La cotidiana ocupación de los artistas iraquíes
Dahr Jamail Global Research 22 de marzo de 2009
Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales
Bastos
Durante siglos artistas, escritores e intelectuales se han estado reuniendo
en teterías de Bagdad en torno a vasos con forma de tulipán de dulce té al
limón, pitillos y pipas de shisha.
Hace año y medio estalló un coche bomba cerca de una de las casas de las
viejas teterías y provocó una enorme destrucción en la zona. Cuando volvió a
abrir recientemente, Mohammed Al-Mumain, un profesor de biología de 59, años
reanudó sus visitas a la tetería. El corpulento y jovial profesor trajo té para
mi colega y para mí antes de empezar a conversar: “la mente necesita arte y
educación. Vine aquí porque la lámpara necesita electricidad. La lámpara de mi
mente, como la de todos nosotros, necesita discutir y revisar la vida
continuamente. Esto me alimenta. Cuando vengo aquí me vuelvo a sentir un
adolescente. Todo lo que necesito, la vieja cultura al lado de la nueva, lo
encuentro aquí”.
A medida que continuaba, su elocuencia era un placer: “La vida es
interacción. En cualquier lugar, en cualquier momento, siempre estamos
cambiando. Nuestra biología y la presión de nuestra sangre cambia y las
interacciones, ya sean positivas o negativas, nos proporcionan cambios. Algunas
personas se resisten a los cambios, otras los aceptan. Depende de la cultura del
hombre o de la mujer. Por ello necesitamos nuestro arte, porque nos conecta con
lo que nos ha traído aquí y nos recuerda a dónde nos dirigimos”.
Al examinar la condición humana, el arte hace que se llegue a comprender la
habilidad humana para establecer relaciones y comunicarse. Al apelar a las más
sutiles emociones humanas, crea un marco de valores en la sociedad al tiempo que
nos da un contexto en el que captar nuestra relación con el universo.
El arte no sólo representa lo mejor de la conciencia humana, sino que también
se manifiesta en la forma de lo misterioso. “Lo más hermoso que podemos
experimentar es el misterio. El misterio es la fuente de todo el verdadero arte
y ciencia”, dijo Albert Einstein.
Pero, ¿qué le ocurre a una sociedad cuando este poderoso medio de evolución
resulta dañado, reprimido o completamente eliminado? Todo eso ha ocurrido en
Iraq. ¿Cómo se sustenta la conciencia colectiva de una nación en medio de este
vacío?
El escultor de 46 años Ghassan Alawchi, que estudió en el Instituto de Bellas
Artes y en la Facultad de Bellas Artes de Bagdad, personifica la difícil
situación de los artistas en Iraq que están sumidos en una frustrante e
interminable, aunque vana lucha en la que hay prácticamente ningún elemento
estético.
Conocí a este hombre alto en el jardín del Centro de Bellas Artes de Bagdad,
un marco hermosísimo que contrastaba terriblemente con su dolorosa historia. “Me
conoce en el momento más duro de mi vida”, se lamentó el artista. “Estoy lleno
de ideas pero no puedo llevarlas a cabo. Cuando produzco arte es como si fuera
mi hijo y me preocupo profundamente por él. No sé como elegir otros caminos. Me
siento tan coartado. A veces me odio a mí mismo”.
Antes de la invasión Alawchi – como otros escultores – no tenía más remedio
que crear esculturas para el dictador. “Durante el régimen de Sadam estábamos
bajo un asedio económico, pero podíamos vender nuestras esculturas. Sadam nos
pagaba y eso resultaba de gran ayuda”. Para compensar las graves trabas que
había para su creatividad en aquella época, los artistas como él trabajaban
simultáneamente un arte que estaba más cerca de sus corazones, aun cuando no
hubiera compradores para él.
El tema favorito de Alawchi es la vida y la leyenda del reverendo Imán
Hussein, nieto del Profeta Mahoma. Siento curiosidad de saber por qué eligió a
esta figura espiritual de la secta chií. “Hay imágenes bellísimas de personas
que se dirigen a su tumba, esas distancias tan largas. Yo quería honrar con el
tiempo esos increíbles y revolucionarios momentos”, afirma.
Cuando la violencia sectaria y el fanatismo religioso que la acompañó
empezaron a ganar terreno hasta llegar a su peor momento en 2006-07, el artista
tuvo que dejar de esculpir para no ser tachado de sectario. Esta acusación en
Iraq podía ser una amenaza de muerte.
La situación hoy es en cierto modo diferente, pero sigue sin ser propicia
para la expresión artística. Todos los artistas de Bagdad y de todo Iraq
sobreviven en unas condiciones muy duras. “Hay tantas obras, pero a nadie le
importa verlas o comprarlas. Sólo nuestros amigos acuden a las exposiciones y
nadie tiene posibilidades de comprar ninguna de las obras. Al gobierno no le
importa en absoluto y no hace nada para ayudarnos. Son malos tiempos para
nosotros”.
Los artistas de Iraq no se pueden permitir ahora alquilar estudios y la
mayoría de ellos viven an casa de sus padres. “Mi mujer, nuestros hijos y yo
vivimos en una habitación de casa de mis padres. En una esquina de esta
habitación tengo mi estudio”, afirma Alawchi,. “Obviamente, esto afecta a mi
concentración y limita las dimensiones y la esencia de mi trabajo”.
Raad Abdalwahid, un diseñador gráfico y pintor, confirma el sombrío panorama
de su amigo y añade: “el último cuadro que vendí fue en 2006”.
Tras haber sido el objetivo de asesinos y francotiradores, los artistas, como
el resto de los intelectuales iraquíes, también ha huido del país. Los que se
han quedado se siente completamente aislados en sus intentos de mantenerse a
flote en medio del doble azote de la crisis económica y del radicalismo
religioso que ha arruinado el panorama artístico en Iraq. Si las galerías se han
vuelto muy escasas, exponer en ellas un trabajo nuevo es aún más raro. Alawchi
está convencido de que la única manera de que los artistas iraquíes logren
manternerse tanto ellos mismos como su arte vivos es abandonando Iraq, pero
tiene la esperanza de que “aquellos artistas puedan estar en comunidad con
nosotros porque ahora nos sentimos aislados del resto del mundo”.
Después de décadas de sufrir la represión, la censura y de ser blanco de
ataques, los artistas iraquíes se sintieron aliviados cuando acabó la dictadura.
Confiaban en que a pesar de la ocupación podrían al menos tener libertad para
expresar su creatividad y que no se verían obligados a vender su alma al
servicio del “arte presidencial” para poder sobrevivir.
El personal de las ONGs internacionales y periodistas acudieron en masa al
país tras la invasión de marzo de 2003 y los artistas encontraron ahí un mercado
que apreciaba su trabajo. Sin embargo, este renacimiento de la comunidad
artística de Iraq fue breve y acabó bruscamente cuando la resistencia a la
ocupación se hizo más fuerte y mejor organizada. Como era de esperar, el
resultado de ello fue unas represalias a gran escala por parte del ejército
estadounidense que en ocasiones provocó la destrucción de ciudades enteras. El
recién creado mercado para el arte iraquí se desvaneció en medio del caos
resultante.
La situación empeoró cuando surgió el conflicto sectario que, a su vez,
engendró el extremismo religioso que dejó una estela de represión y censura
además de la violencia ejercida contra los artistas.
Un hombre polifacético, el escultor, periodista y profesor Ahmed Fadaam solía
trabajar para el New York Times en Bagdad. En 2008 un grupo militante
exigió que dejara de su trabajo y les pagara 10.000 dólares o de lo contrario
secuestrarían a sus hijos y matarían a su mujer y a él. Envió a su familia a
Siria y él continuó en Bagdad tras cambiar de domicilio, pues no tenía otra
fuente de ingresos. Afortunadamente pudo salir de Iraq cuando un amigo
estadounidense le cursó una invitación como profesor visitante para la
Universidad de Carolina del Norte.
Fadaam presenta un sombrío cuadro del escenario artístico en Iraq: “los
artistas forman parte de la sociedad en la que viven y sus obras reflejan su
experiencia de ella. En los años ochenta los artistas iraquíes hablaban de la
guerra pero había una cierta esperanza en su trabajo, no era tan sombrío. En los
noventa sus composiciones expresaban el impacto del embargo, el hambre y la
pobreza, pero, aun con todo, había elementos de esperanza. Hoy el arte en Iraq
no expresa esperanza alguna porque los artistas no ven esperanza. Su arte
expresa la muerte de la que son testigos a su alrededor y la omnipresente
carencia de todo en sus vidas. Es un arte sombrío que ha perdido toda esperanza,
exactamente igual que la sociedad que proyecta, la cual está aplastada por la
ocupación y ha perdido toda esperanza”.
No cree que se extinga el arte en Iraq. “El arte nunca muere. Siempre habrá
artistas. En cualquier país al que uno vaya, simplemente con mirar su arte y su
arquitectura se puede identificar el tipo de sociedad que tiene. A partir de su
arte se puede decir si un país es civilizado o está tratando de serlo, si hay
una dictadura o es una sociedad libre. El arte es la cara visible de cualquier
cultura”.
Afirma que lo que realmente le preocupa es el fundamentalismo: “los
extremistas en el poder no son diferentes de cualquier dictador. Imponen su
ideología a todo el mundo, incluyendo a los artistas. La última exposición en
Baghdad estaba apoyada por los sadristas. Todo lo que se exponía eran cuadros
del Imán Ali o de gran Ayatollah Ali al Sistani. Obviamente, lo que estos grupos
querrían es utilizar el arte como una herramienta de propaganda. Si permanecer
en el poder, ¿qué tipo de arte tendremos en el futuro?”.
Le pregunté qué posibilidades había de una regeneración artística en Iraq. Es
posible, pero “no con esta gente. Los artistas necesitan ser libres para crear y
en este momento no lo son. Cuando se vuelva a ver desnudos en la obra de los
artistas iraquíes, entonces podremos hablar”.
Un importante factor que hay que tener en cuenta en el contexto de la
producción artística es la psicología y la salud mental de la sociedad en la que
viven los artistas. “Una generación que está creciendo en medio de la muerte y
de los asesinatos lo único que conoce es el miedo, la cólera y el odio. ¿Qué
arte van a crear?”.
Me di cuenta de que la devastación causada por la invasión y ocupación de
Iraq va mucho más allá de la pérdida de vidas, de medios de vida y de
propiedades. Las raíces históricas y culturales de la nación han sido
destruidas.
“Las fuerzas de la ocupación animaron a los rebeldes a saquear los museos y
las bibliotecas. En unas horas se perdieron irremediablemente cinco mil siglos
de historia y de arte. Esto es una pérdida para el mundo entero y no sólo para
Iraq. Los edificios se pueden reparar, lo mismo que la electricidad, pero,
¿dónde podremos encontrar a otro Khalid Al-Rahal para que haga una nueva estatua
de Abu Fafar Al-Mansur? ¿Cómo voy a reemplazar artefactos que databan de miles
de años? Iraq ha cambiado para siempre”.
Desde diciembre de 2003 el Dr. Saad Eskander ha sido director general de lo
que queda del Archivo y Biblioteca Nacional Iraq. La destrucción que se ha
infligido a este augusto organismo es inconcebible.
Miro las paredes de su despacho, abarrotadas de libros recuperados, mientras
él realta: “este edificio fue quemado dos veces y saqueado. Los estadounidenses
querían demolerlo, pero no se lo permitimos. Hemos perdido el 60% de nuestras
colecciones de archivos, como mapas, documentos históricos y fotografías. Se han
perdido el 20% de nuestros libros. La Biblioteca del Legado y la mayoría de las
bibliotecas académicas en Bagdad, Mosul y Basora son otras instituciones que
también fueron objeto de destrucción”.
De los 13.000 objetos que fueron saqueados del Museo Nacional sólo “se han
devuelto unas decenas y no son los más importantes. Esto ha lisiado nuestra
cultura y la cultura lleva a lo más profundo del corazón de un pueblo, mientras
que la política no”.
No oculta su ira contra los ocupantes cuando afirma: “los estadounidenses han
destrozado nuestro país. Todo cuando ahora funciona mal en Iraq, todas y cada
una de las cosas, se debe a lo que los estadounidenses han hecho aquí”.
Se está rehabilitando el edificio del Archivo Nacional. Ya se han restaurado
las paredes y los suelos. Hombres y mujeres iraquíes se sientan en despachos
nuevos restaurando libros dañados por el agua. Otros archivan en microfichas los
libros salvados. Percibo un casi tangible sentido de urgencia de mantener la
coherencia y conexión cultural mientras soy testigo de la descomunal tarea que
se está haciendo para reconstruir la herencia de Iraq, aunque a paso de
tortuga.
Wesam Abud Khalid, de 38 años, lleva trabajando en restauración desde 1990.
En un estudio del Departamento de Arte del ministerio de Educación restaura
cuadros dañados durante la invasión y el anárquico periodo posterior. Sin
embargo, el miedo le impide crear obras originales fuera de su casa.
“Se ha atacado a cualquiera que tuviera genio. Gente con agendas exteriores
quiere destruir la mentalidad iraquí. Quienes no hemos podido huir del país
estamos aislados. Los grupos que controlan los departamentos del gobierno no nos
toleran. Esperamos la muerte cada día”, insinúa vagamente en el centro de
restauración.
Khalid cree que cuando los artista de Bagdad exponen sus obras se hacen más
vulnerables a los ataques. “Yo restauro cuadros y no participo en exposiciones.
He decidido no exponer mi trabajo aun cuando los medios de comunicación ya no
hablen de las exposiciones en galerías”.
Le asfixia estar confinado, por ello sigue restaurando cuadros, porque es más
seguro que producir trabajo original.
Aunque es más joven que otros artistas a los que he conocido, Khalid tiene
poca esperanza en el futuro y parece resignado. “Esta situación me produce una
enorme tristeza. Lo único que los iraquíes necesitan es una oportunidad de
descansar de esta tragedia, entonces podrán continuar y producir otra vez
genuinas obras. Siento que ahora mis capacidades sólo se podrán desarrollar
fuera de Iraq. Desde que empezó la ocupación me he estado aislando aquí”.
Cuando tanto el arte, un componente crucial que sustenta el tejido
socio-cultural de una sociedad, como los artistas, que lo tejen, están sometidos
a una agresión, la sociedad tiende a crisparse y enervarse. Como afirma de una
manera de lo más sucinta mi amigo escultor Alawchi: “es peligroso para la gente
dejar las artes. Es peligroso porque el arte es la fachada principal de la
comunidad. Ahora en Iraq tenemos la desertización del mundo del arte”.
Esto no puede augurar nada bueno para el mundo del arte en ninguna parte.
Enlace con el original: http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=12729
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