Flor Crisóstomo, emigrante mexicana, lleva más de 500 días encerrada en una
iglesia de Chicago resistiendo a su deportación y luchando por la libertad de
movimientos
“Desobedezco sus leyes para mostrar que no sirven”
Andrea García Diagonal 26 de Julio de 2009
Flor Crisóstomo creció en Oaxaca, México. En el año 2000, con 20 años,
decidió emigrar a EE UU para poder sostener a su familia, dejando allí a su
madre y a dos hijos y una hija. Asegura que su salida no fue “por vivir el sueño
americano”, sino por los tratados comerciales que producen la emigración forzosa
de millones de personas.
Ahora se encuentra encerrada en una iglesia en Chicago, la iglesia Metodista
San Adalberto, después de que un juez federal dictara la orden de deportación.
Es su forma de seguir luchando contra la política migratoria. La misma iglesia
en la que estuvo Elvira Arellano, cuyo caso fue internacionalmente conocido. Con
ella compartió su primera huelga de hambre tras ser arrestada en una de las
principales redadas llevadas a cabo en el año 2006, el año de las masivas
movilizaciones de inmigrantes en el país.
DIAGONAL: ¿Por qué decidiste encerrarte en esta iglesia?
FLOR CRISÓSTOMO: Soy miembro de esta iglesia desde que me arrestaron
en una redada en la compañía IFCO Systems en 2006. Detuvieron en todo el país a
1.200 hombres, y sólo dos mujeres. Fue la redada que marcó el tiempo que estamos
viviendo ahora, de enorme persecución contra el migrante indocumentado. Todos
los trabajadores fueron deportados automáticamente, excepto quienes estábamos en
Chicago. Entre las organizaciones que nos apoyaron estaba Centro Sin Fronteras,
que es parte de esta iglesia. Durante dos años desarrollamos mucho trabajo
político, pero el proceso de lucha culminó cuando el juez de migración dictó que
el 28 de enero de 2008 era el día final para salir voluntariamente del país. Yo
decidí quedarme, y aquí me he mantenido, durante más de 500 días, haciendo mucho
trabajo.
D.: ¿Cómo fue el trato recibido en el centro de detención de personas
migrantes?
F.C.: A las mujeres nos humillaron de una forma horrible delante de
los hombres. Son procesos muy difíciles como mujer. A cada momento traté de
hacerme una persona muy fuerte. Me sacaban de la celda, me sentaban en una silla
atada de pies y manos, y me enseñaban documentos para que firmara mi salida
voluntaria. Los agentes de migración torturan psicológica y físicamente.
Violaron nuestros derechos. Yo no podía quedarme callada después de eso.
D.: ¿Qué tipo de trabajo estás realizando en la iglesia con las
personas que vienen a verte?
F.C.: Lo principal es hablar de la separación de familias por el
desplazamiento forzado de inmigrantes en busca de trabajo. Vienen estudiantes de
universidades de todo el país y les explico que el Tratado
de Libre Comercio no es el buen proyecto que les dicen en sus clases: somos
más de seis millones de mexicanos indocumentados, el TLC nos negó la oportunidad
de mantener nuestro pequeño negocio, le negó a nuestros campesinos poder
trabajar sus tierras, y a muchos profesionales el ejercer su profesión. Yo les
digo que soy una mujer indígena que nunca quiso llegar aquí a vivir el sueño
americano, soy una mujer a la que se le negó el mantener su cultura, su lengua,
su tradición, y a su familia junta.
Otro de los proyectos que tenemos es crear un sistema de medios
independiente. Y el proyecto más grande es el trabajo con mujeres que están
quedando desempleadas, muchas sufren abusos por sus parejas, o madres solteras
que como yo algún día tuvieron la necesidad de emigrar a este país. Las apoyamos
para que realicen trabajos colectivos, que formen sus cooperativas y puedan
cambiar sus vidas.
D.: ¿Qué consecuencias puede tener para ti este encierro?
F.C.: Me dicen que lo único que queda es que me deporten o que me den
entre 15 y 35 años de cárcel. Es muy difícil de asimilar incluso para mí, pero
puedo aceptar cualquier castigo por haber desobedecido una orden federal. Esto
es una acción de desobediencia civil. Estoy mostrando que sus leyes no
sirven.
Por otra parte, da mucha satisfacción que al menos cuatro de los trabajadores
de los 26 que nos arrestaron en Chicago nos hayamos quedado. Hemos conseguido un
reconocimiento, y lo importante de esto es que nuestra gente se active. El
Gobierno a mí no me derrotó, todo lo contrario, me sacó de la oscuridad, me dio
la voz que yo necesitaba tener, me abrió mi conciencia.
“OBAMA NO SE COMPROMETE A ACABAR CON LAS REDADAS”
La esperanza, en algunos grupos bastante ciega, en la reforma migratoria
prometida por Obama durante la campaña para la elección presidencial parece que
se desvanece después de que se hayan rebasado los cien días de Gobierno puestos
por él mismo como límite para actuar en este sentido.
Así, la exigencia de medidas específicas al Gobierno estadounidense se
escucha cada vez más alto. El pasado 25 de junio, varios congresistas se
reunieron con el presidente para tratar el tema migratorio, reunión que había
sido pospuesta en dos ocasiones. Obama nombró entonces a la secretaria de
Seguridad Interna –equivalente al Ministerio de Interior–, Janet Napolitano,
como enlace con el Congreso sobre el tema migratorio.
Flor Crisóstomo considera este nombramiento como un posible avance, pero con
ello “Obama no adopta el compromiso político de someter a moratoria las redadas
y deportaciones hasta que se realice la legislación sobre migración, tal como
estamos demandando la gran mayoría de la comunidad migrante”.
Sobre las posibles actuaciones legislativas hacia la población migrante
indocumentada se está hablando desde hace tiempo de que se implemente la
propuesta de ley
denominada DREAM Act, que pretende regular la situación de cientos de miles
de estudiantes sin papeles legales de residencia. Esta regulación es denunciada
como tramposa por algunas organizaciones debido a presuntos intereses de que
sirva para aumentar el número de militares en el ejército estadounidense.
Otra propuesta está dirigida a la regularización de quienes trabajan de forma
irregular en los campos. Para Flor se debe hablar de una reforma migratoria
integral “pues los 12 millones de personas indocumentadas no somos todas
estudiantes o trabajadores del campo”, considera que “los jóvenes no deben caer
en ese individualismo de pensar sólo en su problemática y unirse con sus padres
y madres, hermanos, abuelos” y añade que las propuestas planteadas hasta ahora
como posibles medidas “no incluyen a toda la comunidad migrante”.
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