Desmantelar el estado iraquí
Dirk Adriaensens Asturbulla, 11-11-2010
Destruir la cultura iraquí y borrar su memoria colectiva
Tribunal BRussells
Intervención de Dirk Adriaensens, miembro del Comité Ejecutivo del Tribunal
BRussells, ANTE EL Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas. Traducido
para el Tribunal BRussells y Rebelión por Paloma Valverde
El 5 de noviembre de 2010, con motivo de la novena Sesión del Control
Periódico Universal (UPR en sus siglas en inglés), el Consejo de Derechos
Humanos de Naciones Unidas en Ginebra analizó los datos sobre Derechos Humanos.
A continuación reproducimos la conferencia que pronunció Dirk Adriaensens en
Ginebra el 3 de noviembre de 2010.
Desmantelar el Estado iraquí
Apenas unos días después de los devastadores ataques del 11S, Paul Wolfowitz,
viceministro de Defensa declaró que el punto central de la política
estadounidense debería ser "acabar con los Estados que apoyan el terrorismo."
Irak fue calificado de “Estado terrorista” y así lo señaló para aniquilarlo. A
continuación, el presidente Bush declaró que Irak era la cabeza visible de la
guerra global contra el terrorismo y las fuerzas estadounidenses lo invadieron
ilegalmente, con el objetivo expreso de desmantelar el Estado iraquí.
Tras la Segunda Guerra Mundial, el eje central de las Ciencias Sociales
giraba alrededor de la construcción de los Estados y el modelo de desarrollo.
Muy poco se ha escrito sobre el Estado de destrucción y de no-desarrollo. Ahora,
tras siete años de guerra y ocupación de Irak, podemos asegurar que el fin del
Estado fue una política objetiva y deliberada.
Las consecuencias, en términos culturales y humanos, de la destrucción del
Estado de Irak han sido enormes, en especial y sobremanera la muerte de
aproximadamente un millón trescientos mil civiles; la degradación de las
infraestructuras sociales, lo que incluye la electricidad, el agua potable y los
sistemas de alcantarillado; alrededor de ocho millones de iraquíes necesitan
ayuda humanitaria; el informe de Naciones Unidas sobre pobreza extrema del
primer cuatrimestre de 2007 constató que el 54% de los iraquíes vivía con menos
de un dólar al día; hay un mínimo de dos millones y medio de refugiados en el
extranjero y de 2.764.000 desplazados en el interior, según datos de 2009, lo
que supone que uno de cada seis iraquíes está desplazado. Las minorías étnicas y
religiosas están al borde de la extinción. HABITAT, una de las agencias de
Naciones Unidas publicó recientemente un informe de 218 páginas titulado “La
situación de las ciudades del mundo 2010-2011”, en cuyas estadísticas hay un
hecho que resulta chocante sobre las poblaciones urbanas iraquíes. Durante las
pasadas décadas, antes de la invasión estadounidense de Irak en 2003, el
porcentaje de la población urbana que vivía en suburbios en Irak estaba por
debajo del 20 por ciento. Hoy el porcentaje se ha incrementado hasta el 53 por
ciento, lo que supone una cifra de 11 de los 19 millones de personas que
componen la población urbana.
La destrucción de la educación iraquí
El informe de la UNESCO “La Educación bajo ataque 2010 –Irak”, fechado el 10
de febrero, concluye que «A pesar de que la seguridad en general ha mejorado, la
situación a la que se enfrentaron los escolares, estudiantes, profesores y
académicos, sigue siendo peligrosa». El 27 de abril de 2005 el director del
Instituto Internacional de Liderazgo de la Universidad de Naciones Unidas
publicó un informe en el que se detallaba que desde el inicio de la guerra de
2003 el 84% de las instituciones de Educación Superior iraquíes habían ardido,
habían sido saqueadas o destruidas. La violencia ha destruido los edificios
escolares y cerca de una cuarta parte de las escuelas primarias necesitan una
gran rehabilitación. Desde marzo de 2003, se han bombardeado más de 700 colegios
de primaria, 200 han resultado incendiados y, alrededor de 3000 fueron
desvalijados. Según el Ministerio de Educación iraquí, el número de profesores
ha descendido un 80%; entre marzo de 2003 y octubre de 2008 se informó de 31.598
ataques violentos contra instituciones educativas en Irak; desde 2007 los
bombardeos contra la Universidad de al-Munstansiriya de Bagdad han asesinado o
mutilado a más de 335 estudiantes y miembros del personal de la Universidad
—según un artículo publicado el 19 de octubre en el New York Times— y
destruyó el muro de más de tres metros y medio de altura que rodeaba el campus.
Sólo en el distrito de Diyala, la fuerza multinacional, el ejército iraquí y
unidades de la policía ocuparon más de 70 edificios escolares para fines
militares, lo que viola las Convenciones de la Haya. El informe de la UNESCO es
muy claro:
"Los ataques premeditados contra la educación continuaron a lo largo de todo
el año 2007 y en 2008 a menor escala, pero que hubiera causado una tremenda
preocupación en cualquier otro país." ¿Por qué no causó una grave preocupación
cuando ocurrió en Irak? Los ataques están aumentando de nuevo, como demuestran
las estadísticas:
Académicos asesinados [1]
2006
2007
2008
2009
2010
113
63
19
10
16[2]
Profesionales de los medios de comunicación asesinados [3]
88
81
19
8
12[4]
Eliminar a la clase media iraquí
En paralelo con la destrucción de la infraestructura del sistema educativo de
Irak, se produjo el desplazamiento forzoso —consecuencia de la represión— del
núcleo de la clase media profesional iraquí, la principal maquinaria del
progreso y del desarrollo de los Estados modernos. La clase técnica e
intelectual de Irak ha estado sujeta a una sistemática y constante campaña de
intimidaciones, secuestros, extorsiones y asesinatos, tanto premeditados como
aleatorios. El diezmo en las filas de los profesionales se produjo en el
contexto de un asalto generalizado contra la clase media profesional de Irak
(médicos, ingenieros, abogados, jueces así como dirigentes políticos y
religiosos). Se calcula que a finales de 2006, aproximadamente el 40 por ciento
de la clase media iraquí había abandonado el país. Veinte mil de los treinta y
cuatro mil médicos colegiados abandonaron Irak después de la invasión
anglo-estadounidense. Muy pocos han regresado: en abril de 2009 apenas dos mil
iraquíes habían regresado, el mismo número de los que fueron asesinados durante
el curso de la guerra.
Para esa fecha, las autoridades de la ocupación no habían iniciado ninguna
investigación sistemática sobre este fenómeno. Es más, en relación con los
ataques contra los intelectuales, no se conoce que se haya producido ni una sola
detención. La tendencia a considerar los asaltos sistemáticos contra los
profesionales iraquíes como algo sin importancia entra dentro de la lógica de
los poderes de la ocupación, cuyo papel es la decapitación de la sociedad
iraquí.
Destruir la cultura iraquí y borrar su memoria colectiva
Todas esas pérdidas terribles estuvieron acompañadas de una devastación
cultural sin precedentes con los ataques contra los archivos y monumentos
nacionales, que representan la identidad histórica del pueblo iraquí. Ahora
sabemos que miles de objetos de arte desaparecieron durante la operación
Libertad iraquí bajo la mirada de las tropas estadounidenses. Esos
objetos, entre los que estaban no menos de quince mil objetos mesopotámicos de
incalculable valor del Museo Nacional en Bagdad, estaban entre otros muchos,
objetos de los doce mil lugares arqueológicos que las fuerzas de ocupación
dejaron sin protección. Mientras, los museos fueron despojados de sus
colecciones históricas, y se destruía de forma deliberada la Biblioteca
Nacional, que preserva la continuidad y el orgullo de la historia iraquí. Las
autoridades de la ocupación no tomaron medidas efectivas para proteger los
edificios culturales de importancia, a pesar de las advertencias de los expertos
internacionales. Según una reciente actualización de los objetos robados,
realizada por Francis Deblauwe, un experto en arqueología de Irak, parece ser
que no menos de ocho mil quinientos objetos están todavía en paradero
desconocido, además de los cuatro mil objetos que se dice que se han recuperado
en el extranjero pero que no han regresado todavía a Irak. El contrabando y el
tráfico de antigüedades iraquíes se han convertido en uno de los negocios más
ventajosos en el Irak contemporáneo.
La actitud de las fuerzas lideradas por Estados Unidos hacia este saqueo ha
sido, como mínimo, de indiferencia o algo peor. La incapacidad de Estados Unidos
para cumplir con sus responsabilidades, de acuerdo con la legislación
internacional, y tomar medidas de protección fue aún más grave debido a los
terribles delitos que dañaron gravemente la herencia cultural iraquí. Desde la
invasión de 2003 dirigida por Estados Unidos, un mínimo de siete lugares
arqueológicos se han convertido en bases o campos militares, entre ellas Ur —una
de las ciudades más antiguas del mundo y lugar de nacimiento de Abrahán— y
Babilonia, donde el ejército estadounidense ha dañado de forma irreparable la
ciudad antigua.
La destrucción del Estado iraquí
El caos rampante y la violencia golpean los esfuerzos de la reconstrucción,
lo que deja los cimientos del Estado iraquí en ruinas. La mayoría de los
periodistas, académicos y figuras políticas occidentales se han negado a
reconocer la pérdida de vidas a tan gran escala y la destrucción cultural que
acompañó a las predecibles consecuencias de la política de la ocupación
estadounidense. La propia idea se considera impensable, a pesar de la
transparencia con la que se persiguió este objetivo.
Ha llegado el momento de pensar en lo impensable. El ataque estadounidense
contra Irak nos obliga a considerar el significado y las consecuencias de la
destrucción del Estado como un objetivo político. Los arquitectos de la política
de Irak nunca explicitaron lo que la destrucción y la reconstrucción del Estado
iraquí podrían suponer; sin embargo los hechos lo dejan claro. De esas acciones
llevadas a cabo en Irak, se puede inferir el fin del Estado iraquí. La campaña
para destruir el Estado iraquí implicó, en primer lugar, el derrocamiento y la
ejecución del jefe del Estado, Saddam Hussein, y la captura y expulsión de las
figuras del Baaz. No obstante, la destrucción del Estado va más allá del cambio
de régimen, implica también el objetivo de desmantelar las principales
instituciones del Estado y el lanzamiento de un prolongado proceso de
reestructuración política.
Las cien órdenes de Bremer convirtieron a Irak en un gigantesco paraíso para
el libre comercio, al mismo tiempo que una pesadilla infernal para los iraquíes;
colonizaron el país para el pillaje de capital a gran escala; las nuevas leyes
económicas instituyeron tasas bajas; dejaron el cien por cien de las acciones
iraquíes en manos de los inversores extranjeros; el derecho a la expropiación de
todos los beneficios; importaciones sin restricción y acuerdos y arrendamientos
a un plazo de entre 30 y 40 años, que desposeen a los iraquíes de sus propios
recursos.
El Irak contemporáneo representa un pastiche fragmentado de fuerzas sectarias
con las trampas formales de la democracia liberal y las estructuras económicas
neoliberales. Para nosotros esto es la técnica del divide y vencerás, utilizada
para fracturar y someter las regiones culturales cohesionadas. El régimen
instaurado por las fuerzas de la ocupación en Irak redibujó el país en función
de líneas divisorias sectarias, disolviendo la unidad duramente conseguida
durante un largo proyecto de construcción del Estado. El resultado fue una
política de limpieza étnica.
Los documentos de Wikileaks
Los documentos de Wikileaks, hechos públicos por primera vez el 22 de
octubre de 2010, revelan que el ejército estadounidense dio la orden secreta de
no investigar la tortura cometida por las autoridades iraquíes y descubierta por
las tropas estadounidenses. Además, los datos revelan cómo las fuerzas de
ocupación asesinaron a cientos de civiles en sucesos de los que no se informó
nunca; de cómo dispararon en los controles militares a cientos de civiles
iraquíes, entre ellos mujeres embarazadas, ancianos y niños.
Hay numerosas denuncias de abusos perpetrados en las prisiones de las fuerzas
de la coalición, incluso antes del escándalo de Abú Graib. Los archivos pintan
un sórdido panorama de la tortura, extendida a todos los centros de detención.
Dos revelaciones, que tratan de la muerte de civiles en la guerra de Irak,
esperan a los lectores de la sección de Wikileaks: los iraquíes son responsables
de la mayoría de esas muertes y el número total de bajas civiles es
sustancialmente superior al que se ha informado.
Los documentos constatan una disminución del caos y el horror mientras el
país se hundía en la llamada «guerra civil». Los diarios también constatan los
miles de cuerpos, muchos de ellos brutalmente torturados, tirados por las calles
de Irak. Gracias a los archivos de Wikileaks se puede ver el impacto que la
guerra ha tenido sobre los hombres, las mujeres y los niños iraquíes. Aquí se
reconoce, por primera vez, la escalada de muertes, detenciones y violencia. Una
completa investigación de esos documentos nos dará una visión profunda de las
atrocidades cometidas en Irak. Los documentos de Wikileaks pueden servir como
prueba en los tribunales, puesto que hay documentos muy relevantes para que los
letrados presenten demandas contra Estados Unidos por negligencia y por su
responsabilidad en el asesinato de miles de iraquíes. Con una compensación justa
para las familias de las víctimas y un reconocimiento de su sufrimiento se
podría aliviar a que los iraquíes curen sus heridas.
En la primera respuesta oficial del Departamento de Estado estadounidense
respecto a la gran filtración de los documentos secretos de la guerra de Irak,
el portavoz P.J. Crowley obvió las pruebas respecto a que se ordenó a las tropas
estadounidenses encubrir la violación de los derechos de los detenidos
perpetrada por el gobierno iraquí, e insistió en que las violaciones de los
derechos no eran problema de los estadounidenses. Esta respuesta es indignante.
Quienes perpetraron esta violencia y quienes ordenaron a los soldados mirar para
otro lado cuando se toparan con la tortura así como los asesinatos
extrajudiciales deben ser juzgados como crímenes de guerra. Las fuerzas
angloestadounidenses y los gobiernos se negaron claramente a cumplir sus
obligaciones respecto a la legalidad internacional como poder ocupante de
facto.
No obstante, esos diarios revelan únicamente las «acciones significativas en
la guerra» contadas por los soldados del ejército Estadounidense: los informes
de las tropas regulares. Los diarios no contienen nada nuevo, sencillamente
confirman y oficializan lo que los iraquíes y los observadores occidentales
empotrados han estado intentando transmitir al público durante años. Mientras
que toda la prensa ha informado sobre la historia de Wikileaks, pocos medios han
echado la vista atrás para analizar sus informaciones y reconocer hasta qué
punto han sido incapaces de informar honestamente sobre los crímenes.
Lo que esos cuatrocientos mil documentos no revelan es la implicación de
tropas irregulares estadounidenses en operaciones especiales, en la guerra
antiterrorista y en las actividades de los escuadrones de la muerte. ¿Cuándo van
a ver la luz los documentos de la guerra sucia? El Tribunal BRussells,
que ha seguido esta espantosa invasión y ocupación desde 2003, está convencido
de que los documentos filtrados únicamente han arañado la superficie de la
catastrófica guerra contra Irak. Lo que podemos extraer de los documentos de
Wikileaks es únicamente la punta del iceberg. Ya es hora de sumergirnos en las
turbulentas aguas de la guerra de Irak e intentar explorar la parte oculta del
iceberg.
Limpieza étnica
Tras la invasión de 2003, quedó claro que los grupos del exilio iraquí iban a
jugar un papel importante en la violencia en el Irak ocupado. Ya el 1 de enero
de 2004, se informó de que el gobierno estadounidense planeaba crear unidades
paramilitares formadas por milicianos del Irak kurdo y grupos del exilio,
incluidos las brigadas de Badr, el Congreso Nacional Irak, y la Alianza Nacional
Iraquí para lanzar una campaña de terror y de asesinatos extrajudiciales
similares al programa Fenix de Vietnam: la campaña de terror y
asesinatos que mató a decenas de miles de civiles.
El suplemento de 87 mil millones de dólares para la guerra aportados en
noviembre de 2003, incluían tres mil millones para programas secretos, fondos
que serían utilizados por los paramilitares durante los siguientes tres años.
Durante ese período, las noticias sobre Irak estuvieron gradualmente dominadas
por informaciones sobre escuadrones de la muerte y limpieza étnica, descrita por
la prensa como «violencia sectaria», que se utilizó como el eje central de la
narrativa sobre la guerra y la principal justificación para continuar con la
ocupación. Parte de la violencia podría haber sido espontánea, pero hay pruebas
aplastantes de que la mayor parte de esta violencia fue el resultado de los
planes que fueron descritos por varios expertos estadounidenses en diciembre de
2003.
A pesar de los subsiguientes esfuerzos para distanciar la política
estadounidense de los escalofriantes resultados de esta campaña, ésta se lanzó
con el apoyo total de los creadores de opinión conservadores de Estados Unidos,
que llegaron a afirmar que «los kurdos y el Congreso Nacional Iraquí tenían
magníficas operaciones de inteligencia que deberían permitirles utilizar…
especialmente para dirigir la contrainsurgencia en el triángulo sunni», como
afirmó una editorial del Wall Street Journal.
En enero de 2005, más de un año después de que aparecieran las primeras
informaciones sobre la planificación de los asesinatos y las operaciones
paramilitares por parte del Pentágono, la opción El Salvador golpeó las
páginas del Newsweek y de otros periódicos de renombre. La contratación
de fuerzas locales por parte del Estado terrorista fue vista como un componente
clave en una política que había conseguido evitar la derrota total del gobierno
respaldado por Estados Unidos en El Salvador. Los mercenarios, como Dyncorp,
contratados por el Pentágono, ayudaron a través de las milicias sectarias que se
habían utilizado para aterrorizar y asesinar iraquíes y provocar una guerra
civil en Irak.
En 2004 dos altos oficiales del ejército estadounidense publicaron un
favorable informe sobre la guerra estadounidense en Colombia: "Los presidentes
Reagan y Bush apoyaron una guerra limitada y corta mientras intentaban mantener
en secreto, ante el público y los medios, la implicación de Estados Unidos. La
actual política estadounidense de Colombia parece seguir la misma técnica de la
prensa de disfraz y de silencio."
Esto pone de manifiesto la naturaleza intrínseca de la guerra sucia, como en
Latinoamérica, y los peores excesos de la guerra de Vietnam. El propósito de la
guerra sucia no es encontrar y después detener o asesinar a los combatientes
reales de la resistencia; el objetivo de la guerra sucia es la población civil.
Es una estrategia de terrorismo de Estado y castigos colectivos contra el
conjunto de la población con objeto de aterrorizarla y lograr su sumisión. Las
mismas tácticas que se usaron en Centroamérica y Colombia se exportaron a Irak.
Incluso trasladaron a Irak a los arquitectos de las guerras sucias en El
Salvador (el embajador estadounidense John Negroponte y James Steele) y en
Colombia (Steven Casteel) para que llevaran a cabo el mismo trabajo sucio. Allí
reclutaron, entrenaron y desplegaron los famosos comandos especiales de la
policía, a los que más tarde, en 2006, se incorporaron los escuadrones de la
muerte, como las Brigadas del Badr entre otras. Las fuerzas estadounidenses
establecieron un Centro de operaciones de altas tecnologías para los comandos
especiales de la policía en un lugar indeterminado de Irak. Los técnicos
estadounidenses instalaron teléfonos por satélite y ordenadores con conexiones a
internet y a la redes de las fuerzas estadounidenses. El Centro tenía relaciones
directas con el Ministerio de Interior iraquí y con cada una de las bases
estadounidenses desplegadas en el país.
Como las noticias sobre las atrocidades cometidas por esas fuerzas en 2005 en
Irak aparecieron en todas las primeras páginas de la prensa, Cateel jugó una
baza capital en culpar a los resistentes de los asesinatos extrajudiciales,
quienes vestían uniformes militares robados, vehículos militares identificados y
armas. Incluso cuando salió a la luz la información de que la tortura se llevaba
a cabo dentro del propio Ministerio del Interior, donde él y otros
estadounidenses trabajaban, afirmó que los centros de tortura estaban en manos
de elementos indomables del Ministerio. Los asesores estadounidenses del
ministro del Interior tenían sus despachos en la planta octava, justo encima de
la planta en la que se practicaban las torturas: la séptima planta.
La actitud acrítica de la prensa occidental hacia los responsables
estadunidenses como Steven Casteel evitaron una protesta mundial, popular y
diplomática, contra la gigantesca escalada de violencia en Irak en los años 2005
y 2006, que consistió en utilizar la misma técnica de la prensa, de disfraz y de
silencio, mencionada más arriba. Mientras la historia del Newsweek
saltó en enero de 2005, el general Downing, ex jefe de las Fuerzas
especiales estadounidenses, aparecía en la NBC donde afirmó: «Esto está bajo el
control de las fuerzas estadounidenses y del actual gobierno interino iraquí. No
hay porqué pensar que estamos padeciendo ningún tipo de campaña de asesinatos
cuyo objetivo sean las víctimas civiles”. A los pocos meses, Irak fue barrida
por una campaña exactamente como la definida por el general Downing. Esta
campaña provocó detenciones arbitrarias, torturas, ejecuciones extrajudiciales
junto con el éxodo masivo y el desplazamiento interno de millones de personas.
Durante los peores días de esta guerra sucia, entre 2005 y 2007, miles de
iraquíes desaparecieron. Algunos de esos cadáveres de personas desaparecidas
fueron amontonados en camiones por hombres uniformados; otros simplemente se
desvanecieron. El destino de muchos de los iraquíes desaparecidos sigue sin
conocerse. Muchos mueren ahora en una de las tristemente famosas cárceles
secretas iraquíes. Wijdan Mikhail, ministro de Derechos Humanos, afirmó que
entre 2005 y 2006 su Ministerio recibió más de nueve mil reclamaciones sólo de
iraquíes que daban cuenta de la desaparición de un familiar. Los grupos de
Derechos Humanos afirmaron que la cifra era muchísimo más alta de las
reclamaciones presentadas.
El Dr. Yaseer Saliji, periodista, fue asesinado el 24 de junio de 2005 a
manos de un francotirador estadounidense. Su asesinato fue calificado de
“accidente”. Knight Ridder publicó tres días después de su muerte un
artículo sobre la investigación que habían llevado a cabo sobre los comandos
especiales de la policía y su relación con la tortura, los asesinatos
extrajudiciales y las desapariciones en Bagdad. Saliji y sus compañeros
investigaron al menos 30 casos de secuestros que terminaron en tortura y
asesinato. En cada caso había testigos de los asaltos perpetrados con un gran
número de vehículos claramente identificados como policiales con policías con
uniformes de los comandos especiales, armados y con chalecos antibalas. En todos
los casos el detenido fue posteriormente hallado muerto y con los mismos signos
de tortura. La muerte se producía habitualmente por un disparo en la cabeza.
El simple hecho de no señalar la relación entre el ejército estadounidense y
las Brigadas del Badr, apoyadas por Irán, las Brigadas del Lobo, apoyadas por
Estados Unidos y otras unidades del Comando especial de la policía o hasta dónde
llegaba el entrenamiento, la gestión y el control estadounidense sobre esas
unidades fue trascendental porque distorsionó la percepción de los hechos en
Irak durante toda la escalada de violencia de la guerra sucia y creó la
impresión de una violencia sin sentido iniciada por los propios iraquíes, además
de encubrir la responsabilidad de Estados Unidos en la planificación y ejecución
de la violencia más salvaje. Dando cobertura a esos crímenes cometidos por el
gobierno de Estados Unidos, la información dada por la prensa jugó un papel
significativo en impedir la afrenta pública que podría haber evitado la
siguiente escalada de esta campaña.
El alcance exacto de la complicidad estadounidense en los diferentes aspectos
y fases de las operaciones de los escuadrones de la muerte, la tortura y las
desapariciones, merece una completa investigación. No es creíble que los
oficiales estadounidenses fueran simples observadores inocentes de todos esos
miles de hechos. Como señalan con frecuencia los observadores iraquíes, los
escuadrones de la muerte del Ministerio del Interior se movían con total
libertad por los controles militares, tanto estadounidense como iraquíes,
mientras detenían, torturaban y asesinaban a miles de personas.
Al igual que en otros países donde las fuerzas de Estados Unidos estuvieron
implicadas en lo que ellos denominan “la contrainsurgencia”, el ejército y los
oficiales de la Inteligencia de Estados Unidos reclutaron, entrenaron, equiparon
y dirigieron a las fuerzas locales, en una campaña de terrorismo de Estado de
proporciones inimaginables contra la población local que continuaba rechazando y
oponiéndose a la invasión y ocupación de su país.
El grado de implicación de la iniciativa estadounidense en el reclutamiento,
entrenamiento, equipamiento, dirección y control de los comandos especiales de
la policía dejó claro que los entrenadores y comandantes estadounidenses
establecieron los parámetros dentro de los cuales operaban esas fuerzas. Muchos
iraquíes e iraníes han sido sin duda culpables de esos terribles crímenes
llevados a cabo dentro de esta campaña, pero el primer responsable de esta
política y de los crímenes que ha supuesto, recae en los individuos de la
estructura civil y militar de la cadena de mando del Departamento de Defensa
estadounidense, de la CIA y e la Casa Blanca que diseñaron, aprobaron y pusieron
en práctica las políticas de terror Fénix o El Salvador en
Irak.
El informe de la oficina de Derechos Humanos de Naciones Unidas (UNAMI)
escrito por John Pace y publicado el 8 de septiembre de 2005, fue muy explícito
al relacionar directamente con el Ministerio del Interior iraquí e
indirectamente con la fuerza multinacional de la ocupación dirigida por Estados
Unidos la campaña de detenciones, torturas y asesinatos extrajudiciales.
El informe final de 2006 de Naciones Unidas sobre Derechos Humanos describía
las consecuencias de esas políticas para los ciudadanos de Bagdad, al tiempo que
subestimaba las raíces institucionales en la política estadounidense. La
violencia sectaria que devoró Irak en 2006 no fue una consecuencia no pretendida
de la invasión y ocupación estadounidense, sino una parte integral de ella.
Estados Unidos no fue incapaz únicamente de restaurar la estabilidad y la
seguridad en Irak, sino que deliberadamente sometió al país a la vieja regla del
divide y vencerás y a a la de fabricar nuevas justificaciones para su ilimitada
violencia contra los iraquíes, que seguían rechazando la invasión y ocupación
ilegal de su país.
La naturaleza y la extensión de la implicación de los diferentes individuos y
de los diversos grupos dentro de la estructura de la ocupación estadounidense
siguen siendo sucios y un oscuro secreto, pero habrá flecos que cualquier
investigación rigurosa podrá seguir.
En enero de 2007, el gobierno de Estados Unidos anunció una nueva estrategia,
el aumento del número de tropas de combate en Bagdad y en la provincia de
al-Anbar [the surge]. La mayoría de los iraquíes confirmaron que esta
escalada de violencia les hizo padecer unas condiciones de vida aún peores de
las habían sufrido antes, puesto que se añadían a la destrucción acumulada
durante los cuatro años de guerra y ocupación. El informe de Derechos Humanos de
Naciones Unidas para el primer cuatrimestre de 2007 dio una descripción de las
espantosas condiciones que padecía el pueblo iraquí. La violencia de la nueva
estrategia ha tenido como consecuencia, por ejemplo, la reducción de un 22 por
ciento más del número de médicos: de los 34.000 que había en septiembre de 2008
quedan exclusivamente 15.000. Durante el período 2007-2008. el número de
refugiados y desplazados internos ha aumentado enormemente.
Puesto que las fuerzas del Ministerio del Interior, bajo el control del mando
estadounidense, fueron responsables de una gran parte de los asesinatos
extrajudiciales, las autoridades de la ocupación tuvieron poder para reducir o
aumentar la escalada de esas atrocidades dando la orden oportuna. Por ello,
conseguir un descenso del número de asesinatos con el lanzamiento del plan de
seguridad no hubiera supuesto una gran dificultad. De hecho, parece que la
pequeña reducción de la violencia ha jugado un importante papel de propaganda,
hasta que los escuadrones de la muerte volvieron a operar, apoyados por la nueva
ofensiva de Estados Unidos.
En 2007, la escalada de ataques del ejército estadounidense, que quintuplicó
el número de ataques aéreos y el uso de aviones de combate Espectro y
artillería, así como el aumento de tropas, tenía por objetivo crear el clímax de
devastación llevada a cabo durante los cuatro años anteriores de guerra y
castigos colectivos infligidos al pueblo iraquí. Todas las zonas controladas por
la resistencia serían el objetivo de demoledores ataques armados, sobre todo
desde el aire, hasta que las fuerzas de tierra pudieran construir los muros que
convirtieron a cada barrio en un distrito aislado. Merece la pena mencionar que
el general Petraeus comparó las hostilidades en Ramadi con la Batalla de
Stalingrado, sin temor a adoptar el papel de los invasores alemanes en esta
analogía. Ramadi fue completamente destruida como en noviembre de 2004 lo había
sido Faluya.
El informe de 2007 de Naciones Unidas sobre Derechos Humanos hablaba de los
ataques ilegales e indiscriminados contra los civiles y las zonas civiles y
exigía una investigación. Los ataques aéreos continuaron prácticamente a diario,
hasta agosto de 2008, incluso a pesar de que la denominada violencia sectaria y
las bajas estadounidenses disminuyeron. En todas las noticias sobre sucesos en
los que hubo civiles, mujeres y niños muertos, la oficina de prensa de Centcom
declaró que las personas asesinadas eran “terroristas”, “militantes de Al-Qaeda”
o “involuntarios escudos humanos”. Por supuesto, cuando se ordena de forma
ilegal a las fuerzas militares que ataquen áreas civiles, las personas
intentarán defenderse, especialmente si saben que el no hacerlo implicará
detenciones arbitrarias, abusos, tortura o ejecuciones sumarias de ellos mismos
o de sus familiares.
Otro aspecto del incremento de tropas parece haber sido el aumento del uso de
los equipos para asesinar de las Fuerzas especiales estadounidenses. Por
ejemplo, en abril de 2008 el entonces presidente Bush declaró: «mientras estamos
hablando, las Fuerzas especiales de Estados Unidos lleva a cabo cada noche
múltiples operaciones para capturar o matar a los dirigentes de Al-Qaeda en
Irak» El 13 de mayo de 2009, el New York Times informó de que «cuando
el general Stanley McCrystal tomó el mando del Comando conjunto de operaciones
especiales en 2003, heredó un comando pequeño y oscuro con fama de rechazar
trabajos con otras organizaciones militares y de inteligencia. Pero durante los
cinco años posteriores trabajó mucho —afirman sus compañeros— para construir
relaciones íntimas con la CIA y el FBI… en Irak donde supervisó las operaciones
secretas del comando durante cinco años, los ex oficiales de inteligencia
afirman que «McCrystal posee un conocimiento enciclopédico, incluso obsesivo,
sobre las vidas de los terroristas y presionó para que los soldados mataran con
gran violencia a cuantos más mejor» Mucho de lo que ha hecho el general
McChrystal durante sus 33 años de carrera permanece oculto en documentos
clasificados, y esto incluye sus servicios entre 2003 y 2008 como comandante del
Comando conjunto de operaciones especiales, una unidad de elite tan clandestina
que durante años el Pentágono se negó a reconocer su existencia. El secreto
rodea esas operaciones impidiendo que salgan a la luz nuevas informaciones, pero
con el tiempo, como ocurrió con las operaciones secretas de Estados Unidos en
Vietnam y en Latinoamérica, las conoceremos.
Existen otras fuerzas implicadas en operaciones especiales, tal y como se
documenta a continuación:
- En febrero de 2007, un artículo del Sunday Telegraph señalaba que
había pruebas claras de que las Fuerzas Especiales Británicas [SAS en sus siglas
en inglés] reclutaron y entrenaron terroristas en la Zona Verde para
aumentar las tensiones étnicas. Una rama de las SAS, llamada Comando Negro
[Task Force Black], relacionada con un sangriento pasado en Irlanda del
Norte, opera con inmunidad y suministra sofisticados explosivos. Se ha culpado a
los iraníes, a la resistencia sunní o a oscuras células terroristas como
Al-Qaeda de algunos de estos ataques.
- Los SWAT (Comandos de armas y tácticas especiales) han sido utilizados de
manera extensiva en operaciones de la contrainsurgencia. La misión de los SWAT
es dirigir las operaciones de alto riesgo que quedan fuera de la capacidad
operativa de las patrullas regulares, frenan y responden al terrorismo y a las
actividades de la resistencia. Ha habido informes que hablan de que «los socios
internacionales para la defensa interna junto con soldados de la coalición han
establecido una relación profesional entre las fuerzas de seguridad iraquíes y
las fuerzas de la coalición para construir unas fuerzas capaces. Los soldados de
la coalición trabajan codo con codo con los SWAT, tanto en los entrenamientos
como en las acciones militares. El 7 de octubre de 2010, la web oficial de las
fuerzas estadounidenses en Irak informó de que «el comando SWAT de Basora se ha
entrenado con varias unidades de fuerzas especiales, incluida las de la marina
SEALs y las británicas SAS. Igualmente, el primer batallón y el 68º regimiento
de la armada, actualmente bajo el control operacional de la división Sur de
Estados Unidos y de la primera división de infanterí ha asumido la tarea de
entrenar al comando SWAT.
- Los Servicios de Protección de Instalaciones, a los que los contratistas
privados o mercenarios, como Blackwater, se han incorporado, se han utilizado en
operaciones de la contrainsurgencia.
- Las Fuerzas de Operaciones Especiales de Irak (ISOF, en sus siglas en
inglés), probablemente el mayor grupo de fuerzas especiales nunca creado por
Estados Unidos, quedan al margen de la mayoría de los controles que muchos
gobiernos emplean para controlar tales fuerzas letales. El proyecto se inició en
Jordania, justo tras la conquista estadounidense de Bagdad, en abril de 2003,
para crear una unidad letal de élite y secreta, completamente integrada con el
comando estadounidense, que operaría durante años bajo el mando de Estados
Unidos y sin estar bajo control de los ministros iraquíes ni del proceso
político normal. Según los datos del Congreso estadounidense, la ISOF consta de
nueve batallones ramificados por todo Irak en cuatro comandos regionales de
base. En diciembre de 2009, estas fuerzas ya estaban completamente operativas:
cada una de las bases regionales poseía su célula de inteligencia, la cual
operaba de manera independiente del resto de las redes de inteligencia de Irak.
La ISOF cuenta al menos con 4.564 operativos entrenados, que tiene
aproximadamente el tamaño de las propias fuerzas especiales estadounidenses para
Irak. Los datos del Congreso de Estados Unidos indican que hay planes para
doblar la ISOF en los "próximos años."
Conclusión; la guerra sucia en Irak continúa. Incluso a pesar del anuncio del
presidente Barack Obama del fin de los combates en Irak, las fuerzas
estadounidenses siguen combatiendo junto con sus colegas iraquíes. Las 50.000
tropas que aún permanecen en Irak junto con las 5.800 tropas de aire están
“asesorando” y entrenando al ejército iraquí, “dándoles seguridad” y llevando a
cabo operaciones antiterroristas.
El pasado 26 de octubre se supo que Navi Pillay, Alto Comisionado para los
Derechos Humanos de Naciones Unidas, apremió a Irak y a Estados Unidos a que
investigasen las acusaciones de tortura y de asesinatos extrajudiciales en el
conflicto de Irak revelados por los documentos de Wikileaks.
A nosotros nos sorprende esta declaración porque ¿Considera el Alto
Comisionado que es apropiado que los criminales investiguen sus propios
crímenes? Desde que el gobierno de Obama ha dejado claro que no quiere sacar a
la luz ninguno de los crímenes cometidos por los oficiales estadounidenses en
Irak, se hace necesaria una investigación internacional bajo los auspicios del
Alto Comisionado de Derechos Humanos de Naciones Unidas. Además, será necesario
el concurso de distintos relatores, por ejemplo un Relator especial sobre
ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias, un Relator especial sobre
la promoción y la protección de los Derechos Humanos en operaciones
antiterroristas y un Relator especial sobre torturas y otros tratos o castigos
inhumanos o degradantes. En particular es urgente el nombramiento de un Relator
especial en Irak sobre la situación de los Derechos Humanos en el país.
A pesar de que Naciones Unidas no autorizó la invasión de Irak, sí legalizó a
posteriori la ocupación con la resolución 1483 de 22 de mayo de 2003, contra la
voluntad de una abrumadora mayoría de la comunidad mundial que no aceptó la
legalidad o la legitimidad de la resolución de Naciones Unidas. Fue precisamente
durante la ocupación cuando se produjeron los crímenes que ha sacado a la luz
Wikileaks. Al igual que Estados Unidos, Naciones Unidas tiene unas obligaciones
morales y legales de las que responder.
La comunidad mundial tiene derecho a saber por completo y sin ningún sesgo la
verdad sobre la implicación de Estados Unidos en los crímenes cometidos en Irak
y exige justicia para el pueblo iraquí.
Según el informe de la comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, a
petición de la UNAMI para su clarificación, la Fuerza Multinacional confirmó que
"el gobierno estadounidense sigue considerando el conflicto en Irak como un
conflicto armado internacional, con los procedimientos actualmente en vigor de
acuerdo con la Cuarta Convención de Ginebra" y no que los derechos civiles de
los Iraquíes deben estar regidos por la Convención Internacional sobre los
Derechos Políticos y Civiles y otras leyes sobre Derechos Humanos porque esto
ampliaría los derechos de los iraquíes detenidos por las fuerzas iraquíes o
estadounidenses y aceleraría la celebración de juicios justos. La admisión de
que Estados Unidos, a finales de 2007, seguía unida legalmente a un "conflicto
armado internacional contra Irak" plantea serias dudas sobre la legitimidad de
los cambios constitucionales y políticos llevados a cabo en Irak por las fuerzas
de la ocupación y sus agentes durante ese período.
Legitimar la tortura
Cuando se hicieron públicas las torturas y los abusos cometidos en la prisión
de Abú Graib, se generó un breve escándalo en el mundo, el Comité Internacional
de la Cruz Roja, Human Rights First, Amnistía Internacional, Human Rights Watch
y otros grupos de Derechos Humanos documentaron ampliamente los crímenes
extendidos por todo Irak y cometidos de forma sistemática por las fuerzas de
ocupación estadounidense contra las personas detenidas en Irak ilegalmente. En
numerosos informes sobre Derechos Humanos queda establecido que la
responsabilidad por esos crímenes se extiende hasta los más altos niveles del
gobierno estadounidense y de sus fuerzas armadas.
Las formas de tortura que se documentan en esos informes incluyen amenazas de
muerte, ejecuciones simuladas, ahogamientos por agua, posturas imposibles
(colgar a las personas, a veces hasta la muerte o hasta su agonía), hipotermia,
impedir el sueño, falta de comida y de agua, suspensión de tratamientos médicos,
descargas eléctricas, diversas formas de violaciones y sodomías, palizas
eternas, quemaduras, cortes con navajas, uso indebido de las esposas,
ahogamiento por asfixia, ataques y otras muchas formas de tortura psicológica
como la humillación sexual, la detención y tortura de miembros de la familia del
detenido. El Comité Internacional de la Cruz Roja estableció que que la
violación de las leyes internacionales humanitarias de formas sistemática y
extendida ha quedado constatada. Altos cargos militares reconocieron ante la
Cruz Roja que "entre el 70 y el 90 por ciento de las personas privadas de su
libertad han sido detenidas por error."
Todos estos hechos son bien conocidos, pero únicamente se han impuesto penas
a los niveles más bajos del ejército. El informe “Responsabilidad del Mando”
reveló que el fracaso en condenar a los oficiales de mayor rango fue el
resultado directo del papel fundamental que algunos de ellos jugaron para
“evitar la exigencia de responsabilidades”. Con el retraso y quitando
importancia a las investigaciones sobre los muertos bajo su custodia, los altos
cargos sintetizan su propia responsabilidad criminal en un patrón común de
tortura, asesinato y obstrucción de la justicia. Los altos cargos abusaron del
enorme poder que ostentaron en la estructura militar para colocarse ellos mismos
fuera del alcance de la ley, a pesar de que fueron quienes dieron las órdenes
para cometer crímenes terribles. Las Convenciones de Ginebra se establecieron y
se firmaron precisamente por haber sabido reconocer el espantoso potencial de
este tipo de comportamiento criminal y este es el motivo por el cual, hoy en
día, siguen siendo vitales.
Sin embargo, la responsabilidad de esos crímenes no se limita al ejército
estadounidense. Los datos públicos incluyen documentos en los cuales altos
cargos del gobierno de Estados Unidos consintieron violaciones de las
Convenciones de Ginebra, de la Convención contra la Tortura de 1994 y de la Ley
estadounidense de Crímenes de Guerra de 1996. Por lo tanto, el gobierno de
Estados Unidos es responsable de esta terrible tragedia que se ha infligido
contra millones de ciudadanos iraquíes y, por tanto, la comunidad internacional
debe obligarle indemnizar a las víctimas con las debidas compensaciones por sus
políticas criminales en Irak.
Apelamos a todos los Estados a que exijan a Estados Unidos, durante el
Consejo sobre Derechos Humanos de Naciones Unidas que se celebrará el 5 de
noviembre, responsabilidades por todos los crímenes cometidos contra el pueblo
iraquí.
Exigimos, además, que se generen los procedimientos adecuados para establecer
las compensaciones de guerra para el pueblo iraquí y para la nación de Irak por
todas las pérdidas de vidas, la destrucción y los daños causados por la guerra y
ocupación del país bajo el mando de las fuerzas anglo-estadounidenses.
Dirk Addriaensens
Miembro del Comité Ejecutivo del Tribunal BRussells
Notas
- Fuente: Tribunal BRussells
- Hasta el 15 de octubre de 2010
- Fuente Tribunal BRussells
- Hasta el 15 de octubre de 2010
www.AsturBulla.org
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