que no busca “venganza”, “rogó” a funcionarios estadounidenses que consideraran
ayudarlo a avanzar en la limpieza de su nombre.
“Ahora me dejaron ir”, dijo. “Muchas gracias. No guardo resentimientos. Pero
simplemente déjenme libre de a de veras. Digan: ‘Este tipo, lo retuvimos todo
este tiempo y nos equivocamos, lo sentimos’, y muestren a la gente la verdad”.
Pero Lee Wolosky, el enviado especial del Departamento de Estado para el cierre de
Guantánamo, puso reparos, diciendo “ninguna disculpa está justificada” por
haber detenido a Qader, dadas las circunstancias.
“Estados Unidos estuvo en lo correcto al detenerlo cuando y donde lo hicimos y retenerlo
por un periodo de años”, dijo. “También tuvimos razón al final al liberarlo
sujeto a garantías de seguridad”.
Fuente: http://psn.si/2016/07/despues-13-anos-yemeni-en-guantanamo-libertad-del-alma-toma-tiempo/
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