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Manipulando las cifras de muertes civiles

Por Nicolas JS Davies
17 de enero de 2016

Traducido del inglés para El Mundo no Puede Esperar 5 de marzo de 2016

Nicolas JS Davies afirma que hay un doble estándar en la manera en que los medios de comunicación de Estados Unidos informan sobre la muerte de civiles, dependiendo de si el ejército estadounidense libra la guerra o no. Dice que los medios aceptan cifras irrisoriamente bajas cuando la culpa es de EE.UU., y exageran la cantidad de muertos cuando se trata de fuerzas "enemigas", una manipulación de la humana tragedia.

¿Cuántas personas han muerto en las guerras de Afganistán, Irak, Siria, Yemen y Somalia? El 18 de noviembre, en una reunión informativa respecto a la guerra de Yemen la ONU declaró con autoridad que hasta el momento han muerto 5.700 personas, entre ellas 830 mujeres y niños. Sin embargo, ¿qué tan exactas son estas cifras, en qué se basan, y hasta qué medida es probable que se aproximen al verdadero saldo de muertos?

A lo largo de la guerra liderada por Estados Unidos en Afganistán, los medios han citado las actualizaciones de la ONU, las cuales comparan el saldo de afganos muertos por las "fuerzas de la coalición" y los por los "talibanes". Después de la escalada estadounidense de la guerra en 2009 y 2010, se publicó un informe de McClatchy en marzo de 2011 titulado, "ONU: El año pasado las fuerzas lideradas por Estados Unidos mataron a menos civiles afganos." El informe informa que la cantidad de civiles afganos muertos por Estados Unidos y sus aliados disminuyó en 26 por ciento en 2010, mientras que el saldo de civiles muertos por los "talibanes" y "otros insurgentes" aumentó en un 28 por ciento.

tropas del Ejército EE.UU. en patrulla en el sur durante la Operación Golpe III en el distrito Spin Boldak de la provincia afgana de Kandahar el 2 de septiembre de 2012. (foto Ejército EE.UU. sargento de personal. Katie Gray)

Tropas del ejército estadounidense hacen patrulla el 2 de septiembre de 2012 en el distrito Spin Boldak de la provincia afgana de Kandahar, durante la Operación Golpe Sureño III. (Foto de Katie Gray, sargenta del ejército de EEUU)

Todo esto se ilustraba con en un gráfico circular que desglosaba el saldo extraordinariamente bajo de 2.777 civiles afganos muertos en 2010, durante el auge de la escalada de la guerra liderada por Estados Unidos.

Ni la ONU ni los medios de comunicación hicieron esfuerzo alguno para examinar críticamente el descenso en la cantidad de muertos, a pesar de que el número de efectivos estadounidenses llegó a su máximo de 100.000 en agosto de 2010. Las cifras del Pentágono mostraron un aumento de 22 por ciento en ataques aéreos por Estados Unidos: de 4163 ataques en 2009 a 5.100 en 2010; asimismo, las redadas “matar o capturar” de las fuerzas especiales de Estados Unidos se dispararon de 90, en noviembre de 2009, a 600 por mes en el verano de 2010 y, después, a más de 1.000 redadas en abril de 2011.

Los altos oficiales militares estadounidenses citados en el libro de Dana Priest y William Arkin, Top Secret America, dijeron que sólo la mitad de las incursiones por fuerzas especiales seleccionan como objetivo a las personas o las casas correctas, por lo que el informe de que hubo un bajo en las muertes de civiles dista aún más de ser convincente.

Si McClatchy hubiera investigado esta anomalía notable, de que las bajas civiles reportadas se disminuyeron en medio de una escalada de guerra salvaje, habría suscitado serias dudas acerca de la magnitud de la masacre que ocurría en el Afganistán ocupado. Y habría puesto al descubierto un patrón preocupante en que se pasaba información sobre un pequeño número de muertes a los funcionarios de la ONU o a los reporteros extranjeros en Kabul, quienes luego la retransmitían engañosamente al mundo como el saldo total de civiles muertos en la guerra.

Las razones para la reticencia de los medios de comunicación a investigar estas cuestiones están enterradas en Irak. Durante la ocupación militar estadounidense de Irak, estalló una controversia en torno a las cifras contradictorias sobre la cantidad de iraquíes muertos y los detalles acerca de quién los mató. Si más funcionarios de la ONU y periodistas hubieran investigado a fondo esos informes contradictorios provenientes de de Irak y si hubieran intentado descubrir seriamente por qué diferían, habrían estado mucho más preparados para comprender los informes acerca del saldo en otras guerras.

Lo que es crítico entender acerca de de los informes de civiles muertos en las guerras es la diferencia entre el "reportaje pasivo" y los "estudios de mortalidad" científicos.

Cuando yo investigaba los contradictorios informes sobre la muerte de civiles en Irak, hablé con Les Roberts, epidemiólogo de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Columbia y uno de los co-autores de dos exhaustivos estudios de mortalidad realizadas en el Irak ocupado en 2004 y 2006.

Les Roberts ha realizado estudios de mortalidad en zonas de guerra durante muchos años, incluidos estudios en Ruanda en 1994 y en la República Democrática del Congo (RDC) en 2000 que hasta hoy se citan ampliamente en los medios de comunicación y por los políticos occidentales, sin la mancha de la polémica que surgió de inmediato a raíz del trabajo de él y sus colegas hicieron en Irak.

En 2004, Roberts y sus colegas realizaron un estudio científico epidemiológico de la mortalidad en Irak desde la invasión estadounidense. Llegaron a la conclusión de que hubo "alrededor de 100.000 muertes excesivos o más" en los primeros 18 meses de la invasión y ocupación estadounidense. También encontraron que "... Las muertes violentas se atribuyeron principalmente a las fuerzas de la coalición" y "La mayoría de los individuos muertos por las fuerzas de la coalición eran mujeres y niños."

Tanto Nancy Youssef de McClatchy (en ese entonces Knight Ridder)como John Simpson, de la BBC, informaron que las fuerzas lideradas por Estados Unidos, y no los combatientes de la resistencia iraquí, probablemente fueran responsables de la mayoría de casos de muertes civiles en Irak, según cifras publicadas por el Ministerio de Salud iraquí.

El 25 de septiembre de 2004, el Miami Herald publicó un informe de Youssef con el titular, "Los ataques estadounidenses, y no los insurgentes, tienen la culpa de la mayoría de muertes iraquíes." Un funcionario del Ministerio de Salud le dijo a Youssef: "Todos tienen miedo a los estadounidenses, no a los combatientes [iraquíes]. Y con razón."

Pero después de que John Simpson observó en el noticiero insignia Panorama de la BBC que el mismo patrón se veía en el siguiente informe del Ministerio de Salud, la BBC recibió una llamada telefónica del ministro de Salud del gobierno de ocupación, quien afirmó no tener conocimiento de los datos publicados por su propio ministerio acerca de quién mataba a quién en Irak. La BBC retractó su historia y los informes subsiguientes del Ministerio de Salud ya no asignan responsabilidad por las muertes de civiles a ninguna de las partes en el conflicto.

Les Roberts y sus colegas completaron aún más amplio de la mortalidad en Irak en 2006, cuando descubrieron que aproximadamente 650.000 iraquíes habían muerto en los tres primeros años de la guerra. Sus dos estudios revelaron tasas de mortalidad mucho más altas que las reportadas por los hospitales iraquíes, el Ministerio de Salud, los medios de comunicación occidentales o "Iraq Body Count", una recopilación occidental de datos de fuentes "pasivos" que es muy citada.

Con la publicación de cada uno de estos estudios, Roberts y sus colegas se convirtieron en blanco de campañas de parte de funcionarios estadounidenses y británicos, que querían disputar y descartar sus conclusiones. Los críticos no hicieron críticas fundamentadas de su metodología, la cual se ajustaba a los últimos avances en el campo; en su mayoría sólo insistieron en que no los estudios concordaban con otros informes y por eso tenían que estar equivocados.

Esas campañas tuvieron tanto éxito en tirar lodo al agua y confundir a los medios y al público que los medios corporativos se volvieron muy reacios a conferir credibilidad alguna a dicha evidencia, que por lo demás era sólida, de que la guerra liderada por Estados Unidos en Irak era mucho más mortífera de lo que la mayoría de la gente en el Occidente se había dado cuenta. Los medios corporativos tomaron el camino más fácil y comenzaron a informar sobre el saldo de civiles muertos en Irak sólo en términos vagos y políticamente seguros, si es que los mencionaban.

En realidad, esa gran discrepancia entre los resultados de estudios de mortalidad y del "reportaje pasivo" era exactamente lo que los epidemiólogos esperaban encontrar en una zona de conflicto como el Irak ocupado.

Como Les Roberts y sus colegas han explicado, los epidemiólogos que trabajan en zonas de guerra por lo general encuentran que el reportaje pasivo sólo registra del 5 por ciento (en Guatemala, por ejemplo) al 20 por ciento del saldo de muertos revelado por los exhaustivos estudios de mortalidad. Así que el descubrimiento de que el reportaje pasivo en Irak registró solo uno de cada 12 muertes reales concordaba con los resultados de amplias investigaciones en otros países arrasados por la guerra.

En el Reino Unido, el primer ministro, Tony Blair, rechazó de plano el "estudio deLancet", afirmando: "Las cifras del Ministerio de Salud de Irak, que se basan en una investigación de los hospitales allí, representan en nuestra opinión el estudio más exacto que existe."

Pero en 2007, la BBC obtuvo unos documentos filtrados que incluían una nota de Sir Roy Anderson, el principal asesor científico del Ministerio de Defensa del Reino Unido, en la que él decía que los métodos de los epidemiólogos "aproximan a la mejor práctica" y que el diseño del estudio era "robusto".

El conjunto de documentos incluye correos electrónicos de funcionarios británicos preocupados que reconocían que era "probable que [el estudio] sea correcto" y "no se puede criticar mucho la metodología utilizada en esta encuesta, porque es un método comprobado para medir la mortalidad en las zonas de conflicto. "Pero el mismo funcionario insistió en que el gobierno debería "no aceptar como precisas las cifras citadas en el estudio de Lancet".

Otros estudios de mortalidad realizados en Irak han producido cifras más bajas, pero existen razones legítimas para considerar la obra de Les Roberts y sus colegas como el patrón oro, debido a su experiencia en otros conflictos y la minuciosidad de sus métodos.

El gobierno de ocupación llevó a cabo otros estudios, pero no por investigadores independientes, por lo cual inevitablemente los iraquíes estaban renuentes a hablarles acerca de sus familiares muertos por las fuerzas de ocupación.Algunos estudios excluyeron las regiones más afectadas por la guerra, y otro se basaba en una sola pregunta sobre las muertes en la familia, en medio de una larga encuesta sobre las "condiciones de vida"

Los autores del estudio más reciente, publicado en la revista médica PLoS en 2013, una década después de la invasión, reconocieron que su estudio arrojó cifras bajas porque tanto tiempo había transcurrido y porque no entrevistaron a ninguna de las más de 3 millones de personas que habían huido de sus casas en las zonas más devastadas. Los autores hicieron ajustes para compensar tales factores, pero se los hicieron adrede de manera conservadora.Sin embargo su cálculo, de 500.000 muertes violentas de civiles, es cuatro veces mayor que la cifra más alta obtenida por medio del reportaje pasivo.

Gilbert Burnham, co-autor del estudio en The Lancet y también en PLOS, no considera que las cifras de los tres estudios epidemiológicos sean incompatibles, y recalca: "Estos estudios representan cálculos aproximados, y esto es lo que siempre hemos dicho."

En 2015, Médicos por la Responsabilidad Social co-publicó un informe titulado "Body Count: Casualty Figures After 10 Years of the “War on Terror” [El saldo de muertos: Las cifras de bajas después de 10 años de la "guerra contra el terror"], que presenta una nueva cifra de 1,3 millones de muertes en total, a raíz de las guerras de Irak, Afganistán y Pakistán de 2001 a 2011.

Este informe de 97 páginas examina meticulosamente y evalúa los estudios de mortalidad y otras evidencias provenientes de los tres países, y los autores concluyen que los estudios publicados por la revista The Lancet siguen siendo los más precisos y fiables que se hayan realizado en Irak.

¿Pero qué puede decirnos todo eso acerca de las cifras citadas por la ONU y los medios de comunicación respecto a la muerte de civiles en otros países arrasados por guerras desde 2006?

Como se señaló en Body Count, todos los informes sobre la mortalidad civil en Afganistán, incluidas los publicados por la ONU, se basaron en reportaje pasivo. Aceptar dichas cifras como cálculos serios sería creer que el país más bombardeado de la historia reciente de la guerra (más de 60.000 ataques aéreos en 14 años) goza de mayor seguridad que la mayoría de las ciudades occidentales, con sólo 5,9 muertes violentas por cada 100.000 habitantes al año, frente a 6,9 en Frankfurt y 48 en Detroit.

Como explican los autores: "El problema en determinar la cantidad de civiles muertos es el método de investigación "pasiva" en sí. Ese método sólo es capaz de registrar una fracción de todos los casos.... Para obtener aproximaciones más fiables, sería necesario hacer investigaciones y encuestas científicas en el lugar de los hechos. En Afganistán, éstas simplemente no existen. "

Los autores de Body Count calculan muy conservadoramente que las cifras de civiles afganos muertos son de 5 a 8 veces mayores que las cifras reportadas de forma pasiva, lo que produce un cálculo de 106.000 a 170.000 muertos. Al mismo tiempo, reconocen la naturaleza conservadora de este cálculo, y señalan: "En comparación con Irak, donde la urbanización es más pronunciada, y el monitoreo de parte de la prensa local y extranjera es más pronunciado que en Afganistán, el registro de muertes civiles [en Afganistán] ha sido mucho más fragmentario.”

Si en Afganistán la proporción de muertes reales con respecto a muertes reportadas de forma pasiva fuera en realidad mayor que en Irak (12: 1), pero mayor que en Guatemala (20: 1), el verdadero número de civiles muertos en Afganistán sería entre 255.000 y 425.000.

Al igual que en Guatemala, la ONU y los periodistas occidentales en Afganistán tienen poco acceso a las zonas controladas por la resistencia, que es donde ocurre la mayoría de los ataques aéreos e incursiones de las fuerzas especiales, por lo que el verdadero número de civiles afganos muertos bien podría aproximarse al mayor de los números arriba.

Paradójicamente, es posible que el papel del gobierno sirio como "tiva" en la guerra de información estadounidense haya dado lugar a un reportaje más completo sobre las muertes de civiles en Siria que en Irak o Afganistán, por parte de la ONU, el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos y otros grupos de derechos humanos.

Pero incluso sin las presiones políticas del Occidente a subestimar las muertes de civiles (excepto en el caso de ataques aéreos encabezados por Estados Unidos), el reportaje pasivo no deja de ser un reportaje pasivo. Es posible que la proporción de muertes reales respecto a las reportadas sea más baja en Siria que en Irak o Afganistán, pero incluso el reportaje pasivo más concienzudo tiene pocas posibilidades de registrar más del 20 por ciento de las muertes reales.

Como se ha visto en Ruanda, la República Democrática del Congo, Guatemala e Irak, solo los estudios de mortalidad científicos y serios pueden sacar a la luz la magnitud de la masacre sufrida por los pueblos de Afganistán, Siria, Libia, Yemen, Somalia y otros países asolados por la guerra.

La controversia, ideada por razones políticas, que rodea las cifras de mortalidad en Irak ha disuadido a los medios corporativos estadounidenses de hacer intento alguno de obtener una imagen más precisa de la magnitud de la masacre que ocurre en estas otras guerras.

Esto ha dejado al estadounidense promedio con una ignorancia casi completa del costo humano de la guerra moderna, y ha servido para proteger a nuestros líderes políticos y militares contra la rendición de cuentas por sus decisiones y políticas atroces que han resultado en pérdidas catastróficas de vidas humanas.

Una cuenta de muertos mediante el "reportaje pasivo" no puede utilizarse para aproximar el saldo de muertes en una zona de guerra, porque las cifras que dan son fragmentarias por naturaleza. Pero investigadores serios han desarrollado métodos científicos que se pueden utilizar para hacer cálculos realistas del saldo de muertos en una guerra.

Al igual que con el cambio climático y otros temas, los funcionarios de la ONU y los periodistas deben superar las presiones políticas, llegar a comprender la ciencia básica al fondo de la cuestión, y dejar de tirar a la gran mayoría de las víctimas de nuestras guerras por este "agujero de la memoria" orwelliano.

Nicolas JS Davies es el autor de Blood On Our Hands: the American Invasion and Destruction of Iraq [La sangre en nuestras manos: La invasión estadounidense y la destrucción de Irak]. También escribió los capítulos sobre "Obama en guerra" y Clasificándole al 44ª presidente: Un balance sobre la primera gestión de Barack Obama como líder progresista.


 

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