¿De qué sirve la constitución de
Estados Unidos si la Bahía de Guantánamo aún existe?
A nivel humano, es un lugar de miseria y desesperación. Y en un nivel legal, es un monumento a
la muerte del Estado de Derecho.
Eric Lewis
The Independent
13 de noviembre de 2018
Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar
Un grupo de detenidos se arrodillan durante la oración de madrugada. ( John Moor/Ghetty Images )
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El oficial a cargo de los detenidos en Guantánamo, el Contralmirante John Ring, dijo a los periodistas
que visitaban a principios de mes, “Dos de ellos tuvieron oportunidad de
subirse a un avión y decidieron no irse. Entonces ¿qué tan malo podría estar aquí?”
Tal vez en la era de Trump, nos hemos habituado a ese doble discurso Orwelliano. Pero no debemos aceptar que
hay hombres que están por cumplir dos décadas en cautiverio sin ni siquiera
haber sido acusados con algo. Ni debemos aceptar la narrativa de que Guantánamo
es como la prisión de Potemkin, un alojamiento de lujo donde los detenidos son
tratados tan bien que están felices de quedarse.
¿Qué tan mal podrá estar Guantánamo? Muy mal, para los hombres y para el Estado de Derecho.
En medio del circo de tres pistas que son los Estados Unidos de Trump, Guantánamo ha sido en gran parte
olvidado como tanto una tragedia humana como un debacle constitucional.
Cuarenta hombres permanecen ahí. Nueve han sido acusados y treinta y uno nunca
han sido acusados de ningún delito y nunca lo serán. La liberación de cinco de
eso treinta y uno ha sido aprobada. Tres de estos hombres tenían países listos para recibirlos; uno ya había empacado y
estaba equipado para viajar. Entonces el Presidente Trump asumió el cargo.
La broma cruel del almirante Ring sobre los hombres que no quieren irse, pone en evidencia la falsedad sobre
lo que está pasando en Guantánamo. El Presidente Trump actuó rápido después de
su inauguración para abolir la oficina para repatriar a los detenidos en
Guantánamo. Bajo el Presidente Obama, había un enviado especial que tenía el
trabajo de repatriar o encontrar países terceros que aceptaran a los detenidos
y de garantizar su seguridad y la seguridad de otros. Cien hombres fueron
repatriados y reubicados. En el 2011, Obama fundó la Comisión de Revisión
Periódica (Periodic Review Board) conformada por altos funcionarios de seis
agencias federales quienes condujeron audiencias enfocadas en los planes para
el futuro de los detenidos y trataron de determinar el riesgo que presentaban
en el futuro. La PRB (por sus siglas en inglés) era requerida para hacer una
recomendación unánime y esas recomendaciones eran remitidas a los directores de
la agencia para llevarse a cabo. La libertad de treinta y ocho de los 72 hombres evaluados bajo el proceso de la
PRB durante la era de Obama resultó autorizada.
En la administración de Trump, tratar de reasentar a los cinco detenidos liberados no es tarea de nadie. Y las
reuniones de la PRB en la era de Trump, han dado como resultado que no se haya
autorizado la liberación de ninguno de los nuevos detenidos. La administración
de Trump ha realizado doce evaluaciones completas, nueve de las cuales
resultaron negadas y las otras tres simplemente no se decidieron debido a que
se vencieron. El enfoque de la PRB ha pasado de evaluar si, después de todos
estos años, un detenido presenta un riesgo en el futuro, a presionar admisiones
que pueden ser usadas en contra del detenido si es que el detenido después
trata de impugnar su detención en un procedimiento judicial. Si admites tu
delito, eres peligroso y lo has admitido. Si no lo haces, careces de
remordimiento y sinceridad y no debes ser liberado. Cara, nosotros ganamos; cruz, tu pierdes.
No es sorpresa que estos treinta y un hombres, de los cuales muchos han
estado encarcelados desde finales del 2001 o 2002 no ven razón alguna para
cooperar. No van a ser liberados ni van a ser repatriados. Solo cosas malas pueden pasar en estos procedimientos. Y
acercándose a su decimoctavo año sin ser acusados, sin esperanza de ser
liberados y sin ningún plan para que algo de esto suceda, algunos de los hombres sufren, como es de esperarse,
graves enfermedades mentales. Algunos se sienten impotentes; algunos simplemente se niegan a cooperar; y algunos son
incapaces de participar en cualquier interacción. Algunos llevan años en
huelgas de hambre para protestar por su encierro; se les alimenta forzosamente
con tubos entéricos por la nariz hasta la garganta y estómago, dos o tres veces
al día.
Los $11 millones de dólares por prisionero que los Estados Unidos gastan en cada detenido no se destinan a
comidas gourmet, o a programas educativos o alojamiento de lujo. Se gastan en
crear un ambiente de máxima seguridad. Los prisioneros son encadenados de manos
y pies cuando son movidos. Son encadenados al piso cuando se reúnen con sus
abogados. El recinto está plagado de soldados, equipos de vigilancia y
vehículos blindados. Hay múltiples perímetros de alambre de púas, más allá de
los cuales se encuentran las aguas infestadas de tiburones del sur de Cuba.
Para estar seguros, el gobierno acaba de instalar una celda acolchada en el
complejo médico y una nueva instalación recreativa para los prisioneros “súper
obedientes” donde pueden hacer proyectos de arte, aunque las autoridades de
Guantánamo acaban de cambiar las reglas para prohibir que cualquier obra de arte salga de la
prisión después de que la organización de beneficencia que presido organizó una exposición del arte de los detenidos.
Entonces, ¿qué tan mal puede estar? A nivel humano, es un lugar de miseria y desesperación. Y a mayor nivel,
es un monumento a la muerte del Estado de Derecho. Es aquí que por primera vez
en la historia, tenemos “prisioneros por siempre”, hombres que han sido
encarcelados sin cargos, a menudo sin siquiera pruebas creíbles, y posiblemente
dejados a morir ahí. Es aquí donde ser un Musulmán extranjero en el lugar
incorrecto a la hora incorrecta, resulta en una sentencia de por vida. El juez
Kennedy, al encontrar que los detenidos en Guantánamo tienen derecho a impugnar
su detención, escribió: “Las leyes y la constitución están diseñadas para
sobrevivir, y permanecer en vigor en tiempos extraordinarios. La Libertad y la
seguridad se pueden reconciliar, y en nuestro sistema se reconcilian bajo
el marco de la ley.” Esa decisión fue escrita hace más de diez años. La Suprema Corte no ha escuchado un caso de
Guantánamo desde entonces. Y cuarenta hombres permanecen en la oscuridad legal,
tal vez por siempre. Así de mal puede estar.
Eric Lewis es presidente de Reprive US, una organización de beneficencia que aboga
en contra la pena de muerte y las detenciones indefinidas y ha representado a detenidos de Guantánamo durante más
de quince años. Él también es director de Independent Digital News Media, que
publica The Independent. Las opiniones reflejadas son las suyas.
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